/ viernes 12 de febrero de 2021

Amar en clandestinidad

No importa si vives en México o en la Patagonia, las historias de las mujeres trans se repiten llegando a la misma conclusión: a ningún hombre le gusta admitir que se siente atraído por una mujer transexual, mucho menos formar una vida en pareja con ella

Nunca olvidaré mi primer noviazgo con un chico heterosexual. Yo estaba profundamente enamorada, ya saben, ilusionada con la idea del amor romántico y el príncipe azul. Me atravesaba la incredulidad de que yo, siendo una mujer transexual, podía gustarle a alguien. Me habían enseñado a sentirme avergonzada de mi identidad: la televisión, la familia, la escuela y el vecindario son referentes que cotidianamente siembran el odio y la burla hacia las personas trans.

▶️Personas con síndrome de Down más susceptibles al Covid

Las primeras semanas, la relación iba viento en popa: nos marcábamos por teléfono, venía a mi casa y veíamos películas, nos besábamos y demostrábamos cuanto amor era posible. Me comencé a percatar que las muestras de afecto se limitaban a las cuatro paredes de mi habitación o en el mejor de los casos al asiento trasero de su coche cuando íbamos a cenar o por unos tragos, eso sí, todas nuestras salidas eran de noche, siempre de noche.

En una de esas noches yo le pregunté por qué no podíamos vernos en el día, que me gustaría conocer a sus amistades o familia, su respuesta fue esquiva y difusa, su actitud cambió en automático. Esa noche no terminamos de ver la película en mi casa. Los días subsecuentes se portó evasivo y dejó de contestar mis mensajes, a los pocos días ya me había bloqueado de sus redes sociales. No nos volvimos a ver más.

Y es que para la mayoría de las mujeres trans el amor viene acompañado de una buena dosis de clandestinidad y secretismo. No importa si vives en México o en la Patagonia, las historias de amigas y conocidas trans se repiten llegando a la misma conclusión: a ningún hombre le gusta admitir que se siente atraído por una mujer transexual, mucho menos formar una vida en pareja con ella.

El amor parece ser entonces ese lugar idílico e inaccesible al que muchas mujeres trans queremos llegar con anhelo y cierta frustración. Sin embargo, son pocas las buenas experiencias que noso-trans hemos tenido en el terreno de la pareja afectiva, al menos con hombres hetero, pues también hay que desmitificar la idea de que una mujer transexual sólo se vincula con hombres.

▶️Sociedades que usan menos dinero son más felices: estudio

Al platicar estas historias con otras amigas, al calor de las copas y con música de Juan Gabriel, nos dimos cuenta de una constante: estos chicos buscaban “experimentar” en su vida sexual y en esa búsqueda nos colocan a las mujeres trans en el territorio del deseo prohibido, nos convertimos pues en una “fantasía” por cumplir, un fetiche sexual que nunca podrían admitir en público.

Y así crecimos muchas mujeres trans de mi generación, pensando que las únicas posibilidades de amor para nosotras se tejían en la clandestinidad, en encuentros sexuales secretos, fortuitos o bien sintiéndonos agradecidas de que un hombre nos volteara a ver, aún si éste ejercía violencia física, económica o sexual. Pero hoy estas narrativas están cambiando y eso me alegra mucho.

Hace poco, un medio de comunicación estadounidense entrevistó a cuatro hombres heterosexuales que se habían sentido atraídos por mujeres transexuales a lo largo de su vida. Uno de ellos decía: “los hombres no están en peligro porque les atraigan las mujeres trans. Sin embargo, nuestro miedo sí que está matándolas a ellas”.

Estas brutales palabras, aunadas a las historias de desamor de mis amigas me han detonado preguntas sobre lo que implica el amor para las mujeres trans. ¿Acaso no somos merecedoras de amor? ¿cómo podemos construir relaciones sanas y sin estigma? ¿por qué en cada experiencia amorosa terminamos llenas de culpa?

Honestamente tampoco tengo la respuesta a cómo se puede hacer frente a esa clandestinidad que ha implicado estar con una mujer transexual. Sobre todo, en un mundo que se ha encargado de colocarnos en lugares de odio y vergüenza. México es el segundo país que registra mayor cantidad de asesinatos de mujeres trans en el mundo.

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Lo que si podemos hacer es crear mundos más habitables paras estas mujeres y por eso es importantísimo normalizar las relaciones de pareja entre hombres heterosexuales y mujeres trans. Implica hacernos preguntas incómodas, empezando por deconstruir la idea del amor romántico heterosexual, implica cuestionar nuestros propios deseos, implica sabernos desde una sexualidad compleja y fluida. Implica entender que las mujeres trans somos mujeres. Y que no hay nada de malo en amar una persona trans.

“Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. El amor que nos negaron es el impulso para cambiar el mundo” decía la escritora argentina Lohana Berkins. Hoy sus palabras están más vivas que nunca, resuenan en las nuevas generaciones. Las mujeres trans sabemos que desde el momento en que transicionamos emprendemos un viaje hacia el amor propio.

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Lo mínimo que pueden hacer los hombres que aman/acompañan a una mujer transexual es procurar que ese viaje sea menos doloroso. Que ese amor nunca más se encierre en las cuatro paredes de una habitación o en el asiento trasero de un auto como me pasó a mí. Ya no estamos dispuestas a quedarnos en el territorio de lo prohibido, porque noso-trans a la clandestinidad ya no volvemos más.


*Puta callejera y activista

Nunca olvidaré mi primer noviazgo con un chico heterosexual. Yo estaba profundamente enamorada, ya saben, ilusionada con la idea del amor romántico y el príncipe azul. Me atravesaba la incredulidad de que yo, siendo una mujer transexual, podía gustarle a alguien. Me habían enseñado a sentirme avergonzada de mi identidad: la televisión, la familia, la escuela y el vecindario son referentes que cotidianamente siembran el odio y la burla hacia las personas trans.

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Las primeras semanas, la relación iba viento en popa: nos marcábamos por teléfono, venía a mi casa y veíamos películas, nos besábamos y demostrábamos cuanto amor era posible. Me comencé a percatar que las muestras de afecto se limitaban a las cuatro paredes de mi habitación o en el mejor de los casos al asiento trasero de su coche cuando íbamos a cenar o por unos tragos, eso sí, todas nuestras salidas eran de noche, siempre de noche.

En una de esas noches yo le pregunté por qué no podíamos vernos en el día, que me gustaría conocer a sus amistades o familia, su respuesta fue esquiva y difusa, su actitud cambió en automático. Esa noche no terminamos de ver la película en mi casa. Los días subsecuentes se portó evasivo y dejó de contestar mis mensajes, a los pocos días ya me había bloqueado de sus redes sociales. No nos volvimos a ver más.

Y es que para la mayoría de las mujeres trans el amor viene acompañado de una buena dosis de clandestinidad y secretismo. No importa si vives en México o en la Patagonia, las historias de amigas y conocidas trans se repiten llegando a la misma conclusión: a ningún hombre le gusta admitir que se siente atraído por una mujer transexual, mucho menos formar una vida en pareja con ella.

El amor parece ser entonces ese lugar idílico e inaccesible al que muchas mujeres trans queremos llegar con anhelo y cierta frustración. Sin embargo, son pocas las buenas experiencias que noso-trans hemos tenido en el terreno de la pareja afectiva, al menos con hombres hetero, pues también hay que desmitificar la idea de que una mujer transexual sólo se vincula con hombres.

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Al platicar estas historias con otras amigas, al calor de las copas y con música de Juan Gabriel, nos dimos cuenta de una constante: estos chicos buscaban “experimentar” en su vida sexual y en esa búsqueda nos colocan a las mujeres trans en el territorio del deseo prohibido, nos convertimos pues en una “fantasía” por cumplir, un fetiche sexual que nunca podrían admitir en público.

Y así crecimos muchas mujeres trans de mi generación, pensando que las únicas posibilidades de amor para nosotras se tejían en la clandestinidad, en encuentros sexuales secretos, fortuitos o bien sintiéndonos agradecidas de que un hombre nos volteara a ver, aún si éste ejercía violencia física, económica o sexual. Pero hoy estas narrativas están cambiando y eso me alegra mucho.

Hace poco, un medio de comunicación estadounidense entrevistó a cuatro hombres heterosexuales que se habían sentido atraídos por mujeres transexuales a lo largo de su vida. Uno de ellos decía: “los hombres no están en peligro porque les atraigan las mujeres trans. Sin embargo, nuestro miedo sí que está matándolas a ellas”.

Estas brutales palabras, aunadas a las historias de desamor de mis amigas me han detonado preguntas sobre lo que implica el amor para las mujeres trans. ¿Acaso no somos merecedoras de amor? ¿cómo podemos construir relaciones sanas y sin estigma? ¿por qué en cada experiencia amorosa terminamos llenas de culpa?

Honestamente tampoco tengo la respuesta a cómo se puede hacer frente a esa clandestinidad que ha implicado estar con una mujer transexual. Sobre todo, en un mundo que se ha encargado de colocarnos en lugares de odio y vergüenza. México es el segundo país que registra mayor cantidad de asesinatos de mujeres trans en el mundo.

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Lo que si podemos hacer es crear mundos más habitables paras estas mujeres y por eso es importantísimo normalizar las relaciones de pareja entre hombres heterosexuales y mujeres trans. Implica hacernos preguntas incómodas, empezando por deconstruir la idea del amor romántico heterosexual, implica cuestionar nuestros propios deseos, implica sabernos desde una sexualidad compleja y fluida. Implica entender que las mujeres trans somos mujeres. Y que no hay nada de malo en amar una persona trans.

“Todos los golpes y el desprecio que sufrí no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. El amor que nos negaron es el impulso para cambiar el mundo” decía la escritora argentina Lohana Berkins. Hoy sus palabras están más vivas que nunca, resuenan en las nuevas generaciones. Las mujeres trans sabemos que desde el momento en que transicionamos emprendemos un viaje hacia el amor propio.

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Lo mínimo que pueden hacer los hombres que aman/acompañan a una mujer transexual es procurar que ese viaje sea menos doloroso. Que ese amor nunca más se encierre en las cuatro paredes de una habitación o en el asiento trasero de un auto como me pasó a mí. Ya no estamos dispuestas a quedarnos en el territorio de lo prohibido, porque noso-trans a la clandestinidad ya no volvemos más.


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