/ miércoles 20 de septiembre de 2017

A la sombra

Unos rezaban, y otros maldecían ayer a Carlos Slim y a quien quiera que sea dueño de AT&T, a la sombra y a gritos. Resulta que los teléfonos celulares y fijos, después del temblor, nomás no funcionaban. Sonaban ocupados o de plano, era silencio en la línea. Muchos se desesperaron hasta las lágrimas. Un servicio básico en una capital que se jacta de moderna, con los mismos problemas que, por ejemplo, se vivieron en el terremoto de Haití en 2010. La empresa de Slim mandó a decir que su red no sufrió daño, por si estaban preocupados. Que no hubo buen servicio, o de plano nada de servicio, porque su sistema se saturó. No fueron capaces de resistir a millones de mexicanos tecleando frenéticamente sus smartphones o teléfonos caseros o poco inteligentes, al mismo tiempo, por una emergencia. Como dicen por ahí: “Están buenos para una emergencia”.

Ya por la noche, AT&T, que aquí encabeza Kelly King y a quien seguro le zumbaban los oídos, reaccionó ante el problema que se avecinaba. Millones de quejas en puerta y peticiones de reembolso. Pero su equipo de marketing se aceleró con una solución que suavizó el malestar: “AT&T libera llamadas, mensajes de texto y datos sin costo para México. Nuestros pensamientos están con México y los afectados por el temblor. Para mantener a nuestros clientes en México conectados, AT&T liberará las llamadas y mensajes de texto y datos dentro del país, sin costo para el usuario. Además, se detendrán todos los esfuerzos de cobranza a clientes en México. Ambas acciones serán vigentes del 19 al 21 de septiembre”. Minutos después, fue Telcel el que ofreció el servicio gratuito en la capital a través de Twitter. Y poco después el que ofreció internet gratis en cinco mil 500 sitios en la ciudad fue el mismísimo Héctor Slim Seade. Luego alguna que otra se sumó. Claro, muchos dirán, ojalá que funcionen sus líneas, y no vayan a decir después que de todas formas el día del terremoto ni nos cobraron. Al contrario, podríamos vernos como unos totales malagradecidos.

Hablando de servicios, alrededor de cinco millones de hogares y comercios se quedaron sin luz, lo dijo el mismísimo Jaime Hernández, de la CFE. Sólo en la ciudad eran alrededor de dos millones de afectados que iban recuperando poco a poco la energía eléctrica. Pero la esperanza de tener un buen servicio se notó en las tiendas de conveniencia, papelerías y ferreterías, donde se agotaron las lámparas de mano. No vaya a ser.

Y mientras pasamos muchos minutos, muuuchoosss minutos, sin saber nada del gobierno local ni lo que pasaba en varias colonias, el que comenzó a moverse rápido fue Ricardo Monreal. El delegado en Cuauhtémoc comenzó a pedir de inmediato a través de todos los medios declarar zona de desastre su delegación. Más de 20 edificios dañados y, lo peor, no sabía cómo debían reaccionar en la noche, ante las denuncias que circulaban de ladrones en busca de aprovechar el descontrol para hacer de las suyas. La gente de la demarcación tenía miedo. Sin luz en muchas calles, con mucha gente extraña deambulando, con teléfonos intermitentes y con el miedo a una réplica, durmieron con miedo. En realidad ni durmieron.

Hablando de conflictos. Aunque fuera por una desgracia, pero por un día no tuvimos rencillas ni dimes y diretes de políticos. El temblor puso a los políticos a trabajar. Por ejemplo, Ricardo Monreal y Graco Ramírez sólo hablaron de afectaciones y acciones, se acordaron que son jefe de delegacional en Cuauhtémoc y gobernador de Morelos, respectivamente. El gabinete federal del presidente Enrique Peña Nieto se habló entre sí y se coordinó con los funcionarios ya mencionados y con mandatarios como Tony Gali, de Puebla, de extracción panista, pero cuyo territorio estuvo cerca del epicentro del fenómeno meteorológico. Oaxaca y Chiapas ya habían sido atendidos con el sismo de la semana pasada con despliegue solidario de funcionarios de los tres niveles de gobierno. ¿Por qué tiene que pasar algo grave para que la civilidad política aflore?

Unos rezaban, y otros maldecían ayer a Carlos Slim y a quien quiera que sea dueño de AT&T, a la sombra y a gritos. Resulta que los teléfonos celulares y fijos, después del temblor, nomás no funcionaban. Sonaban ocupados o de plano, era silencio en la línea. Muchos se desesperaron hasta las lágrimas. Un servicio básico en una capital que se jacta de moderna, con los mismos problemas que, por ejemplo, se vivieron en el terremoto de Haití en 2010. La empresa de Slim mandó a decir que su red no sufrió daño, por si estaban preocupados. Que no hubo buen servicio, o de plano nada de servicio, porque su sistema se saturó. No fueron capaces de resistir a millones de mexicanos tecleando frenéticamente sus smartphones o teléfonos caseros o poco inteligentes, al mismo tiempo, por una emergencia. Como dicen por ahí: “Están buenos para una emergencia”.

Ya por la noche, AT&T, que aquí encabeza Kelly King y a quien seguro le zumbaban los oídos, reaccionó ante el problema que se avecinaba. Millones de quejas en puerta y peticiones de reembolso. Pero su equipo de marketing se aceleró con una solución que suavizó el malestar: “AT&T libera llamadas, mensajes de texto y datos sin costo para México. Nuestros pensamientos están con México y los afectados por el temblor. Para mantener a nuestros clientes en México conectados, AT&T liberará las llamadas y mensajes de texto y datos dentro del país, sin costo para el usuario. Además, se detendrán todos los esfuerzos de cobranza a clientes en México. Ambas acciones serán vigentes del 19 al 21 de septiembre”. Minutos después, fue Telcel el que ofreció el servicio gratuito en la capital a través de Twitter. Y poco después el que ofreció internet gratis en cinco mil 500 sitios en la ciudad fue el mismísimo Héctor Slim Seade. Luego alguna que otra se sumó. Claro, muchos dirán, ojalá que funcionen sus líneas, y no vayan a decir después que de todas formas el día del terremoto ni nos cobraron. Al contrario, podríamos vernos como unos totales malagradecidos.

Hablando de servicios, alrededor de cinco millones de hogares y comercios se quedaron sin luz, lo dijo el mismísimo Jaime Hernández, de la CFE. Sólo en la ciudad eran alrededor de dos millones de afectados que iban recuperando poco a poco la energía eléctrica. Pero la esperanza de tener un buen servicio se notó en las tiendas de conveniencia, papelerías y ferreterías, donde se agotaron las lámparas de mano. No vaya a ser.

Y mientras pasamos muchos minutos, muuuchoosss minutos, sin saber nada del gobierno local ni lo que pasaba en varias colonias, el que comenzó a moverse rápido fue Ricardo Monreal. El delegado en Cuauhtémoc comenzó a pedir de inmediato a través de todos los medios declarar zona de desastre su delegación. Más de 20 edificios dañados y, lo peor, no sabía cómo debían reaccionar en la noche, ante las denuncias que circulaban de ladrones en busca de aprovechar el descontrol para hacer de las suyas. La gente de la demarcación tenía miedo. Sin luz en muchas calles, con mucha gente extraña deambulando, con teléfonos intermitentes y con el miedo a una réplica, durmieron con miedo. En realidad ni durmieron.

Hablando de conflictos. Aunque fuera por una desgracia, pero por un día no tuvimos rencillas ni dimes y diretes de políticos. El temblor puso a los políticos a trabajar. Por ejemplo, Ricardo Monreal y Graco Ramírez sólo hablaron de afectaciones y acciones, se acordaron que son jefe de delegacional en Cuauhtémoc y gobernador de Morelos, respectivamente. El gabinete federal del presidente Enrique Peña Nieto se habló entre sí y se coordinó con los funcionarios ya mencionados y con mandatarios como Tony Gali, de Puebla, de extracción panista, pero cuyo territorio estuvo cerca del epicentro del fenómeno meteorológico. Oaxaca y Chiapas ya habían sido atendidos con el sismo de la semana pasada con despliegue solidario de funcionarios de los tres niveles de gobierno. ¿Por qué tiene que pasar algo grave para que la civilidad política aflore?