/ sábado 15 de enero de 2022

Seminarista, bracero y recolector de manzanas: los mil rostros de Ignacio López Tarso

En entrevista con Miguel Reyes Razo realizada en 1969, Ignacio López Tarso, que este sábado cumple 97 años, narra el largo camino que tuvo que recorrer antes de alcanzar su destino como actor, impulsado por Xavier Villaurrutia

"Sí –admitió gentil a través de un hilo telefónico don Ignacio López Tarso–, conozco, ya leí 'Vida Capitalina'. Me gustó la entrevista que le hicieron al nadador Felipe Muñoz. Me llamó la atención –me divirtió– que este nadador al que apodan "El Tibio" contara que la medalla que ganó en la olimpiada no es de oro. Que piensa debe ser de cobre porque le deja el pecho teñido de verde. ¿Quién lo entrevistó? ¿Usted? Pues con mucho gusto le daré una entrevista. Nos vemos en la noche en Televicentro…".

➡️ Hace tiempo que no me ofrecen nada: López Tarso extraña filmar para cine y TV

Entró al camerino. Se quitaba el smoking, la ropa de etiqueta que exigía una grabación. Sacó una botella de tequila blanco y un frasco con aceitunas. Así comenzó a narrar su vida para Novedades en el año de 1969.

"Estuve, muy joven, en el seminario. Internado como todos los aspirantes a seminaristas y a sacerdotes. Vida sana. Deporte, estudio. Estudio, deporte. Con muchachos de mi edad venidos de diferentes estados. Recuerdo a uno al que apodamos "El Cotija". Era de Michoacán. De su casa le mandaban piezas de ese queso que le hurtábamos algunos. No se resignaba al encierro del seminario. Lloraba mucho por las noches. Entonces adquirí gusto y placer por la lectura. El director, don Sergio Méndez Arceo, me designó lector. A la hora de la comida o de la merienda me ocupaba de leer en el refectorio, mientras mis compañeros se alimentaban, fragmentos de literatura española. Autores de la Edad de Oro de nuestra lengua. Descubrí a Lope, a Tirso, a Juan Ruíz de Alarcón. Lectura en voz alta. Sin proponérmelo aprendí a respirar sin acezar. La pulcritud en la palabra.

Transcurría apacible entonces la vida en el seminario. Alguno de los aspirantes metió unas botellas de tequila y en las noches nos las bebíamos con trozos de queso que le robábamos al llorón "Cotija". Y un día me llamó don Sergio –que luego sería un obispo muy famoso– para decirme:

"Nacho, ya es hora de que no nos hagamos tontos. Tú no tienes ni pizca de posibilidades de ser un sacerdote. Sé que tú y otros aspirantes beben tequila y echan relajo. He observado cómo miras a las monjitas. Debes irte del seminario. Cuando concluya el año escolar te marcharás."

Además de sacerdote, Sergio Méndez Arceo fue historiador y partidario del socialismo, lo que le valió el mote del "obispo rojo". / Foto: Cortesía UNAM

Se despojó de la camisa de etiqueta el actor. Volvió la espalda. Mostró la marca de una cicatriz. Notó la curiosidad del reportero. Convidó su tequila. Ofreció las carnosas aceitunas. Uno lo había visto en "El Precio, de Arthur Miller". Y en "Un Hombre de dos Tiempos", de Robert Bolt.

"Esa cicatriz –explicó don Ignacio López Tarso– me la ocasionó una caída en un campo de manzanas en California, en Estados Unidos. Fui bracero. Me fue muy mal. ¡Nunca gané lo que requería mi sustento diario! Y aquel accidente me fracturó la columna vertebral. Eso fue después de que salí del seminario. Llegué a los dieciocho años. Me presenté al Servicio Militar. El sorteo me mandó al cuartel. Un año fui soldado. Mi estatura y modales llamaron la atención del general. Halló para mí labores de oficina. Redacté informes; partes. Así que un día me propuso:

¿Qué tal que te haces militar, Ignacio? ¿Te gustaría? Yo te ayudaría con mucho gusto a que entres al Colegio Militar. Tienes muy buena condición física, magnífica estatura, buena edad, (estás) sano. Piénsalo, Ignacio."

Cuando se cumplió el año de acuartelamiento y recibí mi cartilla bien liberada sentí la tentación, la curiosidad de la aventura

"No me animé a seguir esa carrera. Muy dura; exigente. De por vida. Cuando se cumplió el año de acuartelamiento y recibí mi cartilla bien liberada sentí la tentación, la curiosidad de la aventura. Época de los braceros, de los "espaldas mojadas" que se iban "al otro lado" y ganaban muy buenos dólares. Tantos, que se antojaban una fortuna. La moda. Ese tema sirvió a escritores y a cineastas. Luis Spota escribió "Murieron a mitad del río". Se filmó "Espaldas Mojadas" . Me "encampané" y la emprendí. Dura experiencia; durísima. Fracaso total. Conseguí trabajo en un manzanar. ¡Nunca conseguí ganar los dólares que necesitaba para pagar mi alimentación y hospedaje. Se desespera uno. ¡Cómo que no! Y pesan la soledad, la distancia y el sentimiento de que esa no es nuestra tierra.

"Y para completar el cuadro caí mientras cortaba manzanas, me fracturé la columna vertebral. Mi familia me trajo a casa. El doctor Velasco Zimbrón, que era un traumatólogo y ortopedista muy famoso, me operó. Su celebridad alcanzó a un boxeador conocido como "El Ratón" Macías. Peleó en Estados Unidos con un boxeador de raza negra. Billy Peacok. Aquel negrazo le dio un golpe de tal fuerza que le fracturó el maxilar al muchacho de Tepito. Velasco Zimbrón lo intervino. El "Ratón" Macías anduvo varios meses con las quijadas amarradas. No comía nada sólido. No podía masticar. Puros líquidos. Que sorbía con un popote.

Raúl El Ratón Macías, uno de los grandes personajes en la historia del boxeo mexicano. / Foto: Cortesía INAH

"Velasco Zimbrón me operó. Y me remitió a permanecer varios meses –casi un año– acostado en una tabla muy dura. No debía moverme. El éxito de la operación y mi posibilidad de no quedar tullido, inválido, dependían de mi inmovilidad. Me la pasé con la vista clavada en el techo de mi habitación. Los cuidados de mi familia y los de mi prima Clara me aliviaron. Me distraían y evitaban que cayera en raptos de desesperación o enojo. Me reprochaba mi mala suerte. Estados de ánimo propios de un joven que observa su futuro con inquietud. ¿Volveré a caminar? ¿Tendría que usar muletas o bastones? ¿Quién me iba a emplear? ¿En que trabajaría? ¿De qué?

"Ahí postrado recibí un regalo de mi prima Clara. Un libro de poesía de Xavier Villaurrutia. Reviví mi gusto por la lectura. Por la buena literatura.

Villaurrutia me conmovió. Aprendí sus rimas. Cavilé en la profundidad de su pensamiento. En una palabra me transformé en admirador de su genio

"Así que apenas pude caminar –la operación y el tratamiento de rehabilitación que me impuso Velasco Zimbrón me devolvieron todas mis capacidades y fuerzas– decidí buscar al artista. Supe que daba clases de teatro en Bellas Artes. Tomé uno de los ejemplares de sus poemas y le pedí a Clara que me acompañara al palacio. Clara, que era prima muy lejana –se transformó en mi novia y más tarde en mi esposa–, se alegró de mi decisión y me acompañó.

Xavier Villaurrutia es uno de los poetas y dramaturgos fundamentales de la literatura mexicana. / Foto: Cortesía INBA

"Llegué a Bellas Artes y localicé a Villaurrutia. Quería que me escribiera una dedicatoria sobre uno de sus libros. A eso fui. Me le presenté. Le tendí mi libro. "¿Qué haces, a que te dedicas?, me preguntó. Pasé por el desconcierto. Casi no podía contar mis experiencias. Villaurrutia me contuvo. "¿No te gustaría estudiar teatro; ser actor? Creo que podrías serlo. Te invito a mi clase. Ven en calidad de oyente. Si te gusta y te ilusiona, te quedas. Si no te hallas a gusto, te marchas. Y no hay nada perdido". Eso me dijo Xavier Villaurrutia y me deslumbró.

"¡Claro que acepté aquel ofrecimiento! Me inscribí en Bellas Artes. Entré a su clase. Desde ese instante y durante muchos años Bellas Artes fue mi auténtica casa. En ese escenario aprendí los secretos de la actuación. Respeto a esa superficie sobre la que uno debe moverse con seriedad, agilidad, conocimiento. Puedo decir que "a ciegas" me desenvuelvo en Bellas Artes. Clases de lectura. Clases de dicción. Uso de la memoria. Empleo de la respiración. Poseo una capacidad de ventilación que me hace pensar que mis pulmones son enormes. Inspiro para emplear su contenido en dilatadas escenas. Lo mismo en pie, sentado, de rodillas, cayendo. El mismo tono. Igual en un escenario cerrado que en antiguos foros romanos construidos sobre soberbias colinas.

Foto: Cuartoscuro

A Xavier Villaurrutia debo el descubrimiento de mi vocación y la oportunidad de cumplir mi destino

"Me empeñé, me esforcé. Supe el valor de mis años en el seminario. Que Don Sergio Méndez Arceo me hiciera leer. Y me descubriera el mundo del Siglo de Oro de la Literatura Española. Adiós a dolencias y sufrimientos: me sentí un hombre nuevo. Vigoroso, sano. Con los cinco sentidos aguzados; afinados.

"Ingresar a Bellas Artes, estudiar teatro con Xavier Villaurrutia me lo cambió todo. Hasta el nombre.

"¿Cómo es eso, Maestro?"- preguntó el reportero

"Yo soy Ignacio López y López. Dar con la vida del rabino Saulo de Tarso me inspiró. Me invadió gran entusiasmo".

Entré a clase y exclamé ante mis compañeros: a partir de hoy, yo me llamó Ignacio López Tarso

El poderoso, amenazador ladrido de un perro educado para amedrentar y proteger, es la respuesta al timbrazo en la puerta de la residencia del señor Don Ignacio López Tarso. Lourdes Mogollón -leal, discreta, eficaz secretaria-identifica. Cuando se abre la puerta se ve al fino perrazo que atiende instrucciones caseras. "El Maestro lo recibirá dentro de unos minutos. Por acá. ¿Quiere beber algo, agua, café, té?

Se siente muy a gusto en guayabera. Prenda amplia, cómoda. Guía hacia su estudio-biblioteca. Mesa de trabajo atestada de libros, Paredes adosadas de Historia. Ahí va Don Ignacio al lado del Premier Jawaharial Nehru. "Fue un día en Delhi. Festival de cine. "Macario". Elástico, elegante, sonriente; impecable. Trofeos de metal. Diplomas, pergaminos. Estatuillas. Reconocimientos. "Ya casi es polvo pero conservo con gran cariño esta escultura que ya no recuerdo que agrupación me la otorgó. Me hizo muy feliz. Fue la primera que recibí. "

"Macario" es y hace historia. Roberto Gavaldón la dirigió. Tenía fama de exigente. De intransigente. ¡De ogro! Atemorizaba a sus actores. Exprimía sus posibilidades. Lo comprobé muy pronto. Macario lleva sobre la espalda grandes cargas de leña. Debe avanzar con la carga sobre el lomo por las empinadas calles de Taxco. Comenzó el rodaje. Camino con Pina Pellicer. Caminamos. Gavaldón corta la escena.

"¿Qué madera, que leña le pusieron a Nacho? -grita a la producción. "La de siempre, maestro -le responden La de balsa; ligera."
"Nada. Quiero leños, troncos de verdad. Carga muy pesada, Que se vea el esfuerzo de Nacho. Filmaré el vigor de sus piernas. A cambiar la leña.

"Y así se hizo. Y trabajé muy a gusto con él. Y él conmigo. Días después me confió: "Tengo fama de duro, Nacho. Lo soy con aquellos haraganes y flojonazos e irresponsables que no toman en serio su trabajo. Contigo no es el caso. ¡Qué va! Le pones todo a tu papel. "

El Maestro Ignacio López Tarso gira las manecillas del reloj de la Historia. O repasa y hace presente todo pasado. Ya no fuma los "Galoises" franceses de tabaco negro que con placer consumió. Y hace varias décadas dijo adiós al tequila blanco "al que hace perlita" que con gusto paladeó. Llego a ser su tradición. Cargaba su morralito con tequila y gordas, carnosas aceitunas. Compartía con sus compañeros

"El teatro me dio mis primeras alegrías. Conocí a muchos directores, Seki Sano, Fernando Wagner, Alexandro Jodorowsky, José Solé. Aprendí. Y un día fui "Macbeth". La celebérrima Isabela Corona era mi compañera. Me sentí en las nubes cuando al caer el telón el público comenzó a gritar y a aplaudir : ¡López Tarso ! ¡López Tarso! ¡López Tarso!

"Tal es el reconocimiento real, auténtico, verdadero al trabajo de un actor. Reclamo para recibir en el escenario de lo vivido aprobación -crítica instantánea- premio inmediato. Muestra de contento, identificación , goce, satisfacción. Evidencia transparente, explosiva de la emoción colectiva. Ahi mi nombre y el batir de los aplausos.

"Compartía el éxito con mi compañera de escena. Ambos dábamos vida al texto de Shakespeare. Con nuestros compañeros de esfuerzo en la representación. Todos son aplaudidos: lo merecen. Y en el centro los protagonistas principales. Isabela Corona y yo.

"La costumbre, la práctica teatral ordena que nos tomemos de las manos para, así, tomados de la mano ejecutemos cortés reverencia en prenda de gratitud. Extendí mi derecha y tomé la de Isabela. Ella, furiosa, rabiosa ante la expresión del público, la rechazó con violencia. Vanidad que la llevó al desdén. Ira que la inundó al punto de abandonar el escenario. Su coraje provocó el descontento del director. Como si se tratara de una debutante inexperta a la que se deben enseñar buenos modales. Me pudo mucho su actitud. ¡Por un instante!

"Teatro. El Teatro. Sobre la superficie de un escenario cuanta vida transcurre. Fugaces realidades. Recreo de sentimientos. Exhibición de la condición humana. Asomo de los interiores de la criatura. Reflejo de épocas. Galería de grandeza y de su contra la miseria. Cada paso, cada ademán, cada frase, cada silencio y hasta un suspiro, pesa ahí. Imposible "chasquear" al público. La escena demanda profundo respeto. Mi tiempo de estudiante en Bellas Artes me lo enseñó.

"Mi experiencia, lo que vivo me hace pensar que en la vida de un individuo existen Fortuna y Destino. Suerte y Sino. Soy hombre muy afortunado, En mi amplia familia está la educación y el arte. José Ignacio mi hijo es actor que se formó en Inglaterra. Susana mmi hija escribe libros. Uno de mis nietos es músico que triunfa en Europa. Otra hija mía fundó desde hace muchos años una escuela.

"El Teatro fue mi actividad artística durante muchos años. Viví la etapa de oro del Teatro Mexicano: La que auspició promovió e impulsó el Seguro Social. En tiempo de Don Benito Coquet. Aquí hubo construcción de magníficos, muy modernos teatros. Aquel Seguro Social cuidaba la salud física del pueblo y alimentó elevó su salud espiritual. En esos escenarios se montaron grandes obras. Desde Moctezuma II, de Sergio Magaña hasta "El Rey se Muere" de Ionesco. Para esa obra la pintora Leonora Carrington pinto muchos telones. Telas muy valiosas que no sé donde quedaron. A lo mejor Jodorowsky sí sabe.

"Luego, ese esfuerzo decayó. Se cerraron los teatros. Se frustró una gran inversión. Teatros con maquinarias caras quedaron abandonados.

"Trabajé mucho con Álvaro Custodio, un hombre que amó y divulgó el Teatro Clásico Español. Bajo sus órdenes hice "La Celestina" de Fernando de Rojas. Ahí estaba la magnífica Ofelia Guilmain Temporadas en la Unidad Teatral y Cultural del Bosque.

"Gabriel Figueroa -primo del Presidente Adolfo López Mateos-, se interesó desde mis inicios en mi carrera. Fotógrafo de cine de fama internacional, ilumiinó las Grutas de Cacahuamilpa en "Macario". Luego me llamó. "Fíjate, Nacho, -me dijo- que María -en el medio nuestro todos sabíamos que María era María Félix, "La Doña" quiere hacer una película a partir de una novela de Luis Spota. "La Estrella Vacía". Quiere tener un actor muy bueno para un personaje muy importante -su gran amor, en la película- y fresco. Te vio en el teatro. Me preguntó. Le dije lo que pienso de ti, tu carrera, como eres. En fin. ¿Te interesa? Vamos a verla.

"Y fuímos. Y conocí a María. Imposible olvidar aquel primer encuentro. Su tono amable, amistoso, cálido. Su trato con Figueroa. Ellos eran muy buenos amigos. Él la fotografió de maravilla. Encontró la belleza de si poderosa mirada. Ella me dijo así:
"No me tengas miedo, Nacho. No me trates con fría distancia, Nacho. No creas nada de lo que dicen de mi, Nacho. Quiero que nos tratemos muy amistosamente, Nacho. Te veo como el reportero Luis Arvide que comparte sueños, ilusión y amor y pasión con Olga Lang, yo, Nacho. Vamos a tener muchas escenas de amor, Nacho. Quiero que me abraces y beses y me estrujes como a la mujer que amas, Nacho. Tendremos que besarnos infinidad de ocasiones, Nacho. Pienso, Nacho, que para que no nos fallen nos pongamos a practicarlas mucho, Nacho. ¿Te parece bien, Nacho? ¿Comenzamos?

"Por mi, encantado, María -le respondí.

"La Estrella Vacía" fue la primera de las diez películas que hicimos juntos. María era una mujer generosa, inteligente, culta. Conversadora muy divertida, fiel amiga. Su intensa vida social. sus compromisos personales impidieron que compartiéramos un escenario teatral. Imposible pensar en hacer una temporada como las que protagonicé con Dolores del Río. María y yo siempre fuimos muy buenos amigos.

"Mi carrera en el Teatro me llevó a la Secretaría General de la Asociación Nacional de Actores. La ANDA. Serví a mis compañeros y procuré la cohesión y unidad de nuestro gremio. Y a la Cámara de Diputados. El PRI me postuló y gané.

"Amo mi trabajo. Actuar, no fatiga, no aburre, no hastía. Estoy siempre dispuesto a leer una nueva obra. A apropiarme de mente, gestos, hábitos, gustos y debilidades de un nuevo personaje.

"He sido muchos.

"Y soy el mismo. Ignacio López Tarso.

FIN...FIN...FIN...

"Sí –admitió gentil a través de un hilo telefónico don Ignacio López Tarso–, conozco, ya leí 'Vida Capitalina'. Me gustó la entrevista que le hicieron al nadador Felipe Muñoz. Me llamó la atención –me divirtió– que este nadador al que apodan "El Tibio" contara que la medalla que ganó en la olimpiada no es de oro. Que piensa debe ser de cobre porque le deja el pecho teñido de verde. ¿Quién lo entrevistó? ¿Usted? Pues con mucho gusto le daré una entrevista. Nos vemos en la noche en Televicentro…".

➡️ Hace tiempo que no me ofrecen nada: López Tarso extraña filmar para cine y TV

Entró al camerino. Se quitaba el smoking, la ropa de etiqueta que exigía una grabación. Sacó una botella de tequila blanco y un frasco con aceitunas. Así comenzó a narrar su vida para Novedades en el año de 1969.

"Estuve, muy joven, en el seminario. Internado como todos los aspirantes a seminaristas y a sacerdotes. Vida sana. Deporte, estudio. Estudio, deporte. Con muchachos de mi edad venidos de diferentes estados. Recuerdo a uno al que apodamos "El Cotija". Era de Michoacán. De su casa le mandaban piezas de ese queso que le hurtábamos algunos. No se resignaba al encierro del seminario. Lloraba mucho por las noches. Entonces adquirí gusto y placer por la lectura. El director, don Sergio Méndez Arceo, me designó lector. A la hora de la comida o de la merienda me ocupaba de leer en el refectorio, mientras mis compañeros se alimentaban, fragmentos de literatura española. Autores de la Edad de Oro de nuestra lengua. Descubrí a Lope, a Tirso, a Juan Ruíz de Alarcón. Lectura en voz alta. Sin proponérmelo aprendí a respirar sin acezar. La pulcritud en la palabra.

Transcurría apacible entonces la vida en el seminario. Alguno de los aspirantes metió unas botellas de tequila y en las noches nos las bebíamos con trozos de queso que le robábamos al llorón "Cotija". Y un día me llamó don Sergio –que luego sería un obispo muy famoso– para decirme:

"Nacho, ya es hora de que no nos hagamos tontos. Tú no tienes ni pizca de posibilidades de ser un sacerdote. Sé que tú y otros aspirantes beben tequila y echan relajo. He observado cómo miras a las monjitas. Debes irte del seminario. Cuando concluya el año escolar te marcharás."

Además de sacerdote, Sergio Méndez Arceo fue historiador y partidario del socialismo, lo que le valió el mote del "obispo rojo". / Foto: Cortesía UNAM

Se despojó de la camisa de etiqueta el actor. Volvió la espalda. Mostró la marca de una cicatriz. Notó la curiosidad del reportero. Convidó su tequila. Ofreció las carnosas aceitunas. Uno lo había visto en "El Precio, de Arthur Miller". Y en "Un Hombre de dos Tiempos", de Robert Bolt.

"Esa cicatriz –explicó don Ignacio López Tarso– me la ocasionó una caída en un campo de manzanas en California, en Estados Unidos. Fui bracero. Me fue muy mal. ¡Nunca gané lo que requería mi sustento diario! Y aquel accidente me fracturó la columna vertebral. Eso fue después de que salí del seminario. Llegué a los dieciocho años. Me presenté al Servicio Militar. El sorteo me mandó al cuartel. Un año fui soldado. Mi estatura y modales llamaron la atención del general. Halló para mí labores de oficina. Redacté informes; partes. Así que un día me propuso:

¿Qué tal que te haces militar, Ignacio? ¿Te gustaría? Yo te ayudaría con mucho gusto a que entres al Colegio Militar. Tienes muy buena condición física, magnífica estatura, buena edad, (estás) sano. Piénsalo, Ignacio."

Cuando se cumplió el año de acuartelamiento y recibí mi cartilla bien liberada sentí la tentación, la curiosidad de la aventura

"No me animé a seguir esa carrera. Muy dura; exigente. De por vida. Cuando se cumplió el año de acuartelamiento y recibí mi cartilla bien liberada sentí la tentación, la curiosidad de la aventura. Época de los braceros, de los "espaldas mojadas" que se iban "al otro lado" y ganaban muy buenos dólares. Tantos, que se antojaban una fortuna. La moda. Ese tema sirvió a escritores y a cineastas. Luis Spota escribió "Murieron a mitad del río". Se filmó "Espaldas Mojadas" . Me "encampané" y la emprendí. Dura experiencia; durísima. Fracaso total. Conseguí trabajo en un manzanar. ¡Nunca conseguí ganar los dólares que necesitaba para pagar mi alimentación y hospedaje. Se desespera uno. ¡Cómo que no! Y pesan la soledad, la distancia y el sentimiento de que esa no es nuestra tierra.

"Y para completar el cuadro caí mientras cortaba manzanas, me fracturé la columna vertebral. Mi familia me trajo a casa. El doctor Velasco Zimbrón, que era un traumatólogo y ortopedista muy famoso, me operó. Su celebridad alcanzó a un boxeador conocido como "El Ratón" Macías. Peleó en Estados Unidos con un boxeador de raza negra. Billy Peacok. Aquel negrazo le dio un golpe de tal fuerza que le fracturó el maxilar al muchacho de Tepito. Velasco Zimbrón lo intervino. El "Ratón" Macías anduvo varios meses con las quijadas amarradas. No comía nada sólido. No podía masticar. Puros líquidos. Que sorbía con un popote.

Raúl El Ratón Macías, uno de los grandes personajes en la historia del boxeo mexicano. / Foto: Cortesía INAH

"Velasco Zimbrón me operó. Y me remitió a permanecer varios meses –casi un año– acostado en una tabla muy dura. No debía moverme. El éxito de la operación y mi posibilidad de no quedar tullido, inválido, dependían de mi inmovilidad. Me la pasé con la vista clavada en el techo de mi habitación. Los cuidados de mi familia y los de mi prima Clara me aliviaron. Me distraían y evitaban que cayera en raptos de desesperación o enojo. Me reprochaba mi mala suerte. Estados de ánimo propios de un joven que observa su futuro con inquietud. ¿Volveré a caminar? ¿Tendría que usar muletas o bastones? ¿Quién me iba a emplear? ¿En que trabajaría? ¿De qué?

"Ahí postrado recibí un regalo de mi prima Clara. Un libro de poesía de Xavier Villaurrutia. Reviví mi gusto por la lectura. Por la buena literatura.

Villaurrutia me conmovió. Aprendí sus rimas. Cavilé en la profundidad de su pensamiento. En una palabra me transformé en admirador de su genio

"Así que apenas pude caminar –la operación y el tratamiento de rehabilitación que me impuso Velasco Zimbrón me devolvieron todas mis capacidades y fuerzas– decidí buscar al artista. Supe que daba clases de teatro en Bellas Artes. Tomé uno de los ejemplares de sus poemas y le pedí a Clara que me acompañara al palacio. Clara, que era prima muy lejana –se transformó en mi novia y más tarde en mi esposa–, se alegró de mi decisión y me acompañó.

Xavier Villaurrutia es uno de los poetas y dramaturgos fundamentales de la literatura mexicana. / Foto: Cortesía INBA

"Llegué a Bellas Artes y localicé a Villaurrutia. Quería que me escribiera una dedicatoria sobre uno de sus libros. A eso fui. Me le presenté. Le tendí mi libro. "¿Qué haces, a que te dedicas?, me preguntó. Pasé por el desconcierto. Casi no podía contar mis experiencias. Villaurrutia me contuvo. "¿No te gustaría estudiar teatro; ser actor? Creo que podrías serlo. Te invito a mi clase. Ven en calidad de oyente. Si te gusta y te ilusiona, te quedas. Si no te hallas a gusto, te marchas. Y no hay nada perdido". Eso me dijo Xavier Villaurrutia y me deslumbró.

"¡Claro que acepté aquel ofrecimiento! Me inscribí en Bellas Artes. Entré a su clase. Desde ese instante y durante muchos años Bellas Artes fue mi auténtica casa. En ese escenario aprendí los secretos de la actuación. Respeto a esa superficie sobre la que uno debe moverse con seriedad, agilidad, conocimiento. Puedo decir que "a ciegas" me desenvuelvo en Bellas Artes. Clases de lectura. Clases de dicción. Uso de la memoria. Empleo de la respiración. Poseo una capacidad de ventilación que me hace pensar que mis pulmones son enormes. Inspiro para emplear su contenido en dilatadas escenas. Lo mismo en pie, sentado, de rodillas, cayendo. El mismo tono. Igual en un escenario cerrado que en antiguos foros romanos construidos sobre soberbias colinas.

Foto: Cuartoscuro

A Xavier Villaurrutia debo el descubrimiento de mi vocación y la oportunidad de cumplir mi destino

"Me empeñé, me esforcé. Supe el valor de mis años en el seminario. Que Don Sergio Méndez Arceo me hiciera leer. Y me descubriera el mundo del Siglo de Oro de la Literatura Española. Adiós a dolencias y sufrimientos: me sentí un hombre nuevo. Vigoroso, sano. Con los cinco sentidos aguzados; afinados.

"Ingresar a Bellas Artes, estudiar teatro con Xavier Villaurrutia me lo cambió todo. Hasta el nombre.

"¿Cómo es eso, Maestro?"- preguntó el reportero

"Yo soy Ignacio López y López. Dar con la vida del rabino Saulo de Tarso me inspiró. Me invadió gran entusiasmo".

Entré a clase y exclamé ante mis compañeros: a partir de hoy, yo me llamó Ignacio López Tarso

El poderoso, amenazador ladrido de un perro educado para amedrentar y proteger, es la respuesta al timbrazo en la puerta de la residencia del señor Don Ignacio López Tarso. Lourdes Mogollón -leal, discreta, eficaz secretaria-identifica. Cuando se abre la puerta se ve al fino perrazo que atiende instrucciones caseras. "El Maestro lo recibirá dentro de unos minutos. Por acá. ¿Quiere beber algo, agua, café, té?

Se siente muy a gusto en guayabera. Prenda amplia, cómoda. Guía hacia su estudio-biblioteca. Mesa de trabajo atestada de libros, Paredes adosadas de Historia. Ahí va Don Ignacio al lado del Premier Jawaharial Nehru. "Fue un día en Delhi. Festival de cine. "Macario". Elástico, elegante, sonriente; impecable. Trofeos de metal. Diplomas, pergaminos. Estatuillas. Reconocimientos. "Ya casi es polvo pero conservo con gran cariño esta escultura que ya no recuerdo que agrupación me la otorgó. Me hizo muy feliz. Fue la primera que recibí. "

"Macario" es y hace historia. Roberto Gavaldón la dirigió. Tenía fama de exigente. De intransigente. ¡De ogro! Atemorizaba a sus actores. Exprimía sus posibilidades. Lo comprobé muy pronto. Macario lleva sobre la espalda grandes cargas de leña. Debe avanzar con la carga sobre el lomo por las empinadas calles de Taxco. Comenzó el rodaje. Camino con Pina Pellicer. Caminamos. Gavaldón corta la escena.

"¿Qué madera, que leña le pusieron a Nacho? -grita a la producción. "La de siempre, maestro -le responden La de balsa; ligera."
"Nada. Quiero leños, troncos de verdad. Carga muy pesada, Que se vea el esfuerzo de Nacho. Filmaré el vigor de sus piernas. A cambiar la leña.

"Y así se hizo. Y trabajé muy a gusto con él. Y él conmigo. Días después me confió: "Tengo fama de duro, Nacho. Lo soy con aquellos haraganes y flojonazos e irresponsables que no toman en serio su trabajo. Contigo no es el caso. ¡Qué va! Le pones todo a tu papel. "

El Maestro Ignacio López Tarso gira las manecillas del reloj de la Historia. O repasa y hace presente todo pasado. Ya no fuma los "Galoises" franceses de tabaco negro que con placer consumió. Y hace varias décadas dijo adiós al tequila blanco "al que hace perlita" que con gusto paladeó. Llego a ser su tradición. Cargaba su morralito con tequila y gordas, carnosas aceitunas. Compartía con sus compañeros

"El teatro me dio mis primeras alegrías. Conocí a muchos directores, Seki Sano, Fernando Wagner, Alexandro Jodorowsky, José Solé. Aprendí. Y un día fui "Macbeth". La celebérrima Isabela Corona era mi compañera. Me sentí en las nubes cuando al caer el telón el público comenzó a gritar y a aplaudir : ¡López Tarso ! ¡López Tarso! ¡López Tarso!

"Tal es el reconocimiento real, auténtico, verdadero al trabajo de un actor. Reclamo para recibir en el escenario de lo vivido aprobación -crítica instantánea- premio inmediato. Muestra de contento, identificación , goce, satisfacción. Evidencia transparente, explosiva de la emoción colectiva. Ahi mi nombre y el batir de los aplausos.

"Compartía el éxito con mi compañera de escena. Ambos dábamos vida al texto de Shakespeare. Con nuestros compañeros de esfuerzo en la representación. Todos son aplaudidos: lo merecen. Y en el centro los protagonistas principales. Isabela Corona y yo.

"La costumbre, la práctica teatral ordena que nos tomemos de las manos para, así, tomados de la mano ejecutemos cortés reverencia en prenda de gratitud. Extendí mi derecha y tomé la de Isabela. Ella, furiosa, rabiosa ante la expresión del público, la rechazó con violencia. Vanidad que la llevó al desdén. Ira que la inundó al punto de abandonar el escenario. Su coraje provocó el descontento del director. Como si se tratara de una debutante inexperta a la que se deben enseñar buenos modales. Me pudo mucho su actitud. ¡Por un instante!

"Teatro. El Teatro. Sobre la superficie de un escenario cuanta vida transcurre. Fugaces realidades. Recreo de sentimientos. Exhibición de la condición humana. Asomo de los interiores de la criatura. Reflejo de épocas. Galería de grandeza y de su contra la miseria. Cada paso, cada ademán, cada frase, cada silencio y hasta un suspiro, pesa ahí. Imposible "chasquear" al público. La escena demanda profundo respeto. Mi tiempo de estudiante en Bellas Artes me lo enseñó.

"Mi experiencia, lo que vivo me hace pensar que en la vida de un individuo existen Fortuna y Destino. Suerte y Sino. Soy hombre muy afortunado, En mi amplia familia está la educación y el arte. José Ignacio mi hijo es actor que se formó en Inglaterra. Susana mmi hija escribe libros. Uno de mis nietos es músico que triunfa en Europa. Otra hija mía fundó desde hace muchos años una escuela.

"El Teatro fue mi actividad artística durante muchos años. Viví la etapa de oro del Teatro Mexicano: La que auspició promovió e impulsó el Seguro Social. En tiempo de Don Benito Coquet. Aquí hubo construcción de magníficos, muy modernos teatros. Aquel Seguro Social cuidaba la salud física del pueblo y alimentó elevó su salud espiritual. En esos escenarios se montaron grandes obras. Desde Moctezuma II, de Sergio Magaña hasta "El Rey se Muere" de Ionesco. Para esa obra la pintora Leonora Carrington pinto muchos telones. Telas muy valiosas que no sé donde quedaron. A lo mejor Jodorowsky sí sabe.

"Luego, ese esfuerzo decayó. Se cerraron los teatros. Se frustró una gran inversión. Teatros con maquinarias caras quedaron abandonados.

"Trabajé mucho con Álvaro Custodio, un hombre que amó y divulgó el Teatro Clásico Español. Bajo sus órdenes hice "La Celestina" de Fernando de Rojas. Ahí estaba la magnífica Ofelia Guilmain Temporadas en la Unidad Teatral y Cultural del Bosque.

"Gabriel Figueroa -primo del Presidente Adolfo López Mateos-, se interesó desde mis inicios en mi carrera. Fotógrafo de cine de fama internacional, ilumiinó las Grutas de Cacahuamilpa en "Macario". Luego me llamó. "Fíjate, Nacho, -me dijo- que María -en el medio nuestro todos sabíamos que María era María Félix, "La Doña" quiere hacer una película a partir de una novela de Luis Spota. "La Estrella Vacía". Quiere tener un actor muy bueno para un personaje muy importante -su gran amor, en la película- y fresco. Te vio en el teatro. Me preguntó. Le dije lo que pienso de ti, tu carrera, como eres. En fin. ¿Te interesa? Vamos a verla.

"Y fuímos. Y conocí a María. Imposible olvidar aquel primer encuentro. Su tono amable, amistoso, cálido. Su trato con Figueroa. Ellos eran muy buenos amigos. Él la fotografió de maravilla. Encontró la belleza de si poderosa mirada. Ella me dijo así:
"No me tengas miedo, Nacho. No me trates con fría distancia, Nacho. No creas nada de lo que dicen de mi, Nacho. Quiero que nos tratemos muy amistosamente, Nacho. Te veo como el reportero Luis Arvide que comparte sueños, ilusión y amor y pasión con Olga Lang, yo, Nacho. Vamos a tener muchas escenas de amor, Nacho. Quiero que me abraces y beses y me estrujes como a la mujer que amas, Nacho. Tendremos que besarnos infinidad de ocasiones, Nacho. Pienso, Nacho, que para que no nos fallen nos pongamos a practicarlas mucho, Nacho. ¿Te parece bien, Nacho? ¿Comenzamos?

"Por mi, encantado, María -le respondí.

"La Estrella Vacía" fue la primera de las diez películas que hicimos juntos. María era una mujer generosa, inteligente, culta. Conversadora muy divertida, fiel amiga. Su intensa vida social. sus compromisos personales impidieron que compartiéramos un escenario teatral. Imposible pensar en hacer una temporada como las que protagonicé con Dolores del Río. María y yo siempre fuimos muy buenos amigos.

"Mi carrera en el Teatro me llevó a la Secretaría General de la Asociación Nacional de Actores. La ANDA. Serví a mis compañeros y procuré la cohesión y unidad de nuestro gremio. Y a la Cámara de Diputados. El PRI me postuló y gané.

"Amo mi trabajo. Actuar, no fatiga, no aburre, no hastía. Estoy siempre dispuesto a leer una nueva obra. A apropiarme de mente, gestos, hábitos, gustos y debilidades de un nuevo personaje.

"He sido muchos.

"Y soy el mismo. Ignacio López Tarso.

FIN...FIN...FIN...

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