/ lunes 8 de noviembre de 2021

Pandemia no logró frenar a la Central de Abastos

La Central de Abasto de la Ciudad de México no ha cerrado nunca, son 39 años de operación continua que se cumplen este 24 de noviembre

Marcela Villegas Silva, coordinadora general de la Ceda, economista doctorada de la UNAM con posgrados en el CIDE y la UAM, puso en marcha en este monstruo de 327 hectáreas un programa de economía circular que reduce el desperdicio y maximiza los ingresos propios y de los usuarios, pero además logró un apoyo inédito de parte del Gobierno capitalino que le invirtió como nunca a las instalaciones, hasta ahora llevan mil 300 millones de pesos en infraestructura vial y seguridad dentro de sus instalaciones en donde ya tienen un C2 con más de 600 cámaras conectadas a la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

En los últimos dos años el reto más importante, señala, fue enfrentar el brote de la pandemia y contenerlo en menos de un mes con medidas extremas fuera de los protocolos del Gobierno federal, como pruebas masivas diarias, los primeros kioscos médicos, pase directo a hospitales, triajes especializados fundamentales para el control de los enfermos, uso del cubrebocas obligatorio en todas las instalaciones, control de usuarios, alargamiento de operaciones, limpieza de los espacios y vigilancia epidemiológica.

“Nos salimos un poco del guion, pero nosotros no podíamos parar las operaciones, no podíamos cerrar nunca”, admite. La Ceda tuvo cerca de 8 mil contagiados desde que se declaró la emergencia, hoy tienen a la mayoría de sus trabajadores y usuarios.

“A nosotros no nos pasó lo que al mercado de La Viga, en donde el brote fue muchos más grande y agresivo en Semana Santa” cuenta. Las medidas de sanidad tomadas aquí fueron mucho más consistentes y la gente estuvo más consciente de la necesidad de cuidarse.

“Todos los días llevábamos gente a las pruebas, todos los días tomábamos muestras en los kioskos que fueron los primeros en usarse aquí”, la idea fue blindar la Ceda contra la Covid-19 y eso significó hacer cosas diferentes a las que se hacían en otros lugares.

En entrevista con La Prensa, Villegas Silva explica que muchos de los planes de mejora de la Ceda no se detuvieron: se mantuvo el programa Itacate para alimentar a los sectores más desprotegidos de la población en la CdMx con cerca de ocho toneladas de alimentos que se rescatan diariamente. El último corte indica que se han repartido 432 toneladas desde el 26 de febrero de 2020.

Además, se implementó el programa de seguridad en contra de actividades ilegales como robo a transeúnte, a negocios, secuestros y hasta contra la trata de personas. La construcción del C2 permite mantener una vigilancia 24 por siete y ahora se tiene una fuerza de reacción rápida con cerca de 200 elementos que atienden la seguridad al interior de las instalaciones.

Se tiene en marcha un proyecto con la CFE, que es convertir 50 por ciento los techos en una fuente de energía solar para atender las necesidades de las instalaciones y vender una parte que sobre a la ciudad; por el tamaño de energía que les va a quedar lo que se va a apostar es a entregarla al sistema de transporte eléctrico, específicamente para los trolebuses.

Otro proyecto que no se detuvo es el del biodigestor que servirá para crear composta orgánica que pueda ser comercializada a un alto valor, así como uno muy completo de refinación de aceite vegetal usado en las cocinas de las alcaldías Coyoacán, Iztapalapa, Miguel Hidalgo e Iztacalco más los negocios que están dentro de sus instalaciones con el fin de producir biodiesel.

Este programa ya está en marcha, comenta. Se vende como aditivo para mejorar el rendimiento de la Línea 2 del Metrobús, que va de Tacubaya a Tepalcates -en las cercanías de Cabeza de Juárez en Iztapalapa- y se mezcla un 10 por ciento del biodiesel de la Ceda con 90 por ciento del combustible normal, lo que reduce en 15 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero y mejora 30 por ciento el rendimiento de los autobuses.

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“Ahora estamos en conversaciones con RTP para venderles a ellos este mismo aditivo de biodiesel”, revela.

La pequeña refinería, ubicada en la parte poniente de la Ceda, es el primer proyecto de su tipo en el país. Hay varios programados en otros estados, pero este es el primero que se concreta como parte de un programa de reciclaje.



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Marcela Villegas Silva, coordinadora general de la Ceda, economista doctorada de la UNAM con posgrados en el CIDE y la UAM, puso en marcha en este monstruo de 327 hectáreas un programa de economía circular que reduce el desperdicio y maximiza los ingresos propios y de los usuarios, pero además logró un apoyo inédito de parte del Gobierno capitalino que le invirtió como nunca a las instalaciones, hasta ahora llevan mil 300 millones de pesos en infraestructura vial y seguridad dentro de sus instalaciones en donde ya tienen un C2 con más de 600 cámaras conectadas a la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

En los últimos dos años el reto más importante, señala, fue enfrentar el brote de la pandemia y contenerlo en menos de un mes con medidas extremas fuera de los protocolos del Gobierno federal, como pruebas masivas diarias, los primeros kioscos médicos, pase directo a hospitales, triajes especializados fundamentales para el control de los enfermos, uso del cubrebocas obligatorio en todas las instalaciones, control de usuarios, alargamiento de operaciones, limpieza de los espacios y vigilancia epidemiológica.

“Nos salimos un poco del guion, pero nosotros no podíamos parar las operaciones, no podíamos cerrar nunca”, admite. La Ceda tuvo cerca de 8 mil contagiados desde que se declaró la emergencia, hoy tienen a la mayoría de sus trabajadores y usuarios.

“A nosotros no nos pasó lo que al mercado de La Viga, en donde el brote fue muchos más grande y agresivo en Semana Santa” cuenta. Las medidas de sanidad tomadas aquí fueron mucho más consistentes y la gente estuvo más consciente de la necesidad de cuidarse.

“Todos los días llevábamos gente a las pruebas, todos los días tomábamos muestras en los kioskos que fueron los primeros en usarse aquí”, la idea fue blindar la Ceda contra la Covid-19 y eso significó hacer cosas diferentes a las que se hacían en otros lugares.

En entrevista con La Prensa, Villegas Silva explica que muchos de los planes de mejora de la Ceda no se detuvieron: se mantuvo el programa Itacate para alimentar a los sectores más desprotegidos de la población en la CdMx con cerca de ocho toneladas de alimentos que se rescatan diariamente. El último corte indica que se han repartido 432 toneladas desde el 26 de febrero de 2020.

Además, se implementó el programa de seguridad en contra de actividades ilegales como robo a transeúnte, a negocios, secuestros y hasta contra la trata de personas. La construcción del C2 permite mantener una vigilancia 24 por siete y ahora se tiene una fuerza de reacción rápida con cerca de 200 elementos que atienden la seguridad al interior de las instalaciones.

Se tiene en marcha un proyecto con la CFE, que es convertir 50 por ciento los techos en una fuente de energía solar para atender las necesidades de las instalaciones y vender una parte que sobre a la ciudad; por el tamaño de energía que les va a quedar lo que se va a apostar es a entregarla al sistema de transporte eléctrico, específicamente para los trolebuses.

Otro proyecto que no se detuvo es el del biodigestor que servirá para crear composta orgánica que pueda ser comercializada a un alto valor, así como uno muy completo de refinación de aceite vegetal usado en las cocinas de las alcaldías Coyoacán, Iztapalapa, Miguel Hidalgo e Iztacalco más los negocios que están dentro de sus instalaciones con el fin de producir biodiesel.

Este programa ya está en marcha, comenta. Se vende como aditivo para mejorar el rendimiento de la Línea 2 del Metrobús, que va de Tacubaya a Tepalcates -en las cercanías de Cabeza de Juárez en Iztapalapa- y se mezcla un 10 por ciento del biodiesel de la Ceda con 90 por ciento del combustible normal, lo que reduce en 15 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero y mejora 30 por ciento el rendimiento de los autobuses.

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“Ahora estamos en conversaciones con RTP para venderles a ellos este mismo aditivo de biodiesel”, revela.

La pequeña refinería, ubicada en la parte poniente de la Ceda, es el primer proyecto de su tipo en el país. Hay varios programados en otros estados, pero este es el primero que se concreta como parte de un programa de reciclaje.



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