Luis Carriles, Director de La Prensa. Autor de la columna Aguas Profundas sobre temas de energía
Aguas Profundas tuvo un año, por decir lo menos, como de luchador rudo de feria de pueblo. La turba lo detesta, le grita, lo insulta mientras el villano azota una y otra y otra vez al héroe local, al muchacho chicho de película gacha. Al final es su narrativa la que prevalece, es su historia la que se cuenta.
Pudo, y eso quedó claro, presentar pequeñas fotografías de la realidad que ocurre en el sector energético, reflejó sólo unas cuantas de las historias pequeñas, medianas y grandes de lo que pasa en una industria que pudo ser la mejor aliada de la 4T y fue por tercer año consecutivo asediada brutalmente.
La turba no se quedó callada, el villano hacía sufrir más y más al héroe local y comenzó a generar simpatías, unas abiertas, otras escondidas. El rudo visitante fue esperado cada semana, leído a escondidas, compartido en capturas de pantalla, audios, llamadas en Whatsapps, Telegram o en Signal.
Los administradores de la fiesta del pueblo mandaron sus fuerzas de apoyo, traídos desde las cavernas oscuras a la discusión pública terminaron diciendo “Sí, tienen razón, pero antes era peor. Es decir, no es mejor y está peor, pero al menos…” y así las maromas ad infinitum.
Este 2021 fue un año de hacer mucho periodismo en un sector donde parecía que las cosas estarían bien y serían más fáciles para todos. Fue un año donde vimos al Cruz Azul campeón y podríamos ver al Atlas hacer lo mismo 70 años después, vimos o sufrimos la pandemia en carne propia y sobrevivimos a ella.
Sin duda, será un año para recordar a todos y cada uno de esos villanos que se subieron al ring y poco a poco han presentado la necia realidad a la turba, cada vez menos convencida y menos entusiasta.