/ viernes 17 de diciembre de 2021

Los buenos deseos para 2022 de Hiroshi Takahashi

El Director de El Sol de México y colaborador de la sección de análisis de la Organización Editorial Mexicana nos comparte sus perspectivas para el siguiente año

Hiroshi Takahashi, Director de El Sol de México. Autor de la columna El Espectador

Las nuevas categorías de la feria de tecnología más importante del mundo, el CES de Las Vegas, incluyen food tech, tecnología espacial y non fungible tokens, además de todos los dispositivos disponibles en este momento para llenar los hogares convertidos en refugio, oficina, hospital y universo de esos avatares en los que muchos de nuestros cercanos se han convertido.

Llegamos al 2022 hablando de acciones de empresas como hace 20 años, hablamos de computadoras personales y la fiebre de las puntocom, pero en esta ocasión corren autos eléctricos por las calles de países pobres como México e incluso se discuten los subsidios a esas tecnologías en Estados Unidos porque representan un golpe a la competencia de la mano de obra mexicana. El litio ya es un tema de conversación en las mesas de café, aunque algunos creen todavía que Silicon Valley es de silicón y no de la materia prima de los chips que hoy tanto nos faltan.

La nueva economía demostró que Google es más poderoso que muchos gobiernos y que Facebook logró convertirse en una especie de cuarto poder desplazando a los diarios tradicionales de su pedestal de verdad absoluta. El temor de Maurice Lévy, cuando era CEO de Publicis Groupe, se cumplió: los políticos conocieron el content marketing y el poder de las redes sociales y la verdad se hizo relativa. La persona de nuestro lado carga su celular como una posesión más preciada que un auto y habla de apps y pagos electrónicos probablemente sin saber ya qué es un giro postal o sin memorizar los números de sus contactos cercanos.

La palabra crisis regresa a las discusiones de la gente, vuelven a ocupar las portadas las palabras inflación y tipo de cambio, mientras que creemos que salimos ya de una espiral de muerte provocada por una especie de aire que respiramos al entrar en contacto con otros humanos y que probablemente nació en un lejano país que come todo lo que vuela que no son aviones y todo lo que anda que no son humanos.

La tecnología no consiguió hacer de este un mundo mejor como nos lo vendían en las conferencias de Microsoft o Apple antes de que terminara el siglo pasado. O tal vez sí, pero sigue siendo un mundo sucio, lleno de enfermedades, la pobreza y la desigualdad no ha disminuido y las potencias no se han hecho más amigas gracias a sus desarrollos clave. Regresó el turismo espacial a un costo de 50 millones de dólares por viaje y también el Consumer Electronics Show, que la última vez que lo visitamos, en 2020, recibió algo así como 180 mil visitantes. En esta ocasión, arrancando el próximo 3 de enero, no saben cuántos humanos llegarán, ni cuántos avatares se conectarán. No han definido si pedirán usar cubrebocas en los pasillos en los que esperan alrededor de dos mil empresas exhibiendo sus productos futuristas. Sí es necesario tener las vacunas y también el valor de viajar a un país donde decenas de personas reales de varias nacionalidades se unirán juntos, mientras la saliva vuela, para hablar de innovación. Muchas empresas coreanas y japonesas están rechazando presentarse. Es un riesgo asistir todavía.

El correr del tiempo es imperceptible mientras unos arriesgan sus vidas en ciclos de 24 horas para conseguir comida en el mundo real, y otros siguen transformándose en esos avatares que alguna vez nos contaron en el pasado escritores como Ernest Cline, dominarán las otras realidades.

El México del 2022 será de más avatares, políticos con el poder de la tecnología en las manos a golpe de dólares en efectivo, campañas negras separando más a la gente con mentiras y deseos de tener en casa mejores pantallas y conexión a internet, mientras que los números indican que los precios de todo siguen al alza, las cadenas de proveedores se rompen con más facilidad y la enfermedad mortal indica que no se va pronto. El mundo no será más feliz después de Navidad como en una película de zombies contra adolescentes y uno que otro soldado gringo valiente. O tal vez sí, depende de la narrativa de la que le toca comer.

Hiroshi Takahashi, Director de El Sol de México. Autor de la columna El Espectador

Las nuevas categorías de la feria de tecnología más importante del mundo, el CES de Las Vegas, incluyen food tech, tecnología espacial y non fungible tokens, además de todos los dispositivos disponibles en este momento para llenar los hogares convertidos en refugio, oficina, hospital y universo de esos avatares en los que muchos de nuestros cercanos se han convertido.

Llegamos al 2022 hablando de acciones de empresas como hace 20 años, hablamos de computadoras personales y la fiebre de las puntocom, pero en esta ocasión corren autos eléctricos por las calles de países pobres como México e incluso se discuten los subsidios a esas tecnologías en Estados Unidos porque representan un golpe a la competencia de la mano de obra mexicana. El litio ya es un tema de conversación en las mesas de café, aunque algunos creen todavía que Silicon Valley es de silicón y no de la materia prima de los chips que hoy tanto nos faltan.

La nueva economía demostró que Google es más poderoso que muchos gobiernos y que Facebook logró convertirse en una especie de cuarto poder desplazando a los diarios tradicionales de su pedestal de verdad absoluta. El temor de Maurice Lévy, cuando era CEO de Publicis Groupe, se cumplió: los políticos conocieron el content marketing y el poder de las redes sociales y la verdad se hizo relativa. La persona de nuestro lado carga su celular como una posesión más preciada que un auto y habla de apps y pagos electrónicos probablemente sin saber ya qué es un giro postal o sin memorizar los números de sus contactos cercanos.

La palabra crisis regresa a las discusiones de la gente, vuelven a ocupar las portadas las palabras inflación y tipo de cambio, mientras que creemos que salimos ya de una espiral de muerte provocada por una especie de aire que respiramos al entrar en contacto con otros humanos y que probablemente nació en un lejano país que come todo lo que vuela que no son aviones y todo lo que anda que no son humanos.

La tecnología no consiguió hacer de este un mundo mejor como nos lo vendían en las conferencias de Microsoft o Apple antes de que terminara el siglo pasado. O tal vez sí, pero sigue siendo un mundo sucio, lleno de enfermedades, la pobreza y la desigualdad no ha disminuido y las potencias no se han hecho más amigas gracias a sus desarrollos clave. Regresó el turismo espacial a un costo de 50 millones de dólares por viaje y también el Consumer Electronics Show, que la última vez que lo visitamos, en 2020, recibió algo así como 180 mil visitantes. En esta ocasión, arrancando el próximo 3 de enero, no saben cuántos humanos llegarán, ni cuántos avatares se conectarán. No han definido si pedirán usar cubrebocas en los pasillos en los que esperan alrededor de dos mil empresas exhibiendo sus productos futuristas. Sí es necesario tener las vacunas y también el valor de viajar a un país donde decenas de personas reales de varias nacionalidades se unirán juntos, mientras la saliva vuela, para hablar de innovación. Muchas empresas coreanas y japonesas están rechazando presentarse. Es un riesgo asistir todavía.

El correr del tiempo es imperceptible mientras unos arriesgan sus vidas en ciclos de 24 horas para conseguir comida en el mundo real, y otros siguen transformándose en esos avatares que alguna vez nos contaron en el pasado escritores como Ernest Cline, dominarán las otras realidades.

El México del 2022 será de más avatares, políticos con el poder de la tecnología en las manos a golpe de dólares en efectivo, campañas negras separando más a la gente con mentiras y deseos de tener en casa mejores pantallas y conexión a internet, mientras que los números indican que los precios de todo siguen al alza, las cadenas de proveedores se rompen con más facilidad y la enfermedad mortal indica que no se va pronto. El mundo no será más feliz después de Navidad como en una película de zombies contra adolescentes y uno que otro soldado gringo valiente. O tal vez sí, depende de la narrativa de la que le toca comer.

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