/ viernes 11 de noviembre de 2022

Pie de Nota | Peor que el deterioro institucional

La COP27 ha vuelto a señalar las deficiencias de los gobiernos para combatir el cambio climático; en México, aunque más alejada del reflector, la despreocupación al respecto podría ser más peligrosa que la erosión institucional en el país

En el Pie de Nota anterior a esta edición reflexionábamos aquí sobre cómo el presidente López Obrador ha decidido alinearse con lo peor del zoológico político internacional al minar desde adentro la democracia con su reiterado enfrentamiento con el INE.

Por desgracia este tipo de columnas se hacen cada vez más comunes. En esta ocasión la 4T reitera su inclinación por la involución al imitar la parálisis política frente al cambio climático que han adoptado la mayoría de líderes globales.

La COP 27 celebrada esta semana en El Cairo, Egipto, ocurrió bajo la sombra de un liderazgo político global que permanece inerte ante la catástrofe natural que se está viviendo.

Los principales emisores de gases invernadero, Estados Unidos por un lado, y China, Rusia, India y Brasil en el otro, han pospuesto toda iniciativa coordinada para limitar la destrucción del medio ambiente. Están más preocupados por sus divisiones internas, la Guerra en Ucrania y por la vigencia de sus estilos de vida.

El contexto actual sienta cero estímulos para que los países más contaminantes detengan la marcha de sus industrias. Al contrario, los combustibles fósiles valen más que nunca y el necesitado despertar económico post-covid pasa por la calle del incremento en la producción.

Mientras tanto, los bosques se hacen más chicos, hay extinción de especies a escala masiva, mares se tragan islas y huracanes históricos arrasan pueblos enteros mientras que estados no han visto caer una gota de agua en meses.

Como lo dijera bien el jefe general de la ONU durante la inauguración de la COP 27: "estamos en una carretera hacia el infierno climático y tenemos el pie en el acelerador".

De la Cumbre quedan, como siempre, acuerdos para evitar la deforestación, reproches de un país a otro, sin embargo muy pocos avances para transformar la manera en la que el mundo actual crece y explota el medio ambiente.

Entonces viene el presidente López Obrador del pequeño México con responsabilidades grandes. Si bien las emisiones que genera representan apenas una fracción del pastel global, es de los más ricos en biodiversidad natural.

Según el Presidente, eventos como la COP 27 son pura "hipocresía y moda". Líderes –dijo– van a pasearse montados en aviones sin salir con algún compromiso en firme para detener el carro, por lo que su presencia no era requerida.

"Lo que hay que hacer es combatir la desigualdad monstruosa que hay en el mundo”, dijo apenas.

La verdad es que es difícil diferir con el Presi en cuanto esto, el problema es que no se cuestiona a sí mismo sobre cómo –según él– está sacando al mexicano de la pobreza y atacando el problema.

Sus tres más grandes apuestas por el desarrollo pasan por deforestar (el Tren Maya), incrementar la producción y consumo de combustibles fósiles (la refinería Tres Bocas), y promover el viaje aéreo, una de las actividades más contaminantes a nivel individual (el aeropuerto de Santa Lucía).

Sacar a los pobres del atraso, bajo este modelo que ya probó ser insostentable, pasa por generar más deterioro al medio ambiente.

La tragedia es que está probado que el cambio climático desacelera el crecimiento y arroja a nuevos millones de personas a la precariedad por sí solo.

Añadiría que ni siquiera hay un programa nacional de reeducación ambiental entre los que van a heredar este mundo, hoy atorados en un sistema educativo que les ha fallado durante dos años de encierro.

El Presidente quizá lo sabe. Que no hay una solución fácil para la crisis en la que está metida la sociedad moderna. Por eso decide mantener sin cambio sus planes.

No va a terminar de ver cómo las decisiones de su generación incidirán en sociedades y ecosistemas más pobres; sin embargo, es cuestión de tiempo para que La Chingada termine bajo el agua.

En ese sentido, la democracia puede ir y venir dependiendo de los tiempos y liderazgos, pero planeta sólo tenemos uno y lo estamos perdiendo.

El deterioro institucional durante su gobierno es pésima noticia. Las omisiones de la 4T para con el medio ambiente son, quizá, mucho más graves.

En el Pie de Nota anterior a esta edición reflexionábamos aquí sobre cómo el presidente López Obrador ha decidido alinearse con lo peor del zoológico político internacional al minar desde adentro la democracia con su reiterado enfrentamiento con el INE.

Por desgracia este tipo de columnas se hacen cada vez más comunes. En esta ocasión la 4T reitera su inclinación por la involución al imitar la parálisis política frente al cambio climático que han adoptado la mayoría de líderes globales.

La COP 27 celebrada esta semana en El Cairo, Egipto, ocurrió bajo la sombra de un liderazgo político global que permanece inerte ante la catástrofe natural que se está viviendo.

Los principales emisores de gases invernadero, Estados Unidos por un lado, y China, Rusia, India y Brasil en el otro, han pospuesto toda iniciativa coordinada para limitar la destrucción del medio ambiente. Están más preocupados por sus divisiones internas, la Guerra en Ucrania y por la vigencia de sus estilos de vida.

El contexto actual sienta cero estímulos para que los países más contaminantes detengan la marcha de sus industrias. Al contrario, los combustibles fósiles valen más que nunca y el necesitado despertar económico post-covid pasa por la calle del incremento en la producción.

Mientras tanto, los bosques se hacen más chicos, hay extinción de especies a escala masiva, mares se tragan islas y huracanes históricos arrasan pueblos enteros mientras que estados no han visto caer una gota de agua en meses.

Como lo dijera bien el jefe general de la ONU durante la inauguración de la COP 27: "estamos en una carretera hacia el infierno climático y tenemos el pie en el acelerador".

De la Cumbre quedan, como siempre, acuerdos para evitar la deforestación, reproches de un país a otro, sin embargo muy pocos avances para transformar la manera en la que el mundo actual crece y explota el medio ambiente.

Entonces viene el presidente López Obrador del pequeño México con responsabilidades grandes. Si bien las emisiones que genera representan apenas una fracción del pastel global, es de los más ricos en biodiversidad natural.

Según el Presidente, eventos como la COP 27 son pura "hipocresía y moda". Líderes –dijo– van a pasearse montados en aviones sin salir con algún compromiso en firme para detener el carro, por lo que su presencia no era requerida.

"Lo que hay que hacer es combatir la desigualdad monstruosa que hay en el mundo”, dijo apenas.

La verdad es que es difícil diferir con el Presi en cuanto esto, el problema es que no se cuestiona a sí mismo sobre cómo –según él– está sacando al mexicano de la pobreza y atacando el problema.

Sus tres más grandes apuestas por el desarrollo pasan por deforestar (el Tren Maya), incrementar la producción y consumo de combustibles fósiles (la refinería Tres Bocas), y promover el viaje aéreo, una de las actividades más contaminantes a nivel individual (el aeropuerto de Santa Lucía).

Sacar a los pobres del atraso, bajo este modelo que ya probó ser insostentable, pasa por generar más deterioro al medio ambiente.

La tragedia es que está probado que el cambio climático desacelera el crecimiento y arroja a nuevos millones de personas a la precariedad por sí solo.

Añadiría que ni siquiera hay un programa nacional de reeducación ambiental entre los que van a heredar este mundo, hoy atorados en un sistema educativo que les ha fallado durante dos años de encierro.

El Presidente quizá lo sabe. Que no hay una solución fácil para la crisis en la que está metida la sociedad moderna. Por eso decide mantener sin cambio sus planes.

No va a terminar de ver cómo las decisiones de su generación incidirán en sociedades y ecosistemas más pobres; sin embargo, es cuestión de tiempo para que La Chingada termine bajo el agua.

En ese sentido, la democracia puede ir y venir dependiendo de los tiempos y liderazgos, pero planeta sólo tenemos uno y lo estamos perdiendo.

El deterioro institucional durante su gobierno es pésima noticia. Las omisiones de la 4T para con el medio ambiente son, quizá, mucho más graves.

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