/ domingo 18 de diciembre de 2016

Alepo marca un cambio geopolítico mayor en Oriente Medio

PARIS, Francia – La caída de Alepo introduce un cambiogeopolítico de primera magnitud en Oriente Medio y una alteraciónen los equilibrios de fuerza a nivel global.

Ese desenlace militar, contrariamente a las apariencias,constituye solo una victoria pírrica para el presidente Bachar elAssad porque lo presenta como el vencedor de la lucha contra larebelión en la segunda ciudad del país. Pero, en la práctica, lotransforma  —más que nunca—  en rehén de sus dosprotectores, Rusia e Irán. El doble tutelaje que ejercerán Moscúy Teherán no está exento de riesgos para Siria porque los dospadrinos de la supervivencia de Assad en el poder no coincidennecesariamente sobre el futuro del país.

Para Rusia, “no se trata de una victoria simplemente táctica,sino que tiene una importante dimensión estratégica (porque)ratifica que ahora el mundo es multipolar”, según interpretóante la televisión rusa el general Leonid Ivashov, presidente dela Academia de Asuntos Geopolíticos de Moscú. Por si alguien nohabía comprendido el mensaje, agregó: ese fenómeno es elresultado del resurgimiento de una Rusia, que “finalmente sesobrepuso al traumatismo post-soviético”.

Leonid Ivashov. En Siria, Rusia superó el traumatismo post-soviético.

También puedes leer: 

Casi medio siglo después de la expulsión de los “consejerosmilitares” soviéticos de Egipto, el conflicto sirio le permitióal Kremlin regresar a la región como un actor clave de lapolítica regional. Con una base aérea en Hmeimim, en la provinciade Latakia, además de la presencia naval que posee desde 1972 enel puerto de Tartus, Vladimir Putin parece decidido a transformarSiria en un virtual protectorado ruso. En previsión de ese futuro,que será sin duda agitado, Moscú envió dos unidades chechenas aSiria para cumplir misiones de policía militar y reforzar laseguridad de las instalaciones militares de Hmeimim y Tartus,según confirmó la cadena de televisión Dozhd.

La verdadera misión de esas spetsnaz (fuerzas especiales)consistirá probablemente en combatir los últimos focos deresistencia yihadista e instaurar un orden ruso en Siria. Creadosen 2003, los batallones Vostok (este) y Zapad (oeste) tienen unatemible experiencia: participaron en la  guerra de cinco días conGeorgia en agosto de 2008, en las “operaciones de limpieza” queprosiguieron hasta 2009 en Chechenia e intervinieron en elconflicto de Abjasia que culminó en 2008 con la“independencia” de Osetia del Sur, reconocida únicamente porMoscú.

En un claro mensaje sobre sus intenciones, la llegada a Siria deesos boinas rojas  —coincidiendo con la ofensiva sobreAlepo—  fue precedida por un tweet de la embajada rusa enEstados Unidos que mostraba Grozny, destruida por los bombardeos en2000, e imágenes actuales de la capital chechena “apacible,moderna y próspera”. “¿No es la solución que buscamos?”,decía el inquietante mensaje.

Entérate

Aún quedan muchos civilesen Alepo que quieren salir: Turquía

Siria suspende evacuaciónde miles de personas de Alepo

Fiel a su estrategia de faits accomplis (hechos consumados), ellíder ruso supo aprovechar la buena disposición (o la ingenuidad)de Donald Trump y la incertidumbre de la transferencia de poder enWashington para ocupar el vacío estratégico que está dejandoEstados Unidos en Oriente Medio. Sin otra presencia occidentalcapaz de ponerle límites a sus ambiciones en el MediterráneoOriental, Rusia será a partir de ahora una de las dos potenciasdominantes  —si no la única—  en la región.

No es poca cosa. Ese cambio del equilibrio de fuerzas, porprimera vez en 70 años, debe haber provocado un escalofrío en lacolumna vertebral a los dirigentes de Israel, que empiezan apresentir un alejamiento del escudo protector norteamericano.“¿Putin comprende las necesidades de seguridad de Israel?”, seinquietó el diario Haaretz. También los líderes de ArabiaSaudita y los otros aliados del mundo árabe, como Jordania y laspetro-monarquías del Golfo, empiezan a verse confrontados alvértigo que produce ese vacío estratégico.

Ayatolá Alí Khamenei. Un “arco chiita” del Golfo hasta el Mediterráneo.

El peligro es tanto más grande cuanto que el otro vencedor deAlepo es el otro tutor de Bachar el Assad: Irán. El régimen delos ayatolás, que fue el primero en sostener a Assad cuando seencontraba al borde del abismo, no dudó en inyectar millones dedólares en Siria y armar al Hezbolá y otras milicias chiitas(como los iraquíes del grupo Harakat Al Nuyaba y las brigadas AlFatimiyun que tienen entre 6.000 y 14.000 combatientes afganos ypakistaníes). Pero sobre todo, envió unos5.000 pasdaram(Guardianes de la Revolución), cuerpo de élite dela Revolución Iraní, que dieron un giro decisivo a la guerra alprecio de un elevado tributo de sangre, incluyendo la muerte de ungeneral, varios oficiales y varias decenas de soldados.

No te pierdas: 

Desde su palacio en el norte de Teherán, el Guía de laRevolución, Alí Khamenei, no está dispuesto a regarle esa“inversión” a Vladimir Putin. En 13 años, las guerras de Iraky Siria le permitieron al régimen de los ayatolás, por primeravez en la historia, soñar con expandirse hacia el norte sobre lastierras de sus rivales ancestrales sunitas. El “arco chiita”que desvela por las noche a Ali Khamenei se despliega ahora apartir de Teherán, pasa por Bagdad, atraviesa Siria y llega hastael Líbano gracias a la fuerte implantación del Hezbolá y elsometimiento aceptado por el general cristiano Michel Aoun paraacceder a la presidencia.

Ese sueño tiene, sin embargo, un límite preciso: la fronteraturca. El régimen sunita de Recep Tayyip Erdogan no aceptará lamenor extensión del “arco chiita” sobre su territorio.

Otro riesgo de esa estrategia proviene de las intenciones delHezbolá de abrir un “segundo frente” contra Israel desde lafrontera Siria, además de las posiciones que ocupa en el sur delLíbano. Es difícil imaginar que Israel acepte con los brazoscruzados instalarse esa amenaza al borde de sus fronteras.

Pero el mayor riesgo que puede presentarse al final de la guerraes que la expansión del “arco chiita” hacia el norte entre encolisión con los proyectos de Vladimir Putin. A esa amenaza seagrega la incógnita que representa el futuro comportamiento deTrump.

También puedes leer: 

El complejo ajedrez estratégico que surge después de la caídade Alepo induce a pensar que la partida que comenzó en 2011 enSiria está muy lejos de haber terminado.

PARIS, Francia – La caída de Alepo introduce un cambiogeopolítico de primera magnitud en Oriente Medio y una alteraciónen los equilibrios de fuerza a nivel global.

Ese desenlace militar, contrariamente a las apariencias,constituye solo una victoria pírrica para el presidente Bachar elAssad porque lo presenta como el vencedor de la lucha contra larebelión en la segunda ciudad del país. Pero, en la práctica, lotransforma  —más que nunca—  en rehén de sus dosprotectores, Rusia e Irán. El doble tutelaje que ejercerán Moscúy Teherán no está exento de riesgos para Siria porque los dospadrinos de la supervivencia de Assad en el poder no coincidennecesariamente sobre el futuro del país.

Para Rusia, “no se trata de una victoria simplemente táctica,sino que tiene una importante dimensión estratégica (porque)ratifica que ahora el mundo es multipolar”, según interpretóante la televisión rusa el general Leonid Ivashov, presidente dela Academia de Asuntos Geopolíticos de Moscú. Por si alguien nohabía comprendido el mensaje, agregó: ese fenómeno es elresultado del resurgimiento de una Rusia, que “finalmente sesobrepuso al traumatismo post-soviético”.

Leonid Ivashov. En Siria, Rusia superó el traumatismo post-soviético.

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Casi medio siglo después de la expulsión de los “consejerosmilitares” soviéticos de Egipto, el conflicto sirio le permitióal Kremlin regresar a la región como un actor clave de lapolítica regional. Con una base aérea en Hmeimim, en la provinciade Latakia, además de la presencia naval que posee desde 1972 enel puerto de Tartus, Vladimir Putin parece decidido a transformarSiria en un virtual protectorado ruso. En previsión de ese futuro,que será sin duda agitado, Moscú envió dos unidades chechenas aSiria para cumplir misiones de policía militar y reforzar laseguridad de las instalaciones militares de Hmeimim y Tartus,según confirmó la cadena de televisión Dozhd.

La verdadera misión de esas spetsnaz (fuerzas especiales)consistirá probablemente en combatir los últimos focos deresistencia yihadista e instaurar un orden ruso en Siria. Creadosen 2003, los batallones Vostok (este) y Zapad (oeste) tienen unatemible experiencia: participaron en la  guerra de cinco días conGeorgia en agosto de 2008, en las “operaciones de limpieza” queprosiguieron hasta 2009 en Chechenia e intervinieron en elconflicto de Abjasia que culminó en 2008 con la“independencia” de Osetia del Sur, reconocida únicamente porMoscú.

En un claro mensaje sobre sus intenciones, la llegada a Siria deesos boinas rojas  —coincidiendo con la ofensiva sobreAlepo—  fue precedida por un tweet de la embajada rusa enEstados Unidos que mostraba Grozny, destruida por los bombardeos en2000, e imágenes actuales de la capital chechena “apacible,moderna y próspera”. “¿No es la solución que buscamos?”,decía el inquietante mensaje.

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Fiel a su estrategia de faits accomplis (hechos consumados), ellíder ruso supo aprovechar la buena disposición (o la ingenuidad)de Donald Trump y la incertidumbre de la transferencia de poder enWashington para ocupar el vacío estratégico que está dejandoEstados Unidos en Oriente Medio. Sin otra presencia occidentalcapaz de ponerle límites a sus ambiciones en el MediterráneoOriental, Rusia será a partir de ahora una de las dos potenciasdominantes  —si no la única—  en la región.

No es poca cosa. Ese cambio del equilibrio de fuerzas, porprimera vez en 70 años, debe haber provocado un escalofrío en lacolumna vertebral a los dirigentes de Israel, que empiezan apresentir un alejamiento del escudo protector norteamericano.“¿Putin comprende las necesidades de seguridad de Israel?”, seinquietó el diario Haaretz. También los líderes de ArabiaSaudita y los otros aliados del mundo árabe, como Jordania y laspetro-monarquías del Golfo, empiezan a verse confrontados alvértigo que produce ese vacío estratégico.

Ayatolá Alí Khamenei. Un “arco chiita” del Golfo hasta el Mediterráneo.

El peligro es tanto más grande cuanto que el otro vencedor deAlepo es el otro tutor de Bachar el Assad: Irán. El régimen delos ayatolás, que fue el primero en sostener a Assad cuando seencontraba al borde del abismo, no dudó en inyectar millones dedólares en Siria y armar al Hezbolá y otras milicias chiitas(como los iraquíes del grupo Harakat Al Nuyaba y las brigadas AlFatimiyun que tienen entre 6.000 y 14.000 combatientes afganos ypakistaníes). Pero sobre todo, envió unos5.000 pasdaram(Guardianes de la Revolución), cuerpo de élite dela Revolución Iraní, que dieron un giro decisivo a la guerra alprecio de un elevado tributo de sangre, incluyendo la muerte de ungeneral, varios oficiales y varias decenas de soldados.

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Ese sueño tiene, sin embargo, un límite preciso: la fronteraturca. El régimen sunita de Recep Tayyip Erdogan no aceptará lamenor extensión del “arco chiita” sobre su territorio.

Otro riesgo de esa estrategia proviene de las intenciones delHezbolá de abrir un “segundo frente” contra Israel desde lafrontera Siria, además de las posiciones que ocupa en el sur delLíbano. Es difícil imaginar que Israel acepte con los brazoscruzados instalarse esa amenaza al borde de sus fronteras.

Pero el mayor riesgo que puede presentarse al final de la guerraes que la expansión del “arco chiita” hacia el norte entre encolisión con los proyectos de Vladimir Putin. A esa amenaza seagrega la incógnita que representa el futuro comportamiento deTrump.

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