/ lunes 8 de abril de 2019

Vivió tres meses en un baño para sobrevivir al genocidio en Ruanda

Al narrar ese infierno, Ilibagiza afirma que salió con vida porque sus padres decidieron enviarla a la casa de una persona perteneciente a otra tribu

TIJUANA. Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio en Ruanda, vivió durante tres meses en un baño junto a otras niñas y mujeres en 1994.

Al narrar ese infierno, Ilibagiza afirma que salió con vida porque sus padres decidieron enviarla a la casa de una persona perteneciente a otra tribu de la que ella pertenecía; sin embargo, no estuvo ahí en libertad.

Para no ser asesinada aquel 7 de abril de 1994, la mujer tuvo que permanecer en un baño de apenas unos metros junto a siete personas más, durante tres meses, hasta que el conflicto acabó y era seguro salir a la calle.

Pudo salir del aislamiento en el que vivía sólo para enfrentarse a la realidad devastadora de la muerte de sus padres y la destrucción de todo lo que conocía con los miembros de su tribu.

Como reflexión, y ante una época de llamadas grandes migraciones mundiales, Ilibagiza afirma: “todos podemos aprender de esta situación en Ruanda, aprender a perdonar, amar al prójimo".

Foto: EFE

Los políticos, dijo, "están obligados a hacer lo mejor para sus países y para la población a la que representan, aunque eso no siempre signifique el apoyo a las comunidades desprotegidas".

“El resto de las personas tenemos la responsabilidad de demostrar gentileza, amor y compasión hacia los demás”, finalizó Immaculée Ilibagiza.

TIJUANA. Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio en Ruanda, vivió durante tres meses en un baño junto a otras niñas y mujeres en 1994.

Al narrar ese infierno, Ilibagiza afirma que salió con vida porque sus padres decidieron enviarla a la casa de una persona perteneciente a otra tribu de la que ella pertenecía; sin embargo, no estuvo ahí en libertad.

Para no ser asesinada aquel 7 de abril de 1994, la mujer tuvo que permanecer en un baño de apenas unos metros junto a siete personas más, durante tres meses, hasta que el conflicto acabó y era seguro salir a la calle.

Pudo salir del aislamiento en el que vivía sólo para enfrentarse a la realidad devastadora de la muerte de sus padres y la destrucción de todo lo que conocía con los miembros de su tribu.

Como reflexión, y ante una época de llamadas grandes migraciones mundiales, Ilibagiza afirma: “todos podemos aprender de esta situación en Ruanda, aprender a perdonar, amar al prójimo".

Foto: EFE

Los políticos, dijo, "están obligados a hacer lo mejor para sus países y para la población a la que representan, aunque eso no siempre signifique el apoyo a las comunidades desprotegidas".

“El resto de las personas tenemos la responsabilidad de demostrar gentileza, amor y compasión hacia los demás”, finalizó Immaculée Ilibagiza.

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