/ jueves 27 de julio de 2017

Narcomenudeo en la CdMx

En relación con los hechos que sobrecogieron a la delegación de Tláhuac de la Ciudad de México, no es exacto hablar de la presencia de uno o varios cárteles. La configuración y asentamiento geográfico de un cártel es distinta al narcomenudeo y a sus características, materia ésta de esos hechos. No se niega de ninguna manera que el crimen y la violencia han extendido su red de acción e influencia en toda la República, incluida obviamente la capital, pero de esto a suponer la presencia de cárteles hay una mucha diferencia.

En primer lugar un cártel requiere una fuerte organización con un vasto mercado que rebase fronteras, dependiente del tráfico de drogas y cuyo efecto es la competencia criminal de otros cárteles, lo cual no existe en la capital. Es indudable, por supuesto, el consumo de drogas -previo tráfico- a que se halla sujeta una parte de la población, situación propia de toda gran capital. De allí el narco menudeo. Otra cosa es la colusión -complicidad- del crimen o criminales con la autoridad. No niego que la Ciudad de México sea un punto de tránsito, de circulación, de “trabajo” -entre comillas- de representantes de cárteles. Al efecto, lo que es alarmante, su influencia sea extiende y se ha extendido hasta determinadas esferas del poder público. A ese grado es la corrupción. Pero no hay que confundir las cosas. Tláhuac es un foco de violencia encendido de rojo, y debe haber otros, lo que no significa que los cárteles estén presentes; pues la ola de violencia y criminalidad abarca a todo el país.

Ahora bien, sería gravísimo que un cártel o varios asentaran su fuerza criminal en la Ciudad de México. Ello implicaría que el mercado criminal, habida cuenta de las circunstancias geopolíticas y sociales de México, llegó al corazón de la República. Y algo más grave, que la gran capital es zona de distribución, oferta, demanda y consumo de la droga. Desde luego la violencia criminal que azota al país es algo innegable, siendo que la batalla en contra de ella tiene muchos puntos débiles y no ha dado los resultados requeridos y deseados por el pueblo. No obstante la Ciudad de México se ha mantenido en los últimos años, a mí ver, como la gran capital de un país “en guerra”. Las balas nos llegan junto con las repercusiones de la violencia, alterando negativamente los índices de criminalidad. Es inevitable. No es una capital “aparte”, alejada del fragor de la batalla. En la enorme ciudad hay robos, homicidios, atracos, resonancias de una terrible discordancia y discordia nacional. Es inevitable. Hay narcomenudeo con su red que atrapa y hasta devora, pero no hay cárteles. No es hoy por hoy la gran capital un sitio en que aquéllos puedan echar raíces o incluso proliferar. No es aún, y ojalá nunca lo sea, mercado de esas proporciones. Sin duda, lo reconozco, nos pueden alcanzar sus tentáculos, aunque su asiento sea otro. Tláhuac se ha vuelto una seria advertencia, debiendo los gobiernos federal y local unir fuerzas para atenderla al margen de sus desavenencias políticas.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

En relación con los hechos que sobrecogieron a la delegación de Tláhuac de la Ciudad de México, no es exacto hablar de la presencia de uno o varios cárteles. La configuración y asentamiento geográfico de un cártel es distinta al narcomenudeo y a sus características, materia ésta de esos hechos. No se niega de ninguna manera que el crimen y la violencia han extendido su red de acción e influencia en toda la República, incluida obviamente la capital, pero de esto a suponer la presencia de cárteles hay una mucha diferencia.

En primer lugar un cártel requiere una fuerte organización con un vasto mercado que rebase fronteras, dependiente del tráfico de drogas y cuyo efecto es la competencia criminal de otros cárteles, lo cual no existe en la capital. Es indudable, por supuesto, el consumo de drogas -previo tráfico- a que se halla sujeta una parte de la población, situación propia de toda gran capital. De allí el narco menudeo. Otra cosa es la colusión -complicidad- del crimen o criminales con la autoridad. No niego que la Ciudad de México sea un punto de tránsito, de circulación, de “trabajo” -entre comillas- de representantes de cárteles. Al efecto, lo que es alarmante, su influencia sea extiende y se ha extendido hasta determinadas esferas del poder público. A ese grado es la corrupción. Pero no hay que confundir las cosas. Tláhuac es un foco de violencia encendido de rojo, y debe haber otros, lo que no significa que los cárteles estén presentes; pues la ola de violencia y criminalidad abarca a todo el país.

Ahora bien, sería gravísimo que un cártel o varios asentaran su fuerza criminal en la Ciudad de México. Ello implicaría que el mercado criminal, habida cuenta de las circunstancias geopolíticas y sociales de México, llegó al corazón de la República. Y algo más grave, que la gran capital es zona de distribución, oferta, demanda y consumo de la droga. Desde luego la violencia criminal que azota al país es algo innegable, siendo que la batalla en contra de ella tiene muchos puntos débiles y no ha dado los resultados requeridos y deseados por el pueblo. No obstante la Ciudad de México se ha mantenido en los últimos años, a mí ver, como la gran capital de un país “en guerra”. Las balas nos llegan junto con las repercusiones de la violencia, alterando negativamente los índices de criminalidad. Es inevitable. No es una capital “aparte”, alejada del fragor de la batalla. En la enorme ciudad hay robos, homicidios, atracos, resonancias de una terrible discordancia y discordia nacional. Es inevitable. Hay narcomenudeo con su red que atrapa y hasta devora, pero no hay cárteles. No es hoy por hoy la gran capital un sitio en que aquéllos puedan echar raíces o incluso proliferar. No es aún, y ojalá nunca lo sea, mercado de esas proporciones. Sin duda, lo reconozco, nos pueden alcanzar sus tentáculos, aunque su asiento sea otro. Tláhuac se ha vuelto una seria advertencia, debiendo los gobiernos federal y local unir fuerzas para atenderla al margen de sus desavenencias políticas.

@RaulCarranca

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