/ martes 20 de febrero de 2018

Canasta básica cultural

El tema económico y los bolsillos vacíos siguen siendo preocupación nacional. Comprensible es la desesperación de la madre y el padre de familia, que a pesar de trabajar ambos jornadas de hasta doce horas, batallan para llenar la despensa y resulta un sueño imposible salir de vacaciones. Esto ha quebrantado familias y debilitado el tejido social. El tema es, además de económico, social. En otra colaboración hablaba de la caída en los últimos treinta años de la canasta básica. Como bien sabemos, la canasta básica son aquellos bienes, servicios y productos necesarios para la calidad de vida, se cuentan alrededor de ochenta en México.

Pero al reflexionar sobre las terribles consecuencias que se tienen con la pérdida del poder adquisitivo también pensaba en la necesidad de imaginar una canasta básica de bienes, servicios y productos culturales. Puede parecer disparatada la idea o menor frente los problemas concretos de la economía. ¿Pero qué es de una persona o sociedad que no tienen acercamiento con el arte? ¿Qué pasa con las comunidades que pierden sus lazos simbólicos? ¿Puede haber plenitud lejana de los bienes culturales?

Definir el concepto de cultura es tarea de filósofos y conlleva tratados enteros. Pero me gusta la idea del novelista Malraux “La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.” La cita viene a nuestro tiempo, frente a la violencia, el culto por lo sanguinario, la desesperanza, es la cultura aquello que continua siendo la vida. Es justo la labor espiritual que ejerce sobre las personas y los pueblos.

Si midiéramos una canasta básica cultural y encuestáramos a la sociedad con las siguientes preguntas, sólo por poner un ejemplo a vuelo de pájaro, ¿Cuántas veces ha ido al teatro en este año?, ¿Ha escuchado en vivo una orquesta sinfónica?, ¿En este año ha regalado un libro?, ¿Conoce Pedro Páramo? Ante estas interrogantes ¿Qué respuestas tendríamos?

Pudieramos ser pesismistas y esperar resultados desastrosos, y lo que es peor aún quedarnos cruzados de brazos. Pero los Universitarios debemos entender que parte de nuestro factor social es hacer que las artes y expresiones culturales sean de consumo cotidiano por todas las personas, sin importar origen, raza o condición socioeconómica.

Por eso las políticas culturales de las universidades nacen de los productos que se generan al interior, pero su labor debe ser profundamente social y en el mejor de los sentidos populares. Dice Milan Kundera: “La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir.” Sin una cultura propia y amplia los sueños colectivos se vuelven pesadillas.

Toca cambiar, por supuesto, el concepto de que las universidades “llevan la cultura” como si quienes “la reciben” fueran agentes externos a ellos y por lo tanto no tuvieran cultura. La cultura no se “lleva” porque está en todas partes y es por ello, que lo mismo crece como persona quien escucha una pieza que quien la interpreta. Las universidades debemos ser atentas salvaguardas, depositarias y difusoras de la cultura popular que se da y se vive en las calles.

Tengamos pues nuestra canasta básica cultural, empezemos por la familia, que la conviencia sea motivo para ir a los museos, compartir libros, ver cine de calidad, reforzar nuestro conocimiento de las tradiciones, escuchar con más atención a la abuela o al bolero. Todo esto, para entender que cultura es aquello que la humanidad hace para darle un sentido edificante y simbólico a la existencia.

Rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua

El tema económico y los bolsillos vacíos siguen siendo preocupación nacional. Comprensible es la desesperación de la madre y el padre de familia, que a pesar de trabajar ambos jornadas de hasta doce horas, batallan para llenar la despensa y resulta un sueño imposible salir de vacaciones. Esto ha quebrantado familias y debilitado el tejido social. El tema es, además de económico, social. En otra colaboración hablaba de la caída en los últimos treinta años de la canasta básica. Como bien sabemos, la canasta básica son aquellos bienes, servicios y productos necesarios para la calidad de vida, se cuentan alrededor de ochenta en México.

Pero al reflexionar sobre las terribles consecuencias que se tienen con la pérdida del poder adquisitivo también pensaba en la necesidad de imaginar una canasta básica de bienes, servicios y productos culturales. Puede parecer disparatada la idea o menor frente los problemas concretos de la economía. ¿Pero qué es de una persona o sociedad que no tienen acercamiento con el arte? ¿Qué pasa con las comunidades que pierden sus lazos simbólicos? ¿Puede haber plenitud lejana de los bienes culturales?

Definir el concepto de cultura es tarea de filósofos y conlleva tratados enteros. Pero me gusta la idea del novelista Malraux “La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.” La cita viene a nuestro tiempo, frente a la violencia, el culto por lo sanguinario, la desesperanza, es la cultura aquello que continua siendo la vida. Es justo la labor espiritual que ejerce sobre las personas y los pueblos.

Si midiéramos una canasta básica cultural y encuestáramos a la sociedad con las siguientes preguntas, sólo por poner un ejemplo a vuelo de pájaro, ¿Cuántas veces ha ido al teatro en este año?, ¿Ha escuchado en vivo una orquesta sinfónica?, ¿En este año ha regalado un libro?, ¿Conoce Pedro Páramo? Ante estas interrogantes ¿Qué respuestas tendríamos?

Pudieramos ser pesismistas y esperar resultados desastrosos, y lo que es peor aún quedarnos cruzados de brazos. Pero los Universitarios debemos entender que parte de nuestro factor social es hacer que las artes y expresiones culturales sean de consumo cotidiano por todas las personas, sin importar origen, raza o condición socioeconómica.

Por eso las políticas culturales de las universidades nacen de los productos que se generan al interior, pero su labor debe ser profundamente social y en el mejor de los sentidos populares. Dice Milan Kundera: “La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir.” Sin una cultura propia y amplia los sueños colectivos se vuelven pesadillas.

Toca cambiar, por supuesto, el concepto de que las universidades “llevan la cultura” como si quienes “la reciben” fueran agentes externos a ellos y por lo tanto no tuvieran cultura. La cultura no se “lleva” porque está en todas partes y es por ello, que lo mismo crece como persona quien escucha una pieza que quien la interpreta. Las universidades debemos ser atentas salvaguardas, depositarias y difusoras de la cultura popular que se da y se vive en las calles.

Tengamos pues nuestra canasta básica cultural, empezemos por la familia, que la conviencia sea motivo para ir a los museos, compartir libros, ver cine de calidad, reforzar nuestro conocimiento de las tradiciones, escuchar con más atención a la abuela o al bolero. Todo esto, para entender que cultura es aquello que la humanidad hace para darle un sentido edificante y simbólico a la existencia.

Rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua