/ sábado 23 de junio de 2018

Merlí

En este mundo del wi-fi, la fibra óptica y la robótica en la vida cotidiana, hay poca posibilidad para el asombro diario. Hecho sin duda preocupante, pues de la capacidad de asombro surge el conocimiento que revoluciona a las sociedades y nutre a las personas. Ante la masificación y la producción en serie se advierte el inminente peligro de la pérdida de identidad. Hay quienes en este contexto han declarado el fin de la filosofía, esa forma de conocimiento que justo se basa en el asombro y que tiende a cuestionar por método aquellas “certezas” que no son puestas en tela de juicio. De este cuestionamiento nace el saber. La filosofía morirá cuando el ser humano deje de crear, imaginar e interrogarse sobre el mundo y sobre sí mismo. Es decir: la filosofía es consustancial al ser humano.

Una de las “certezas” en las que se ha caído /en parte por una pose intelectual) es suponer que todo lo que se hace en televisión embrutece y es banal. Más aún, que lo entretenido está reñido con lo inteligente. Esto es una falsedad. Aunque por supuesto abundan los casos que por los malos contenidos abonan a la ignorancia. A raíz de la recomendación de varios amigos vi la producción catalana “Merlí”; en la trama el maestro, del mismo nombre, entra a dar clases de filosofía en medio de un entorno de millennials que de entrada juzgan la materia como algo desfasado o de mero relleno en su formación. Pero Merlí es un maestro poco convencional para nuestro tiempo. Acompañado de una metodología al estilo Sócrates, por medio de preguntas inquietantes logra entrar en el mundo de los jóvenes, pero más aún, consigue que los estudiantes entren en el universo de la filosofía: el de las grandes preguntas, el asombro, el pensamiento crítico y el debate. Merlí nos recuerda una de las encomiendas centrales de la filosofía: poner el pensamiento al servicio de resolver los problemas concretos. Que, si bien en el plano curricular la filosofía es fundamental como parte de una formación integral, es determinante para la construcción de personas y sociedades armoniosas y pacíficas. La filosofía está en las aulas, los libros y la calle.Donde hay filosofía necesariamente existe el dialogo. Valor urgente en nuestro tiempo. Merlí recorre en sus clases a grandes pensadores como Aristóteles, Marx o San Agustín, pero no lo hace desde los libros inorgánicos, sino que lo vincula al contexto real en el que están situados los estudiantes. Por eso, hay en la serie una brillante crítica a la educación, muchas veces queremos formar jóvenes con pensamiento del siglo XXI en medio de un modelo de escuela del siglo XIX. Además, en la serie aparecen los problemas de la juventud de nuestros días. Lejos de la moralina, la serie los muestra como son y mejor aún, los jóvenes perciben las consecuencias de su actuar, no bajo un esquema de blanco y negro, sino en medio de una inmensa escala de grises.

En síntesis, la serie corrobora que se puede hacer televisión inteligente y entretenida y logra algo sumamente complejo, hacernos conscientes de que el pensamiento filosófico no sólo es necesario para nuestro tiempo y nuestro mundo, sino que resulta imposible escapar de él. La antigua filosofía de la Antigua Grecia en torno a la plaza pública es tan vigente como el wi-fi, la fibra óptica y la robótica.

En este mundo del wi-fi, la fibra óptica y la robótica en la vida cotidiana, hay poca posibilidad para el asombro diario. Hecho sin duda preocupante, pues de la capacidad de asombro surge el conocimiento que revoluciona a las sociedades y nutre a las personas. Ante la masificación y la producción en serie se advierte el inminente peligro de la pérdida de identidad. Hay quienes en este contexto han declarado el fin de la filosofía, esa forma de conocimiento que justo se basa en el asombro y que tiende a cuestionar por método aquellas “certezas” que no son puestas en tela de juicio. De este cuestionamiento nace el saber. La filosofía morirá cuando el ser humano deje de crear, imaginar e interrogarse sobre el mundo y sobre sí mismo. Es decir: la filosofía es consustancial al ser humano.

Una de las “certezas” en las que se ha caído /en parte por una pose intelectual) es suponer que todo lo que se hace en televisión embrutece y es banal. Más aún, que lo entretenido está reñido con lo inteligente. Esto es una falsedad. Aunque por supuesto abundan los casos que por los malos contenidos abonan a la ignorancia. A raíz de la recomendación de varios amigos vi la producción catalana “Merlí”; en la trama el maestro, del mismo nombre, entra a dar clases de filosofía en medio de un entorno de millennials que de entrada juzgan la materia como algo desfasado o de mero relleno en su formación. Pero Merlí es un maestro poco convencional para nuestro tiempo. Acompañado de una metodología al estilo Sócrates, por medio de preguntas inquietantes logra entrar en el mundo de los jóvenes, pero más aún, consigue que los estudiantes entren en el universo de la filosofía: el de las grandes preguntas, el asombro, el pensamiento crítico y el debate. Merlí nos recuerda una de las encomiendas centrales de la filosofía: poner el pensamiento al servicio de resolver los problemas concretos. Que, si bien en el plano curricular la filosofía es fundamental como parte de una formación integral, es determinante para la construcción de personas y sociedades armoniosas y pacíficas. La filosofía está en las aulas, los libros y la calle.Donde hay filosofía necesariamente existe el dialogo. Valor urgente en nuestro tiempo. Merlí recorre en sus clases a grandes pensadores como Aristóteles, Marx o San Agustín, pero no lo hace desde los libros inorgánicos, sino que lo vincula al contexto real en el que están situados los estudiantes. Por eso, hay en la serie una brillante crítica a la educación, muchas veces queremos formar jóvenes con pensamiento del siglo XXI en medio de un modelo de escuela del siglo XIX. Además, en la serie aparecen los problemas de la juventud de nuestros días. Lejos de la moralina, la serie los muestra como son y mejor aún, los jóvenes perciben las consecuencias de su actuar, no bajo un esquema de blanco y negro, sino en medio de una inmensa escala de grises.

En síntesis, la serie corrobora que se puede hacer televisión inteligente y entretenida y logra algo sumamente complejo, hacernos conscientes de que el pensamiento filosófico no sólo es necesario para nuestro tiempo y nuestro mundo, sino que resulta imposible escapar de él. La antigua filosofía de la Antigua Grecia en torno a la plaza pública es tan vigente como el wi-fi, la fibra óptica y la robótica.