/ domingo 23 de septiembre de 2018

Con el puño en alto!!!

Uno de los actos más significativos para los mexicanos en los últimos tiempos –para ser exactos en el último año-, es levantar el brazo hacia el cielo, con el puño cerrado, señal que inicialmente imploraba silencio con la esperanza de encontrar cualquier sonido que diera indicios de vida bajo los escombros de inmuebles derrumbados por la fuerza de la naturaleza: hoy esta misma señal nos invita a la solidaridad y al rescate ya no solo de una vida, sino de todo un país, nuestra Patria, MÉXICO!!!

19 de septiembre, una fecha de por si emblemática para los mexicanos tras los sismos suscitados en 1985: 32 años después, una nueva sacudida… igualmente inesperada, violenta, intempestiva; nuestros pensamientos no daban crédito, la misma fecha, recién habíamos terminado el simulacro solo que esta vez, cuando la realidad nos sorprendió, no hubo alerta sísmica que nos avisara, su señal llegó tardíamente entonces, los edificios crujían, las paredes se resquebrajaban, la visión se perdía entre las nubes de polvo en varios de los estados del centro de México.

Para ese momento ya se escuchaban gritos de terror, la tierra se movía de un lado a otro y los pensamientos de angustia, miedo, terror al recordar e intentar ubicar a nuestros seres queridos era un común denominador en esta sociedad… conforme el tiempo pasaba y el movimiento terreno permitía trasladarnos de un lugar a otro en busca de noticias, los mexicanos nos reencontrábamos; compartimos llanto, gritos desesperados, alguna señal que nos permitiera saber un poco más, conocer las consecuencias sobre lo sucedido, tener esperanza, protegernos, auxiliar a quien solicitaba cualquier muestra de apoyo: un abrazo, palabras de aliento, ecuanimidad cuando los nervios nos daban para ello…

En fin, entre la incredulidad, la confusión y el agobio, la gente corría despavorida observando escombros, cristales rotos, ropa, muebles, libros desparramados por las calles; personas ensangrentadas, voces de auxilio, sirenas por doquier, crisis nerviosas... Poco después, al llegar a los lugares en donde el drama se agudizaba, la desolación de quienes veían perdido su hogar y en muchos casos a uno o varios miembros de la familia… todo era impotencia y desconsuelo.

Así, ante la parálisis inicial de las autoridades, la sociedad civil –esa misma que 32 años antes había reaccionado a la emergencia-, recobró su sentido de solidaridad, su capacidad de respuesta inmediata, el amor a la vida y a sus semejantes, encargándose de organizar las labores de búsqueda y rescate, de brindar los primeros auxilios, de conseguir alimentos y medicinas.

Hoy, un año después, ante la intensidad y la polarización que los eventos políticos y sociales han motivado en la sociedad mexicana, no podemos menos que convocar a la unión y esforzarnos individualmente en afán de promover que las desgracias no sean la única razón para mostrarnos unidos, toda vez que hemos demostrado la capacidad para organizarnos, para ayudar al otro en momentos de necesidad y emergencia.

Es así como hoy tenemos capacidad de exclamar: No queremos más estudiantes muertos y/o desaparecidos; no más víctimas de la violencia y grupos delincuenciales; ni un tráiler más circulando por las calles de ninguna ciudad con cientos de cadáveres desconocidos que ya no caben en el Servicio Médico Forense, en tanto que miles de familias buscan a sus parientes desaparecidos.

Esta sociedad ha demostrado ya fuerza para asumir la autoridad: desde castigar a un mal gobierno, hasta encabezar un rescate o, cada quien en su ro,l preparar bocadillos para compartir con quien expone su propia vida, abrir las puertas de su casa a desconocidos u ofrecer el inventario de su negocio para brindar ayuda a sus semejantes... sobran ejemplos; lo cierto es que el papel ciudadano como elemento fundamental del Estado mexicano es, ha sido y seguirá siendo patente, más que evidente.

Es clara nuestra capacidad de resiliencia para superar circunstancias traumáticas; aquí está, presente y dispuesta, de manera que la promesa relativa a una nueva forma de gobernar tiene una gran prueba respecto a la respuesta que se dé a la exigencia ciudadana, la de transparentar los recursos y el ejercicio de ellos, la de ser quien trascienda en su liderazgo para llegar primero al lugar en donde se requiera, e igualmente para escuchar, cumplir y sancionar a quienes sean responsables de vidas perdidas por omisiones y corrupción.


Con los puños en alto!!!

gamogui@hotmail.com



Uno de los actos más significativos para los mexicanos en los últimos tiempos –para ser exactos en el último año-, es levantar el brazo hacia el cielo, con el puño cerrado, señal que inicialmente imploraba silencio con la esperanza de encontrar cualquier sonido que diera indicios de vida bajo los escombros de inmuebles derrumbados por la fuerza de la naturaleza: hoy esta misma señal nos invita a la solidaridad y al rescate ya no solo de una vida, sino de todo un país, nuestra Patria, MÉXICO!!!

19 de septiembre, una fecha de por si emblemática para los mexicanos tras los sismos suscitados en 1985: 32 años después, una nueva sacudida… igualmente inesperada, violenta, intempestiva; nuestros pensamientos no daban crédito, la misma fecha, recién habíamos terminado el simulacro solo que esta vez, cuando la realidad nos sorprendió, no hubo alerta sísmica que nos avisara, su señal llegó tardíamente entonces, los edificios crujían, las paredes se resquebrajaban, la visión se perdía entre las nubes de polvo en varios de los estados del centro de México.

Para ese momento ya se escuchaban gritos de terror, la tierra se movía de un lado a otro y los pensamientos de angustia, miedo, terror al recordar e intentar ubicar a nuestros seres queridos era un común denominador en esta sociedad… conforme el tiempo pasaba y el movimiento terreno permitía trasladarnos de un lugar a otro en busca de noticias, los mexicanos nos reencontrábamos; compartimos llanto, gritos desesperados, alguna señal que nos permitiera saber un poco más, conocer las consecuencias sobre lo sucedido, tener esperanza, protegernos, auxiliar a quien solicitaba cualquier muestra de apoyo: un abrazo, palabras de aliento, ecuanimidad cuando los nervios nos daban para ello…

En fin, entre la incredulidad, la confusión y el agobio, la gente corría despavorida observando escombros, cristales rotos, ropa, muebles, libros desparramados por las calles; personas ensangrentadas, voces de auxilio, sirenas por doquier, crisis nerviosas... Poco después, al llegar a los lugares en donde el drama se agudizaba, la desolación de quienes veían perdido su hogar y en muchos casos a uno o varios miembros de la familia… todo era impotencia y desconsuelo.

Así, ante la parálisis inicial de las autoridades, la sociedad civil –esa misma que 32 años antes había reaccionado a la emergencia-, recobró su sentido de solidaridad, su capacidad de respuesta inmediata, el amor a la vida y a sus semejantes, encargándose de organizar las labores de búsqueda y rescate, de brindar los primeros auxilios, de conseguir alimentos y medicinas.

Hoy, un año después, ante la intensidad y la polarización que los eventos políticos y sociales han motivado en la sociedad mexicana, no podemos menos que convocar a la unión y esforzarnos individualmente en afán de promover que las desgracias no sean la única razón para mostrarnos unidos, toda vez que hemos demostrado la capacidad para organizarnos, para ayudar al otro en momentos de necesidad y emergencia.

Es así como hoy tenemos capacidad de exclamar: No queremos más estudiantes muertos y/o desaparecidos; no más víctimas de la violencia y grupos delincuenciales; ni un tráiler más circulando por las calles de ninguna ciudad con cientos de cadáveres desconocidos que ya no caben en el Servicio Médico Forense, en tanto que miles de familias buscan a sus parientes desaparecidos.

Esta sociedad ha demostrado ya fuerza para asumir la autoridad: desde castigar a un mal gobierno, hasta encabezar un rescate o, cada quien en su ro,l preparar bocadillos para compartir con quien expone su propia vida, abrir las puertas de su casa a desconocidos u ofrecer el inventario de su negocio para brindar ayuda a sus semejantes... sobran ejemplos; lo cierto es que el papel ciudadano como elemento fundamental del Estado mexicano es, ha sido y seguirá siendo patente, más que evidente.

Es clara nuestra capacidad de resiliencia para superar circunstancias traumáticas; aquí está, presente y dispuesta, de manera que la promesa relativa a una nueva forma de gobernar tiene una gran prueba respecto a la respuesta que se dé a la exigencia ciudadana, la de transparentar los recursos y el ejercicio de ellos, la de ser quien trascienda en su liderazgo para llegar primero al lugar en donde se requiera, e igualmente para escuchar, cumplir y sancionar a quienes sean responsables de vidas perdidas por omisiones y corrupción.


Con los puños en alto!!!

gamogui@hotmail.com



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