Ya que, si de protestas se trata, con sus marchas y contramarchas, sus diálogos de sordos y sus luchas legales e ideológicas por defender o anular los contrapesos que representan los organismos constitucionalmente autónomos que vienen frenando, en este caso, el avance de la Cuarta Transformación, México, en las circunstancias actuales, no parece ser un caso de excepción con respecto a lo que está sucediendo en otras partes del mundo. Para muestra basta con observar dos de los casos más notorios, iniciando con el de Francia, cuyo gobierno decretó una ley que impone un nuevo sistema de pensiones con el que pretende incrementar, entre otras cosas, la edad de jubilación para sus trabajadores de 62 a 64 años. Algo así como lo acontecido sin tanto escándalo ni oposición en nuestro país durante 1997, cuando en el IMSS nos elevaron el número de semanas cotizadas de 500 a 1000 durante nuestra vida laboral, para obtener una pensión, es decir que quienes ingresaron a trabajar después de 1997 tienen que trabajar el doble del tiempo que sus padres para tener derecho a una pensión.
Comparando los hechos, no hay duda de que al otrora carismático Emmanuel Macrón le está yendo mucho peor que en su momento a Ernesto Zedillo, pues los franceses, con su enérgica reacción están demostrando ser un hueso mucho más duro de roer que nuestros paisanos de aquel entonces y no se andan con medias tintas y están a punto de poner de patitas en la calle a su presidente. Sin calificar la pertinencia técnico-económica de la medida, lo cierto es que el error fue la tramposa mecánica utilizada por el gobierno para evitar que la reforma pasara por el contrapeso del Parlamento para discutirla y le salió el tiro por la culata, situación en la que Macrón parece haber agotado todo su capital político y la conclusión del conflicto es de pronóstico reservado ya que se metió groseramente con lo que todo trabajador europeo considera un derecho fundamental adquirido, su derecho a un retiro digno.
Otro Lugar donde no cantan mal las rancheras es en Israel, pues además del larguísimo pleito que tienen con sus vecinos, los ciudadanos ahora tienen en la mira a su derechista y autoritario primer ministro, quien se pasó de lanza al promover una reforma judicial que limita las facultades de decisión de los tribunales de la república, su contrapeso natural, y aumenta las del parlamento que él preside, en ese mismo sentido, ello en perjuicio del sano equilibrio de poderes, ya que le quita a su Corte Suprema la principalísima facultad de anular leyes cuando son inconstitucionales, lo que significa que el tal Benjamin Netanyahu pretende irse por la libre sin limitación alguna. Hecho que provocó una irritación ciudadana de gran magnitud en su contra, la que se expresó desde su anuncio con importantes concentraciones de opositores a la reforma y que para colmo fueron reprimidas de fea forma, además de que el ministro de Defensa fue destituido por opinar abiertamente su desacuerdo con la medida. Fue tal la presión popular, que Netanyahu decidió dar un paso atrás en su intención de quedarse con el poder absoluto y suspendió la aplicación de la reforma hasta nuevo aviso, cuando menos así se entendió, sin embargo, tendrá que dejar su sueño imperial para otra vida, porque en ésta, la conciencia republicana no se lo permitió.
En conclusión,
Quienes juegan con fuego…terminan por quemarse.
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