/ sábado 9 de enero de 2021

Disco duro | ¿El turismo?: que se muera

Por Alejandro Jiménez


Cuentan que aquella vez que al presidente López Obrador se le ocurrió decir en una conferencia mañanera que buscaría acabar con los fines de semana largos, para festejar a los santos cívicos nacionales en su día exacto, el secretario de Turismo federal, Miguel Torruco Marqués, se enteró viendo la tele. No estaba enterado de una decisión que evidentemente había sido tomada apenas en ese momento.

Se preocupó porque está convencido de las bondades de ese esquema para generar recursos turísticos hasta por 2 mil millones de pesos al año. Buscó de inmediato al jefe del Ejecutivo sin éxito.

Y lo buscó, y lo buscó, y lo siguió buscando varios días, sin que le fuera otorgada cita alguna. Por fin lo pudo alcanzar en un pasillo de Palacio Nacional al margen de algún evento, le planteó el tema y el presidente le prometió “revisarlo”.

A la larga no progresó esa idea, pero da buena idea del desinterés de la 4T en el tema turístico.

Por culpa de la pandemia, la Organización Mundial de Turismo pronostica que se han perdido entre 5 y 7 años de crecimiento en la actividad turística mundial, con un declive de los ingresos por turismo internacional (exportaciones) de entre 300 mil y 450 mil millones de dólares, casi un tercio del billón y medio de dólares alcanzado en 2019.

En México, el golpe es exponencial. El Centro de Investigación y Competitividad Turística que dirige Francisco Madrid reporta que durante 2020 la caída del PIB turístico, en los datos que se tenían hasta noviembre, era de -47%, respecto al año anterior.

La confianza de los mexicanos para vacacionar se cayó a -22.5%, según datos del INEGI.

El turismo doméstico de nacionales cayó a -56%, lo que provocó un consumo turístico interno de -49.6%.

El saldo de la balanza turística se desplomó -55.9%, porque el turismo internacional a México se redujo en 19.6 millones de personas, lo que es equivalente a - 46.3%.

En el periodo enero a octubre de 2019 el porcentaje de ocupación hotelera ascendía a 63%, pero para el mismo periodo de 2020 la ocupación era apenas del 26%.

Los aeropuertos de Cancún, Los Cabos, Puerto Vallarta y Guadalajara, que concentraron el 66% de las llegadas de pasajeros internacionales en 2019, para el siguiente año habían dejado de recibir entre el 59% y el 42% de sus visitantes.

Y 275 mil personas del sector turístico, en la más optimista de las estimaciones, han perdido su empleo de manera permanente.

¿Remedio federal?: el Tren Maya

Pero el gobierno federal ha decidido, primero, no apoyar a ningún sector de la industria turística: hoteleros, agencias de viaje, aerolíneas, etcétera. “Que los ricos empresarios se rasquen con sus propias uñas”, es la consigna.

Eso sin importar que alrededor del 80% del sector turístico está compuesto por pequeñas y medianas empresas (pymes), y el sector ha estado a la cabeza en la generación de empleo y otras oportunidades para mujeres, jóvenes y comunidades rurales.

El 30% de los municipios con mayor marginación en el país tiene vocación turística. Pero esos pobres no cuentan para el gobierno.

Por austeridad, a Sectur le desaparecieron una subsecretaría y se quedó con pocos recursos para operar.

Y el presupuesto asignado para este año es engañoso, pues se elevó más de 600% respecto al año anterior, hasta llegar a los 38 mil millones de pesos, pero son recursos que prácticamente van íntegros al proyecto de dudosa viabilidad del Tren Maya.

Es decir, por decisión gubernamental, que se muera esta industria que solía generar el 8% del PIB nacional. Que se salve el que pueda.

Torruco, en mal sexenio

Todo lo cual es una lástima y un desperdicio, porque si alguien buscó durante sexenios enteros ser titular de Sectur fue Miguel Torruco, turistero de toda la vida, hotelero, fundador de una de las academias del ramo más respetadas, siempre protagónico en el sector. De los pocos secretarios del actual gabinete que sí sabe de su tema. Para su mala suerte, le tocó el nombramiento cuando el apoyo es nulo y los recursos escasos.

Hoy tiene que dirigir una dependencia empequeñecida, como lo ha sido todo el sector público al que el presidente ha sometido a la pobreza franciscana del apostolado por el bien de los pobres de México, que son primero. Muchos de los cuales, reiteramos, viven de las actividades turísticas en sus lugares de origen.

Por Alejandro Jiménez


Cuentan que aquella vez que al presidente López Obrador se le ocurrió decir en una conferencia mañanera que buscaría acabar con los fines de semana largos, para festejar a los santos cívicos nacionales en su día exacto, el secretario de Turismo federal, Miguel Torruco Marqués, se enteró viendo la tele. No estaba enterado de una decisión que evidentemente había sido tomada apenas en ese momento.

Se preocupó porque está convencido de las bondades de ese esquema para generar recursos turísticos hasta por 2 mil millones de pesos al año. Buscó de inmediato al jefe del Ejecutivo sin éxito.

Y lo buscó, y lo buscó, y lo siguió buscando varios días, sin que le fuera otorgada cita alguna. Por fin lo pudo alcanzar en un pasillo de Palacio Nacional al margen de algún evento, le planteó el tema y el presidente le prometió “revisarlo”.

A la larga no progresó esa idea, pero da buena idea del desinterés de la 4T en el tema turístico.

Por culpa de la pandemia, la Organización Mundial de Turismo pronostica que se han perdido entre 5 y 7 años de crecimiento en la actividad turística mundial, con un declive de los ingresos por turismo internacional (exportaciones) de entre 300 mil y 450 mil millones de dólares, casi un tercio del billón y medio de dólares alcanzado en 2019.

En México, el golpe es exponencial. El Centro de Investigación y Competitividad Turística que dirige Francisco Madrid reporta que durante 2020 la caída del PIB turístico, en los datos que se tenían hasta noviembre, era de -47%, respecto al año anterior.

La confianza de los mexicanos para vacacionar se cayó a -22.5%, según datos del INEGI.

El turismo doméstico de nacionales cayó a -56%, lo que provocó un consumo turístico interno de -49.6%.

El saldo de la balanza turística se desplomó -55.9%, porque el turismo internacional a México se redujo en 19.6 millones de personas, lo que es equivalente a - 46.3%.

En el periodo enero a octubre de 2019 el porcentaje de ocupación hotelera ascendía a 63%, pero para el mismo periodo de 2020 la ocupación era apenas del 26%.

Los aeropuertos de Cancún, Los Cabos, Puerto Vallarta y Guadalajara, que concentraron el 66% de las llegadas de pasajeros internacionales en 2019, para el siguiente año habían dejado de recibir entre el 59% y el 42% de sus visitantes.

Y 275 mil personas del sector turístico, en la más optimista de las estimaciones, han perdido su empleo de manera permanente.

¿Remedio federal?: el Tren Maya

Pero el gobierno federal ha decidido, primero, no apoyar a ningún sector de la industria turística: hoteleros, agencias de viaje, aerolíneas, etcétera. “Que los ricos empresarios se rasquen con sus propias uñas”, es la consigna.

Eso sin importar que alrededor del 80% del sector turístico está compuesto por pequeñas y medianas empresas (pymes), y el sector ha estado a la cabeza en la generación de empleo y otras oportunidades para mujeres, jóvenes y comunidades rurales.

El 30% de los municipios con mayor marginación en el país tiene vocación turística. Pero esos pobres no cuentan para el gobierno.

Por austeridad, a Sectur le desaparecieron una subsecretaría y se quedó con pocos recursos para operar.

Y el presupuesto asignado para este año es engañoso, pues se elevó más de 600% respecto al año anterior, hasta llegar a los 38 mil millones de pesos, pero son recursos que prácticamente van íntegros al proyecto de dudosa viabilidad del Tren Maya.

Es decir, por decisión gubernamental, que se muera esta industria que solía generar el 8% del PIB nacional. Que se salve el que pueda.

Torruco, en mal sexenio

Todo lo cual es una lástima y un desperdicio, porque si alguien buscó durante sexenios enteros ser titular de Sectur fue Miguel Torruco, turistero de toda la vida, hotelero, fundador de una de las academias del ramo más respetadas, siempre protagónico en el sector. De los pocos secretarios del actual gabinete que sí sabe de su tema. Para su mala suerte, le tocó el nombramiento cuando el apoyo es nulo y los recursos escasos.

Hoy tiene que dirigir una dependencia empequeñecida, como lo ha sido todo el sector público al que el presidente ha sometido a la pobreza franciscana del apostolado por el bien de los pobres de México, que son primero. Muchos de los cuales, reiteramos, viven de las actividades turísticas en sus lugares de origen.