/ jueves 22 de marzo de 2018

El agua del molino


  • Intervenciones policiacas en la UNAM

Alfonso Navarrete Prida, como titular de la secretaría de Gobernación, y los integrantes de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), incluida obviamente la UNAM, acaban de firmar el llamado Convenio Marco de la Concertación de Acciones para la Seguridad y Prevención del Delito en aquellas casas de estudio. Es una magnífica medida de prevención y seguridad, y para su instrumentación hemos insistido mucho en la UNAM repitiendo hasta el cansancio que la autonomía no es sinónimo de impunidad. Lo que pasa, sin embargo, es que tal medida se ha sometido, como es natural, a dos polos de opinión que son, por una parte, el conservadurismo extremo que deriva inevitablemente en un reaccionarismo a ultranza opuesto a cualquier innovación y, por la otra, en un extremismo ideológico de izquierda que cae en un fanatismo irreconciliable con el orden e incluso con el llamado Estado de Derecho. En efecto, en ambos polos se supone dejar las cosas como están, irlas tolerando, incluido un concepto obsoleto de la autonomía, o confundir el desorden con una autonomía en que predomine la libertad unida al libertinaje, es decir, con el desenfreno social al margen del derecho y de la justicia.

Ahora bien, quienes piensan así ignoran el valor y sentido de la universidad. Desde luego hablo por la mía, la UNAM, paradigma de universidad en México, en iberoamérica y en los Estados Unidos. Un solo testimonio confirma e ilustra lo que digo, a saber, que mientras en nuestra Real y Pontificia Universidad se doctoraban gentes de primerísimo rango intelectual y se impartían cátedras luminosas cargadas de una cultura milenaria, en la isla de Manhattan -por citar- corrían por sus laderas briosos y salvajes corceles ostentando sus crines relucientes en vez de las borlas, birretes, ínfulas, veneras y mucetas con que la Real y Pontificia, antepasada de la Universidad de la Nación, le mostraba al mundo la fuerza del espíritu. Lo señalo enfáticamente porque tanta grandeza recuerda la fábula de Esopo en que el sapo mata a la luciérnaga por brillar… Muchos no soportan que brillemos, y vaya uno a saber si en este año electoral hay una consigna nefasta, que recoge los odios de algún sapo, para sembrar entre nosotros la violencia y el crimen al amparo de una mal entendida autonomía. Es que les estorba el brillo independiente, razonado, analítico e imparcial, porque no saben distinguir lo valioso de lo insulso. Su carencia de espíritu se vuelve odio.

En suma, hay que brindarles a las universidades seguridad en el marco de la prevención del delito y acabar cn el mito de una autonomía impune. No tenemos ningún “derecho de asilo” para los maleantes y delincuentes, ni tampoco ignoramos que la policía puede y debe, aparte de vigilar los entornos, intervenir en los campus para investigar la posible comisión de delitos, en concreto del narcomenudeo, respetando los derechos humanos y la propia autonomía. El hecho es que no habría consumo de narcóticos sin oferta criminal (¿caballo de Troya, ésta, para desestabilizar las universidades?). Por lo tanto las universidades deben evitar que en sus terrenos se vulnere la salud moral, espiritual y física de su alumnado. Abundan los ignorantes, hundidos en su oprobio inmoral, que ni siquiera han olfateado el olor del civismo y que desconocen la naturaleza del derecho. Cuidado con sus voces parecidas a las de aquellos pregoneros de la droga que confunden autonomía con descaro y desvergüenza. ¡Cuidado jóvenes!

Sígueme en Twitter:@RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca


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Alfonso Navarrete Prida, como titular de la secretaría de Gobernación, y los integrantes de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), incluida obviamente la UNAM, acaban de firmar el llamado Convenio Marco de la Concertación de Acciones para la Seguridad y Prevención del Delito en aquellas casas de estudio. Es una magnífica medida de prevención y seguridad, y para su instrumentación hemos insistido mucho en la UNAM repitiendo hasta el cansancio que la autonomía no es sinónimo de impunidad. Lo que pasa, sin embargo, es que tal medida se ha sometido, como es natural, a dos polos de opinión que son, por una parte, el conservadurismo extremo que deriva inevitablemente en un reaccionarismo a ultranza opuesto a cualquier innovación y, por la otra, en un extremismo ideológico de izquierda que cae en un fanatismo irreconciliable con el orden e incluso con el llamado Estado de Derecho. En efecto, en ambos polos se supone dejar las cosas como están, irlas tolerando, incluido un concepto obsoleto de la autonomía, o confundir el desorden con una autonomía en que predomine la libertad unida al libertinaje, es decir, con el desenfreno social al margen del derecho y de la justicia.

Ahora bien, quienes piensan así ignoran el valor y sentido de la universidad. Desde luego hablo por la mía, la UNAM, paradigma de universidad en México, en iberoamérica y en los Estados Unidos. Un solo testimonio confirma e ilustra lo que digo, a saber, que mientras en nuestra Real y Pontificia Universidad se doctoraban gentes de primerísimo rango intelectual y se impartían cátedras luminosas cargadas de una cultura milenaria, en la isla de Manhattan -por citar- corrían por sus laderas briosos y salvajes corceles ostentando sus crines relucientes en vez de las borlas, birretes, ínfulas, veneras y mucetas con que la Real y Pontificia, antepasada de la Universidad de la Nación, le mostraba al mundo la fuerza del espíritu. Lo señalo enfáticamente porque tanta grandeza recuerda la fábula de Esopo en que el sapo mata a la luciérnaga por brillar… Muchos no soportan que brillemos, y vaya uno a saber si en este año electoral hay una consigna nefasta, que recoge los odios de algún sapo, para sembrar entre nosotros la violencia y el crimen al amparo de una mal entendida autonomía. Es que les estorba el brillo independiente, razonado, analítico e imparcial, porque no saben distinguir lo valioso de lo insulso. Su carencia de espíritu se vuelve odio.

En suma, hay que brindarles a las universidades seguridad en el marco de la prevención del delito y acabar cn el mito de una autonomía impune. No tenemos ningún “derecho de asilo” para los maleantes y delincuentes, ni tampoco ignoramos que la policía puede y debe, aparte de vigilar los entornos, intervenir en los campus para investigar la posible comisión de delitos, en concreto del narcomenudeo, respetando los derechos humanos y la propia autonomía. El hecho es que no habría consumo de narcóticos sin oferta criminal (¿caballo de Troya, ésta, para desestabilizar las universidades?). Por lo tanto las universidades deben evitar que en sus terrenos se vulnere la salud moral, espiritual y física de su alumnado. Abundan los ignorantes, hundidos en su oprobio inmoral, que ni siquiera han olfateado el olor del civismo y que desconocen la naturaleza del derecho. Cuidado con sus voces parecidas a las de aquellos pregoneros de la droga que confunden autonomía con descaro y desvergüenza. ¡Cuidado jóvenes!

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