Lo acontecido entre México y Ecuador era previsible por la polarización emprendida, particularmente porque México no es imparcial para diferenciar los hechos de persecución política, de los que son judiciales, si se trata de sus amigos.
El 17 de diciembre de 2023 la Embajada de México en Ecuador otorga asilo a Jorge Glas, exvicepresidente de Ecuador en el periodo de Rafael Correa, quien también por cierto, tiene sobre si, señalamiento de corrupción por el caso Odebrecht. A diferencia de Correa que se refugió en Bélgica, Glas había salido de la cárcel favorecido por un Habeas Corpus, pero iba ser aprehendido de nuevo por otro caso de corrupción, pero se fue a la Embajada de México. Ecuador invoca la Convención Sobre Asilo Diplomático, para negar su extradición solicitada por el gobierno de López Obrador, aduciendo Glas tiene sentencia por peculado y orden de aprehensión en el marco de los tribunales ordinarios.
Pero esto no paró ahí. Apenas la semana pasada, el Presidente de México dijo en su mañanera que el presidente de Ecuador, Daniel Noboa le ganó a la mala a Luisa González, del grupo de Correa, porque “ella iba arriba en las encuestas”, pero el asesinato de Fernando Villavicencio, candidato también a la presidencia de Ecuador, le había afectado, y eso facilitó el triunfo de Noboa “apoyado por fuerzas de derecha”, por fachos, abundó.
Las acusaciones del Presidente de México constituyó una provocadora intromisión en asuntos internos de Ecuador quien reaccionó acusando como persona non grata a la embajadora mexicana. López informó que un avión de la fuerza aérea mexicana iría por ella a Quito.
El comentario del Presidente no fue inocente, de hecho fue malévolo, ya que se va emparejando la contienda del próximo 2 de junio entre su candidata y Xóchitl Gálvez, y nos refleja su pensamiento: Claudia va arriba, pero si Xóchitl le gana, lo que es probable, adelanta “solo será a la mala”, apoyada por “los fachos”.
En esto estábamos, cuando para sorpresa de todos, el viernes pasado sobrevino la improcedente irrupción de las fuerzas policiales de Ecuador contra la Embajada de México para sacar a Jorge Glas y ponerlo a disposición de sus autoridades judiciales. Como consecuencia México rompe relaciones con Ecuador y se desata el reclamo por la violación a la Convención de Viena. Es muy probable que en la tensión entre los dos gobiernos, los ecuatorianos tuvieran indicios de la pretensión de López de sacar a Glas y enviarlo a México de manera subrepticia quizá en ese avión de la FAM.
Aunque el gobierno de Ecuador se defienda al interpretar a su favor el marco jurídico convencional que la embajada mexicana abusó de las inmunidades y privilegios al conceder asilo diplomático a quien es considerado un delincuente común, es inaceptable la irrupción a nuestra embajada porque es una invasión a territorio mexicano.
La diplomacia se funda en la búsqueda de salidas a las diferencias entre las naciones, pero en los hechos hay un alineamiento de gobiernos por posiciones políticas e ideológicas.
López Obrador actúa así, alineado a los populistas. Ahí está el buen trato a Evo Morales, a los correístas ecuatorianos trabajando en gobiernos de Morena, los asesores venezolanos y el apoyo al gobierno cubano.
La situación de violencia que padece Ecuador, tiene que ver además de su vecindad con productores de coca, también por la presencia de los cárteles mexicanos. Pero de eso no habla el Presidente.