/ jueves 2 de abril de 2020

El mundo de mañana

“El Mundo de Ayer”, memorias de un europeo”, es el libro póstumo del gran escritor y biógrafo judío austriaco Stefan Zweig, mismo que definió con las siguientes palabras: “Si busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad”.

Más que nostalgia Zweig evoca un presente que no debe morir, que no puede morir, y que no es actual en el espacio de la tristeza o melancolía sino en el verdadero de una vida interior eterna; aunque la tragedia del autor lo haya desconocido con su suicidio en Petrópolis, Brasil. Era aquél un mundo en que vivían Rainer María Rilke, Benedetto Croce, Maxim Gorky y Romain Rolland. Cabe resaltar la amistad de Zweig con Sigmund Freud, telón de fondo para el surgimiento del psicoanálisis en los últimos días de Francisco José I de Austria y antes del drama de la Primera Guerra Mundial; siendo de recordar la tragedia de Mayerling, punto de partida de La Gran Guerra. Predominaba en la sociedad vienesa, y Zweig lo relata con singular maestría, “un sistema de bienestar que aseguraba las pensiones y la cobertura sanitaria a la mayor parte de los ciudadanos”; junto a lacras como la pobreza en grandes sectores de la población, la constante “minoría de edad” de las mujeres y la hipocresía sexual. También telón de fondo del drama de la Primera Guerra Mundial, llamada La Gran Guerra.

La Edad de Oro de la seguridad. Lo resalto porque después del coronavid-19, ya en el mundo de mañana, será fundamental promover la seguridad sobre la base de las pensiones y la cobertura sanitaria, evitando las lacras de la pobreza masiva, la discriminación y la hipocresía sexual. En una palabra Justicia Social. ¿De cuál mañana? Se dice y con razón de sobra que toda postguerra es peor que la guerra, lo que es aplicable al postcoronavid-19. ¿Pero a partir de cuándo será éste? Lo evidente es que México ha demostrado grandes lagunas en las pensiones y en la cobertura sanitaria, lo que se atribuye al despilfarro criminal de regímenes políticos anteriores. Sin embargo el aviso es contundente: hay que estar preparados ante toda posible situación por más imposible que pueda parecernos. O sea, prever.

En el mundo caótico y acelerado en que vivimos y convivimos -algunos confunden la aceleración con el progreso- el futuro tiene un toque de incertidumbre, aunque lo incierto suela contener mucho de certidumbre. La crisis económica que ya estamos viviendo y que será peor en el inmediato futuro se puede paliar, a mi juicio, si la afrontamos con entereza moral, es decir, sin crisis moral; ya que ésta se alimenta de miedo, desconfianza, inseguridad moral y espiritual. Y no hay que confundir, pues el verdadero palio somos nosotros mismos. Transcribo aquí unas palabras más que elocuentes del eminente abogado Nelson Mandela, pronunciadas en su discurso de toma de posesión como Presidente de Sudáfrica: “Nuestro más profundo temor no es ser incapaces. Nuestro más profundo temor es que somos ilimitadamente poderosos. Es nuestra luz, no nuestra obscuridad, lo que más nos atemoriza”.

Nuestro poder y muestra luz deben ser recuperados en el mundo de mañana, postcoronavid-19. Debemos recuperar la seguridad en su más amplia extensión, en todos sentidos. Ese es el gran reto social, político, jurídico, moral y espiritual que nos aguarda. Es y será la Edad de Oro del que muchos llaman desastre, ignorando que los problemas llegan para resolverse al estilo Mandela y no para dejarse llevar por su corriente.


RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca

“El Mundo de Ayer”, memorias de un europeo”, es el libro póstumo del gran escritor y biógrafo judío austriaco Stefan Zweig, mismo que definió con las siguientes palabras: “Si busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crié, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad”.

Más que nostalgia Zweig evoca un presente que no debe morir, que no puede morir, y que no es actual en el espacio de la tristeza o melancolía sino en el verdadero de una vida interior eterna; aunque la tragedia del autor lo haya desconocido con su suicidio en Petrópolis, Brasil. Era aquél un mundo en que vivían Rainer María Rilke, Benedetto Croce, Maxim Gorky y Romain Rolland. Cabe resaltar la amistad de Zweig con Sigmund Freud, telón de fondo para el surgimiento del psicoanálisis en los últimos días de Francisco José I de Austria y antes del drama de la Primera Guerra Mundial; siendo de recordar la tragedia de Mayerling, punto de partida de La Gran Guerra. Predominaba en la sociedad vienesa, y Zweig lo relata con singular maestría, “un sistema de bienestar que aseguraba las pensiones y la cobertura sanitaria a la mayor parte de los ciudadanos”; junto a lacras como la pobreza en grandes sectores de la población, la constante “minoría de edad” de las mujeres y la hipocresía sexual. También telón de fondo del drama de la Primera Guerra Mundial, llamada La Gran Guerra.

La Edad de Oro de la seguridad. Lo resalto porque después del coronavid-19, ya en el mundo de mañana, será fundamental promover la seguridad sobre la base de las pensiones y la cobertura sanitaria, evitando las lacras de la pobreza masiva, la discriminación y la hipocresía sexual. En una palabra Justicia Social. ¿De cuál mañana? Se dice y con razón de sobra que toda postguerra es peor que la guerra, lo que es aplicable al postcoronavid-19. ¿Pero a partir de cuándo será éste? Lo evidente es que México ha demostrado grandes lagunas en las pensiones y en la cobertura sanitaria, lo que se atribuye al despilfarro criminal de regímenes políticos anteriores. Sin embargo el aviso es contundente: hay que estar preparados ante toda posible situación por más imposible que pueda parecernos. O sea, prever.

En el mundo caótico y acelerado en que vivimos y convivimos -algunos confunden la aceleración con el progreso- el futuro tiene un toque de incertidumbre, aunque lo incierto suela contener mucho de certidumbre. La crisis económica que ya estamos viviendo y que será peor en el inmediato futuro se puede paliar, a mi juicio, si la afrontamos con entereza moral, es decir, sin crisis moral; ya que ésta se alimenta de miedo, desconfianza, inseguridad moral y espiritual. Y no hay que confundir, pues el verdadero palio somos nosotros mismos. Transcribo aquí unas palabras más que elocuentes del eminente abogado Nelson Mandela, pronunciadas en su discurso de toma de posesión como Presidente de Sudáfrica: “Nuestro más profundo temor no es ser incapaces. Nuestro más profundo temor es que somos ilimitadamente poderosos. Es nuestra luz, no nuestra obscuridad, lo que más nos atemoriza”.

Nuestro poder y muestra luz deben ser recuperados en el mundo de mañana, postcoronavid-19. Debemos recuperar la seguridad en su más amplia extensión, en todos sentidos. Ese es el gran reto social, político, jurídico, moral y espiritual que nos aguarda. Es y será la Edad de Oro del que muchos llaman desastre, ignorando que los problemas llegan para resolverse al estilo Mandela y no para dejarse llevar por su corriente.


RaulCarranca

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