/ domingo 31 de marzo de 2024

El sometimiento popular al líder (VI)

En 1921 Sigmund Freud publica “Psicología de las masas y análisis del Yo”, en la que disecciona la modificación psíquica que, a su ver, se produjo en el ser humano desde tiempos remotos al pasar de la psicología colectiva a la individual, más por sugestión como fenómeno primario irreductible que por intimidación. Sugestión que nace de la exaltación de la emotividad entre los miembros de la masa desde la imitación y de lo que llama el “contagio de los afectos”: obsesión creciente que cunde, cancelando toda crítica, conforme más personas comparten el mismo afecto, al grado que entre más elementales son las emociones más se propagan éstas, sometiendo así al individuo a la “sugestión” de la masa, ante la que aquél cede aún en aquello que en condiciones ordinarias jamás lo habría hecho. Por algo Mc Doughall dirá -cita Freud- que las inteligencias inferiores en estos casos “atraen a su propio nivel a las superiores”, al tiempo que la idea de responsabilidad se ve disminuida y las inhibiciones propias quedan suprimidas.

\u0009Pero no todas las masas son iguales. Freud, como Le Bon y Tarde, cree también que hay muchos tipos de masas: efímeras y duraderas, homogéneas y heterogéneas, naturales y artificiales, primitivas y diferenciadas, masas sin “directores” y masas que “los poseen”, pero hay dos en particular que son reveladoras: las del ejército y la iglesia. Masas en las que se establecen lazos de amor, libidinosos, que las interpenetran. Qué más ejemplo de ello que los lazos amorosos entre fieles y los de crueldad e intolerancia hacia los que no lo son (como sucede con el radicalismo islámico). De ahí que cuando la estructura “libidinosa” de la masa se resquebraja, la multitud entra en pánico y se disgrega; al jefe ya no se le obedece y cada individuo tiene que ver por sí: finiquitado el “amor”, surge un “miedo colectivo” que crece por inducción (contagio) e inicia la desbandada.

¿Por qué surgen dichos lazos si toda aproximación de un hombre con otro provoca aversión y repulsión? Porque en la masa hay un enlace de “identificación” que comparte la comunidad afectiva basado en su común vínculo con el caudillo: “proyección simpática” o “Einfühlung”. Identificación que en el enamoramiento transfiere al Yo en el objeto amado como ideal del Yo. La diferencia entre identificación y enamoramiento (fascinación y servidumbre amorosa) es que en la primera el Yo se enriquece con las cualidades del individuo y en el enamoramiento su Yo -según el criterio freudiano- se empobrece al “darse” al objeto de su deseo. Traslocación que hace equivalente al enamoramiento con la hipnosis, en la que el hipnotizado rinde a su hipnotizador sumisión, docilidad y ausencia de crítica, tal y como lo hace el enamorado con el objeto de su amor y toda masa con su líder, desde el momento en que hipnotizador, ser amado y líder ocupan ahora el lugar del Yo.

Nada existe pues fuera de estas “formaciones colectivas” si no un “abandono amoroso total”, en el que la aparente ausencia de tendencias sexuales directas e inmediatas promueve que los lazos entre los miembros de la masa sean más duraderos. ¿Cómo definir entonces a la masa? Como una reunión de individuos que reemplazaron su ideal del Yo por un mismo objeto compartido, detonando así entre ellos una general y recíproca identificación del Yo ante la que se gesta una falta de independencia e iniciativa, así como una tendencia a transgredir todo límite al manifestar los afectos que se materializan en actos.

Regresión coincidente con los rasgos lebonianos de la masa que conduce a despertar la fase de la niñez de sus miembros: aquélla del instinto infantil primario de angustia ante la soledad al que W. Trotter calificó como el instinto gregario. Gregarismo que Freud concibe a partir del hombre como “animal de horda” que es conducido por un jefe: individuo dotado de poder extraordinario que logra dominar a la masa, la cual revive en sí los tiempos hordaicos primigenios, del clan y de la familia primitivos, en los que el líder dominaba a todos (como el hipnotizador) mediante una fuerza misteriosa (fuente del tabú ancestral) que emanaba lo mismo de su mirada, un objeto brillante o un ruido monótono, haciendo del padre primitivo el ideal de la masa que domina al individuo al grado de substituirse en su ideal del Yo.

Así, cuando el individuo renuncia a su ideal del Yo, trocándolo por el ideal de la masa encarnado en el líder, éste debe encarnar las cualidades típicas de ella. Sólo así la masa freudiana podrá erigirse poseedora de una estructura libidinosa fincada en la diferencia entre el Yo y el ideal del Yo y en la doble naturaleza del lazo: substitución e identificación del Yo por un objeto exterior que es el propio líder.

Sin embargo, es el inicio del despertar contemporáneo de las masas que comienza a cimbrar al mundo como preconizó Le Bon. En noviembre de 1921, Antonio Gramsci escribe “El Partido y la masa” y declara: “las grandes masas no existen sino encuadradas en los partidos políticos” y es imperiosa necesidad estratégica de todo líder tomar la conciencia de las masas populares. (Continuará)



bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


En 1921 Sigmund Freud publica “Psicología de las masas y análisis del Yo”, en la que disecciona la modificación psíquica que, a su ver, se produjo en el ser humano desde tiempos remotos al pasar de la psicología colectiva a la individual, más por sugestión como fenómeno primario irreductible que por intimidación. Sugestión que nace de la exaltación de la emotividad entre los miembros de la masa desde la imitación y de lo que llama el “contagio de los afectos”: obsesión creciente que cunde, cancelando toda crítica, conforme más personas comparten el mismo afecto, al grado que entre más elementales son las emociones más se propagan éstas, sometiendo así al individuo a la “sugestión” de la masa, ante la que aquél cede aún en aquello que en condiciones ordinarias jamás lo habría hecho. Por algo Mc Doughall dirá -cita Freud- que las inteligencias inferiores en estos casos “atraen a su propio nivel a las superiores”, al tiempo que la idea de responsabilidad se ve disminuida y las inhibiciones propias quedan suprimidas.

\u0009Pero no todas las masas son iguales. Freud, como Le Bon y Tarde, cree también que hay muchos tipos de masas: efímeras y duraderas, homogéneas y heterogéneas, naturales y artificiales, primitivas y diferenciadas, masas sin “directores” y masas que “los poseen”, pero hay dos en particular que son reveladoras: las del ejército y la iglesia. Masas en las que se establecen lazos de amor, libidinosos, que las interpenetran. Qué más ejemplo de ello que los lazos amorosos entre fieles y los de crueldad e intolerancia hacia los que no lo son (como sucede con el radicalismo islámico). De ahí que cuando la estructura “libidinosa” de la masa se resquebraja, la multitud entra en pánico y se disgrega; al jefe ya no se le obedece y cada individuo tiene que ver por sí: finiquitado el “amor”, surge un “miedo colectivo” que crece por inducción (contagio) e inicia la desbandada.

¿Por qué surgen dichos lazos si toda aproximación de un hombre con otro provoca aversión y repulsión? Porque en la masa hay un enlace de “identificación” que comparte la comunidad afectiva basado en su común vínculo con el caudillo: “proyección simpática” o “Einfühlung”. Identificación que en el enamoramiento transfiere al Yo en el objeto amado como ideal del Yo. La diferencia entre identificación y enamoramiento (fascinación y servidumbre amorosa) es que en la primera el Yo se enriquece con las cualidades del individuo y en el enamoramiento su Yo -según el criterio freudiano- se empobrece al “darse” al objeto de su deseo. Traslocación que hace equivalente al enamoramiento con la hipnosis, en la que el hipnotizado rinde a su hipnotizador sumisión, docilidad y ausencia de crítica, tal y como lo hace el enamorado con el objeto de su amor y toda masa con su líder, desde el momento en que hipnotizador, ser amado y líder ocupan ahora el lugar del Yo.

Nada existe pues fuera de estas “formaciones colectivas” si no un “abandono amoroso total”, en el que la aparente ausencia de tendencias sexuales directas e inmediatas promueve que los lazos entre los miembros de la masa sean más duraderos. ¿Cómo definir entonces a la masa? Como una reunión de individuos que reemplazaron su ideal del Yo por un mismo objeto compartido, detonando así entre ellos una general y recíproca identificación del Yo ante la que se gesta una falta de independencia e iniciativa, así como una tendencia a transgredir todo límite al manifestar los afectos que se materializan en actos.

Regresión coincidente con los rasgos lebonianos de la masa que conduce a despertar la fase de la niñez de sus miembros: aquélla del instinto infantil primario de angustia ante la soledad al que W. Trotter calificó como el instinto gregario. Gregarismo que Freud concibe a partir del hombre como “animal de horda” que es conducido por un jefe: individuo dotado de poder extraordinario que logra dominar a la masa, la cual revive en sí los tiempos hordaicos primigenios, del clan y de la familia primitivos, en los que el líder dominaba a todos (como el hipnotizador) mediante una fuerza misteriosa (fuente del tabú ancestral) que emanaba lo mismo de su mirada, un objeto brillante o un ruido monótono, haciendo del padre primitivo el ideal de la masa que domina al individuo al grado de substituirse en su ideal del Yo.

Así, cuando el individuo renuncia a su ideal del Yo, trocándolo por el ideal de la masa encarnado en el líder, éste debe encarnar las cualidades típicas de ella. Sólo así la masa freudiana podrá erigirse poseedora de una estructura libidinosa fincada en la diferencia entre el Yo y el ideal del Yo y en la doble naturaleza del lazo: substitución e identificación del Yo por un objeto exterior que es el propio líder.

Sin embargo, es el inicio del despertar contemporáneo de las masas que comienza a cimbrar al mundo como preconizó Le Bon. En noviembre de 1921, Antonio Gramsci escribe “El Partido y la masa” y declara: “las grandes masas no existen sino encuadradas en los partidos políticos” y es imperiosa necesidad estratégica de todo líder tomar la conciencia de las masas populares. (Continuará)



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