/ domingo 26 de mayo de 2024

Entre piernas y telones / “La persona deprimida”

Hay encuentros que son ineludibles. Éste es uno de ellos; he aquí los caminos que se entrecruzaron:

Uno. Hace cerca de tres lustros conocí a Daniel Veronese cuando vino a México, invitado por Morris Gilbert, para dirigir la obra “Gorda”. Una puesta en escena maravillosa.

Dos. Cada miércoles en su noticiero radiofónico Denisse Maerker tiene una sección dedicada a recomendaciones de libros y ahí escuché hablar de David Foster Wallace, a quien confieso no había leído.

Tres. En el 2021 se estrenó la obra “La persona deprimida”, y de manera inexplicable no había tenido oportunidad de verla, pese a las muchas recomendaciones que había recibido, además del premio Metro a la mejor actriz de ese año para su protagonista, Carolina Politi.

Cuatro. La publirrelacionista Elena Mendoza me invitó al reestreno de esta obra, y pese a que tenía ya otro compromiso, maniobré para poder estar en el foro La gruta y ahora sí conocer este tan prestigiado montaje.

Resultado. Una de las mejores experiencias teatrales que he vivido en mucho tiempo. Explico los porqués. La historia original es de Foster Wallace, uno de los autores norteamericanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, que vivió en carne propia la terrible enfermedad de la depresión, a grado tal que su vida terminó en suicidio.

La trama es aparentemente simple: una “conferencista” dicta una ponencia sobre la depresión y para explicar sus conceptos cuenta la vida de “la persona deprimida”. La versión teatral, así como la dirección escénica, son de Veronese, y honestamente que gran, gran, gran trabajo.

No lo he conseguido aún, pero ya ando buscando el texto original de Foster Wallace, para conocerlo y ver, también, qué tanto de lo que hay en escena es suyo y qué tanto de Veronese. Eso nada más por malsana curiosidad, porque a final de cuentas lo que recibimos como espectadores nos llega en paquete.

Y ese gran paquete incluye además del brillante texto una puesta en escena muy “sencilla”, pero cuidada en cada detalle, sutiles pero efectivos, impactantes y potentes, que por cierto son resultado también del talento y trabajo de Gonzalo Martínez, como asistente de dirección.

Desde la penumbra del fondo de La gruta, aparece la protagonista, camina hasta el centro del escenario y ahí explica que va a ofrecer esa conferencia sobre “La persona deprimida”.

El área de butacas sigue iluminada. El público es parte de esa conferencia; la acción dramática avanza y 10 o 15 minutos después la luz sobre los espectadores comienza a bajar paulatinamente hasta desaparecer. Todos estamos metidos ya al 200% en la trama; tan es así que las tímidas risas iniciales se vuelven carcajadas plenas ante lo irracional de las situaciones que cuenta la conferencista sobre “La persona deprimida”.

Una silla al fondo, que sólo hacia el final de la historia es utilizada; una taza de té, que llega por conducto de una temblorosa asistente, un vestido negro completan el entorno en el que Carolina Politi sienta sus reales y demuestra que premios, elogios, ovaciones, y recomendaciones son más que justificados.

De verdad: ¡qué gran trabajo actoral! Cada gesto, cada movimiento de sus manos que hablan y hasta gritan en los momentos terribles que cuenta, son cuidados, planeados, ensayados, y al mismo tiempo reales y efectivos.

Hay encuentros que son ineludibles, algunas veces buenos, otras no tanto, y algunos de plano malos. Para mi fortuna éste se encuentra entre los primeros.

Foster Wallace, Veronese, Politi, un trío de artistas enormes, brillantes, que hacen magia y entregan al público una puesta en escena que divierte, enternece, aterra, conmueve, provoca, divierte, alerta… todas esas reacciones que logra el buen teatro.

“La persona deprimida” se presenta miércoles y jueves a las 20 horas, hasta el 20 de junio en La gruta, del Centro Cultural Helénico.


Hay encuentros que son ineludibles. Éste es uno de ellos; he aquí los caminos que se entrecruzaron:

Uno. Hace cerca de tres lustros conocí a Daniel Veronese cuando vino a México, invitado por Morris Gilbert, para dirigir la obra “Gorda”. Una puesta en escena maravillosa.

Dos. Cada miércoles en su noticiero radiofónico Denisse Maerker tiene una sección dedicada a recomendaciones de libros y ahí escuché hablar de David Foster Wallace, a quien confieso no había leído.

Tres. En el 2021 se estrenó la obra “La persona deprimida”, y de manera inexplicable no había tenido oportunidad de verla, pese a las muchas recomendaciones que había recibido, además del premio Metro a la mejor actriz de ese año para su protagonista, Carolina Politi.

Cuatro. La publirrelacionista Elena Mendoza me invitó al reestreno de esta obra, y pese a que tenía ya otro compromiso, maniobré para poder estar en el foro La gruta y ahora sí conocer este tan prestigiado montaje.

Resultado. Una de las mejores experiencias teatrales que he vivido en mucho tiempo. Explico los porqués. La historia original es de Foster Wallace, uno de los autores norteamericanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, que vivió en carne propia la terrible enfermedad de la depresión, a grado tal que su vida terminó en suicidio.

La trama es aparentemente simple: una “conferencista” dicta una ponencia sobre la depresión y para explicar sus conceptos cuenta la vida de “la persona deprimida”. La versión teatral, así como la dirección escénica, son de Veronese, y honestamente que gran, gran, gran trabajo.

No lo he conseguido aún, pero ya ando buscando el texto original de Foster Wallace, para conocerlo y ver, también, qué tanto de lo que hay en escena es suyo y qué tanto de Veronese. Eso nada más por malsana curiosidad, porque a final de cuentas lo que recibimos como espectadores nos llega en paquete.

Y ese gran paquete incluye además del brillante texto una puesta en escena muy “sencilla”, pero cuidada en cada detalle, sutiles pero efectivos, impactantes y potentes, que por cierto son resultado también del talento y trabajo de Gonzalo Martínez, como asistente de dirección.

Desde la penumbra del fondo de La gruta, aparece la protagonista, camina hasta el centro del escenario y ahí explica que va a ofrecer esa conferencia sobre “La persona deprimida”.

El área de butacas sigue iluminada. El público es parte de esa conferencia; la acción dramática avanza y 10 o 15 minutos después la luz sobre los espectadores comienza a bajar paulatinamente hasta desaparecer. Todos estamos metidos ya al 200% en la trama; tan es así que las tímidas risas iniciales se vuelven carcajadas plenas ante lo irracional de las situaciones que cuenta la conferencista sobre “La persona deprimida”.

Una silla al fondo, que sólo hacia el final de la historia es utilizada; una taza de té, que llega por conducto de una temblorosa asistente, un vestido negro completan el entorno en el que Carolina Politi sienta sus reales y demuestra que premios, elogios, ovaciones, y recomendaciones son más que justificados.

De verdad: ¡qué gran trabajo actoral! Cada gesto, cada movimiento de sus manos que hablan y hasta gritan en los momentos terribles que cuenta, son cuidados, planeados, ensayados, y al mismo tiempo reales y efectivos.

Hay encuentros que son ineludibles, algunas veces buenos, otras no tanto, y algunos de plano malos. Para mi fortuna éste se encuentra entre los primeros.

Foster Wallace, Veronese, Politi, un trío de artistas enormes, brillantes, que hacen magia y entregan al público una puesta en escena que divierte, enternece, aterra, conmueve, provoca, divierte, alerta… todas esas reacciones que logra el buen teatro.

“La persona deprimida” se presenta miércoles y jueves a las 20 horas, hasta el 20 de junio en La gruta, del Centro Cultural Helénico.