/ domingo 20 de marzo de 2022

Entre piernas y telones | Siete veces adiós

A Daniela, con todo el amor de su tío



A él lo conocí hace 18 años; a ella dos años después. Hoy, los vuelvo a disfrutar juntos; él como autor y director y ella como protagonista.

Él es Alan Estrada; ella, Fernanda Castillo, quienes ahora vuelven a unir sus talentos en el musical Siete veces adiós, en el que Él es responsable de la idea original, la dirección de escena, así como del libreto (en colaboración con Salvador Suárez), y de la música y las letras (de la mano de Jannette Chao y Vince Miranda); y Ella es la protagonista.

Ella y Él, sí, pues ésta es una historia de pareja.

Como bien dice su publicidad, éste es “un musical hecho con el corazón”, y aunque ahí mismo agrega que se trata de un corazón roto, yo diría que también es un corazón, de hecho muchos corazones vivos, fuertes, apasionados, entregados, talentosos, constructivos, y muchos calificativos más que cada espectador deberá descubrir…

Esta es una historia de amor, abajo y arriba del escenario. Alan Estrada la concibió hace años y fue sumando amigos cercanos para construirla, para incubarla y esta semana ha sucedido el parto.

El nacimiento ha sido más que afortunado. Las opiniones son unánimes: se trata de una puesta en escena entrañable, que cuenta la relación y ruptura de una joven pareja, que como atinadamente lo dice el narrador: bien pueden ser dos Él, o dos Ellas, o dos Elles. El amor se da en todos los ámbitos.

Siete veces adiós tiene una estructura diferente a los musicales clásicos. Las escenas suceden sobre una plataforma giratoria central (que recuerda la skene griega, en la que ocurrían los agones –de ahí lo de protagonistas—que tenían también siempre un máximo de tres personajes, como aquí); y alrededor se interpretan los números musicales, a manera también de los stasimos del coro griego, que actuaba como consciencia, vox populi, reflexión autoral, como en este montaje.

El equipo creativo lo completan Jorge Ballina (escenografía), Félix Arroyo (iluminación), Luis Roberto Orozco (vestuario), y Kaori Hayakawa (production stage manager), y hacen un trabajo redondo, que cautiva al público con momentos conmovedores.

Y todo esto al servicio de un elenco más que solvente. Primero Fernanda Castillo, quien desde Hoy no me puedo levantar, aquella puesta en escena que la lanzó a la fama, ha venido hilvanando estupendos trabajos, con su consecuente éxito.

Hoy Fer es una actriz madura, sólida, genial cabeza de compañía y se nota.

Junta a ella está Gustavo Egelhaaf, a quien también conozco hace casi una década, desde aquel genial montaje de Locos por el té. Igualmente él es ahora un actor muy solvente, que hace aquí un brillante trabajo.

Y completa el trío actoral César Enríquez, quien como siempre en cada actuación que le he visto desde hace un largo ayer, conquista, envuelve, seduce al público.

Y qué decir de los maravillosos cantantes Diego Medel, Mónica Campos, Esván Lemus y Elba Messa. ¡Bravo, bravo, bravo! ¡Qué voces!

Siete veces adiós es un sueño hecho realidad. Felicidades a cada uno de los que han contribuido a que así suceda.

A Daniela, con todo el amor de su tío



A él lo conocí hace 18 años; a ella dos años después. Hoy, los vuelvo a disfrutar juntos; él como autor y director y ella como protagonista.

Él es Alan Estrada; ella, Fernanda Castillo, quienes ahora vuelven a unir sus talentos en el musical Siete veces adiós, en el que Él es responsable de la idea original, la dirección de escena, así como del libreto (en colaboración con Salvador Suárez), y de la música y las letras (de la mano de Jannette Chao y Vince Miranda); y Ella es la protagonista.

Ella y Él, sí, pues ésta es una historia de pareja.

Como bien dice su publicidad, éste es “un musical hecho con el corazón”, y aunque ahí mismo agrega que se trata de un corazón roto, yo diría que también es un corazón, de hecho muchos corazones vivos, fuertes, apasionados, entregados, talentosos, constructivos, y muchos calificativos más que cada espectador deberá descubrir…

Esta es una historia de amor, abajo y arriba del escenario. Alan Estrada la concibió hace años y fue sumando amigos cercanos para construirla, para incubarla y esta semana ha sucedido el parto.

El nacimiento ha sido más que afortunado. Las opiniones son unánimes: se trata de una puesta en escena entrañable, que cuenta la relación y ruptura de una joven pareja, que como atinadamente lo dice el narrador: bien pueden ser dos Él, o dos Ellas, o dos Elles. El amor se da en todos los ámbitos.

Siete veces adiós tiene una estructura diferente a los musicales clásicos. Las escenas suceden sobre una plataforma giratoria central (que recuerda la skene griega, en la que ocurrían los agones –de ahí lo de protagonistas—que tenían también siempre un máximo de tres personajes, como aquí); y alrededor se interpretan los números musicales, a manera también de los stasimos del coro griego, que actuaba como consciencia, vox populi, reflexión autoral, como en este montaje.

El equipo creativo lo completan Jorge Ballina (escenografía), Félix Arroyo (iluminación), Luis Roberto Orozco (vestuario), y Kaori Hayakawa (production stage manager), y hacen un trabajo redondo, que cautiva al público con momentos conmovedores.

Y todo esto al servicio de un elenco más que solvente. Primero Fernanda Castillo, quien desde Hoy no me puedo levantar, aquella puesta en escena que la lanzó a la fama, ha venido hilvanando estupendos trabajos, con su consecuente éxito.

Hoy Fer es una actriz madura, sólida, genial cabeza de compañía y se nota.

Junta a ella está Gustavo Egelhaaf, a quien también conozco hace casi una década, desde aquel genial montaje de Locos por el té. Igualmente él es ahora un actor muy solvente, que hace aquí un brillante trabajo.

Y completa el trío actoral César Enríquez, quien como siempre en cada actuación que le he visto desde hace un largo ayer, conquista, envuelve, seduce al público.

Y qué decir de los maravillosos cantantes Diego Medel, Mónica Campos, Esván Lemus y Elba Messa. ¡Bravo, bravo, bravo! ¡Qué voces!

Siete veces adiós es un sueño hecho realidad. Felicidades a cada uno de los que han contribuido a que así suceda.