/ lunes 21 de junio de 2021

Frenar a China, ¿la nueva prioridad global?

En América Latina hemos vivido días complejos que han mantenido nuestra atención centrada en nuestro entorno inmediato. Las manifestaciones sociales y los problemas sistémicos que las impulsan, las elecciones y la larga lucha por conseguir más vacunas para la población, son problemáticas que se suman al ya complicado día a día. Mientras tanto, los países con mayor influencia están retomando su agenda global y mostrando hacia donde dirigirán sus esfuerzos conjuntos.

Nos referimos a las recientes cumbres del G7 y de la OTAN, mientras que la primera reúne a las economías más fuertes, la segunda es de corte militar y data de 1949. En ambas participan Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e Italia; es decir que 6 de 7 países del G7, también participan en la elaboración de la lista de retos a la seguridad global. China no participa en ninguna de las dos y éste es el punto que vale la pena analizar.

Además de los compromisos clásicos como trabajar en conjunto para reducir la huella de carbono, el G7 acordó prevenir futuras pandemias y donar mil millones de vacunas, lo cual es significativo para países como India (que fue invitado junto con Sudáfrica, la Unión Europea y Corea del Sur), que han vivido un agresivo segundo brote a causa de la variante “Delta” pero no parece suficiente para cubrir el objetivo de “sumar esfuerzos para vencer al virus”.

También, se anunció el plan Build Back Better World (B3W), para apoyar a países de ingresos medios y bajos, a construir infraestructura. Es decir, como una alternativa a la Nueva Ruta de la Seda de China, que ha sido criticada por usar “la diplomacia de la deuda” y hacer préstamos altos a países que claramente no están en posibilidad de pagar pero que resultan estratégicos logísticamente o que cuentan con reservas interesantes de tierras raras y otros recursos.

Mientras que la OTAN dijo claramente “tenemos que hablar con China” para el control de armas, el cambio climático, las telecomunicaciones y el avance en su carrera espacial. Estos dos últimos temas son clave porque muestran el avance del gigante asiático, con una mano Huawei ha invertido fuertemente en infraestructura 5G y con la otra, lanzó con éxito una misión tripulada para probar el funcionamiento de los sistemas de su estación espacial.

En términos más claros, los 29 países que conforman la Organización de Tratado del Atlántico Norte ha puesto a China en la lista de sus principales amenazas, al hacer hincapié en el “desafío sistémico” que representa. Desde luego, han sido cuidadosos con las palabras y no le han llamado abiertamente “rival” ni “enemigo” pero han subrayado su modernización militar, que incluye arsenal nuclear y han sido enfáticos en que “coopera militarmente con Rusia”, la amenaza histórica de la OTAN y motivo por el que surgió esta alianza, cuando aún conformaba la Unión Soviética.

Cabe aclarar que las acusaciones contra China (y también Rusia) cobran fuerza porque sus contrincantes siempre podrán usar la carta de la democracia, al acusarla con razón de no tener un gobierno comprometido con la transparencia, la libertad de expresión, los Derechos Humanos y que no se suman a los compromisos internacionales en materia ambiental. Esto también es cierto y, después de una pandemia global que apunta a su territorio, será un argumento con más fuerza.

Finalmente, hay que mencionar que el sello Biden se hizo notar en ambas reuniones: en el G7 se acordó hacer que las empresas multinacionales paguen impuestos en donde generen las ganancias, propuesta que ya había hecho pública antes; mientras que la OTAN es un nuevo frente para tratar de controlar a China en temas de seguridad cibernética y desarrollo de tecnologías disruptivas. Es el anunció más claro de que buscan retomar la influencia de EEUU en la agenda global.

En América Latina hemos vivido días complejos que han mantenido nuestra atención centrada en nuestro entorno inmediato. Las manifestaciones sociales y los problemas sistémicos que las impulsan, las elecciones y la larga lucha por conseguir más vacunas para la población, son problemáticas que se suman al ya complicado día a día. Mientras tanto, los países con mayor influencia están retomando su agenda global y mostrando hacia donde dirigirán sus esfuerzos conjuntos.

Nos referimos a las recientes cumbres del G7 y de la OTAN, mientras que la primera reúne a las economías más fuertes, la segunda es de corte militar y data de 1949. En ambas participan Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido e Italia; es decir que 6 de 7 países del G7, también participan en la elaboración de la lista de retos a la seguridad global. China no participa en ninguna de las dos y éste es el punto que vale la pena analizar.

Además de los compromisos clásicos como trabajar en conjunto para reducir la huella de carbono, el G7 acordó prevenir futuras pandemias y donar mil millones de vacunas, lo cual es significativo para países como India (que fue invitado junto con Sudáfrica, la Unión Europea y Corea del Sur), que han vivido un agresivo segundo brote a causa de la variante “Delta” pero no parece suficiente para cubrir el objetivo de “sumar esfuerzos para vencer al virus”.

También, se anunció el plan Build Back Better World (B3W), para apoyar a países de ingresos medios y bajos, a construir infraestructura. Es decir, como una alternativa a la Nueva Ruta de la Seda de China, que ha sido criticada por usar “la diplomacia de la deuda” y hacer préstamos altos a países que claramente no están en posibilidad de pagar pero que resultan estratégicos logísticamente o que cuentan con reservas interesantes de tierras raras y otros recursos.

Mientras que la OTAN dijo claramente “tenemos que hablar con China” para el control de armas, el cambio climático, las telecomunicaciones y el avance en su carrera espacial. Estos dos últimos temas son clave porque muestran el avance del gigante asiático, con una mano Huawei ha invertido fuertemente en infraestructura 5G y con la otra, lanzó con éxito una misión tripulada para probar el funcionamiento de los sistemas de su estación espacial.

En términos más claros, los 29 países que conforman la Organización de Tratado del Atlántico Norte ha puesto a China en la lista de sus principales amenazas, al hacer hincapié en el “desafío sistémico” que representa. Desde luego, han sido cuidadosos con las palabras y no le han llamado abiertamente “rival” ni “enemigo” pero han subrayado su modernización militar, que incluye arsenal nuclear y han sido enfáticos en que “coopera militarmente con Rusia”, la amenaza histórica de la OTAN y motivo por el que surgió esta alianza, cuando aún conformaba la Unión Soviética.

Cabe aclarar que las acusaciones contra China (y también Rusia) cobran fuerza porque sus contrincantes siempre podrán usar la carta de la democracia, al acusarla con razón de no tener un gobierno comprometido con la transparencia, la libertad de expresión, los Derechos Humanos y que no se suman a los compromisos internacionales en materia ambiental. Esto también es cierto y, después de una pandemia global que apunta a su territorio, será un argumento con más fuerza.

Finalmente, hay que mencionar que el sello Biden se hizo notar en ambas reuniones: en el G7 se acordó hacer que las empresas multinacionales paguen impuestos en donde generen las ganancias, propuesta que ya había hecho pública antes; mientras que la OTAN es un nuevo frente para tratar de controlar a China en temas de seguridad cibernética y desarrollo de tecnologías disruptivas. Es el anunció más claro de que buscan retomar la influencia de EEUU en la agenda global.