/ jueves 18 de abril de 2019

Fuera de agenda | El “difuso enemigo” de la Guardia Nacional

La voz y experiencia en el mando de tropas de cuatro generales, un almirantes y dos vicealmirantes, fueron la base sobre la que en el general Luis Rodríguez Bucio, construyó su tesis de doctorado por el Centro de Estudios Superiores Navales, que versó sobre el papel de las fuerzas armadas en la estrategia contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). La otra parte la tomó de su experiencia operativa al haber sido en los años más álgidos de la descomposición del país entre 2004 y 2010, subjefe del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN) y después jefe del Grupo de Análisis e Información del Narcotráfico (GAIN), ambos en el Estado Mayor de la Defensa Nacional.

Cuando en el verano del 2013 el general Rodríguez Bucio comenzó su doctorado en Defensa y Seguridad Nacional, ya tenía experiencia de alto nivel en el manejo de operaciones militares en escenarios distintos.

En el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), como coordinador de grupos interinstitucionales en trabajo de campo por el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), reunió la suficiente información de inteligencia que le sirvió para su tesis de maestría sobre la “Capacidad de los grupos armados y su efecto en la seguridad nacional”.

En el año 2010 cuando estuvo en la Guarnición Militar de Cancún, la inteligencia cubana tenía una base operativa desde el consulado de esta ciudad que se mantenía al tanto de todo lo que ocurría en la península de Yucatán.

En ese entonces busqué una entrevista con el ya general brigadier para hablar del tema, cosa que nunca se concretó. En ese entonces los cubanos tenían infiltradas a las principales dependencias municipales y estatales, conocían lo que sucedía al interior de algunas federales como el Instituto Nacional de Migración. Vía médicos cirujanos, maestros, músicos y la esposa de un ex alcalde hija de un teniente coronel retirado del ejercito cubano, los hombres del G-2 cubano mantenían monitoreada esta zona del país la cual consideran “frontera” al ser una zona de enlace vía marítima con la isla.

Rodríguez Bucio tuvo su última encomienda operativa entre 2011 y 2013 en Nuevo León, cuando estuvo al frente de la coordinación de operaciones contra el narcotráfico en la cuarta región militar que abarca los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí y territorio neolonés. De las bandas paramilitares que se apoderaron de buena parte de esta área del país, a los grupos de poder político empresarial que rodean el negocio del lavado de activos de las organizaciones de Sinaloa, Durango y Tamaulipas, hay muy pocos militares de alta graduación que conozcan el tema a fondo como el general Rodríguez Bucio. Pero la tarea no solo será de él y su equipo cercano. Si se aprueba en los términos en que está planteada la ley orgánica de la Guardia Nacional, tendría amplias facultades de operación que le darían margen para poder utilizar cualquier tipo de herramientas, medios e instrumentos para la generación de inteligencia preventiva. El rostro del enemigo de la Guardia Nacional se difumina en poderes “fácticos” que sostienen a las bandas criminales que controlan zonas del país detrás personajes ligados a la política.

La voz y experiencia en el mando de tropas de cuatro generales, un almirantes y dos vicealmirantes, fueron la base sobre la que en el general Luis Rodríguez Bucio, construyó su tesis de doctorado por el Centro de Estudios Superiores Navales, que versó sobre el papel de las fuerzas armadas en la estrategia contra el narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). La otra parte la tomó de su experiencia operativa al haber sido en los años más álgidos de la descomposición del país entre 2004 y 2010, subjefe del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN) y después jefe del Grupo de Análisis e Información del Narcotráfico (GAIN), ambos en el Estado Mayor de la Defensa Nacional.

Cuando en el verano del 2013 el general Rodríguez Bucio comenzó su doctorado en Defensa y Seguridad Nacional, ya tenía experiencia de alto nivel en el manejo de operaciones militares en escenarios distintos.

En el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), como coordinador de grupos interinstitucionales en trabajo de campo por el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), reunió la suficiente información de inteligencia que le sirvió para su tesis de maestría sobre la “Capacidad de los grupos armados y su efecto en la seguridad nacional”.

En el año 2010 cuando estuvo en la Guarnición Militar de Cancún, la inteligencia cubana tenía una base operativa desde el consulado de esta ciudad que se mantenía al tanto de todo lo que ocurría en la península de Yucatán.

En ese entonces busqué una entrevista con el ya general brigadier para hablar del tema, cosa que nunca se concretó. En ese entonces los cubanos tenían infiltradas a las principales dependencias municipales y estatales, conocían lo que sucedía al interior de algunas federales como el Instituto Nacional de Migración. Vía médicos cirujanos, maestros, músicos y la esposa de un ex alcalde hija de un teniente coronel retirado del ejercito cubano, los hombres del G-2 cubano mantenían monitoreada esta zona del país la cual consideran “frontera” al ser una zona de enlace vía marítima con la isla.

Rodríguez Bucio tuvo su última encomienda operativa entre 2011 y 2013 en Nuevo León, cuando estuvo al frente de la coordinación de operaciones contra el narcotráfico en la cuarta región militar que abarca los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí y territorio neolonés. De las bandas paramilitares que se apoderaron de buena parte de esta área del país, a los grupos de poder político empresarial que rodean el negocio del lavado de activos de las organizaciones de Sinaloa, Durango y Tamaulipas, hay muy pocos militares de alta graduación que conozcan el tema a fondo como el general Rodríguez Bucio. Pero la tarea no solo será de él y su equipo cercano. Si se aprueba en los términos en que está planteada la ley orgánica de la Guardia Nacional, tendría amplias facultades de operación que le darían margen para poder utilizar cualquier tipo de herramientas, medios e instrumentos para la generación de inteligencia preventiva. El rostro del enemigo de la Guardia Nacional se difumina en poderes “fácticos” que sostienen a las bandas criminales que controlan zonas del país detrás personajes ligados a la política.