/ jueves 6 de junio de 2019

Fuera de Agenda | Vaivenes e inestabilidad

En diciembre pasado con el cambio del alto mando en las fuerzas armadas del país, en Washington también se fue uno de los interlocutores privilegiados del almirantazgo y el generalato mexicano. Con la renuncia del general retirado John Kelly, entonces jefe de gabinete de la Casa Blanca y antes titular de seguridad nacional, la interlocución al mas alto nivel entró en un impase.

Seis meses después los vaivenes en el gabinete de Donald Trump no han permitido entablar canales de comunicación fluidos como los que en algún momento se tuvieron con el equipo del general Kelly. Tras la renuncia como secretaria de seguridad nacional hace dos meses de Kirstjen Nielsen, el rostro de la línea dura en política migratoria, y la llegada como interino de Kevin McAleenan, ex titular de aduanas y protección fronteriza, la comunicación se estancó reduciéndose solo canales y formalismos diplomáticos.

Tampoco es que a los funcionarios del gabinete de seguridad nacional en México les haya preocupado mucho tender puentes de comunicación. Con la tormenta en la relación bilateral desatada por la amenaza de imposición de aranceles a las exportaciones hacia el norte, en víspera de que Trump anuncie su lanzamiento en búsqueda de la reelección, se extraña en la cúpula de las fuerzas armadas al interlocutor que hacía de la ponderación y el temple su sello en el trato. Sin John Kelly, la tuerca aprieta más para el gobierno mexicano.

En Washington les urge que más allá de declaraciones haya acciones contundentes en materia migratoria. Lo que les preocupa a las agencias de seguridad nacional estadounidenses es la tibieza con la que se ha conducido el equipo en la materia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Para ellos la administración actual ha hecho nada por detener a Nemesio Oceguera Cervantes, líder del grupo criminal cuya presencia territorial fuera de Jalisco ha crecido de manera exponencial aprovechando el caos que se vive con el desmantelamiento de la Policía Federal, el repliegue táctico del ejército en algunas zonas del país, y el lento proceso de creación de la Guardia Nacional.

En días pasados circularon versiones en la ciudad de México que señalaban que uno de los lideres del tráfico de drogas más buscados por la DEA en Sinaloa podía andar sin que nadie lo molestara en la zona urbana de Culiacán. El dicho buscó ser corroborado con fuentes militares y navales quienes por separado dijeron desconocer esa especie. De lado de la marina argumentaron el incremento en decomisos de sustancias químicas y destrucción de laboratorios en todo el estado, lo que golpea de forma significativa las finanzas de la organización hegemónica en esta zona del país.

Sin embargo para los estadounidenses el gobierno de López Obrador tolera que los cabecillas continúen con sus operaciones criminales sin que nadie los moleste. Más allá de los ocho objetivos de la estrategia nacional de seguridad pública, y de los nueve apartados que abarcan las estrategias específicas, lo que del otro lado de la frontera se pide es acción, resultados.

En el gobierno de López Obrador saben que un golpe mediático contra el liderazgo de alguna organización criminal con presencia trasnacional apaciguaría un poco a los estadounidenses. Pero sería una solución temporal. De cualquier forma, no tienen forma de darlo y hasta el momento no entienden de urgencias.

En diciembre pasado con el cambio del alto mando en las fuerzas armadas del país, en Washington también se fue uno de los interlocutores privilegiados del almirantazgo y el generalato mexicano. Con la renuncia del general retirado John Kelly, entonces jefe de gabinete de la Casa Blanca y antes titular de seguridad nacional, la interlocución al mas alto nivel entró en un impase.

Seis meses después los vaivenes en el gabinete de Donald Trump no han permitido entablar canales de comunicación fluidos como los que en algún momento se tuvieron con el equipo del general Kelly. Tras la renuncia como secretaria de seguridad nacional hace dos meses de Kirstjen Nielsen, el rostro de la línea dura en política migratoria, y la llegada como interino de Kevin McAleenan, ex titular de aduanas y protección fronteriza, la comunicación se estancó reduciéndose solo canales y formalismos diplomáticos.

Tampoco es que a los funcionarios del gabinete de seguridad nacional en México les haya preocupado mucho tender puentes de comunicación. Con la tormenta en la relación bilateral desatada por la amenaza de imposición de aranceles a las exportaciones hacia el norte, en víspera de que Trump anuncie su lanzamiento en búsqueda de la reelección, se extraña en la cúpula de las fuerzas armadas al interlocutor que hacía de la ponderación y el temple su sello en el trato. Sin John Kelly, la tuerca aprieta más para el gobierno mexicano.

En Washington les urge que más allá de declaraciones haya acciones contundentes en materia migratoria. Lo que les preocupa a las agencias de seguridad nacional estadounidenses es la tibieza con la que se ha conducido el equipo en la materia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Para ellos la administración actual ha hecho nada por detener a Nemesio Oceguera Cervantes, líder del grupo criminal cuya presencia territorial fuera de Jalisco ha crecido de manera exponencial aprovechando el caos que se vive con el desmantelamiento de la Policía Federal, el repliegue táctico del ejército en algunas zonas del país, y el lento proceso de creación de la Guardia Nacional.

En días pasados circularon versiones en la ciudad de México que señalaban que uno de los lideres del tráfico de drogas más buscados por la DEA en Sinaloa podía andar sin que nadie lo molestara en la zona urbana de Culiacán. El dicho buscó ser corroborado con fuentes militares y navales quienes por separado dijeron desconocer esa especie. De lado de la marina argumentaron el incremento en decomisos de sustancias químicas y destrucción de laboratorios en todo el estado, lo que golpea de forma significativa las finanzas de la organización hegemónica en esta zona del país.

Sin embargo para los estadounidenses el gobierno de López Obrador tolera que los cabecillas continúen con sus operaciones criminales sin que nadie los moleste. Más allá de los ocho objetivos de la estrategia nacional de seguridad pública, y de los nueve apartados que abarcan las estrategias específicas, lo que del otro lado de la frontera se pide es acción, resultados.

En el gobierno de López Obrador saben que un golpe mediático contra el liderazgo de alguna organización criminal con presencia trasnacional apaciguaría un poco a los estadounidenses. Pero sería una solución temporal. De cualquier forma, no tienen forma de darlo y hasta el momento no entienden de urgencias.