/ martes 20 de septiembre de 2022

Hasta encontrarte

El pasado 15 de septiembre, durante 20 horas, dos mujeres escalaron la Estela de Luz y desplegaron una manta de 100 metros de largo y más de 80 kgs. de peso, con el mensaje “16 años de impunidad militar. No al golpe militar. Para cuándo nuestra independencia del ejército. El pacto militar también es patriarcal. Guardia nacional en SEDENA más militarización.”

Al día siguiente, mientras en la plancha del zócalo, atiborrada de contingentes militares y tanquetas de guerra, se festejaba a la guardia nacional militarizada, a unos kilómetros, un grupo de personas de protección civil del gobierno de la Ciudad de México se colgaban de la manta para arrancarla antes de que pasarán por ahí los contingentes del desfile militar, como si al arrancar aquella lona se borrara el valiente y poderoso mensaje que mandaron esas mujeres que tienen mucho que decir, que reclamar, que exigir, después de tantos años en la búsqueda de sus hijos, hijas o familiares desaparecidos.

Esas mujeres que se prepararon por meses para poder escalar el monolito que, desde su instalación durante el Gobierno de Felipe Calderón, se identificó como el monumento a la corrupción, forman parte de la organización Hasta Encontrarte, un grupo de madres, hermanas, tías y familiares que las ha unido el dolor, la desesperación y la esperanza de encontrar a sus familiares desaparecidos que les arrebató la violencia que se vive a diario en nuestro país.

Al día de hoy, el Registro Nacional de Personas desaparecidas o no localizadas, se registran 105 mil 662 personas desaparecidas; de esa cifra, tan solo en el transcurso de esta la administración de López Obrador, casi 4 años, van 36 mil 190 personas desaparecidas y no localizadas, mientras que en el sexenio de Peña Nieto hubo 35 mil 67 y en el de Calderón 17 mil 79 personas desaparecidas y no localizadas. El número es inverosímil, cuando además se puede suponer una gran cifra negra de las desapariciones que no han sido reportadas.

Multipliquemos, si es posible, esos números por el número de familias rotas, por el dolor inconmensurable de tener un ser querido desaparecido y no saber si vive o muere, de tener la presunción de que pueda estar muerto pero no tener ninguna certeza hasta no encontrarlo con vida o a sus restos, de haber recibido restos de un cuerpo humano de quien dicen fue ese ser querido y de ahora seguir buscando, junto a las otras con quienes el dolor les ha hermando hasta encontrar a sus hijos que ahora también los son de ellas. Sin apoyos gubernamentales, al contrario, con el obstáculo permanente de las autoridades indolentes o coludidas, que han dejado a estas madres buscar con sus propios esfuerzos y esperanzas, hasta encontrarles.

Cuando la imagen del mensaje colocado en la Estela de Luz llegue a nuestra memoria, recordemos que estas mujeres tienen muy claro que la militarización no es la vía para la paz, que ha sido la violencia a consecuencia de una estrategia militar fallida la que les ha arrebatado a sus seres queridos, que además “mientras que una de cada diez mujeres detenidas por policías municipales fueron violadas, los incidentes aumentan a dos de cada diez en caso de haber sido detenidas por elementos del ejército. Al tratarse de marinos, esta proporción se eleva a cuatro de cada diez.”

La resistencia feminista tiene claro que: la militarización afecta la seguridad pública y obstaculiza el acceso a la justicia, que afecta particularmente a grupos históricamente oprimidos y vulnerables; que atenta contra la vida de las mujeres empobrecidas, racializadas, mestizas, de pueblos y comunidades indígenas, afromexicanas, personas LGBTIQ+ y de personas migrantes; que la militarización genera opacidad, falta de transparencia y ausencia de rendición de cuentas efectiva; que la política de seguridad centrada en el despliegue de las fuerzas armadas incide en violaciones graves a derechos humanos; que mientras aumenta el presupuesto a los militares disminuyen los fondos para víctimas. No a la militarización.

El pasado 15 de septiembre, durante 20 horas, dos mujeres escalaron la Estela de Luz y desplegaron una manta de 100 metros de largo y más de 80 kgs. de peso, con el mensaje “16 años de impunidad militar. No al golpe militar. Para cuándo nuestra independencia del ejército. El pacto militar también es patriarcal. Guardia nacional en SEDENA más militarización.”

Al día siguiente, mientras en la plancha del zócalo, atiborrada de contingentes militares y tanquetas de guerra, se festejaba a la guardia nacional militarizada, a unos kilómetros, un grupo de personas de protección civil del gobierno de la Ciudad de México se colgaban de la manta para arrancarla antes de que pasarán por ahí los contingentes del desfile militar, como si al arrancar aquella lona se borrara el valiente y poderoso mensaje que mandaron esas mujeres que tienen mucho que decir, que reclamar, que exigir, después de tantos años en la búsqueda de sus hijos, hijas o familiares desaparecidos.

Esas mujeres que se prepararon por meses para poder escalar el monolito que, desde su instalación durante el Gobierno de Felipe Calderón, se identificó como el monumento a la corrupción, forman parte de la organización Hasta Encontrarte, un grupo de madres, hermanas, tías y familiares que las ha unido el dolor, la desesperación y la esperanza de encontrar a sus familiares desaparecidos que les arrebató la violencia que se vive a diario en nuestro país.

Al día de hoy, el Registro Nacional de Personas desaparecidas o no localizadas, se registran 105 mil 662 personas desaparecidas; de esa cifra, tan solo en el transcurso de esta la administración de López Obrador, casi 4 años, van 36 mil 190 personas desaparecidas y no localizadas, mientras que en el sexenio de Peña Nieto hubo 35 mil 67 y en el de Calderón 17 mil 79 personas desaparecidas y no localizadas. El número es inverosímil, cuando además se puede suponer una gran cifra negra de las desapariciones que no han sido reportadas.

Multipliquemos, si es posible, esos números por el número de familias rotas, por el dolor inconmensurable de tener un ser querido desaparecido y no saber si vive o muere, de tener la presunción de que pueda estar muerto pero no tener ninguna certeza hasta no encontrarlo con vida o a sus restos, de haber recibido restos de un cuerpo humano de quien dicen fue ese ser querido y de ahora seguir buscando, junto a las otras con quienes el dolor les ha hermando hasta encontrar a sus hijos que ahora también los son de ellas. Sin apoyos gubernamentales, al contrario, con el obstáculo permanente de las autoridades indolentes o coludidas, que han dejado a estas madres buscar con sus propios esfuerzos y esperanzas, hasta encontrarles.

Cuando la imagen del mensaje colocado en la Estela de Luz llegue a nuestra memoria, recordemos que estas mujeres tienen muy claro que la militarización no es la vía para la paz, que ha sido la violencia a consecuencia de una estrategia militar fallida la que les ha arrebatado a sus seres queridos, que además “mientras que una de cada diez mujeres detenidas por policías municipales fueron violadas, los incidentes aumentan a dos de cada diez en caso de haber sido detenidas por elementos del ejército. Al tratarse de marinos, esta proporción se eleva a cuatro de cada diez.”

La resistencia feminista tiene claro que: la militarización afecta la seguridad pública y obstaculiza el acceso a la justicia, que afecta particularmente a grupos históricamente oprimidos y vulnerables; que atenta contra la vida de las mujeres empobrecidas, racializadas, mestizas, de pueblos y comunidades indígenas, afromexicanas, personas LGBTIQ+ y de personas migrantes; que la militarización genera opacidad, falta de transparencia y ausencia de rendición de cuentas efectiva; que la política de seguridad centrada en el despliegue de las fuerzas armadas incide en violaciones graves a derechos humanos; que mientras aumenta el presupuesto a los militares disminuyen los fondos para víctimas. No a la militarización.

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