Hace unos días, el Presidente López Obrador admitió que apoyar a los pobres no es un asunto personal, es una estrategia política, pues “ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media ni con los de arriba, ni con los medios ni con la intelectualidad. No es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”. De hecho, desde la primera campaña a la presidencia, el “primero los pobres” se convirtió en su bandera más exitosa, en el discurso que más lo identifica.
En los hechos ¿qué ha pasado ahora que gobierna?, una de las políticas centrales de la administración de López Obrador son las subvenciones que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2022 (ENOE), alcanzan una cobertura del 34% de los hogares, en comparación del 26% del 2018, a los que se destinarán más de 865 mil millones de pesos en este 2023, el presupuesto más alto destinado a programas sociales en los últimos 11 años.
En la teoría, es a través de la política social, que un Estado busca reducir las desigualdades y la pobreza, así como redistribuir la riqueza que se genera. Sin embargo, en los hechos, en México, los programas sociales mediante subvenciones directas han demostrado muy poca efectividad para reducir el número de personas en pobreza, mejorar sus condiciones y generar las oportunidades para su desarrollo, con las que puedan superar la situación de pobreza. Antes bien, las subvenciones o apoyos directos han servido para la construcción de clientelas electorales, que como dijo López Obrador, estén dispuestas a apoyar al proyecto político que les “da” esos recursos.
Los datos son claros, la pobreza en México lejos de disminuir va en aumento. De acuerdo con los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la población mexicana en condición de pobreza en el 2020 fue el 43.9%, es decir 55.7 millones de personas, en comparación con el 2018 que eran 41.8%, 52.4 millones. El CONEVAL mide las carencias sociales y se pueden comparar a lo largo de los años, entre 2016 y 2020: en materia de rezago educativo pasó del 18.5% al 19.2%; acceso a los servicios de salud, del 15.6% al 28.2%; acceso a la alimentación, del 21.9% al 22.5%; mientras que han disminuido las carencias sociales de acceso a la seguridad social del 54.1% al 52%; y acceso a servicios básicos de vivienda del 19.2% al 17.9%.
De acuerdo con un análisis realizado por Máximo Ernesto Jaramillo en la Revista Nexos, advierte que “aunque ahora en promedio hay más hogares que reciben programas sociales, los hogares más pobres beneficiarios de programas sociales disminuyeron, en comparación con el fin del sexenio pasado: actualmente sólo 52 % de los hogares con menos ingresos (del primer veintil, es decir, el 5 % con ingresos laborales per cápita más bajos) recibe al menos un programa social, frente a 68 % de quienes recibían en 2016 (año en que se registró el máximo histórico en este segmento de población)”. Primero los pobres, es un discurso que no coincide con la realidad.
La estrategia de las clientelas vía subvenciones directas no es nueva, la diseñó el régimen priista, la utilizó el PAN cuando gobernó, y Andrés la ha perfeccionado con una estrategia de comunicación exitosa a lo largo de toda su trayectoria; la creación de “programas sociales” directos, sin intermediarios y nuevas clientelas como las personas adultas mayores (cada programa que ha deshecho es para convertirlo en subvención directa, como las estancias infantiles que ahora baja con “apoyos” para madres trabajadoras); y, lo más importante, la construcción de lealtades de quienes reciben esas subvenciones que las identifican como los “apoyos de AMLO”.
Primero los pobres y entre más haya mejor, pues así seguirán “apoyando a la 4T”. Por eso, nos urge construir más ciudadanía que exija derechos y reclamen resultados.