/ jueves 26 de julio de 2018

Innovación para el cambio estratégico

Uno de los aspectos que más coincidencia genera en el contexto de cambio actual para México, es que su estilo de desarrollo no ha logrado generar condiciones de equidad y que tampoco ha logrado un crecimiento superior al 2.4% en 30 años.

Los sectores empresariales, académico y laboral también han llamado la atención sobre la precarización laboral y cómo la productividad del país tampoco ha logrado crecer significativamente para que el salario de los trabajadores pueda crecer en sintonía con un desarrollo sustentable e incluyente.

Lo cierto es que han sido diversos los esfuerzos sexenales para “crecer con calidad”, “crecer con equidad” y “crecimiento verde” de los últimos tres sexenios. Sin duda, el discurso correcto pero sin el resultado deseado.

Las recetas para lograr el crecimiento económico no son muchas, pero todas ellas dependen de un mercado interno sólido, estructurado, sin distorsiones o concentraciones monopólicas que distorsionen la competencia o generen altas barreras a la inversión.

Una corriente de pensamiento plantea que la innovación puede ser el factor disruptivo y que mediante su expresión en las empresas se dota de dinamismo a las cadenas de valor, se generan oportunidades y las empresas crecen. En algunos sectores industriales esto es cierto, sin embargo, lo que hemos visto es un descuido por el fenómeno innovador en la industria nacional y más aún de las PYMES.

Efectivamente, las políticas de innovación que se han logrado articular para el desempeño empresarial han pasado por varias “modas”, todas ellas con exclusión de las PYMES y su propio proceso innovador, que no necesariamente es dentro de la empresa, sino que se da “extra muros” en el contexto de alianzas y los servicios tecnológicos que el empresario requiere para lograr este tipo de evoluciones de proceso, producto y mercado.

Las PYMES innovadoras tienen que pasar por varios experimentos para llegar a soluciones confiables, incluso soluciones que se expresan en redes empresariales donde la innovación se encadena para trasladar productividad de un eslabón a otro.

Para que las PYMES puedan innovar y generar condiciones de mayor crecimiento económico, no sólo se trata de poner sobre la mesa programas gubernamentales con incentivos, es más importante aún, que el clima de negocios y que las infraestructuras científico tecnológicas, tengan la permeabilidad a las ideas que vienen probadas del mercado y no ideas que vienen de un salto técnico o una invención en laboratorio.

Tan grave es la miopía de la políticas actuales de innovación que no hay recursos disponibles, ni instituciones orientadas a analizar el mercado, a promover las innovaciones desde la “lectura de mercados” y el “pensamiento de diseño” para lograr innovaciones exitosas. En los años ochenta existía en Fondo Nacional de Estudios y Proyectos (FONEP) adscrito a Nacional Financiera. Hoy, no existen instrumentos de diseño e innovación que estimulen pruebas de mercado y estudios de factibilidad para los proyectos empresariales dando como resultado, cúmulos de innovaciones inocuas cuya “última milla” es interminable por no decir imposible.

En buena medida es por el énfasis emprendedor que se dio esta distorsión en el enfoque de productividad, innovación y crecimiento económico, que es precisamente lo que se espera con las políticas públicas para el desarrollo económico.

Definitivamente considerar una proporción razonable del PIB en ciencia, tecnología e innovación es deseable y recomendable para un país como México, que patenta muy poco y que aún cuenta con muy pocos investigadores por cada cien mil habitantes y una clase empresarial que no invierte en innovación, que sale poco de su zona de confort y que encuentra muchos obstáculos para acercarse de recursos y talento para sus innovaciones.

Ya la Unión Europea ha transitado por este tipo de directrices que motivaron cambios en la inversión de innovación en España por ejemplo, que si ha logrado aumentar la infraestructura y las subvenciones, pero no ha logrado que la iniciativa privada invierta al mismo nivel que el Estado en esta función.

Sin duda hay una enorme resistencia a la vinculación del sector del conocimiento con el sector productivo y una larga tradición de desconfianza. No sólo se trata de poner más recursos y desarrollar infraestructuras –muchas veces vacías- sino de lograr más receptividad en las demandas de innovación del sector productivo, que ideas forjadas en el laboratorio sin la empresarialidad necesaria.

Definitivamente las políticas para la productividad deben tener enfoques de innovación y mecanismos para ampliar las interacciones con los distintos sujetos del desarrollo para poder romper la inercia aislacionista de ambos sectores que les impide colaborar, sacar ventajas mutuas e incrementar la inversión privada en los procesos de innovar y desarrollar nuevos mercados.

En Asia por ejemplo, desligaron su sistema científico del sector educativo y lo alinearon al comercio exterior con mucho éxito. En América Latina nos afanamos por dejar el sistema de innovación anclado al sector educativo y al sector científico. En México, tendremos que salir del encuadre tradicional para provocar más innovaciones de mercado, que se traduzcan en mejor calidad de vida y en oportunidades de empleo y crecimiento económico.


Uno de los aspectos que más coincidencia genera en el contexto de cambio actual para México, es que su estilo de desarrollo no ha logrado generar condiciones de equidad y que tampoco ha logrado un crecimiento superior al 2.4% en 30 años.

Los sectores empresariales, académico y laboral también han llamado la atención sobre la precarización laboral y cómo la productividad del país tampoco ha logrado crecer significativamente para que el salario de los trabajadores pueda crecer en sintonía con un desarrollo sustentable e incluyente.

Lo cierto es que han sido diversos los esfuerzos sexenales para “crecer con calidad”, “crecer con equidad” y “crecimiento verde” de los últimos tres sexenios. Sin duda, el discurso correcto pero sin el resultado deseado.

Las recetas para lograr el crecimiento económico no son muchas, pero todas ellas dependen de un mercado interno sólido, estructurado, sin distorsiones o concentraciones monopólicas que distorsionen la competencia o generen altas barreras a la inversión.

Una corriente de pensamiento plantea que la innovación puede ser el factor disruptivo y que mediante su expresión en las empresas se dota de dinamismo a las cadenas de valor, se generan oportunidades y las empresas crecen. En algunos sectores industriales esto es cierto, sin embargo, lo que hemos visto es un descuido por el fenómeno innovador en la industria nacional y más aún de las PYMES.

Efectivamente, las políticas de innovación que se han logrado articular para el desempeño empresarial han pasado por varias “modas”, todas ellas con exclusión de las PYMES y su propio proceso innovador, que no necesariamente es dentro de la empresa, sino que se da “extra muros” en el contexto de alianzas y los servicios tecnológicos que el empresario requiere para lograr este tipo de evoluciones de proceso, producto y mercado.

Las PYMES innovadoras tienen que pasar por varios experimentos para llegar a soluciones confiables, incluso soluciones que se expresan en redes empresariales donde la innovación se encadena para trasladar productividad de un eslabón a otro.

Para que las PYMES puedan innovar y generar condiciones de mayor crecimiento económico, no sólo se trata de poner sobre la mesa programas gubernamentales con incentivos, es más importante aún, que el clima de negocios y que las infraestructuras científico tecnológicas, tengan la permeabilidad a las ideas que vienen probadas del mercado y no ideas que vienen de un salto técnico o una invención en laboratorio.

Tan grave es la miopía de la políticas actuales de innovación que no hay recursos disponibles, ni instituciones orientadas a analizar el mercado, a promover las innovaciones desde la “lectura de mercados” y el “pensamiento de diseño” para lograr innovaciones exitosas. En los años ochenta existía en Fondo Nacional de Estudios y Proyectos (FONEP) adscrito a Nacional Financiera. Hoy, no existen instrumentos de diseño e innovación que estimulen pruebas de mercado y estudios de factibilidad para los proyectos empresariales dando como resultado, cúmulos de innovaciones inocuas cuya “última milla” es interminable por no decir imposible.

En buena medida es por el énfasis emprendedor que se dio esta distorsión en el enfoque de productividad, innovación y crecimiento económico, que es precisamente lo que se espera con las políticas públicas para el desarrollo económico.

Definitivamente considerar una proporción razonable del PIB en ciencia, tecnología e innovación es deseable y recomendable para un país como México, que patenta muy poco y que aún cuenta con muy pocos investigadores por cada cien mil habitantes y una clase empresarial que no invierte en innovación, que sale poco de su zona de confort y que encuentra muchos obstáculos para acercarse de recursos y talento para sus innovaciones.

Ya la Unión Europea ha transitado por este tipo de directrices que motivaron cambios en la inversión de innovación en España por ejemplo, que si ha logrado aumentar la infraestructura y las subvenciones, pero no ha logrado que la iniciativa privada invierta al mismo nivel que el Estado en esta función.

Sin duda hay una enorme resistencia a la vinculación del sector del conocimiento con el sector productivo y una larga tradición de desconfianza. No sólo se trata de poner más recursos y desarrollar infraestructuras –muchas veces vacías- sino de lograr más receptividad en las demandas de innovación del sector productivo, que ideas forjadas en el laboratorio sin la empresarialidad necesaria.

Definitivamente las políticas para la productividad deben tener enfoques de innovación y mecanismos para ampliar las interacciones con los distintos sujetos del desarrollo para poder romper la inercia aislacionista de ambos sectores que les impide colaborar, sacar ventajas mutuas e incrementar la inversión privada en los procesos de innovar y desarrollar nuevos mercados.

En Asia por ejemplo, desligaron su sistema científico del sector educativo y lo alinearon al comercio exterior con mucho éxito. En América Latina nos afanamos por dejar el sistema de innovación anclado al sector educativo y al sector científico. En México, tendremos que salir del encuadre tradicional para provocar más innovaciones de mercado, que se traduzcan en mejor calidad de vida y en oportunidades de empleo y crecimiento económico.