/ sábado 1 de agosto de 2020

Juicio a modo

A Emilio Lozoya, libertad condicional, mientras Rosario Robles se pudre en la cárcel. El ex director de Pemex empieza a convertirse en una pobre víctima de los de arriba, que más que castigo merece, como dijera el tlatoani, “que lo cuiden”.

La diferencia en los procesos de uno y otra está en el volverse o no, un soplón, un traidor a la esencia de lo que se es. Quitado de la pena, Lozoya se identifica con el gurú nacional y en “pleno ataque de arrepentimiento”, afirma que lo “presionaron, intimidaron, influenciaron e instrumentalizaron”.

Para entrar al “reino de los puros” de Palacio basta con entrecerrar los ojos, poner cara de mustio y arrojarse a los brazos misericordiosos del “mesías tropical”. El perdón es inmediato y reditúa el conservar la fortuna malhabida –aunque haya que invertir en abogados y gastos procesales- y disponerse a gozar de la libertad y los “bienes”.

A Robles, además de que no se le perdona el silencio de los cómplices y beneficiados de los menjurjes, en los diferentes encargos que tuvo el sexenio pasado, le tienen una inquina particular. En su juicio se falsificó incluso, una credencial, sin que, autoridad judicial alguna anulara la mala sangre del juez sobrino de la Padierna, para negarle lo que en derecho le corresponde: un proceso en libertad.

El viejo PRD, ahora incrustado en Morena, se cobra los “agravios” de quien fue Presidenta del organismo político. La nueva casta que nos gobierna es hija del resentimiento, el revanchismo, odios y actitudes fanáticas. Las purgas Stalinianas se quedan cortas.

Se entregan encomiendas, a los incondicionales del tabasqueño y se premian trayectorias de corrupción, como el nombramiento de la “periodista”, Isabel Arvide, como cónsul en Turquía. La señora cambió las ostentosas dádivas priístas, por la devoción a las mañaneras, a quejarse de que se había quedado sin chamba. El favor divino le llegó en un soplo y con su bagaje de podredumbre a cuestas, representará a México (¡Más que de vergüenza!).

El cinismo de Lozoya es ilimitado. Un individuo que tuvo acceso a todas las oportunidades: pañales de oro, escuelas particulares, posgrados en el extranjero y empleos en el sector privado de alta jerarquía. ¿Tenía necesidad de pasar a la categoría de sátrapa, ladrón de cuello blanco, de cero ética y moral?

Demencial el que declare que lo presionaron y demás paparruchadas, o ¿no podía haberse retirado en ese momento y denunciar a sus “verdugos”, como se esperaría de un hombre bien nacido?

Embarró a su esposa, a su hermana, a su madre, de las que también resulta inconcebible se prestaran a la truhanería del mamarracho junior. Una familia de fifís, envuelta en el cochinero mayúsculo de un sexenio, que pasará a la historia como aberrante por su generalizada corrupción.

Ni pisa la cárcel, ni probablemente lo hará. Para AMLO, lo único importante son las elecciones del 2021 y dosificará al máximo la lengua del indiciado, para administrar el veneno contra la oposición.

Seis meses pidió la Fiscalía General de la República, para recabar pruebas, lo que implica que el juicio correrá a partir de enero, del crucial año. Desde la máxima tribuna se usará como recordatorio cotidiano de lo que fueron los regímenes del pasado, mientras se ocultan los latrocinios del actual. O, ¿hay inocentes que crean que ahora tienen las manos limpias?

¿Y la justicia, el combate a la impunidad y a la corrupción? ¡Con una venda en los ojos!


catalinanq@hotmail.com

@catalinanq



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A Emilio Lozoya, libertad condicional, mientras Rosario Robles se pudre en la cárcel. El ex director de Pemex empieza a convertirse en una pobre víctima de los de arriba, que más que castigo merece, como dijera el tlatoani, “que lo cuiden”.

La diferencia en los procesos de uno y otra está en el volverse o no, un soplón, un traidor a la esencia de lo que se es. Quitado de la pena, Lozoya se identifica con el gurú nacional y en “pleno ataque de arrepentimiento”, afirma que lo “presionaron, intimidaron, influenciaron e instrumentalizaron”.

Para entrar al “reino de los puros” de Palacio basta con entrecerrar los ojos, poner cara de mustio y arrojarse a los brazos misericordiosos del “mesías tropical”. El perdón es inmediato y reditúa el conservar la fortuna malhabida –aunque haya que invertir en abogados y gastos procesales- y disponerse a gozar de la libertad y los “bienes”.

A Robles, además de que no se le perdona el silencio de los cómplices y beneficiados de los menjurjes, en los diferentes encargos que tuvo el sexenio pasado, le tienen una inquina particular. En su juicio se falsificó incluso, una credencial, sin que, autoridad judicial alguna anulara la mala sangre del juez sobrino de la Padierna, para negarle lo que en derecho le corresponde: un proceso en libertad.

El viejo PRD, ahora incrustado en Morena, se cobra los “agravios” de quien fue Presidenta del organismo político. La nueva casta que nos gobierna es hija del resentimiento, el revanchismo, odios y actitudes fanáticas. Las purgas Stalinianas se quedan cortas.

Se entregan encomiendas, a los incondicionales del tabasqueño y se premian trayectorias de corrupción, como el nombramiento de la “periodista”, Isabel Arvide, como cónsul en Turquía. La señora cambió las ostentosas dádivas priístas, por la devoción a las mañaneras, a quejarse de que se había quedado sin chamba. El favor divino le llegó en un soplo y con su bagaje de podredumbre a cuestas, representará a México (¡Más que de vergüenza!).

El cinismo de Lozoya es ilimitado. Un individuo que tuvo acceso a todas las oportunidades: pañales de oro, escuelas particulares, posgrados en el extranjero y empleos en el sector privado de alta jerarquía. ¿Tenía necesidad de pasar a la categoría de sátrapa, ladrón de cuello blanco, de cero ética y moral?

Demencial el que declare que lo presionaron y demás paparruchadas, o ¿no podía haberse retirado en ese momento y denunciar a sus “verdugos”, como se esperaría de un hombre bien nacido?

Embarró a su esposa, a su hermana, a su madre, de las que también resulta inconcebible se prestaran a la truhanería del mamarracho junior. Una familia de fifís, envuelta en el cochinero mayúsculo de un sexenio, que pasará a la historia como aberrante por su generalizada corrupción.

Ni pisa la cárcel, ni probablemente lo hará. Para AMLO, lo único importante son las elecciones del 2021 y dosificará al máximo la lengua del indiciado, para administrar el veneno contra la oposición.

Seis meses pidió la Fiscalía General de la República, para recabar pruebas, lo que implica que el juicio correrá a partir de enero, del crucial año. Desde la máxima tribuna se usará como recordatorio cotidiano de lo que fueron los regímenes del pasado, mientras se ocultan los latrocinios del actual. O, ¿hay inocentes que crean que ahora tienen las manos limpias?

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