/ sábado 25 de mayo de 2024

La moviola / “Good Boy”: “Marley y yo” noruego

@lamoviola

Hace algún tiempo, seguro se enteró, se viralizó la historia de un sujeto que vivía como perro. Así lo trataban las personas; además, al parecer su pareja o algo así que había asumido también el juego de rol. Cierto o no, el asunto generó una buena cantidad de comentarios a nivel mundial. Y cómo no, si era un claro ejemplo de la sociedad líquida y el patetismo que nos ahoga.

Eso, por un lado, por el otro habría que hacer una breve mención a la vocación de una parte del cine noruego para retratar desde diferentes géneros, siempre muy contenidos, las miasmas y las taras de la sociedad actual. Ahí está la popular “La peor persona del mundo” (“Trier”,2021), tercera parte de la trilogía “Oslo”, sobre las dudas y vacíos de la juventud de la segunda década del milenio. Sobre esta línea va “Good boy” (Viljar Bøe, 2022). Eso sí, el temperamento se hace presente en una narrativa contenida pero inquietante.

Terror psicológico, alegoría social, patetismo narrativo, detrás de una historia que por actual ocasiona escalofríos. Vaya, la premisa es la de un tipo millonario, joven y buena onda que busca pareja por aplicación, encuentra a una cajera fracasada estudiante de psicología y todo parece un sueño. La chava siente que ya la hizo, porque además el joven vive con su perro. Sólo que no estamos en “Marley y yo” y el can resulta una persona ¿o persone? que quiere ser tratado como can.

En este punto, consumimos como espectadores una historia inquietante, sí, rara, con música en todo momento de Isak Wingsterns y Martin Smoge, que nos anuncian que la cosa no es calmada.

“Christian” (Gard Lokke), cocina, tolera que “Sigrid” (Katrine Øpstad Friedrinsen), llegue tarde a la primera cita y todo va digamos normal, porque los protagonistas son un claro ejemplo de la sociedad líquida. “Aurora” (Amalie Willoch Njaastad), amiga de “Sigrid”, le dice que lo del perro es pecata minuta: “Son otros tiempos , no seas tan rígida”.

Total, que ya entrados en la relación, la recién pareja decide hacer un fin de semana en una cabaña de “Christian”, el tipo es un dechado de virtudes, con perrito y toda la cosa.

La realidad es que no hay un dejo de humor en la historia, autoría del propio Bøe, pero si la ligereza consumista traducida o disfrazada de ideología de la sociedad actual. En cada uno de los personajes se respira un patetismo aleccionador de los tiempos que vivimos.

El filme, casi un mediometraje porque no llega a la hora y media y uno agradece la habilidad del director para usar con habilidad una economía de medios y decir lo justo, se enfoca en lo preciso, con buenos momentos que nunca estallan y que va en contra sentido de la exageración gringa.

Evite irse con la finta de que es cine de arte, la verdad es que en el fondo es cínica porque refleja sin pena ni miedo, incluso es algo incorrecta los absurdos consumistas de la sociedad actual.

Es verdad que esta semana hay uno que otro blockbuster, pero este asunto en serio no tiene desperdicio. Evite ir con su perrhijo. Es consejo.


@lamoviola

Hace algún tiempo, seguro se enteró, se viralizó la historia de un sujeto que vivía como perro. Así lo trataban las personas; además, al parecer su pareja o algo así que había asumido también el juego de rol. Cierto o no, el asunto generó una buena cantidad de comentarios a nivel mundial. Y cómo no, si era un claro ejemplo de la sociedad líquida y el patetismo que nos ahoga.

Eso, por un lado, por el otro habría que hacer una breve mención a la vocación de una parte del cine noruego para retratar desde diferentes géneros, siempre muy contenidos, las miasmas y las taras de la sociedad actual. Ahí está la popular “La peor persona del mundo” (“Trier”,2021), tercera parte de la trilogía “Oslo”, sobre las dudas y vacíos de la juventud de la segunda década del milenio. Sobre esta línea va “Good boy” (Viljar Bøe, 2022). Eso sí, el temperamento se hace presente en una narrativa contenida pero inquietante.

Terror psicológico, alegoría social, patetismo narrativo, detrás de una historia que por actual ocasiona escalofríos. Vaya, la premisa es la de un tipo millonario, joven y buena onda que busca pareja por aplicación, encuentra a una cajera fracasada estudiante de psicología y todo parece un sueño. La chava siente que ya la hizo, porque además el joven vive con su perro. Sólo que no estamos en “Marley y yo” y el can resulta una persona ¿o persone? que quiere ser tratado como can.

En este punto, consumimos como espectadores una historia inquietante, sí, rara, con música en todo momento de Isak Wingsterns y Martin Smoge, que nos anuncian que la cosa no es calmada.

“Christian” (Gard Lokke), cocina, tolera que “Sigrid” (Katrine Øpstad Friedrinsen), llegue tarde a la primera cita y todo va digamos normal, porque los protagonistas son un claro ejemplo de la sociedad líquida. “Aurora” (Amalie Willoch Njaastad), amiga de “Sigrid”, le dice que lo del perro es pecata minuta: “Son otros tiempos , no seas tan rígida”.

Total, que ya entrados en la relación, la recién pareja decide hacer un fin de semana en una cabaña de “Christian”, el tipo es un dechado de virtudes, con perrito y toda la cosa.

La realidad es que no hay un dejo de humor en la historia, autoría del propio Bøe, pero si la ligereza consumista traducida o disfrazada de ideología de la sociedad actual. En cada uno de los personajes se respira un patetismo aleccionador de los tiempos que vivimos.

El filme, casi un mediometraje porque no llega a la hora y media y uno agradece la habilidad del director para usar con habilidad una economía de medios y decir lo justo, se enfoca en lo preciso, con buenos momentos que nunca estallan y que va en contra sentido de la exageración gringa.

Evite irse con la finta de que es cine de arte, la verdad es que en el fondo es cínica porque refleja sin pena ni miedo, incluso es algo incorrecta los absurdos consumistas de la sociedad actual.

Es verdad que esta semana hay uno que otro blockbuster, pero este asunto en serio no tiene desperdicio. Evite ir con su perrhijo. Es consejo.