/ sábado 3 de diciembre de 2022

La moviola | Noche sin paz o de cómo la comedia arruinó la Navidad

@lamoviola

Una cartita de buenas intenciones es la más reciente comedia navideña Violent Night o Noche sin paz (Tommy Wirkola, 2022), costal de referentes cinematográficos de sus realizadores, incluido los guionistas Para Casey y José Molinero, educados en el cine visto en casa y la memoria convertida en una supuesta pulsión creativa.

Porque más allá de una comedia antinavideña, que buena falta hace en estos tiempos, el filme, en el sentido y espíritu habitual de la industria, no es muy diferente al producto más convencional del género, aunque pretende cierta audacia. Una parodia de la vida familiar, sin el cinismo de Todo en familia (Ron Howard, 1989), por poner un ejemplo o cualquiera de la primera tanda de filmes Vacaciones.

Noche sin paz, es la comedia navideña, en el exterior, con devaneos ochenteros, una clara muestra es la presencia de la veterana Beverly D’Angelo pero sin la audacia y bendito mal gusto de los filmes de aquella incorrecta época. En el fondo, le sobra contención y corrección y le falta la energía de un John Landis o en escena un Dan Aykroid. Trading Places o como se le conoció en México, De mendigo a millonario, nunca tuvo que anunciar sus intenciones.

Porque la intensión del filme, es recordar los clásicos ochenteros y otra muestra es la torpe referencia o gag dedicado a Home Alone (Chris Colombia, 1989), que se toma sus buenos diez minutos y es hueca como nada.

En el filme, vemos el adecentamiento del Santa bizarro, que le debe parte de su razón de ser a Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003) pero sin la maledicencia y afortunada vulgaridad de Billy Bob Thornton.

En fin, que Santa Claus (David Harbour), está harto de la humanidad (quién sabe por qué), y antes de repartir regalos a niños materialistas, se emborracha y comparte experiencias con un San Nicolás de oficio. Se lleva mal con sus renos y de paso le vomita a una cantinera que lo ve volar.

Así le va la eternidad, hasta que llega a la casa de unos millonariazos integrada por una familia en pleno caos de violencia: Jason (Alex Hassell), quien tiene ex esposa afroestadounidense Linda (Alexis Louder), y una pequeña encantadora hasta la náusea Gertrude (Leah Brady) que vive obsesionada con Santa Claus. Están también, Alva (Eddy Patterson), hermana de Jason, quien sale con un actor de segunda bueno para nada, Morgan (Can Gigandet) y tiene un hijo adolescente cabeza de chorlito, que se siente influencer Bertud (Alexis Elliot).

Todo marcha como debe ser: pleitos, reclamos, maldiciones y rencores, y se pone mejor cuando llega la matriarca de la familia Gertrude (Beverly D’Angelo, lo mejor de la película), para calentar más los ánimos.

A mitad de la fiesta, se aparece Jimmy (John Leguizamo), con un comando de asesinos para robar la casa y tomar de rehenes a la familia. Santa, claro, se encuentra en ese momento en la mansión y ahí según esto, inicia lo bueno.

Tal vez lo más importante del filme sea su visión paródica del héroe de pulsión republicana violentísimo, heredero de la era Reagan y del cine ochentero a la Stallone porque la idea tiene cierta gracia, algunos buenos momentos de slapstick –humor físico– sanguinolento musicalizado, pero del cual se abusa. Sin embargo el resultado final, es una comedia mediana, como un recalentado de lo que era un buen platillo. Y no, en esta ocasión, no sabe mejor.


@lamoviola

Una cartita de buenas intenciones es la más reciente comedia navideña Violent Night o Noche sin paz (Tommy Wirkola, 2022), costal de referentes cinematográficos de sus realizadores, incluido los guionistas Para Casey y José Molinero, educados en el cine visto en casa y la memoria convertida en una supuesta pulsión creativa.

Porque más allá de una comedia antinavideña, que buena falta hace en estos tiempos, el filme, en el sentido y espíritu habitual de la industria, no es muy diferente al producto más convencional del género, aunque pretende cierta audacia. Una parodia de la vida familiar, sin el cinismo de Todo en familia (Ron Howard, 1989), por poner un ejemplo o cualquiera de la primera tanda de filmes Vacaciones.

Noche sin paz, es la comedia navideña, en el exterior, con devaneos ochenteros, una clara muestra es la presencia de la veterana Beverly D’Angelo pero sin la audacia y bendito mal gusto de los filmes de aquella incorrecta época. En el fondo, le sobra contención y corrección y le falta la energía de un John Landis o en escena un Dan Aykroid. Trading Places o como se le conoció en México, De mendigo a millonario, nunca tuvo que anunciar sus intenciones.

Porque la intensión del filme, es recordar los clásicos ochenteros y otra muestra es la torpe referencia o gag dedicado a Home Alone (Chris Colombia, 1989), que se toma sus buenos diez minutos y es hueca como nada.

En el filme, vemos el adecentamiento del Santa bizarro, que le debe parte de su razón de ser a Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003) pero sin la maledicencia y afortunada vulgaridad de Billy Bob Thornton.

En fin, que Santa Claus (David Harbour), está harto de la humanidad (quién sabe por qué), y antes de repartir regalos a niños materialistas, se emborracha y comparte experiencias con un San Nicolás de oficio. Se lleva mal con sus renos y de paso le vomita a una cantinera que lo ve volar.

Así le va la eternidad, hasta que llega a la casa de unos millonariazos integrada por una familia en pleno caos de violencia: Jason (Alex Hassell), quien tiene ex esposa afroestadounidense Linda (Alexis Louder), y una pequeña encantadora hasta la náusea Gertrude (Leah Brady) que vive obsesionada con Santa Claus. Están también, Alva (Eddy Patterson), hermana de Jason, quien sale con un actor de segunda bueno para nada, Morgan (Can Gigandet) y tiene un hijo adolescente cabeza de chorlito, que se siente influencer Bertud (Alexis Elliot).

Todo marcha como debe ser: pleitos, reclamos, maldiciones y rencores, y se pone mejor cuando llega la matriarca de la familia Gertrude (Beverly D’Angelo, lo mejor de la película), para calentar más los ánimos.

A mitad de la fiesta, se aparece Jimmy (John Leguizamo), con un comando de asesinos para robar la casa y tomar de rehenes a la familia. Santa, claro, se encuentra en ese momento en la mansión y ahí según esto, inicia lo bueno.

Tal vez lo más importante del filme sea su visión paródica del héroe de pulsión republicana violentísimo, heredero de la era Reagan y del cine ochentero a la Stallone porque la idea tiene cierta gracia, algunos buenos momentos de slapstick –humor físico– sanguinolento musicalizado, pero del cual se abusa. Sin embargo el resultado final, es una comedia mediana, como un recalentado de lo que era un buen platillo. Y no, en esta ocasión, no sabe mejor.