Difícil no coincidir con Caitlin Owens, autora del artículo cuyo título retomo para esta entrega quincenal: “La crisis del fentanilo en el país [Estados Unidos] se ha convertido en un arma política potente, lo que refleja su impacto profundo y emocional en millones de estadounidenses”.
Vaya que hay razones de peso para que el fentanilo –y en general el consumo de opioides– se haya convertido en un tema sensible para la sociedad estadounidense. El 29% de estadounidenses señala que ellos o alguien de su familia han sido adictos a los opioides. En 2021, casi 107 mil estadounidenses murieron por consumo de drogas, de los cuales tres cuartas partes fueron precisamente por el consumo de este tipo de narcóticos. En síntesis, una epidemia en toda la extensión de la palabra.
Aunado a lo alarmante de estos indicadores, es importante identificar –como lo hace Owens– que esta crisis viene crecientemente aparejada de un uso político por parte de algunos actores en Estados Unidos, ya sea para alimentar narrativas, avanzar agendas o sacar raja política, particularmente en lo que se refiere a la migración en la frontera Estados Unidos-México –pero también al uso de la fuerza militar estadounidense para combatir a organizaciones criminales en suelo mexicano.
La autora recuerda, por ejemplo, las palabras de un disminuido precandidato Ron DeSantis, durante el primer debate del Partido Republicano: “Cuando estos traficantes de drogas crucen la frontera con fentanilo, eso será lo último que harán. Vamos a usar la fuerza y los vamos a dejar muertos de frío”.
Al respecto, el destacado profesor de psiquiatría y servicios conductuales de la Universidad de Stanford, Keith Humphreys, señala lo siguiente: “si la inmigración ilegal desapareciera mañana, el suministro de fentanilo no se vería afectado”. Como señala Owens, el suministro no se vería afectado porque, aunque la mayor parte del fentanilo estadounidense proviene de México, la gran mayoría ingresa al país a través de puertos de entrada legales”. Dicho de otra manera, asociar el tráfico de fentanilo con la migración irregular en Estados Unidos es un despropósito monumental por carecer de sustento.
Por otra parte, la autora identifica el giro que ha tomado la discusión en torno al tráfico de este opiáceo sintético en Estados Unidos: “Y si bien gran parte del debate y la legislación sobre la epidemia [de fentanilo] se centraban anteriormente en la prevención y el tratamiento, la atención se ha centrado cada vez más en cómo reducir el suministro de fentanilo, lo que ha significado conversaciones muy cargadas sobre la frontera, las relaciones internacionales y el cumplimiento de la ley”.
En este sentido, la politización de la crisis del fentanilo inhibe la posibilidad de enfrentar este reto conjunto bajo el principio de corresponsabilidad, de diagnósticos compartidos y cursos de acción conjuntos. Un problema tan apremiante y sensible como el tráfico de fentanilo no se puede manejar bajo consignas político-electorales, sino conforme a premisas técnicas y acciones concertadas basadas en evidencia.
Discanto: Del 21 al 23 de septiembre se lleva a cabo el Diálogo Nacional por la Paz, en la Universidad Iberoamericana Puebla. Se trata de una respuesta a la violencia deshumanizante en México pero, sobre todo, un esfuerzo para la regeneración del tejido social y la construcción de paz.