/ miércoles 15 de marzo de 2023

Narcoterrorismo y fuerzas estadounidenses en México  

En la película homónima dirigida por Clint Eastwood, J. Edgar Hoover –aquel controvertido y perpetuo director del FBI– se refiere al congresista Joseph McCarthy como un oportunista. Según algunos recuentos, Hoover mismo pensaba que el Macartismo –aquella excesiva cacería política de comunistas en Estados Unidos durante la Guerra Fría– iba en detrimento de la propia causa anti-comunista.

En días recientes, el legislador republicano Dan Crenshaw ha tomado notoriedad por una propuesta de resolución que presentó junto con otros colegas en enero pasado. Se propone considerar a los grupos delictivos en México como grupos terroristas y que el presidente de los Estados Unidos pueda utilizar sus fuerzas armadas para combatirlos, incluso en territorio mexicano. Otras voces con mayor relevancia en la política estadounidense, como Lindsey Graham, señalaron que presentarían un proyecto similar en el senado.

Crenshaw claramente antepone sus aspiraciones políticas a la solución de una problemática que pasa necesariamente por la cooperación entre México y Estados Unidos. Se trata de temas que lastiman profundamente a ambas sociedades, por ejemplo: el tráfico de fentanilo, su consumo o el tráfico de armas. Hasta cierto punto es entendible la postura del senador Graham: es más fácil atizar las pasiones y los miedos de un sector de la sociedad estadounidense, antes que mirarse al espejo de la responsabilidad compartida.

Ahora bien, no comparto la lectura de colegas en México de tomar a la ligera esta señal de la política estadounidense por tratarse, dicen, de una táctica electorera recurrente. En cambio, la ampliación de los márgenes en el discurso político –la famosa ventana de Overton– ha permitido que temas ubicados en algún extremo ideológico en Estados Unidos se abran paso en el debate público y se conviertan en propuestas políticas atractivas o “innovadoras”. No tenemos que ir más lejos, sabemos por las memorias del exsecretario de Defensa Mark T. Esper, que Donald Trump como presidente consideró soluciones unilaterales como lanzar misiles contra laboratorios clandestinos en México.

Retomo parte de un artículo de su servidor, que la revista Foreign Affairs Latinoamérica tuvo a bien publicar el año pasado: “Es importante reconocer que la relación bilateral entre Washington y Ciudad de México se tornará más volátil y ambivalente, toda vez que estará en función del desplazamiento ideológico en Estados Unidos, así como de lo que esto se traduzca en términos de políticas públicas”. Propuestas como las de los legisladores Crenshaw y Graham tendrían que entenderse como parte de este desplazamiento en la política estadounidense.

Hay que reconocer que estas propuestas tienen una racionalidad política –reelegirse, por ejemplo. Pero hay aquellos en México que ven en ellas una oportunidad para debilitar al gobierno actual –como si eso les permitiera ganar elecciones. Sorprende la irracionalidad política y la estrechez de miras: una acción unilateral de Estados Unidos pone en riesgo los intereses nacionales del Estado mexicano –no los de un gobierno o partido. Además, un acto de esta naturaleza pondría en riesgo el proyecto de una Norteamérica próspera, en medio de una transición geopolítica global que, dicho sea de paso, requiere de la visión de futuro compartido de Canadá, Estados Unidos y México.

Discanto: Apreciable lector, salud con mezcal en mano por aquellos que nunca dejamos de acentuar “sólo”.

En la película homónima dirigida por Clint Eastwood, J. Edgar Hoover –aquel controvertido y perpetuo director del FBI– se refiere al congresista Joseph McCarthy como un oportunista. Según algunos recuentos, Hoover mismo pensaba que el Macartismo –aquella excesiva cacería política de comunistas en Estados Unidos durante la Guerra Fría– iba en detrimento de la propia causa anti-comunista.

En días recientes, el legislador republicano Dan Crenshaw ha tomado notoriedad por una propuesta de resolución que presentó junto con otros colegas en enero pasado. Se propone considerar a los grupos delictivos en México como grupos terroristas y que el presidente de los Estados Unidos pueda utilizar sus fuerzas armadas para combatirlos, incluso en territorio mexicano. Otras voces con mayor relevancia en la política estadounidense, como Lindsey Graham, señalaron que presentarían un proyecto similar en el senado.

Crenshaw claramente antepone sus aspiraciones políticas a la solución de una problemática que pasa necesariamente por la cooperación entre México y Estados Unidos. Se trata de temas que lastiman profundamente a ambas sociedades, por ejemplo: el tráfico de fentanilo, su consumo o el tráfico de armas. Hasta cierto punto es entendible la postura del senador Graham: es más fácil atizar las pasiones y los miedos de un sector de la sociedad estadounidense, antes que mirarse al espejo de la responsabilidad compartida.

Ahora bien, no comparto la lectura de colegas en México de tomar a la ligera esta señal de la política estadounidense por tratarse, dicen, de una táctica electorera recurrente. En cambio, la ampliación de los márgenes en el discurso político –la famosa ventana de Overton– ha permitido que temas ubicados en algún extremo ideológico en Estados Unidos se abran paso en el debate público y se conviertan en propuestas políticas atractivas o “innovadoras”. No tenemos que ir más lejos, sabemos por las memorias del exsecretario de Defensa Mark T. Esper, que Donald Trump como presidente consideró soluciones unilaterales como lanzar misiles contra laboratorios clandestinos en México.

Retomo parte de un artículo de su servidor, que la revista Foreign Affairs Latinoamérica tuvo a bien publicar el año pasado: “Es importante reconocer que la relación bilateral entre Washington y Ciudad de México se tornará más volátil y ambivalente, toda vez que estará en función del desplazamiento ideológico en Estados Unidos, así como de lo que esto se traduzca en términos de políticas públicas”. Propuestas como las de los legisladores Crenshaw y Graham tendrían que entenderse como parte de este desplazamiento en la política estadounidense.

Hay que reconocer que estas propuestas tienen una racionalidad política –reelegirse, por ejemplo. Pero hay aquellos en México que ven en ellas una oportunidad para debilitar al gobierno actual –como si eso les permitiera ganar elecciones. Sorprende la irracionalidad política y la estrechez de miras: una acción unilateral de Estados Unidos pone en riesgo los intereses nacionales del Estado mexicano –no los de un gobierno o partido. Además, un acto de esta naturaleza pondría en riesgo el proyecto de una Norteamérica próspera, en medio de una transición geopolítica global que, dicho sea de paso, requiere de la visión de futuro compartido de Canadá, Estados Unidos y México.

Discanto: Apreciable lector, salud con mezcal en mano por aquellos que nunca dejamos de acentuar “sólo”.