/ jueves 14 de diciembre de 2023

Límites al Leviatán 

El Leviatán es no sólo el título del más famoso libro del filósofo inglés, Thomas Hobbes. Es también el símbolo de un tipo de Estado monolítico que no necesita fragmentarse para operar. Su autoridad es inapelable así como arbitraria porque se funda en una idea unitaria del mando.

Esta concepción dominó la práctica política por muchas décadas pero pronto fue sustituida por una concepción liberal y republicana donde la autoridad se divide para evitar el despliegue tiránico del poder. Esta fue la corrección hecha al Leviatán, primero por Montesquieu en Francia y luego por los autores de los Federalist Papers en Estados Unidos.

De ahí proviene la concepción de la autoridad estatal dividida en tres ramas del poder: legislativa, ejecutiva y judicial. Pronto se vió que las dos primeras, que derivan su poder del sufragio universal, abierto y secreto, podrían politizar diversas agencias, despachos o ministerios, cuyas labores requieren autonomía de las pasiones derivadas de la lucha de partidos y facciones políticas.

Estados Unidos ha sido probablemente el Estado más atomizado en diversos departamentos. Hoy hablamos de la existencia del Departamento del Tesoro (FED) o de la Agencia Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) o la Comisión Federal de Comercio (FTC) con la normalidad con que hablamos del clima. No hay que olvidar, sin embargo, que este complejísimo ecosistema de agencias autónomas en Estados Unidos se construyó a partir de la idea innovadora de que todas ellas para funcionar necesitan de planeación de largo plazo. Los planes y estrategias no pueden verse sujetos a resultados electorales o a la voluntad y capricho de representantes o burócratas, cuyo paso por el gobierno es limitado en el tiempo.

Las funciones y temáticas de estos órganos autónomos son diversas: fiscalización, electoral, ombudsman, tribunales constitucionales, procuradurías y fiscalías, servicios civiles, bancos centrales, consejos de judicatura, regulación de actividades económicas, combate a la corrupción, entre otras.

Hoy por hoy la idea de que el Estado funciona mejor cuando se fragmenta y divide es aceptada por todas las democracias liberales. Ahora bien, cada país decide qué funciones deben ser las que operen con autonomía de los gobiernos. En Ciudades-Estado como Singapur o Hong Kong las agencias autónomas contra la corrupción son fundamentales. En países como Sudáfrica o las naciones escandinavas se pone énfasis en fortalecer la institución del Ombudsman. Las agencias reguladoras del mercado son muy importantes en Estados Unidos y ahora también en la Unión Europea.

Con el tiempo se ha visto que un ecosistema de agencias autónomas como parte del Estado es más democrática y eficiente, además de ser compatible con los ideales republicanos y liberales. El Presidente mexicano comete un grave error, a la vez ético y estratégico, al llamar recientemente a su eliminación parcial o total. Contra la opinión del Presidente, nosotros creemos que el destino de México es consolidarse como una democracia liberal, el mejor régimen político inventado hasta ahora.

Pero esto sólo será posible - en nuestro régimen ultrapresidencialista - si se fortalece la división de poderes en las tres ramas clásicas y se mantiene y se refuerza el carácter profesional, colegiado y transexenal de los órganos constitucionales autónomos y otros organismos autónomos por Ley.


El Leviatán es no sólo el título del más famoso libro del filósofo inglés, Thomas Hobbes. Es también el símbolo de un tipo de Estado monolítico que no necesita fragmentarse para operar. Su autoridad es inapelable así como arbitraria porque se funda en una idea unitaria del mando.

Esta concepción dominó la práctica política por muchas décadas pero pronto fue sustituida por una concepción liberal y republicana donde la autoridad se divide para evitar el despliegue tiránico del poder. Esta fue la corrección hecha al Leviatán, primero por Montesquieu en Francia y luego por los autores de los Federalist Papers en Estados Unidos.

De ahí proviene la concepción de la autoridad estatal dividida en tres ramas del poder: legislativa, ejecutiva y judicial. Pronto se vió que las dos primeras, que derivan su poder del sufragio universal, abierto y secreto, podrían politizar diversas agencias, despachos o ministerios, cuyas labores requieren autonomía de las pasiones derivadas de la lucha de partidos y facciones políticas.

Estados Unidos ha sido probablemente el Estado más atomizado en diversos departamentos. Hoy hablamos de la existencia del Departamento del Tesoro (FED) o de la Agencia Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) o la Comisión Federal de Comercio (FTC) con la normalidad con que hablamos del clima. No hay que olvidar, sin embargo, que este complejísimo ecosistema de agencias autónomas en Estados Unidos se construyó a partir de la idea innovadora de que todas ellas para funcionar necesitan de planeación de largo plazo. Los planes y estrategias no pueden verse sujetos a resultados electorales o a la voluntad y capricho de representantes o burócratas, cuyo paso por el gobierno es limitado en el tiempo.

Las funciones y temáticas de estos órganos autónomos son diversas: fiscalización, electoral, ombudsman, tribunales constitucionales, procuradurías y fiscalías, servicios civiles, bancos centrales, consejos de judicatura, regulación de actividades económicas, combate a la corrupción, entre otras.

Hoy por hoy la idea de que el Estado funciona mejor cuando se fragmenta y divide es aceptada por todas las democracias liberales. Ahora bien, cada país decide qué funciones deben ser las que operen con autonomía de los gobiernos. En Ciudades-Estado como Singapur o Hong Kong las agencias autónomas contra la corrupción son fundamentales. En países como Sudáfrica o las naciones escandinavas se pone énfasis en fortalecer la institución del Ombudsman. Las agencias reguladoras del mercado son muy importantes en Estados Unidos y ahora también en la Unión Europea.

Con el tiempo se ha visto que un ecosistema de agencias autónomas como parte del Estado es más democrática y eficiente, además de ser compatible con los ideales republicanos y liberales. El Presidente mexicano comete un grave error, a la vez ético y estratégico, al llamar recientemente a su eliminación parcial o total. Contra la opinión del Presidente, nosotros creemos que el destino de México es consolidarse como una democracia liberal, el mejor régimen político inventado hasta ahora.

Pero esto sólo será posible - en nuestro régimen ultrapresidencialista - si se fortalece la división de poderes en las tres ramas clásicas y se mantiene y se refuerza el carácter profesional, colegiado y transexenal de los órganos constitucionales autónomos y otros organismos autónomos por Ley.