/ lunes 11 de julio de 2022

Migración, un derecho humano

En la historia reciente de la humanidad, los migrantes se encuentran en situación de alta vulnerabilidad, debido a la falta de mecanismos para el tránsito ordenado de las personas, aunado a que los prejuicios y la xenofobia han impregnado el imaginario colectivo, haciéndolos más susceptibles de ser víctimas de las redes criminales.

El pasado lunes 27 de junio en la ciudad de San Antonio, Texas en los Estados Unidos de América, fueron encontradas 67 personas migrantes en la caja de un camión abandonado, sin ventilación, asfixiados y hacinados. 53 fallecieron. Sus condiciones mostraron al mundo su fragilidad.

Este no es un hecho aislado, unas cuantas horas después, también en Texas, agentes de migración localizaron a 43 migrantes encerrados en un vagón de tren con poca ventilación. El tráfico de migrantes no es propio de esta entidad. Sucede en México, en Centroamérica y en el mundo.

La tragedia de San Antonio hace evidente que, para los traficantes, los seres humanos son una mercancía. No podemos ser omisos ante el dolor y sufrimiento. Es fundamental fortalecer la colaboración entre las autoridades de ambos lados de la frontera para combatir al fenómeno criminal internacional del tráfico y trata de personas.

La estrategia tiene que ser en dos ejes: la seguridad y el desarrollo económico. Solo mediante la cooperación y el diseño de estrategias, planes y políticas binacionales con enfoque de derechos humanos, podremos combatir a las redes criminales de la trata de personas que actúan dentro de la región de América Latina y cuyo mercado y destino final es la Unión Americana.

También, para combatir las causas profundas de la migración, es menester impulsar el desarrollo económico inclusivo, donde se brinden incentivos a los empleadores para participar del mercado de trabajo legal y ordenado en los países receptores, lo que favorecerá la movilidad circular y segura de las personas.

La mayoría de quienes migran no lo hacen por gusto, por el contrario, son orilladas a buscar en otros países mejores condiciones de vida y de desarrollo, así como de servicios básicos de trabajo y salud. Su viaje no puede terminar en tragedia.

Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en sus artículos 13 y 14, consagra el derecho de los seres humanos a circular libremente y elegir su residencia en el territorio de un Estado; así como para buscar refugio y asilo en otro Estado por temor a la persecución, al conflicto, la violencia generalizada u otras circunstancias que pongan en peligro la vida de las personas.

Por tanto, la movilidad es inherente a la condición humana y ninguna persona es ilegal. Migrar es un derecho humano.

En la historia reciente de la humanidad, los migrantes se encuentran en situación de alta vulnerabilidad, debido a la falta de mecanismos para el tránsito ordenado de las personas, aunado a que los prejuicios y la xenofobia han impregnado el imaginario colectivo, haciéndolos más susceptibles de ser víctimas de las redes criminales.

El pasado lunes 27 de junio en la ciudad de San Antonio, Texas en los Estados Unidos de América, fueron encontradas 67 personas migrantes en la caja de un camión abandonado, sin ventilación, asfixiados y hacinados. 53 fallecieron. Sus condiciones mostraron al mundo su fragilidad.

Este no es un hecho aislado, unas cuantas horas después, también en Texas, agentes de migración localizaron a 43 migrantes encerrados en un vagón de tren con poca ventilación. El tráfico de migrantes no es propio de esta entidad. Sucede en México, en Centroamérica y en el mundo.

La tragedia de San Antonio hace evidente que, para los traficantes, los seres humanos son una mercancía. No podemos ser omisos ante el dolor y sufrimiento. Es fundamental fortalecer la colaboración entre las autoridades de ambos lados de la frontera para combatir al fenómeno criminal internacional del tráfico y trata de personas.

La estrategia tiene que ser en dos ejes: la seguridad y el desarrollo económico. Solo mediante la cooperación y el diseño de estrategias, planes y políticas binacionales con enfoque de derechos humanos, podremos combatir a las redes criminales de la trata de personas que actúan dentro de la región de América Latina y cuyo mercado y destino final es la Unión Americana.

También, para combatir las causas profundas de la migración, es menester impulsar el desarrollo económico inclusivo, donde se brinden incentivos a los empleadores para participar del mercado de trabajo legal y ordenado en los países receptores, lo que favorecerá la movilidad circular y segura de las personas.

La mayoría de quienes migran no lo hacen por gusto, por el contrario, son orilladas a buscar en otros países mejores condiciones de vida y de desarrollo, así como de servicios básicos de trabajo y salud. Su viaje no puede terminar en tragedia.

Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en sus artículos 13 y 14, consagra el derecho de los seres humanos a circular libremente y elegir su residencia en el territorio de un Estado; así como para buscar refugio y asilo en otro Estado por temor a la persecución, al conflicto, la violencia generalizada u otras circunstancias que pongan en peligro la vida de las personas.

Por tanto, la movilidad es inherente a la condición humana y ninguna persona es ilegal. Migrar es un derecho humano.