/ domingo 2 de enero de 2022

Otro paìs, en fraternidad y paz

VER

Nos llama la atención y nos preocupa la gran cantidad de migrantes que huyen de la violencia y de la pobreza en sus países, y tratan de llegar a Estados Unidos; pero lo mismo sucede con paisanos nuestros, que igualmente escapan de las amenazas de muerte que reciben por parte de grupos armados, narcotraficantes o extorsionadores. Hay jóvenes que, para no ser reclutados para fines ilegales y arbitrarios, dejan su pueblo natal y se esconden en otras ciudades o en El Norte. Nuestro gobierno federal no enfrenta con toda la fuerza institucional este problema, que no es privativo de algunos lugares, sino casi generalizado en el país. Se dice que “primero los pobres”, pero éstos son quienes más están sufriendo los abusos de esos grupos, que van tomando más y más fuerza, pues no hay quien los contenga. Esa es la peor amenaza a la democracia. ¡Sin paz social, no es posible la vida!

Nuestros pueblitos vivían en paz y tranquilidad. Hay pobrezas y carencias, pero se podía trabajar y disfrutar sin tantas angustias. Había convivencia social y pacífica. Se hacían las fiestas sin sobresaltos. Ahora todo ha cambiado. Vivimos con desconfianza, porque en cualquier momento pueden llegar esos grupos antisociales a extorsionarte, a amenazarte, a secuestrarte y a exigirte cantidades de dinero para dejarte vivir y trabajar. Si te dejan trabajar, es para que periódicamente les entregues, en efectivo, la cantidad que ellos arbitrariamente te imponen. Se hace lo que ellos determinan y casi nada se puede mover sin su consentimiento. Viven del trabajo de los demás, incluso del trabajo de los pobres. Y como andan con armas largas, todos nos sentimos indefensos y desprotegidos. Muchos de nuestros parientes y paisanos que viven en las ciudades ya no quieren venir a su pueblo, ni siquiera para las fiestas. Las autoridades oficiales, que debieran protegernos, se defienden diciendo que nadie pone una denuncia para que ellos puedan proceder. Les hemos dicho que no esperen esas denuncias, pues nadie se atreve a hacerlas, ya que se expondrían a ser asesinados. Eso de “atacar las causas de la violencia y la migración facilitando trabajo y estudio para los jóvenes” está muy bien, y ojalá se siga haciendo, pero mientras nuestros pueblos viven en zozobra constante, y ni quién los defienda.

Por lo contrario, ¡qué bonito es convivir en paz en la familia y en el pueblo! Cualquier motivo es bueno para estar juntos. Nos sentimos fuertes y animados estando juntos y unidos. ¡Nada se compara a vivir en paz y unidad! Es lo mejor que podemos desear y anhelar para nuestras familias y para todos los demás.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos dice:

“Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros” (272).


ACTUAR

Los gobernantes tienen obligación constitucional de proteger al pueblo de esos grupos armados que siembran miedo y terror por todas partes. Pero cada quien hagamos lo que podamos, empezando por conservar la paz en nuestra familia y nuestro pueblo, evitando violencias, ofensas y golpes. Si alguien puede hablar con una autoridad, hágale sentir lo que sufren nuestros pueblos. Si podemos entrevistarnos con algún líder de esos grupos, invitémosle a la conversión. Y hagamos oración por el nuevo año que está por iniciar, y que anhelamos sea de paz y fraternidad para todos.


VER

Nos llama la atención y nos preocupa la gran cantidad de migrantes que huyen de la violencia y de la pobreza en sus países, y tratan de llegar a Estados Unidos; pero lo mismo sucede con paisanos nuestros, que igualmente escapan de las amenazas de muerte que reciben por parte de grupos armados, narcotraficantes o extorsionadores. Hay jóvenes que, para no ser reclutados para fines ilegales y arbitrarios, dejan su pueblo natal y se esconden en otras ciudades o en El Norte. Nuestro gobierno federal no enfrenta con toda la fuerza institucional este problema, que no es privativo de algunos lugares, sino casi generalizado en el país. Se dice que “primero los pobres”, pero éstos son quienes más están sufriendo los abusos de esos grupos, que van tomando más y más fuerza, pues no hay quien los contenga. Esa es la peor amenaza a la democracia. ¡Sin paz social, no es posible la vida!

Nuestros pueblitos vivían en paz y tranquilidad. Hay pobrezas y carencias, pero se podía trabajar y disfrutar sin tantas angustias. Había convivencia social y pacífica. Se hacían las fiestas sin sobresaltos. Ahora todo ha cambiado. Vivimos con desconfianza, porque en cualquier momento pueden llegar esos grupos antisociales a extorsionarte, a amenazarte, a secuestrarte y a exigirte cantidades de dinero para dejarte vivir y trabajar. Si te dejan trabajar, es para que periódicamente les entregues, en efectivo, la cantidad que ellos arbitrariamente te imponen. Se hace lo que ellos determinan y casi nada se puede mover sin su consentimiento. Viven del trabajo de los demás, incluso del trabajo de los pobres. Y como andan con armas largas, todos nos sentimos indefensos y desprotegidos. Muchos de nuestros parientes y paisanos que viven en las ciudades ya no quieren venir a su pueblo, ni siquiera para las fiestas. Las autoridades oficiales, que debieran protegernos, se defienden diciendo que nadie pone una denuncia para que ellos puedan proceder. Les hemos dicho que no esperen esas denuncias, pues nadie se atreve a hacerlas, ya que se expondrían a ser asesinados. Eso de “atacar las causas de la violencia y la migración facilitando trabajo y estudio para los jóvenes” está muy bien, y ojalá se siga haciendo, pero mientras nuestros pueblos viven en zozobra constante, y ni quién los defienda.

Por lo contrario, ¡qué bonito es convivir en paz en la familia y en el pueblo! Cualquier motivo es bueno para estar juntos. Nos sentimos fuertes y animados estando juntos y unidos. ¡Nada se compara a vivir en paz y unidad! Es lo mejor que podemos desear y anhelar para nuestras familias y para todos los demás.

PENSAR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos dice:

“Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros” (272).


ACTUAR

Los gobernantes tienen obligación constitucional de proteger al pueblo de esos grupos armados que siembran miedo y terror por todas partes. Pero cada quien hagamos lo que podamos, empezando por conservar la paz en nuestra familia y nuestro pueblo, evitando violencias, ofensas y golpes. Si alguien puede hablar con una autoridad, hágale sentir lo que sufren nuestros pueblos. Si podemos entrevistarnos con algún líder de esos grupos, invitémosle a la conversión. Y hagamos oración por el nuevo año que está por iniciar, y que anhelamos sea de paz y fraternidad para todos.