/ domingo 10 de abril de 2022

Que el pueblo decida

Hay comunidades indígenas que conservan sus valores tradicionales. Deciden en asambleas comunitarias a quién elegir para un cargo importante, como presidente municipal, o para cargos menores. Lo hacen no en base a la propaganda de alguien que aspire a dicho puesto, sino tomando en cuenta su historia de servicio a la comunidad. Muchos se resisten a aceptar, porque saben el sacrificio que implica, pues es un verdadero servicio, de ordinario sin sueldo. Sin embargo, en muchas partes esos valores se han perdido por ambiciones económicas, o se han pervertido por intereses de partidos políticos. Que el verdadero pueblo decida, es de vital importancia para la democracia; pero se puede caer en demagogias populistas fácilmente manipulables por intereses personales o grupales.

El próximo domingo 10 de abril, el pueblo mexicano tendrá la oportunidad de expresar su deseo de que el Presidente del país termine su sexenio en el año 2024, o que de inmediato lo concluya. Al respecto, hay posturas muy opuestas, que nos están confrontando y dividiendo. Los obispos hemos declarado que cada quien es libre de proceder conforme a su conciencia. No invitamos a acudir a las urnas, o a no hacerlo; ni a votar en un sentido o en otro. Sólo invitamos a la reflexión y a la oración, procurando el bien comunitario.

Hay quienes ven en este sexenio sólo bondades y luchan por que se prolongue incluso en otros sexenios; por lo contrario, otros sólo ven desastre tras desastre, error tras error. Lo más difícil es ser sabios, para discernir el trigo de la cizaña, y no dejarse embaucar ni por dádivas gubernamentales, o por discursos demagógicos, ni dejar de valorar las buenas intenciones y decisiones del actual gobierno. Los extremismos, de una parte u otra, no son sanos ni favorables.

No faltará quien me diga que nuestra Iglesia no tiene por qué hablar de democracia, pues somos jerárquicos. Es verdad, pero no olvidemos que somos ante todo Pueblo de Dios, donde todos tienen lugar y participación, pues todos formamos parte de un solo Cuerpo en Cristo, pero en el cuerpo hay una cabeza, que debe escuchar y tomar muy en cuenta a todos los miembros de la comunidad, antes de decidir.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos ofrece unos criterios muy oportunos:

“Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad” (159).

ACTUAR

Pidamos a Dios sabiduría para discernir el trigo de la cizaña que haya en nuestra vida nacional. Cada quien decida si participa o no en la consulta sobre revocación de mandato, pero todos hagámonos responsables del bien de la comunidad, y no esperemos que todo lo haga el gobierno. Somos parte viva del cuerpo social, y también de nosotros depende el bien común.

Hay comunidades indígenas que conservan sus valores tradicionales. Deciden en asambleas comunitarias a quién elegir para un cargo importante, como presidente municipal, o para cargos menores. Lo hacen no en base a la propaganda de alguien que aspire a dicho puesto, sino tomando en cuenta su historia de servicio a la comunidad. Muchos se resisten a aceptar, porque saben el sacrificio que implica, pues es un verdadero servicio, de ordinario sin sueldo. Sin embargo, en muchas partes esos valores se han perdido por ambiciones económicas, o se han pervertido por intereses de partidos políticos. Que el verdadero pueblo decida, es de vital importancia para la democracia; pero se puede caer en demagogias populistas fácilmente manipulables por intereses personales o grupales.

El próximo domingo 10 de abril, el pueblo mexicano tendrá la oportunidad de expresar su deseo de que el Presidente del país termine su sexenio en el año 2024, o que de inmediato lo concluya. Al respecto, hay posturas muy opuestas, que nos están confrontando y dividiendo. Los obispos hemos declarado que cada quien es libre de proceder conforme a su conciencia. No invitamos a acudir a las urnas, o a no hacerlo; ni a votar en un sentido o en otro. Sólo invitamos a la reflexión y a la oración, procurando el bien comunitario.

Hay quienes ven en este sexenio sólo bondades y luchan por que se prolongue incluso en otros sexenios; por lo contrario, otros sólo ven desastre tras desastre, error tras error. Lo más difícil es ser sabios, para discernir el trigo de la cizaña, y no dejarse embaucar ni por dádivas gubernamentales, o por discursos demagógicos, ni dejar de valorar las buenas intenciones y decisiones del actual gobierno. Los extremismos, de una parte u otra, no son sanos ni favorables.

No faltará quien me diga que nuestra Iglesia no tiene por qué hablar de democracia, pues somos jerárquicos. Es verdad, pero no olvidemos que somos ante todo Pueblo de Dios, donde todos tienen lugar y participación, pues todos formamos parte de un solo Cuerpo en Cristo, pero en el cuerpo hay una cabeza, que debe escuchar y tomar muy en cuenta a todos los miembros de la comunidad, antes de decidir.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos ofrece unos criterios muy oportunos:

“Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad” (159).

ACTUAR

Pidamos a Dios sabiduría para discernir el trigo de la cizaña que haya en nuestra vida nacional. Cada quien decida si participa o no en la consulta sobre revocación de mandato, pero todos hagámonos responsables del bien de la comunidad, y no esperemos que todo lo haga el gobierno. Somos parte viva del cuerpo social, y también de nosotros depende el bien común.