/ sábado 1 de julio de 2017

¡Que lo arregle el gobierno!

En entregas anteriores decía yo que la cosa más difícil que puede existir es tener la capacidad de ser empáticos (ponernos en los zapatos del otro y hacer nuestra la realidad de los demás). La empatía nos lleva a conocer un poco más lo que le sucede a nuestros semejantes y nos ayuda a entender más nuestra realidad personal y social. Sin embargo, requiere un esfuerzo consciente. ¿Por qué razón? Estamos acostumbrados a ver solamente por nosotros mismos y no por nadie más. Desde pequeños nos vamos formando una idea en la que generalmente, nuestra realidad, nuestras necesidades y nuestras inquietudes y deseos están primero que los demás.

Y hay varias corrientes que nos hablan de “darnos espacio”, de “cuidarnos a nosotros mismos” y de “velar por nuestros propios intereses, porque nadie lo hará por nosotros”. Y tienen razón: hay cosas que nadie sustituirá nunca dentro de nosotros y los únicos responsables de nuestra felicidad somos nosotros. Pero si nos apuramos un poco, el exceso de lo anterior, aunado con una falta de límites claros y de autocrítica nos llevan a pensar que, en realidad, nuestros intereses están primero que los otros y que nuestra persona está por encima de los demás.

Se necesita un equilibrio y una inteligencia emocional que nos haga balancear esta ecuación. Y una manifestación de ello es que con mucha facilidad llegamos a la conclusión que, los grandes males que nos aquejan, no son consecuencia nuestra sino de nuestra sociedad y peor aún, de nuestro gobierno. Tomo como ejemplo las grandes inundaciones de la Ciudad de México de esta semana que termina. En las redes sociales la mayoría de las personas despotricó contra los malos servicios de agua potable y saneamiento de la metrópoli y culparon al Jefe de gobierno.

Por supuesto que el gobierno tiene una buena parte de la culpa del problema, pero la otra gran parte la tenemos nosotros, los ciudadanos, por tirar basura y tapar las coladeras, por no querer cumplir con nuestras responsabilidades mínimas de convivencia social para que todos estemos un poco más cómodos y mejor cuando interactuamos con los otros. Si todos los ciudadanos entendiésemos que la empatía se trata de velar por nuestros intereses, al tiempo de hacernos responsables de nuestra tarea fundamental y paralelamente ponernos en la posición del otro y saber que no somos el centro del universo y por ende, tenemos que cooperar y comprender que para una mejor convivencia social todos tenemos que hacer un esfuerzo.

Pienso que los ejemplos son muchos y el círculo vicioso solamente se hace más grande cuando culpamos a cualquiera de todo lo que sucede (no digo que no tenga una buena parte de responsabilidad), pero quizá seríamos más efectivos si todos nos decidimos por poner manos a la obra y dejar de contribuir en gran escala a los enormes males que nos aquejan. Lo mismo podemos decir con la corrupción, la inseguridad, la violencia, etc. Por supuesto que son problemas estructurales que nos dañan y nos lastiman, pero en el modo de ser empático hay que empezar por entender que tenemos una responsabilidad colectiva y que si todos hacemos algo, la realidad cambiará lenta, pero efectivamente. @fedeling

En entregas anteriores decía yo que la cosa más difícil que puede existir es tener la capacidad de ser empáticos (ponernos en los zapatos del otro y hacer nuestra la realidad de los demás). La empatía nos lleva a conocer un poco más lo que le sucede a nuestros semejantes y nos ayuda a entender más nuestra realidad personal y social. Sin embargo, requiere un esfuerzo consciente. ¿Por qué razón? Estamos acostumbrados a ver solamente por nosotros mismos y no por nadie más. Desde pequeños nos vamos formando una idea en la que generalmente, nuestra realidad, nuestras necesidades y nuestras inquietudes y deseos están primero que los demás.

Y hay varias corrientes que nos hablan de “darnos espacio”, de “cuidarnos a nosotros mismos” y de “velar por nuestros propios intereses, porque nadie lo hará por nosotros”. Y tienen razón: hay cosas que nadie sustituirá nunca dentro de nosotros y los únicos responsables de nuestra felicidad somos nosotros. Pero si nos apuramos un poco, el exceso de lo anterior, aunado con una falta de límites claros y de autocrítica nos llevan a pensar que, en realidad, nuestros intereses están primero que los otros y que nuestra persona está por encima de los demás.

Se necesita un equilibrio y una inteligencia emocional que nos haga balancear esta ecuación. Y una manifestación de ello es que con mucha facilidad llegamos a la conclusión que, los grandes males que nos aquejan, no son consecuencia nuestra sino de nuestra sociedad y peor aún, de nuestro gobierno. Tomo como ejemplo las grandes inundaciones de la Ciudad de México de esta semana que termina. En las redes sociales la mayoría de las personas despotricó contra los malos servicios de agua potable y saneamiento de la metrópoli y culparon al Jefe de gobierno.

Por supuesto que el gobierno tiene una buena parte de la culpa del problema, pero la otra gran parte la tenemos nosotros, los ciudadanos, por tirar basura y tapar las coladeras, por no querer cumplir con nuestras responsabilidades mínimas de convivencia social para que todos estemos un poco más cómodos y mejor cuando interactuamos con los otros. Si todos los ciudadanos entendiésemos que la empatía se trata de velar por nuestros intereses, al tiempo de hacernos responsables de nuestra tarea fundamental y paralelamente ponernos en la posición del otro y saber que no somos el centro del universo y por ende, tenemos que cooperar y comprender que para una mejor convivencia social todos tenemos que hacer un esfuerzo.

Pienso que los ejemplos son muchos y el círculo vicioso solamente se hace más grande cuando culpamos a cualquiera de todo lo que sucede (no digo que no tenga una buena parte de responsabilidad), pero quizá seríamos más efectivos si todos nos decidimos por poner manos a la obra y dejar de contribuir en gran escala a los enormes males que nos aquejan. Lo mismo podemos decir con la corrupción, la inseguridad, la violencia, etc. Por supuesto que son problemas estructurales que nos dañan y nos lastiman, pero en el modo de ser empático hay que empezar por entender que tenemos una responsabilidad colectiva y que si todos hacemos algo, la realidad cambiará lenta, pero efectivamente. @fedeling