/ sábado 14 de septiembre de 2019

Septiembre: Mes de Hidalgo y de Morelos

Quiero empezar este comentario interpretando las tesis del gran historiador y filósofo italiano Benedetto Croce, sobre los procesos libertarios de los pueblos contemporáneos. Croce afirma que “la Historia real debe ser considerada como una hazaña de la libertad, cuando en su lucha por conquistar el derecho inalienable de su independencia, adquieren el compromiso con la verdad, la pasión y la acción decisiva”.

Al hablar del liberalismo, Benedetto Croce difiere de las teorías defendidas por la mayoría de los defensores del pensamiento político liberal. Croce teoriza que el individuo es la base de la sociedad, rechaza el atomismo social. Acepta un gobierno limitado, discute la idea de que el gobierno debería tener poderes legítimos fijos. Croce no estaba de acuerdo con John Locke sobre la naturaleza de la libertad. Croce creía que la libertad no es un derecho natural, sino un derecho ganado que surge de la continua lucha histórica por su mantenimiento. Croce definió la civilización como la "vigilancia continua" contra la barbarie, y la libertad se conforma con su ideal para la civilización, ya que permite experimentar todo el potencial de la vida.

Ese fue el camino –matriz de la libertad- por el que transitó nuestro pueblo cuando hizo suya la conciencia de su derecho a sentirse libre, a ser libre, sin dejar de ponderar los rasgos, las frustraciones, los sacrificios y el valor de su vida.

La Guerra de Independencia no solo giró en torno a los hechos violentos que requería la separación de la monarquía española y la construcción de una nación libre. Aparecía en primer lugar la formación de una mentalidad propia que había madurado de su identidad y su conciencia humana con la convicción social de que en el porvenir de esta nación libre no habría ni humillados, ni despreciados, ni perseguidos. Dejarían de existir la esclavitud y la dependencia de un gobierno ajeno. Había nacido la conciencia de la soberanía.

Ese era el compromiso vital y la decisión de los insurgentes. Los esclavos y mestizos provenientes de las comunidades indígenas, y los criollos discriminados y víctimas del desprecio de sus mayores, habían resuelto que serían ellos los únicos dueños y responsables de su destino.

Entraba en ebullición una identidad opuesta a la de los conquistadores. No olvidemos que, según las leyendas de los pueblos antiguos, la aparición de los dioses, los sabios y los héroes en este mundo procedía de una sola estirpe, la del más alto nivel de la jerarquía divina.

A esta estirpe de generosos, humildes y grandiosos humanistas pertenecieron Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Nicolás Bravo, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, Hermenegildo Galeana, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo y muchos más. Todos ellos, surgidos de la raíz popular, desarrollaron el trabajo reservado a los mejores hijos de su tiempo: proteger la dignidad y la soberanía de su patria. Todos ellos, unidos por la misma vocación de amor a su comunidad nacional, también surgieron como adelantados en la sabiduría al servicio del hombre. Ya en 1533, el latinista español Francisco Cervantes de Salazar se preguntaba con asombro: “En tierra donde la codicia impera ¿queda algún lugar para la sabiduría?

Tres siglos después, del árbol frondoso de la iluminación y el conocimiento, crecieron fortalecidos quienes escribieron la nueva Historia, como hazaña de libertad.

El cura Morelos -humilde Siervo de la Nación- nos deja a los mexicanos de hoy un testimonio conmovedor de su pensamiento político, libre de mezquindades: “Quiero que hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad. Que todos seamos iguales pues del mismo origen procedemos; que no haya privilegios ni abolengos; que no es racional, ni humano, ni debido que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento. Que se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día Aniversario en que se levantó la Voz de la Independencia, y nuestra Santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con Espada en mano para ser oída: recordando siempre el mérito del grande Héroe el señor Don Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.

José María Morelos nació en este mes patrio, el 30 de septiembre de 1765; pronto se conmemorarán 254 años de su nacimiento.

Al conocer la estatura moral de Miguel Hidalgo, el escritor, poeta y héroe cubano José Martí expresó emocionado: “El 30 de julio de 1811 Hidalgo fue fusilado y su cuerpo sepultado en la Capilla de San Antonio del convento de San Francisco, y su cabeza llevada a Guanajuato en donde fue expuesta junto con las de otros caudillos, en la Alhóndiga de Granaditas. Es cierto, Hidalgo murió…¡pero México es libre!

pacofonn@yahoo.com.mx


Quiero empezar este comentario interpretando las tesis del gran historiador y filósofo italiano Benedetto Croce, sobre los procesos libertarios de los pueblos contemporáneos. Croce afirma que “la Historia real debe ser considerada como una hazaña de la libertad, cuando en su lucha por conquistar el derecho inalienable de su independencia, adquieren el compromiso con la verdad, la pasión y la acción decisiva”.

Al hablar del liberalismo, Benedetto Croce difiere de las teorías defendidas por la mayoría de los defensores del pensamiento político liberal. Croce teoriza que el individuo es la base de la sociedad, rechaza el atomismo social. Acepta un gobierno limitado, discute la idea de que el gobierno debería tener poderes legítimos fijos. Croce no estaba de acuerdo con John Locke sobre la naturaleza de la libertad. Croce creía que la libertad no es un derecho natural, sino un derecho ganado que surge de la continua lucha histórica por su mantenimiento. Croce definió la civilización como la "vigilancia continua" contra la barbarie, y la libertad se conforma con su ideal para la civilización, ya que permite experimentar todo el potencial de la vida.

Ese fue el camino –matriz de la libertad- por el que transitó nuestro pueblo cuando hizo suya la conciencia de su derecho a sentirse libre, a ser libre, sin dejar de ponderar los rasgos, las frustraciones, los sacrificios y el valor de su vida.

La Guerra de Independencia no solo giró en torno a los hechos violentos que requería la separación de la monarquía española y la construcción de una nación libre. Aparecía en primer lugar la formación de una mentalidad propia que había madurado de su identidad y su conciencia humana con la convicción social de que en el porvenir de esta nación libre no habría ni humillados, ni despreciados, ni perseguidos. Dejarían de existir la esclavitud y la dependencia de un gobierno ajeno. Había nacido la conciencia de la soberanía.

Ese era el compromiso vital y la decisión de los insurgentes. Los esclavos y mestizos provenientes de las comunidades indígenas, y los criollos discriminados y víctimas del desprecio de sus mayores, habían resuelto que serían ellos los únicos dueños y responsables de su destino.

Entraba en ebullición una identidad opuesta a la de los conquistadores. No olvidemos que, según las leyendas de los pueblos antiguos, la aparición de los dioses, los sabios y los héroes en este mundo procedía de una sola estirpe, la del más alto nivel de la jerarquía divina.

A esta estirpe de generosos, humildes y grandiosos humanistas pertenecieron Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Nicolás Bravo, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, Hermenegildo Galeana, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo y muchos más. Todos ellos, surgidos de la raíz popular, desarrollaron el trabajo reservado a los mejores hijos de su tiempo: proteger la dignidad y la soberanía de su patria. Todos ellos, unidos por la misma vocación de amor a su comunidad nacional, también surgieron como adelantados en la sabiduría al servicio del hombre. Ya en 1533, el latinista español Francisco Cervantes de Salazar se preguntaba con asombro: “En tierra donde la codicia impera ¿queda algún lugar para la sabiduría?

Tres siglos después, del árbol frondoso de la iluminación y el conocimiento, crecieron fortalecidos quienes escribieron la nueva Historia, como hazaña de libertad.

El cura Morelos -humilde Siervo de la Nación- nos deja a los mexicanos de hoy un testimonio conmovedor de su pensamiento político, libre de mezquindades: “Quiero que hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad. Que todos seamos iguales pues del mismo origen procedemos; que no haya privilegios ni abolengos; que no es racional, ni humano, ni debido que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento. Que se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día Aniversario en que se levantó la Voz de la Independencia, y nuestra Santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con Espada en mano para ser oída: recordando siempre el mérito del grande Héroe el señor Don Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.

José María Morelos nació en este mes patrio, el 30 de septiembre de 1765; pronto se conmemorarán 254 años de su nacimiento.

Al conocer la estatura moral de Miguel Hidalgo, el escritor, poeta y héroe cubano José Martí expresó emocionado: “El 30 de julio de 1811 Hidalgo fue fusilado y su cuerpo sepultado en la Capilla de San Antonio del convento de San Francisco, y su cabeza llevada a Guanajuato en donde fue expuesta junto con las de otros caudillos, en la Alhóndiga de Granaditas. Es cierto, Hidalgo murió…¡pero México es libre!

pacofonn@yahoo.com.mx