/ jueves 15 de abril de 2021

Tauromaquia y política

A la pandemia, violencia, inseguridad y evidente crisis económica se suma ahora un toro bravo de lidia que ha saltado las trancas y pone en ascuas al respetable. ¿Se lo lidiará y cómo? ¿Llegará la suerte suprema con la muerte del toro, corneará éste al torero o se le perdonará la vida en medio del atronador griterío de la multitud? ¿Cómo sería en el caso el paseíllo del matador dedicándoles a todos, montera en mano y adornado con su traje de luces, el festivo espectáculo? Preguntas que se hace el pueblo azorado. El hecho escueto, trágico más que cómico, es que Félix Salgado Macedonio asegura que utilizará todos los recursos legales a su alcance pero… al tiempo que con sus astas -que no en ristre- amenaza con movilizar al pueblo de Guerrero para echar por tierra las elecciones del próximo 6 de junio, “si le niegan el derecho a registrarse”. O sea, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación regresó el asunto al Instituto Nacional Electoral, quien deberá resolver. Resolución que sería a mi juicio impugnable aunque Salgado Macedonio blanda las astas filosas. ¿Para qué lo legal si se es toro de lidia? En una lidia hay que luchar, concepción -ésta- tauromáquica de la política. Sin embargo y volviendo a la fiesta de toros -por cierto ya desaparecida o en franca agonía en México- es que en una corrida hay jueces, hay autoridades. La política tiene sus tiempos, como aquélla. Lo contrario no es fiesta sino chabacanería.

Ahora bien, la autoridad es imprescindible y amenazar con desaparecerla, o hacer todo lo posible para ello, es o sería acogerse torpemente a una improvisación muy peligrosa, a saber, porque sin INE quedaría en cueros, sin traje de luces, el propio Salgado Macedonio. Quedaría sin espectáculo. Y diga lo que diga el INE hay una vía legal abierta. Incluyendo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la única concebible en un verdadero Estado democrático. No se puede ser el único torero en el ruedo, el amo y señor de la plaza, salvo que los méritos propios calificados por la autoridad lo decidan así. Saltar las graderías, irrumpir en ellas, es barbarismo democrático -en rigor antidemocrático- que ya no tiene cabida en México. Quizá por eso se han prohibido las corridas de toros en favor de los animales de lidia; aunque ahora algunos de estos quieran sacrificar al pueblo… Esto es invertir los términos. No hay que olvidar que el desdén a la autoridad es siempre desdén hacia uno mismo, predominio de la soberbia. Descalificar al juez, con los pseudoargumentos que se quiera, es proclamarse el único, el amo y señor. A mayor abundamiento no sé si Salgado Macedonio ha pensado -supongo que no- que es senador de la República y aspirante a gobernador, es decir, que somete su actuar político a dos Poderes, el Legislativo y el Ejecutivo; en otros términos, que se somete al Estado de Derecho, que lo reconoce. ¿Y no es entonces un contrasentido, una contradicción, que ahora pida desconocer un poder que regula el propio Estado para que funja como árbitro electoral? ¿Así actuaría como gobernador o cuando regrese al Senado? ¡Vaya toro de lidia! ¡Vaya espectáculo! Tal ironía lleva implícita una burla a la democracia. Por su parte el árbitro electoral (INE) debe cumplir con su función legal emanada de la Constitución, presentar su pruebas y sostenerlas con fundamento y razón. Y grave error sería, mortal, acallar o desaparecer al árbitro cuando el toro y el torero saltan las gradas de la justicia. Y esto lo debe vigilar con el mayor cuidado el titular del Poder Ejecutivo de la Unión, sin caer en la tentación de destruir lo que él mismo ha creado.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca

A la pandemia, violencia, inseguridad y evidente crisis económica se suma ahora un toro bravo de lidia que ha saltado las trancas y pone en ascuas al respetable. ¿Se lo lidiará y cómo? ¿Llegará la suerte suprema con la muerte del toro, corneará éste al torero o se le perdonará la vida en medio del atronador griterío de la multitud? ¿Cómo sería en el caso el paseíllo del matador dedicándoles a todos, montera en mano y adornado con su traje de luces, el festivo espectáculo? Preguntas que se hace el pueblo azorado. El hecho escueto, trágico más que cómico, es que Félix Salgado Macedonio asegura que utilizará todos los recursos legales a su alcance pero… al tiempo que con sus astas -que no en ristre- amenaza con movilizar al pueblo de Guerrero para echar por tierra las elecciones del próximo 6 de junio, “si le niegan el derecho a registrarse”. O sea, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación regresó el asunto al Instituto Nacional Electoral, quien deberá resolver. Resolución que sería a mi juicio impugnable aunque Salgado Macedonio blanda las astas filosas. ¿Para qué lo legal si se es toro de lidia? En una lidia hay que luchar, concepción -ésta- tauromáquica de la política. Sin embargo y volviendo a la fiesta de toros -por cierto ya desaparecida o en franca agonía en México- es que en una corrida hay jueces, hay autoridades. La política tiene sus tiempos, como aquélla. Lo contrario no es fiesta sino chabacanería.

Ahora bien, la autoridad es imprescindible y amenazar con desaparecerla, o hacer todo lo posible para ello, es o sería acogerse torpemente a una improvisación muy peligrosa, a saber, porque sin INE quedaría en cueros, sin traje de luces, el propio Salgado Macedonio. Quedaría sin espectáculo. Y diga lo que diga el INE hay una vía legal abierta. Incluyendo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la única concebible en un verdadero Estado democrático. No se puede ser el único torero en el ruedo, el amo y señor de la plaza, salvo que los méritos propios calificados por la autoridad lo decidan así. Saltar las graderías, irrumpir en ellas, es barbarismo democrático -en rigor antidemocrático- que ya no tiene cabida en México. Quizá por eso se han prohibido las corridas de toros en favor de los animales de lidia; aunque ahora algunos de estos quieran sacrificar al pueblo… Esto es invertir los términos. No hay que olvidar que el desdén a la autoridad es siempre desdén hacia uno mismo, predominio de la soberbia. Descalificar al juez, con los pseudoargumentos que se quiera, es proclamarse el único, el amo y señor. A mayor abundamiento no sé si Salgado Macedonio ha pensado -supongo que no- que es senador de la República y aspirante a gobernador, es decir, que somete su actuar político a dos Poderes, el Legislativo y el Ejecutivo; en otros términos, que se somete al Estado de Derecho, que lo reconoce. ¿Y no es entonces un contrasentido, una contradicción, que ahora pida desconocer un poder que regula el propio Estado para que funja como árbitro electoral? ¿Así actuaría como gobernador o cuando regrese al Senado? ¡Vaya toro de lidia! ¡Vaya espectáculo! Tal ironía lleva implícita una burla a la democracia. Por su parte el árbitro electoral (INE) debe cumplir con su función legal emanada de la Constitución, presentar su pruebas y sostenerlas con fundamento y razón. Y grave error sería, mortal, acallar o desaparecer al árbitro cuando el toro y el torero saltan las gradas de la justicia. Y esto lo debe vigilar con el mayor cuidado el titular del Poder Ejecutivo de la Unión, sin caer en la tentación de destruir lo que él mismo ha creado.

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