/ sábado 13 de noviembre de 2021

Vicente Saldívar: yo quiero saber (I)

Por Miguel Reyes Razo

La idea-orden germinó simultánea en las mentes de Armando Ayala Anguiano y Don Javier Ramos Malzárraga. :¿Qué tal si Reyes Razo entrevista a Vicente Saldívar? Era campeón del mundo y sorpresivamente se retiró invicto. Intentó jugar futbol con "Chon" García en el "Atlante". Le dio por andar en motocicleta y conducir un "Jaguar" sport por el Viaducto Miuel Alemán y el Anillo Periférico. Abrió un taller mecánico por La Lagunilla. Total: Volvió a pelear y otra vez es campeón mundial de los pesos pluma. Este "Zurdo de Oro" es un tipo serio; formal Habla bien . No tiene el tiple del barrio. ¿Le entra?

Ayala, creador-director de "Contenido" y Ramos Malzárraga "Maestrazo" excronista parlamentario del diario "El Popular" y leal partidario de su alentador y director Vicente Lombardo Toledano la alumbraron en la junta semanal de reporteros de "Vida Capitalina", un suplemento que se editaba dos veces por semana y se "encartaba" en el periódico "Novedades". Ayala Anguiano y Ramos Malzárraga se leían el pensamiento. Sin titubear acepté la orden.

"¿Dónde lo encontraría? Vicente Saldívar. El orgullo de la colonia Postal. De la calle Andalucía. ¿En los baños "Jordan"? ¿En los Avenida? ¿Dónde?

"Buscalo en los baños Gloria. Por Tepito. Más bien por. Y dí con los Gloria. Gimnasio y baños. A la entrada el mostrador que exhibía jabones, lociones baratas, maquinillas de rasurar desechables y estimulantes estropajos. En un pilar la tarifa de cada servicio. Baño General. Turco. Vapor General. Masaje

Apareció solitario, decidido.

"!Un peine! !Préstenme un peine por favor! "- pedía mientras su cabello desordenado y húmedo goteaba sobre su poderoso cuello y mojaba el sueter blanco -cuello de tortuga- que encerraba -contenía - un poderoso tórax.

"Aquí tiene, señor Saldívar -dije y le alargue el mío. Uno de metal que vendía Sanborns.

Se puso ante el espejo de los precios y servicios. Era un hombre joven lleno de energía. Elástico, ágil, rápido.

"Sabe usted, señor Saldívar -comencé a decir- que vengo a pedirle una entrevista. Trabajo para "Vida Capitalina".

Reaccionó con brusco rechazo:

"¿Es usted periodista? ¡Aquí está su peine! No tengo nada que hablar con usted. Ni con ningún periodista. Son ustedes una bola de mentirosos, indiscretos, muy desagradecidos. Me costaron mucho dinero. Se los di. Y siempre me pagaron muy mal. Nada de entrevistas...

Aluvión inclemente. Gesto, frases agresivas. Juicios condenatorios. Enfundado en un pantalon guinda -sin bolsillos- que adquirió un día en Portobello Market, en Londres cuando fue ahi a pelear por primera vez con el galés Howard Winstione.

"¿Dónde corre usted? -le pregunté

"A las cinco de la mañana en Chapultepec. Empiezo en el Monumento a los Niños Héroes."- respondió distante y se marchó.

Busqué y encontré a mi muy amiga Maritza López. Joven delgada y audaz que ansiaba conciliar fama y fortuna a través de una Nikon o una Pentax. Tenía un Volkswagen y buen trato. Se entusiasmó. Un poco antes de las cinco de la mañana del día siguiente estábamos en el sitio. Llegó en un Mustang rojo. Lo guiaba su hermano Guillermo. Apagó el aparato de varios "tracks" del "autoestereo" de la época. Bajó el campeón. Pans y sudadera con capucha blancos, blanquísimos. Como si fuera un cirujano a punto de entrar a un quirófano. Se sorprendió al vernos. Maritza ya preparaba su cámara.

"Ya le dije que no le daré ninguna entrevista -me advirtió.

"Y yo quiero saber detrás de que va Vicente Saldívar. Que persigue...

Ya no contestó. Colocó sus manos -hechas puño- sobre las tetillas. Comenzó a correr. Fuimos tras él. Mis zapatos "Chester" Canada no podían con sus tennis profesionales. Ni mi ropa de calle con el lujoso traje sport del campeón. Corrí a su lado mientras duró mi escaso fuelle. Más rápida, Maritza surgía de la espesura y clic, clic, clic relampagueaba la última oscuridad. Pronto me rendí. Seguimos a paso lento al atleta que desapareció de nuestra vista.

Lo hallamos muchos cientos de metros más allá. Solitario obedecía la exigencia de su cuerpo. Flexible, entrenado durante años en diversos climas y latitudes ejecutaba giros y juegos de piernas veloces y precisos. Manejaba su cuerpo a su antojo. Ya cabeceaba. Ya ejecutaba un perfecto "rolling". Veloces, firmes piernas lo sostenían. Lo impulsaban. Y ejecutaba un sinfin -vasto repertorio- de golpes. Jabs de izquierda. Poderosos -contundentes- ganchos, Tenía en la mente el "plexo solar" de su imaginario adversario. Resoplaba. El traje deportivo se empapaba. Surgía el contundente opercot que apuntaba al centro del menton.

Cesó su violenta práctica con la llegada de la aurora. Hermoso espectáculo. Vicente Saldívar exhibía voluntad, determinación, ansia, disciplina, rigor. Maritza no perdió el tiempo. En un santiamén retuvo el vigoroso ejercicio.

Y cimbró el orgullo del campeón

"¿Qué les pareció?- quiso saber.

"A toda madre, campeón"- le devolvió entusiasmada Martza López.

Por Miguel Reyes Razo

La idea-orden germinó simultánea en las mentes de Armando Ayala Anguiano y Don Javier Ramos Malzárraga. :¿Qué tal si Reyes Razo entrevista a Vicente Saldívar? Era campeón del mundo y sorpresivamente se retiró invicto. Intentó jugar futbol con "Chon" García en el "Atlante". Le dio por andar en motocicleta y conducir un "Jaguar" sport por el Viaducto Miuel Alemán y el Anillo Periférico. Abrió un taller mecánico por La Lagunilla. Total: Volvió a pelear y otra vez es campeón mundial de los pesos pluma. Este "Zurdo de Oro" es un tipo serio; formal Habla bien . No tiene el tiple del barrio. ¿Le entra?

Ayala, creador-director de "Contenido" y Ramos Malzárraga "Maestrazo" excronista parlamentario del diario "El Popular" y leal partidario de su alentador y director Vicente Lombardo Toledano la alumbraron en la junta semanal de reporteros de "Vida Capitalina", un suplemento que se editaba dos veces por semana y se "encartaba" en el periódico "Novedades". Ayala Anguiano y Ramos Malzárraga se leían el pensamiento. Sin titubear acepté la orden.

"¿Dónde lo encontraría? Vicente Saldívar. El orgullo de la colonia Postal. De la calle Andalucía. ¿En los baños "Jordan"? ¿En los Avenida? ¿Dónde?

"Buscalo en los baños Gloria. Por Tepito. Más bien por. Y dí con los Gloria. Gimnasio y baños. A la entrada el mostrador que exhibía jabones, lociones baratas, maquinillas de rasurar desechables y estimulantes estropajos. En un pilar la tarifa de cada servicio. Baño General. Turco. Vapor General. Masaje

Apareció solitario, decidido.

"!Un peine! !Préstenme un peine por favor! "- pedía mientras su cabello desordenado y húmedo goteaba sobre su poderoso cuello y mojaba el sueter blanco -cuello de tortuga- que encerraba -contenía - un poderoso tórax.

"Aquí tiene, señor Saldívar -dije y le alargue el mío. Uno de metal que vendía Sanborns.

Se puso ante el espejo de los precios y servicios. Era un hombre joven lleno de energía. Elástico, ágil, rápido.

"Sabe usted, señor Saldívar -comencé a decir- que vengo a pedirle una entrevista. Trabajo para "Vida Capitalina".

Reaccionó con brusco rechazo:

"¿Es usted periodista? ¡Aquí está su peine! No tengo nada que hablar con usted. Ni con ningún periodista. Son ustedes una bola de mentirosos, indiscretos, muy desagradecidos. Me costaron mucho dinero. Se los di. Y siempre me pagaron muy mal. Nada de entrevistas...

Aluvión inclemente. Gesto, frases agresivas. Juicios condenatorios. Enfundado en un pantalon guinda -sin bolsillos- que adquirió un día en Portobello Market, en Londres cuando fue ahi a pelear por primera vez con el galés Howard Winstione.

"¿Dónde corre usted? -le pregunté

"A las cinco de la mañana en Chapultepec. Empiezo en el Monumento a los Niños Héroes."- respondió distante y se marchó.

Busqué y encontré a mi muy amiga Maritza López. Joven delgada y audaz que ansiaba conciliar fama y fortuna a través de una Nikon o una Pentax. Tenía un Volkswagen y buen trato. Se entusiasmó. Un poco antes de las cinco de la mañana del día siguiente estábamos en el sitio. Llegó en un Mustang rojo. Lo guiaba su hermano Guillermo. Apagó el aparato de varios "tracks" del "autoestereo" de la época. Bajó el campeón. Pans y sudadera con capucha blancos, blanquísimos. Como si fuera un cirujano a punto de entrar a un quirófano. Se sorprendió al vernos. Maritza ya preparaba su cámara.

"Ya le dije que no le daré ninguna entrevista -me advirtió.

"Y yo quiero saber detrás de que va Vicente Saldívar. Que persigue...

Ya no contestó. Colocó sus manos -hechas puño- sobre las tetillas. Comenzó a correr. Fuimos tras él. Mis zapatos "Chester" Canada no podían con sus tennis profesionales. Ni mi ropa de calle con el lujoso traje sport del campeón. Corrí a su lado mientras duró mi escaso fuelle. Más rápida, Maritza surgía de la espesura y clic, clic, clic relampagueaba la última oscuridad. Pronto me rendí. Seguimos a paso lento al atleta que desapareció de nuestra vista.

Lo hallamos muchos cientos de metros más allá. Solitario obedecía la exigencia de su cuerpo. Flexible, entrenado durante años en diversos climas y latitudes ejecutaba giros y juegos de piernas veloces y precisos. Manejaba su cuerpo a su antojo. Ya cabeceaba. Ya ejecutaba un perfecto "rolling". Veloces, firmes piernas lo sostenían. Lo impulsaban. Y ejecutaba un sinfin -vasto repertorio- de golpes. Jabs de izquierda. Poderosos -contundentes- ganchos, Tenía en la mente el "plexo solar" de su imaginario adversario. Resoplaba. El traje deportivo se empapaba. Surgía el contundente opercot que apuntaba al centro del menton.

Cesó su violenta práctica con la llegada de la aurora. Hermoso espectáculo. Vicente Saldívar exhibía voluntad, determinación, ansia, disciplina, rigor. Maritza no perdió el tiempo. En un santiamén retuvo el vigoroso ejercicio.

Y cimbró el orgullo del campeón

"¿Qué les pareció?- quiso saber.

"A toda madre, campeón"- le devolvió entusiasmada Martza López.