/ sábado 8 de enero de 2022

Memento Mori

Por Fausto Carbajal

En días recientes, tres personas me han dicho que mi perro está viviendo horas extras. Con genuina empatía, sorpresa o seguida de un “uuuy, joven”, las tres personas utilizaron la misma expresión. Es evidente por qué lo dicen. Akira –por el cineasta japonés Akira Kurosawa– cumple 17 años el próximo junio. Completamente ciego desde hace unos seis años por una cuestión congénita, y prácticamente sordo, su caminar es cada vez más accidentado por la debilidad que acusan sus patas. Considerando la rapidez con la que envejeció el año pasado, pareciera que la maniobra del 2021 le representó en realidad un esfuerzo mucho mayor a doce meses.

Sí, se podría decir que Akira está viviendo “horas extras”. No obstante, ¿acaso no todos estamos en lo mismo? ¿A partir de cuándo podemos decir que empiezan a contar las horas extras? En algún punto de la película Fight Club, Tyler Durden apunta su arma a la nuca de un empleado de una tiendita. —Raymond, vas a morir —le informa Durden sin mayor introducción. Tras encontrar en su cartera una credencial del colegio que ya había expirado, Tyler le pregunta —¿Qué es lo que querías ser, Raymond B. Hessel? —Un veterinario, ¡veterinario! —responde finalmente Raymond después de vacilar bastante. —Mucha escuela —se justifica después. —¿Preferirías estar muerto? ¿Preferirías morir aquí, hincado en la parte trasera de una tienda de conveniencia? —le refutó el que hasta ese momento se perfilaba como su verdugo. —Raymond, si no estás en camino a convertirte en un veterinario en seis semanas, vas a terminar muerto —sentenció Tyler después de quedarse con la licencia de conducir del ya sudoroso Raymond y decirle que lo mantendría vigilado.

Se podría decir que, a partir de ese momento, Raymond estaba viviendo horas extras. ¿Acaso alguien dijo motivación? Más allá de que la película pueda a ratos caer en lo absurdo, el pasaje cobra todavía mayor fuerza al contrastarlo con la historia que Séneca narra sobre aquel emperador que tenía el poder de quitarle la vida a alguien y decirle: “Tienes miedo de morir, y dime: ¿el tipo de vida que llevas es realmente diferente de estar muerto?”.

El principal riesgo de ver las horas extras en un perro viejo –o lo mismo en una persona desahuciada–, es que se entiende a la muerte como un estado y no como un proceso. Y así, muchas personas se han ido creyendo tener suficiente tiempo como para (mal)gastarlo. “Podrías dejar de vivir ahora mismo”, Marco Aurelio se escribió a sí mismo, “Deja que eso determine lo que haces, dices y piensas”.

Con independencia de lo lúgubre y posiblemente desagradable del acto, reflexionar sobre la mortalidad se torna en buen acicate para revisar nuestros miedos –al fracaso, al ridículo, al divorcio sin siquiera estar casados, al domingo porque estamos más cerca del lunes. O a qué renunciamos cuando no vemos lo duro sino lo tupido, qué dejamos inconcluso, cuánto más posponemos un proyecto, con qué nos distraemos o, incluso, a qué sentimientos nos aferramos. Porque vemos Netflix como si fuéramos a vivir para siempre. Porque odiamos como si a Dios realmente le importara cuánto odiamos –para eso, Twitter. Ya lo dijo, San Juan de la Cruz: “en el atardecer de la vida, seremos examinados en el amor”.

Inspira que, no obstante los achaques de la edad, Akira no deja de caminar conducido, en buena medida, por su olfato y su apetito aparentemente insaciable por residuos de comida en la calle –no llegan a sobras. Es sorprendente cómo un animal puede enseñar tanto. No adoctrina, no impone y, ciertamente, no se cree con la autoridad moral del sabio. Únicamente muestra.

Akira seguirá gustando de tomar el sol por las mañanas, el tiempo que tenga que ser. Y así, con el olfato como su única guía en busca de comida, caminará incesantemente frente a lo desconocido. Viviendo esas horas extras. Y mientras lo haga, las personas que lo quieren seguiremos encontrando un placer sutil cada vez que su nariz húmeda recorra el pasto.

Como puede ver, apreciable lector(a), la frescura propia del inicio de año –y el ocaso de la vida de Akira–, me ha llevado a tratar temas importantes. Ya habrá oportunidad de regresar a los temas urgentes y de actualidad en materia de seguridad nacional, geopolítica y lo que exista en medio. Por lo pronto, permítame terminar con la frase del republicano Stendhal, misma que Fernando Savater utiliza para despedir su Ética para Amador: “Adiós, amigo lector; intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo”.

Me atrevo a pensar que no podría haber mejores deseos que estos. Ya no digamos para el 2022, sino para una vida entera.


Consultor

Por Fausto Carbajal

En días recientes, tres personas me han dicho que mi perro está viviendo horas extras. Con genuina empatía, sorpresa o seguida de un “uuuy, joven”, las tres personas utilizaron la misma expresión. Es evidente por qué lo dicen. Akira –por el cineasta japonés Akira Kurosawa– cumple 17 años el próximo junio. Completamente ciego desde hace unos seis años por una cuestión congénita, y prácticamente sordo, su caminar es cada vez más accidentado por la debilidad que acusan sus patas. Considerando la rapidez con la que envejeció el año pasado, pareciera que la maniobra del 2021 le representó en realidad un esfuerzo mucho mayor a doce meses.

Sí, se podría decir que Akira está viviendo “horas extras”. No obstante, ¿acaso no todos estamos en lo mismo? ¿A partir de cuándo podemos decir que empiezan a contar las horas extras? En algún punto de la película Fight Club, Tyler Durden apunta su arma a la nuca de un empleado de una tiendita. —Raymond, vas a morir —le informa Durden sin mayor introducción. Tras encontrar en su cartera una credencial del colegio que ya había expirado, Tyler le pregunta —¿Qué es lo que querías ser, Raymond B. Hessel? —Un veterinario, ¡veterinario! —responde finalmente Raymond después de vacilar bastante. —Mucha escuela —se justifica después. —¿Preferirías estar muerto? ¿Preferirías morir aquí, hincado en la parte trasera de una tienda de conveniencia? —le refutó el que hasta ese momento se perfilaba como su verdugo. —Raymond, si no estás en camino a convertirte en un veterinario en seis semanas, vas a terminar muerto —sentenció Tyler después de quedarse con la licencia de conducir del ya sudoroso Raymond y decirle que lo mantendría vigilado.

Se podría decir que, a partir de ese momento, Raymond estaba viviendo horas extras. ¿Acaso alguien dijo motivación? Más allá de que la película pueda a ratos caer en lo absurdo, el pasaje cobra todavía mayor fuerza al contrastarlo con la historia que Séneca narra sobre aquel emperador que tenía el poder de quitarle la vida a alguien y decirle: “Tienes miedo de morir, y dime: ¿el tipo de vida que llevas es realmente diferente de estar muerto?”.

El principal riesgo de ver las horas extras en un perro viejo –o lo mismo en una persona desahuciada–, es que se entiende a la muerte como un estado y no como un proceso. Y así, muchas personas se han ido creyendo tener suficiente tiempo como para (mal)gastarlo. “Podrías dejar de vivir ahora mismo”, Marco Aurelio se escribió a sí mismo, “Deja que eso determine lo que haces, dices y piensas”.

Con independencia de lo lúgubre y posiblemente desagradable del acto, reflexionar sobre la mortalidad se torna en buen acicate para revisar nuestros miedos –al fracaso, al ridículo, al divorcio sin siquiera estar casados, al domingo porque estamos más cerca del lunes. O a qué renunciamos cuando no vemos lo duro sino lo tupido, qué dejamos inconcluso, cuánto más posponemos un proyecto, con qué nos distraemos o, incluso, a qué sentimientos nos aferramos. Porque vemos Netflix como si fuéramos a vivir para siempre. Porque odiamos como si a Dios realmente le importara cuánto odiamos –para eso, Twitter. Ya lo dijo, San Juan de la Cruz: “en el atardecer de la vida, seremos examinados en el amor”.

Inspira que, no obstante los achaques de la edad, Akira no deja de caminar conducido, en buena medida, por su olfato y su apetito aparentemente insaciable por residuos de comida en la calle –no llegan a sobras. Es sorprendente cómo un animal puede enseñar tanto. No adoctrina, no impone y, ciertamente, no se cree con la autoridad moral del sabio. Únicamente muestra.

Akira seguirá gustando de tomar el sol por las mañanas, el tiempo que tenga que ser. Y así, con el olfato como su única guía en busca de comida, caminará incesantemente frente a lo desconocido. Viviendo esas horas extras. Y mientras lo haga, las personas que lo quieren seguiremos encontrando un placer sutil cada vez que su nariz húmeda recorra el pasto.

Como puede ver, apreciable lector(a), la frescura propia del inicio de año –y el ocaso de la vida de Akira–, me ha llevado a tratar temas importantes. Ya habrá oportunidad de regresar a los temas urgentes y de actualidad en materia de seguridad nacional, geopolítica y lo que exista en medio. Por lo pronto, permítame terminar con la frase del republicano Stendhal, misma que Fernando Savater utiliza para despedir su Ética para Amador: “Adiós, amigo lector; intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo”.

Me atrevo a pensar que no podría haber mejores deseos que estos. Ya no digamos para el 2022, sino para una vida entera.


Consultor