/ domingo 11 de junio de 2023

De Perfil | Julieta Fierro, la divulgadora de los astros

Julieta Fierro, la astrónoma mexicana que de niña soñaba con princesas y quería tener 12 hijos, es nombrada integrante de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias

“Cierren los ojos... Díganme, ¿qué es lo que acabo de poner entre sus manos?, ¿pueden describirlo? Ahora, imaginen que ustedes son los científicos que hacen un gran descubrimiento entre la oscuridad del universo y no saben qué es; mientras que yo soy la ciencia que quiere saber, y la prensa interesada en la gran noticia del momento. Así que, a ver, científicos, ¿qué es lo que nos tienen que decir?”

Las palabras son de la reconocida astrofísica, la Doctora Julieta Fierro Gossman, quien nos ha recibido en su casa, cerca de Ciudad Universitaria, al sur de la Ciudad de México. Se trata de un espontáneo y muy sencillo experimento en el que reportero y fotógrafo participaron y que funciona bien como una analogía de la difícil labor de la ciencia por acercarse y comunicar explicaciones de la realidad, que son, a final de cuentas, tan susceptibles al movimiento y la transformación, como aquello que tratan de comprender.

“Esa es la magia de la ciencia, que nunca tenemos la verdad, sino cachitos de verdad”, asegura en entrevista con El Sol de México la investigadora del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México.

EL BIG BANG DE JULIETA

“Yo quería ser hada, porque veía tanto sufrimiento en el mundo; quería tener un elefante que corriera y creciera conmigo, pero ni Santa Claus ni los Reyes Magos me lo trajeron; quería tener 12 hijos, porque tenía 12 peluches... pero no, no cumplí ninguno de esos objetivos”. El destino de Julieta Fierro fue diferente

Siempre sonriente, con una sencillez, curiosidad y pasión, igual al de una niña que continúa en el asombro del mundo, Julieta Fierro es hoy una de las mujeres mexicanas más destacadas a nivel internacional, con reconocimientos tan importantes como el Premio a la Divulgación de la Academia Mundial de Ciencias en 1992 o el Premio Kalinga de la UNESCO, en 1995.

Su labor también le ha permitido ser miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y elegida este 2023 como parte de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, distinción que sólo ha sido otorgado a 14 mexicanos, que se suman a la lista de grandes mentes como Charles Darwin, Albert Einstein y Pablo Picasso.

¿Pero dónde comenzó todo? ¿Cuál fue ese Big Bang que detonó el incansable interés de Julieta por la astronomía? ¿Cuál fue esa chispa o huevo cósmico? La científica relata que fue realmente una vez estudiando física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, al haber cursado materias de astronomía con los investigadores Eduardo Schmitter y Manuel Peimbert, quien ha hecho importantes aportaciones a la comprensión de las propiedades físicas interestelares y la evolución de la composición química de las galaxias.

“Iba yo a una escuela francesa, pero siempre sacaba cero en francés y 10 en matemáticas. Ahí es donde creo que está la señal que me dice que siempre fui científica. Fue por recomendación de mi hermana que estudié física, pues ella creía que yo no sería capaz de estudiar matemáticas, además de que ella pensaba que en física podría trabajar de eso mientras estudiaba.

“Así que al principio no me gustaba tanto la física, pero ahora me fascina: es una forma elegante, lógica y transparente de entender la naturaleza. Y bueno, la astronomía va todavía más allá de la física de la Tierra, que se ha visto es igual a la de las más de 100 mil millones de galaxias y estrellas que pueblan el universo. Sin duda, una herramienta extraordinaria”, cuenta Fierro, quien fuera presidente de la Comisión de Educación de la Unión Astronómica Internacional.

ÉPOCA DE UTOPÍAS Y LIBERACIÓN

Aquellos años de estudio ocurrieron durante la efervescencia de ideas, en la década de los sesenta con el movimiento estudiantil. “Era la época de las utopías, en que el comunismo iba a funcionar: todos íbamos a tener seguro médico, trabajos dignos y casa propia, los grandes ideales de la humanidad; era el tiempo de las pastillas anticonceptivas que nos permitieron a las mujeres decidir cuándo ser madres; y también de los hippies, del amor y paz, cosa que sigo siendo hasta ahora”, describe la autora del libro Lo grandioso del tiempo. Gran paseo por la ciencia.

“El movimiento estudiantil del 68 fue una revolución, pero los jóvenes nunca entendemos de qué tratan las revoluciones. Para mí fue el derecho a trabajar, a estudiar y ser libre. Cosa que fue al mismo tiempo un problema para las mujeres que estudiábamos ciencias, porque queríamos demostrar que podíamos destacar a nivel mundial y ser las superdupers, además de tener que ser buenas amas de casa. Esta, tal vez, es una de las malas consecuencias de mi generación, pero ahora entendemos que las mujeres no tenemos que demostrar nada y todo hacerlo por verdadera pasión y aprender a ser felices”, afirma.

La también docente cuenta que gracias a haber estudiado en esos tiempos es que le ha tocado vivir de manera cercana los grandes descubrimientos astronómicos de los últimos 50 años. Desde los que se impulsaron por la carrera al espacio, hasta los que significan el trabajo de grupos de grandes científicos; experimentando, por ejemplo, la oportunidad de platicar con astronautas y cosmonautas, como Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio.

“Fueron cambios que se extendieron en todo el conocimiento. Cuando yo estudié se pensaba que eran otros los elementos químicos en el universo, muy distintos a los que hay aquí; no había agujeros negros ni cuásares. Es decir, cuando yo empecé ignorábamos mucho y ahora sabemos que ignoramos mucho más. Pero eso sí, ahora que conocemos que hay ondas gravitacionales vemos el universo distinto. Es como si alguien nos diera un nuevo sentido para poder descubrir al ser amado, más allá de verlo, sentirlo, tocarlo, probarlo y escucharlo”, explica Julieta.

LA DIVULGADORA

Conferencista con más de mil presentaciones alrededor del globo; escritora de artículos y libros enteros de ciencia dura y divulgación, así como conductora de programas de televisión dedicados a la divulgación de la ciencia, Julieta Fierro, culpa de esta faceta, con una sonrisa cómplice que se expresa incluso a través de sus ojos, al mismo Manuel Peimbert, quien la invitó, cuando trabajaban juntos, a participar en Canal 11 en un programa, y luego incitarla, sin querer, a dar conferencias y a escribir.

“Creo que Manuel, que quería que fuera una investigadora, digamos ‘estándar’, estaba molesto conmigo, pero ahora creo que le da orgullo ver que soy muy reconocida a nivel mundial y que he hecho todo lo posible para divulgar la ciencia, porque él fue quien me formó”, declara.

En cuanto a la importancia de la divulgación científica, Fierro afirma que, en principio, puede servir para que la gente pueda resolver o sepa cómo se han resuelto problemas prácticos –como lo ha hecho la misma astronomía, la cual ha permitido el avance de la comunicación satelital, el desarrollo de energías sustentables y el uso de los calendarios– pero que ésta también puede ser útil al simple interés de conocer.

“La astronomía es tan bonita que es una manera ideal para acercarse a la ciencia. Es una rama fascinante, la puedes abordar desde muchos lados, como podría ser, por ejemplo, su historia, y ver las predicciones mayas de los próximos eclipses, como se ve en el Códice Dresde, que es uno de los pocos originales que han sobrevivido, ¿cómo sabían que habría un eclipse visible en su zona próximamente?

“También se puede abordar desde la misma geografía: descubrir cuáles son las lunas nuevas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos y materia orgánica. Es una oportunidad para conocer más a la misma Tierra, parecido a como sucede con las personas, si queremos conocer más del lugar de donde vivimos tenemos que conocer otros mundos”, asegura Julieta, quien al hacer esta declaración se levanta rápidamente para mostrarnos un facsimilar del Códice Dresde de los mayas y señalarnos: “Miren cómo se ve que está hecho por diferentes manos. Este el símbolo del Sol y ahí está una serpiente que se lo está comiendo”.

Como uno de los grandes referentes en la historia de la divulgación científica que es el médico Ruy Pérez Tamayo, Julieta Fierro mira en él un ejemplo del modo en que tiene que realizarse la divulgación, “con imaginación y rigor científico”, elementos de los que se carece, sobre todo, en la comunicación de las ciencias en redes sociales, las cuales no soy evaluadas.

CON LA VISTA AL CIELO

Llena de júbilo por su ingreso a la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, la investigadora adelanta que su trabajo consistirá en escribir libremente de cualquier tema que sea de su interés, pero, principalmente, en generar conciencia sobre la importancia de salvar el planeta.

“Los diferentes daños que nosotros mismos hemos provocado tienen al mundo al límite. Tenemos que encontrar la manera de que se hagan más energías limpias útiles, que cada vez son más baratas. México, por ejemplo, al ser 70 por ciento desierto, podría poner muchas más celdas solares; y si te sobra energía podrías desalar el agua de los mares para generar agua potable. México podría ser una potencia exportadora de energía y agua limpia, México podría ser la potencia del futuro”, afirma Julieta Fierro, quien reconoce que hoy la astronomía mexicana tiene un prestigio muy bien reconocido en el mundo, pues ha contado con grandes representantes, como Silvia Torres, la primera mujer en obtener el grado de doctora en Astronomía y quien fue presidenta de la Unión Astronómica Internacional o el astrónomo Luis Felipe Rodríguez, el primero en descubrir agua más allá del sistema solar.

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Aún así, muestra su preocupación por la falta de apoyos a la comunidad científica por parte del gobierno: “La ciencia es cara, su principal interés es generar conocimiento y tecnología para ese mismo conocimiento. Un ideal es que la ciencia genere tecnología para la industria para que pueda crear objetos útiles a todos, como son los celulares. Pero en México se sataniza a ambas partes en lugar de vincularlos”.

Ahora, entre sus intereses personales inmediatos, se encuentra la escritura de un libro que titulará La ciencia, ¿para qué?; además de preparar cápsulas informativas y escritos, precisamente sobre el próximo eclipse solar que podrá verse en México el 14 de octubre, por lo que posiblemente, mientras usted está leyendo esto Julieta Fierro esté viendo el cielo desde su ventana poblada de orquídeas; o desde su “Acapulco en la azotea”, rodeada de sus plantas; o al salir de una conferencia o un programa de radio o televisión.

“Cierren los ojos... Díganme, ¿qué es lo que acabo de poner entre sus manos?, ¿pueden describirlo? Ahora, imaginen que ustedes son los científicos que hacen un gran descubrimiento entre la oscuridad del universo y no saben qué es; mientras que yo soy la ciencia que quiere saber, y la prensa interesada en la gran noticia del momento. Así que, a ver, científicos, ¿qué es lo que nos tienen que decir?”

Las palabras son de la reconocida astrofísica, la Doctora Julieta Fierro Gossman, quien nos ha recibido en su casa, cerca de Ciudad Universitaria, al sur de la Ciudad de México. Se trata de un espontáneo y muy sencillo experimento en el que reportero y fotógrafo participaron y que funciona bien como una analogía de la difícil labor de la ciencia por acercarse y comunicar explicaciones de la realidad, que son, a final de cuentas, tan susceptibles al movimiento y la transformación, como aquello que tratan de comprender.

“Esa es la magia de la ciencia, que nunca tenemos la verdad, sino cachitos de verdad”, asegura en entrevista con El Sol de México la investigadora del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México.

EL BIG BANG DE JULIETA

“Yo quería ser hada, porque veía tanto sufrimiento en el mundo; quería tener un elefante que corriera y creciera conmigo, pero ni Santa Claus ni los Reyes Magos me lo trajeron; quería tener 12 hijos, porque tenía 12 peluches... pero no, no cumplí ninguno de esos objetivos”. El destino de Julieta Fierro fue diferente

Siempre sonriente, con una sencillez, curiosidad y pasión, igual al de una niña que continúa en el asombro del mundo, Julieta Fierro es hoy una de las mujeres mexicanas más destacadas a nivel internacional, con reconocimientos tan importantes como el Premio a la Divulgación de la Academia Mundial de Ciencias en 1992 o el Premio Kalinga de la UNESCO, en 1995.

Su labor también le ha permitido ser miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y elegida este 2023 como parte de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, distinción que sólo ha sido otorgado a 14 mexicanos, que se suman a la lista de grandes mentes como Charles Darwin, Albert Einstein y Pablo Picasso.

¿Pero dónde comenzó todo? ¿Cuál fue ese Big Bang que detonó el incansable interés de Julieta por la astronomía? ¿Cuál fue esa chispa o huevo cósmico? La científica relata que fue realmente una vez estudiando física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, al haber cursado materias de astronomía con los investigadores Eduardo Schmitter y Manuel Peimbert, quien ha hecho importantes aportaciones a la comprensión de las propiedades físicas interestelares y la evolución de la composición química de las galaxias.

“Iba yo a una escuela francesa, pero siempre sacaba cero en francés y 10 en matemáticas. Ahí es donde creo que está la señal que me dice que siempre fui científica. Fue por recomendación de mi hermana que estudié física, pues ella creía que yo no sería capaz de estudiar matemáticas, además de que ella pensaba que en física podría trabajar de eso mientras estudiaba.

“Así que al principio no me gustaba tanto la física, pero ahora me fascina: es una forma elegante, lógica y transparente de entender la naturaleza. Y bueno, la astronomía va todavía más allá de la física de la Tierra, que se ha visto es igual a la de las más de 100 mil millones de galaxias y estrellas que pueblan el universo. Sin duda, una herramienta extraordinaria”, cuenta Fierro, quien fuera presidente de la Comisión de Educación de la Unión Astronómica Internacional.

ÉPOCA DE UTOPÍAS Y LIBERACIÓN

Aquellos años de estudio ocurrieron durante la efervescencia de ideas, en la década de los sesenta con el movimiento estudiantil. “Era la época de las utopías, en que el comunismo iba a funcionar: todos íbamos a tener seguro médico, trabajos dignos y casa propia, los grandes ideales de la humanidad; era el tiempo de las pastillas anticonceptivas que nos permitieron a las mujeres decidir cuándo ser madres; y también de los hippies, del amor y paz, cosa que sigo siendo hasta ahora”, describe la autora del libro Lo grandioso del tiempo. Gran paseo por la ciencia.

“El movimiento estudiantil del 68 fue una revolución, pero los jóvenes nunca entendemos de qué tratan las revoluciones. Para mí fue el derecho a trabajar, a estudiar y ser libre. Cosa que fue al mismo tiempo un problema para las mujeres que estudiábamos ciencias, porque queríamos demostrar que podíamos destacar a nivel mundial y ser las superdupers, además de tener que ser buenas amas de casa. Esta, tal vez, es una de las malas consecuencias de mi generación, pero ahora entendemos que las mujeres no tenemos que demostrar nada y todo hacerlo por verdadera pasión y aprender a ser felices”, afirma.

La también docente cuenta que gracias a haber estudiado en esos tiempos es que le ha tocado vivir de manera cercana los grandes descubrimientos astronómicos de los últimos 50 años. Desde los que se impulsaron por la carrera al espacio, hasta los que significan el trabajo de grupos de grandes científicos; experimentando, por ejemplo, la oportunidad de platicar con astronautas y cosmonautas, como Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio.

“Fueron cambios que se extendieron en todo el conocimiento. Cuando yo estudié se pensaba que eran otros los elementos químicos en el universo, muy distintos a los que hay aquí; no había agujeros negros ni cuásares. Es decir, cuando yo empecé ignorábamos mucho y ahora sabemos que ignoramos mucho más. Pero eso sí, ahora que conocemos que hay ondas gravitacionales vemos el universo distinto. Es como si alguien nos diera un nuevo sentido para poder descubrir al ser amado, más allá de verlo, sentirlo, tocarlo, probarlo y escucharlo”, explica Julieta.

LA DIVULGADORA

Conferencista con más de mil presentaciones alrededor del globo; escritora de artículos y libros enteros de ciencia dura y divulgación, así como conductora de programas de televisión dedicados a la divulgación de la ciencia, Julieta Fierro, culpa de esta faceta, con una sonrisa cómplice que se expresa incluso a través de sus ojos, al mismo Manuel Peimbert, quien la invitó, cuando trabajaban juntos, a participar en Canal 11 en un programa, y luego incitarla, sin querer, a dar conferencias y a escribir.

“Creo que Manuel, que quería que fuera una investigadora, digamos ‘estándar’, estaba molesto conmigo, pero ahora creo que le da orgullo ver que soy muy reconocida a nivel mundial y que he hecho todo lo posible para divulgar la ciencia, porque él fue quien me formó”, declara.

En cuanto a la importancia de la divulgación científica, Fierro afirma que, en principio, puede servir para que la gente pueda resolver o sepa cómo se han resuelto problemas prácticos –como lo ha hecho la misma astronomía, la cual ha permitido el avance de la comunicación satelital, el desarrollo de energías sustentables y el uso de los calendarios– pero que ésta también puede ser útil al simple interés de conocer.

“La astronomía es tan bonita que es una manera ideal para acercarse a la ciencia. Es una rama fascinante, la puedes abordar desde muchos lados, como podría ser, por ejemplo, su historia, y ver las predicciones mayas de los próximos eclipses, como se ve en el Códice Dresde, que es uno de los pocos originales que han sobrevivido, ¿cómo sabían que habría un eclipse visible en su zona próximamente?

“También se puede abordar desde la misma geografía: descubrir cuáles son las lunas nuevas de Júpiter y Saturno, que tienen mares subterráneos y materia orgánica. Es una oportunidad para conocer más a la misma Tierra, parecido a como sucede con las personas, si queremos conocer más del lugar de donde vivimos tenemos que conocer otros mundos”, asegura Julieta, quien al hacer esta declaración se levanta rápidamente para mostrarnos un facsimilar del Códice Dresde de los mayas y señalarnos: “Miren cómo se ve que está hecho por diferentes manos. Este el símbolo del Sol y ahí está una serpiente que se lo está comiendo”.

Como uno de los grandes referentes en la historia de la divulgación científica que es el médico Ruy Pérez Tamayo, Julieta Fierro mira en él un ejemplo del modo en que tiene que realizarse la divulgación, “con imaginación y rigor científico”, elementos de los que se carece, sobre todo, en la comunicación de las ciencias en redes sociales, las cuales no soy evaluadas.

CON LA VISTA AL CIELO

Llena de júbilo por su ingreso a la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, la investigadora adelanta que su trabajo consistirá en escribir libremente de cualquier tema que sea de su interés, pero, principalmente, en generar conciencia sobre la importancia de salvar el planeta.

“Los diferentes daños que nosotros mismos hemos provocado tienen al mundo al límite. Tenemos que encontrar la manera de que se hagan más energías limpias útiles, que cada vez son más baratas. México, por ejemplo, al ser 70 por ciento desierto, podría poner muchas más celdas solares; y si te sobra energía podrías desalar el agua de los mares para generar agua potable. México podría ser una potencia exportadora de energía y agua limpia, México podría ser la potencia del futuro”, afirma Julieta Fierro, quien reconoce que hoy la astronomía mexicana tiene un prestigio muy bien reconocido en el mundo, pues ha contado con grandes representantes, como Silvia Torres, la primera mujer en obtener el grado de doctora en Astronomía y quien fue presidenta de la Unión Astronómica Internacional o el astrónomo Luis Felipe Rodríguez, el primero en descubrir agua más allá del sistema solar.

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Aún así, muestra su preocupación por la falta de apoyos a la comunidad científica por parte del gobierno: “La ciencia es cara, su principal interés es generar conocimiento y tecnología para ese mismo conocimiento. Un ideal es que la ciencia genere tecnología para la industria para que pueda crear objetos útiles a todos, como son los celulares. Pero en México se sataniza a ambas partes en lugar de vincularlos”.

Ahora, entre sus intereses personales inmediatos, se encuentra la escritura de un libro que titulará La ciencia, ¿para qué?; además de preparar cápsulas informativas y escritos, precisamente sobre el próximo eclipse solar que podrá verse en México el 14 de octubre, por lo que posiblemente, mientras usted está leyendo esto Julieta Fierro esté viendo el cielo desde su ventana poblada de orquídeas; o desde su “Acapulco en la azotea”, rodeada de sus plantas; o al salir de una conferencia o un programa de radio o televisión.

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