/ sábado 31 de julio de 2021

Dudo, luego… ¿necesito un coach?

Ni consejos, ni regaños, ni recetas... sólo preguntas para que cada uno llegue a sus propias conclusiones sobre aquello que le está incomodando en la vida

¿Qué es un coach de vida?, ¿un psicólogo?, ¿un nutriólogo?, ¿un entrenador fitness? ¿Todo lo anterior junto?

Betzabé Almanzor, coach certificada, nos dice que esta nueva figura de apoyo a las personas “es un facilitador. Es una persona que te da herramientas de empoderamiento humano y desarrollo personal que se pueden utilizar para un crecimiento personal o para apoyar una empresa, para un proyecto determinado o para un objetivo en específico”.

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Nos refiere que hay muchos tipos de coach: fitness, “health coach” que están en el tema de salud, coach ejecutivo, coach ontológico.

“Ahorita de repente se dio un boom, pero en realidad la técnica del coaching es una técnica muy antigua, basada en el diálogo hipocrático, pues se basa en una plática de cuestionamiento, que lleva a una introspección, para que la persona pueda tener su propia respuesta o su propio resultado”.

Un coach no da consejos, ni regaña, ni da recetas sobre la vida. Foto: Instagram Huracán Dreyfus

De acuerdo con la especialista, un coach no da consejos, ni regaña, ni da recetas, sino que facilita, mediante preguntas, que las personas lleguen a sus propias conclusiones sobre aquello que les está incomodando en sus vidas, o sobre los aspectos que quieran mejorar.

“El coaching consigue cambios en personas profesionales que anteriormente, por una visión del mundo muy corta, no eran capaces de resolver asuntos fundamentales de su vida y trabajo, pero de ninguna manera el coach se convierte en el experto en tu vida. Al contrario, si estás frente a un coach que se siente experto en tu vida y dice conocerla mejor que tú, sal corriendo porque esto no se trata de dar consejos, sino de ir llevando a las personas a generar preguntas que a su vez generan su propia respuesta”.

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Más que un trabajo de psicólogo, nutriólogo o fitness, ella asegura que es integral, que la persona sola llegará a la conclusión sobre qué, de todo, es necesario incluir en su vida.

Almanzor asegura que, de acuerdo con su experiencia, las problemáticas de los seres humanos no son muy distintas unas de otras. “Como que todos traemos los mismos temas, no exactamente igual, pero que tienden a lo mismo: la familia, el trabajo, el físico, el dinero. En el fondo no somos tan complejos, lo cual nos permite tener una metodología más clara”.


Una metodología científica

Betazabé Almanzor afirma que, si bien hay charlatanes en esa profesión, todo tiene un respaldo serio y científico.

“El método en el que yo estoy certificada es el Instituto MMK, de Andrea Llamas. Cuando alguien te pide información sobre una sesión, nosotros mandamos un cuestionario previo de cinco preguntas para darte cuenta de cuál es el lugar en el que se encuentra la persona emocionalmente hablando o de la situación en la que está, puede ser un divorcio, una pareja, hijos, dinero. Desde ese cuestionario inicial puedes darte cuenta si alguien va a jalar con las sesiones o si no tiene mucho futuro entrar a sesiones”.

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Señala que, a diferencia de lo que sucede en una sesión con el nutriólogo, que te extiende un plan alimenticio que se adapte a tu condiciones físicas, aquí lo que comienza es un intercambio entre el coach y el “coucheado”, que al final de cuentas es el responsable de su vida; “tu como coach no lo eres, de tal manera que el coach no debe opinar sobre tu vida, ni criticarte, ni elogiarte, porque al final tu no eres experto en su vida”.

Ella piensa que es una gran soberbia asumirse por encima de las personas y decirles “yo soy mejor que tú y yo sé cómo debes de manejar tu vida; yo te voy a enseñar a que tu encuentres tus respuestas, como yo he encontrado las mías”.

Refiere casos en los que puede llegar una mujer golpeada, que sufre violencia doméstica y pues no le dices que hable con su violentador y traten de solucionar las cosas platicando. Es imposible. Es cuando recomiendas canalizar el caso a instancias jurídicas o de protección.

“Hay quienes llegan, principalmente mujeres, con problemas de bulimia, anorexia o algún desorden alimenticio, y al principio puedes sugerir que se tome determinada atención profesional, ya que yo no soy psicóloga ni nutrióloga. Si llega alguien con un desorden mental, debe existir en el coach la suficiente ética para canalizar a la persona: prefiero que vaya con un especialista, con un psiquiatra con un psicólogo donde le puedan medicar. Hay situaciones que nos rebasan y no puede uno jugarle al héroe en esta profesión”.

Para iniciar un coaching

Sobre las condiciones ideales para que sesiones de este tipo se puedan dar, Almanzor dice que, quitando los casos extremos, para que las personas puedan tomar clases de coaching tienen que estar funcionando al 100% en sus vidas. Si la persona trabaja, si tiene una vida normal, puede tomar sesiones de coaching, para comenzar a elaborar precisamente las cosas que le representan un vacío o un reto.

“En general el gran hueco que se intenta cubrir es el que existe entre lo que la persona es y lo que quiere ser. La diferencia entre lo que le gustaría ser y lo que está viviendo, que no le gustaría vivirlo, o que le gustaría vivir diferente. Esta metodología sirve para que mediante preguntas la propia gente vaya sacando sus propias conclusiones”.

Refiere que es como en la película de Patch Adams, donde el médico les enseñaba lo más obvio, que los dedos de la mano siempre son diez, pero que hay gente que sólo ve cinco, es decir, que se limitan a trabajar con una mano. El coach, asegura, te orienta a ver la otra mano, los otros cinco dedos que tienes y que no estás usando.

“Se trata de aumentar tu capacidad de conciencia, o a veces se llega a la conclusión que uno tiene que desaprender cosas que durante toda su vida han tenido introyectadas y las limitan y no las dejan ser felices.

“Cuando nacemos, lo hacemos en blanco y conforme vamos creciendo nuestro cerebro retiene información -al igual que lo hace el CPU de una computadora-, de forma consciente o inconsciente, pero la información ahí la traemos conforme vamos creciendo, conforme vamos viviendo diferentes situaciones. De todo ese cúmulo de cosas que traemos, la idea es revisarlas y darse cuenta qué nos puede estar limitando. Y que las personas digan: ‘ah caray, eso me limita, eso me duele, lo que yo realmente pienso es esto otro y no lo que siempre me dijeron que era'. Cuando las personas comienzan a desaprender conductas o ideas, se tiene más capacidad para ver cosas que antes nos eran invisibles, porque no estamos adiestrados para verlas”.

Y pone un ejemplo muy básico: “Imagina que viene un cliente y ves que trae el fleco a la mitad de la cara, de tal manera que le tapa un ojo. Y él dice que no ve del lado izquierdo, pero es su fleco. Yo como coach no le puedo decir que se quite el fleco, ya que de esa manera él no haría suya la solución. Yo tengo que preguntarle “¿Y qué crees que te está limitando la visión?, ya solito dirá ‘ah, es que tengo el fleco’, pero salió de él”.

Para la especialista, el trabajo de un coach es estar constantemente cuestionando a la persona, lo que cree, lo que piensa. La pregunta básica, según Almanzor, es “¿Y eso que tú crees es absolutamente cierto?” Con esa simple pregunta, asegura, ya se está abriendo la visión, cuando menos a la duda, para concluir después si tal o cual creencia es cierta y, si no lo es, qué debería cambiar en su vida.

Y alerta que no busca cuestionar los valores familiares o personales, sino la forma en que cada uno de nosotros asume esos valores. Al final de lo que se trata, dice, es de que queden sólo los valores naturales del ser humano, “y entonces no se cuestiona el valor como tal sino la manera en que los vivimos”.

Un boom de coaches

Ahora bien, sobre la súbita multiplicación de coaches de vida, Betzabé Almanzor dice que, como todo, se volvió una moda, que busca atender una necesidad humana real.

Menciona que hay demasiados colegios que están certificando “coaches” con cursos de tres horas de duración, lo cual no es serio. Recomienda se contrate a quienes tengan la certificación IFT, que es como la de máxima calidad. También hay que buscar antecedentes del coach, dónde estudió, su trayectoria, si ya está recomendado por otros; meterse y buscarlo en internet.

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“El ser humano se encuentra en una etapa de búsqueda, cuando probablemente nuestros papás, nuestros abuelos, las generaciones anteriores, no se permitían ni siquiera cuestionar. En generaciones como la nuestra ya podemos cuestionarnos todo, lo cual genera en muchas ocasiones pequeñas crisis, en las que necesitas un acompañante para que te cuestiones y puedas llegar a la mejor conclusión posible”.

Y no se trata, asegura, de que el coach le diga a una persona, qué es lo bueno y qué es lo malo. Se aborda sobre todo lo que es funcional para uno. Pone el caso del matrimonio, que no es bueno o malo per sé, sino que puede ser o no funcional para una persona a la que le han dicho toda la vida que es el estado ideal en el que todos debemos estar. Para unos, dice, el matrimonio será un aliciente y logro en la vida, pero no para todos.

“No sé si lo que el ser humano busca llenar es un vacío existencial, o más bien resolver una crisis respecto de las expectativas que tengo o tienen de mí, cuando la realidad o lo que yo quiero no se acerca a esas metas. Es entonces cuando comienzan las preguntas: ¿qué estoy haciendo?, ¿yo quiero ser eso? o ¿yo quiero tener eso? Y ahí es donde empiezan las crisis”.

Rechaza que el coaching busque necesariamente que las personas rompan con su vida actual, sino que se pueda llevar a la persona al lugar que quiere, pero de una forma integral, en paz, en armonía, “porque muchas veces puedes llegar al objetivo que te planteas, pero dejas la piel en el pavimento, y el coaching te ayuda a llevar o a llegar a ese objetivo desde un lugar mucho más congruente contigo. El camino no tiene por qué ser tan doloroso”.


¿Qué es un coach de vida?, ¿un psicólogo?, ¿un nutriólogo?, ¿un entrenador fitness? ¿Todo lo anterior junto?

Betzabé Almanzor, coach certificada, nos dice que esta nueva figura de apoyo a las personas “es un facilitador. Es una persona que te da herramientas de empoderamiento humano y desarrollo personal que se pueden utilizar para un crecimiento personal o para apoyar una empresa, para un proyecto determinado o para un objetivo en específico”.

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Nos refiere que hay muchos tipos de coach: fitness, “health coach” que están en el tema de salud, coach ejecutivo, coach ontológico.

“Ahorita de repente se dio un boom, pero en realidad la técnica del coaching es una técnica muy antigua, basada en el diálogo hipocrático, pues se basa en una plática de cuestionamiento, que lleva a una introspección, para que la persona pueda tener su propia respuesta o su propio resultado”.

Un coach no da consejos, ni regaña, ni da recetas sobre la vida. Foto: Instagram Huracán Dreyfus

De acuerdo con la especialista, un coach no da consejos, ni regaña, ni da recetas, sino que facilita, mediante preguntas, que las personas lleguen a sus propias conclusiones sobre aquello que les está incomodando en sus vidas, o sobre los aspectos que quieran mejorar.

“El coaching consigue cambios en personas profesionales que anteriormente, por una visión del mundo muy corta, no eran capaces de resolver asuntos fundamentales de su vida y trabajo, pero de ninguna manera el coach se convierte en el experto en tu vida. Al contrario, si estás frente a un coach que se siente experto en tu vida y dice conocerla mejor que tú, sal corriendo porque esto no se trata de dar consejos, sino de ir llevando a las personas a generar preguntas que a su vez generan su propia respuesta”.

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Más que un trabajo de psicólogo, nutriólogo o fitness, ella asegura que es integral, que la persona sola llegará a la conclusión sobre qué, de todo, es necesario incluir en su vida.

Almanzor asegura que, de acuerdo con su experiencia, las problemáticas de los seres humanos no son muy distintas unas de otras. “Como que todos traemos los mismos temas, no exactamente igual, pero que tienden a lo mismo: la familia, el trabajo, el físico, el dinero. En el fondo no somos tan complejos, lo cual nos permite tener una metodología más clara”.


Una metodología científica

Betazabé Almanzor afirma que, si bien hay charlatanes en esa profesión, todo tiene un respaldo serio y científico.

“El método en el que yo estoy certificada es el Instituto MMK, de Andrea Llamas. Cuando alguien te pide información sobre una sesión, nosotros mandamos un cuestionario previo de cinco preguntas para darte cuenta de cuál es el lugar en el que se encuentra la persona emocionalmente hablando o de la situación en la que está, puede ser un divorcio, una pareja, hijos, dinero. Desde ese cuestionario inicial puedes darte cuenta si alguien va a jalar con las sesiones o si no tiene mucho futuro entrar a sesiones”.

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Señala que, a diferencia de lo que sucede en una sesión con el nutriólogo, que te extiende un plan alimenticio que se adapte a tu condiciones físicas, aquí lo que comienza es un intercambio entre el coach y el “coucheado”, que al final de cuentas es el responsable de su vida; “tu como coach no lo eres, de tal manera que el coach no debe opinar sobre tu vida, ni criticarte, ni elogiarte, porque al final tu no eres experto en su vida”.

Ella piensa que es una gran soberbia asumirse por encima de las personas y decirles “yo soy mejor que tú y yo sé cómo debes de manejar tu vida; yo te voy a enseñar a que tu encuentres tus respuestas, como yo he encontrado las mías”.

Refiere casos en los que puede llegar una mujer golpeada, que sufre violencia doméstica y pues no le dices que hable con su violentador y traten de solucionar las cosas platicando. Es imposible. Es cuando recomiendas canalizar el caso a instancias jurídicas o de protección.

“Hay quienes llegan, principalmente mujeres, con problemas de bulimia, anorexia o algún desorden alimenticio, y al principio puedes sugerir que se tome determinada atención profesional, ya que yo no soy psicóloga ni nutrióloga. Si llega alguien con un desorden mental, debe existir en el coach la suficiente ética para canalizar a la persona: prefiero que vaya con un especialista, con un psiquiatra con un psicólogo donde le puedan medicar. Hay situaciones que nos rebasan y no puede uno jugarle al héroe en esta profesión”.

Para iniciar un coaching

Sobre las condiciones ideales para que sesiones de este tipo se puedan dar, Almanzor dice que, quitando los casos extremos, para que las personas puedan tomar clases de coaching tienen que estar funcionando al 100% en sus vidas. Si la persona trabaja, si tiene una vida normal, puede tomar sesiones de coaching, para comenzar a elaborar precisamente las cosas que le representan un vacío o un reto.

“En general el gran hueco que se intenta cubrir es el que existe entre lo que la persona es y lo que quiere ser. La diferencia entre lo que le gustaría ser y lo que está viviendo, que no le gustaría vivirlo, o que le gustaría vivir diferente. Esta metodología sirve para que mediante preguntas la propia gente vaya sacando sus propias conclusiones”.

Refiere que es como en la película de Patch Adams, donde el médico les enseñaba lo más obvio, que los dedos de la mano siempre son diez, pero que hay gente que sólo ve cinco, es decir, que se limitan a trabajar con una mano. El coach, asegura, te orienta a ver la otra mano, los otros cinco dedos que tienes y que no estás usando.

“Se trata de aumentar tu capacidad de conciencia, o a veces se llega a la conclusión que uno tiene que desaprender cosas que durante toda su vida han tenido introyectadas y las limitan y no las dejan ser felices.

“Cuando nacemos, lo hacemos en blanco y conforme vamos creciendo nuestro cerebro retiene información -al igual que lo hace el CPU de una computadora-, de forma consciente o inconsciente, pero la información ahí la traemos conforme vamos creciendo, conforme vamos viviendo diferentes situaciones. De todo ese cúmulo de cosas que traemos, la idea es revisarlas y darse cuenta qué nos puede estar limitando. Y que las personas digan: ‘ah caray, eso me limita, eso me duele, lo que yo realmente pienso es esto otro y no lo que siempre me dijeron que era'. Cuando las personas comienzan a desaprender conductas o ideas, se tiene más capacidad para ver cosas que antes nos eran invisibles, porque no estamos adiestrados para verlas”.

Y pone un ejemplo muy básico: “Imagina que viene un cliente y ves que trae el fleco a la mitad de la cara, de tal manera que le tapa un ojo. Y él dice que no ve del lado izquierdo, pero es su fleco. Yo como coach no le puedo decir que se quite el fleco, ya que de esa manera él no haría suya la solución. Yo tengo que preguntarle “¿Y qué crees que te está limitando la visión?, ya solito dirá ‘ah, es que tengo el fleco’, pero salió de él”.

Para la especialista, el trabajo de un coach es estar constantemente cuestionando a la persona, lo que cree, lo que piensa. La pregunta básica, según Almanzor, es “¿Y eso que tú crees es absolutamente cierto?” Con esa simple pregunta, asegura, ya se está abriendo la visión, cuando menos a la duda, para concluir después si tal o cual creencia es cierta y, si no lo es, qué debería cambiar en su vida.

Y alerta que no busca cuestionar los valores familiares o personales, sino la forma en que cada uno de nosotros asume esos valores. Al final de lo que se trata, dice, es de que queden sólo los valores naturales del ser humano, “y entonces no se cuestiona el valor como tal sino la manera en que los vivimos”.

Un boom de coaches

Ahora bien, sobre la súbita multiplicación de coaches de vida, Betzabé Almanzor dice que, como todo, se volvió una moda, que busca atender una necesidad humana real.

Menciona que hay demasiados colegios que están certificando “coaches” con cursos de tres horas de duración, lo cual no es serio. Recomienda se contrate a quienes tengan la certificación IFT, que es como la de máxima calidad. También hay que buscar antecedentes del coach, dónde estudió, su trayectoria, si ya está recomendado por otros; meterse y buscarlo en internet.

➡️ Síndrome de fatiga crónica, el silencioso mal que padecen los mexicanos

“El ser humano se encuentra en una etapa de búsqueda, cuando probablemente nuestros papás, nuestros abuelos, las generaciones anteriores, no se permitían ni siquiera cuestionar. En generaciones como la nuestra ya podemos cuestionarnos todo, lo cual genera en muchas ocasiones pequeñas crisis, en las que necesitas un acompañante para que te cuestiones y puedas llegar a la mejor conclusión posible”.

Y no se trata, asegura, de que el coach le diga a una persona, qué es lo bueno y qué es lo malo. Se aborda sobre todo lo que es funcional para uno. Pone el caso del matrimonio, que no es bueno o malo per sé, sino que puede ser o no funcional para una persona a la que le han dicho toda la vida que es el estado ideal en el que todos debemos estar. Para unos, dice, el matrimonio será un aliciente y logro en la vida, pero no para todos.

“No sé si lo que el ser humano busca llenar es un vacío existencial, o más bien resolver una crisis respecto de las expectativas que tengo o tienen de mí, cuando la realidad o lo que yo quiero no se acerca a esas metas. Es entonces cuando comienzan las preguntas: ¿qué estoy haciendo?, ¿yo quiero ser eso? o ¿yo quiero tener eso? Y ahí es donde empiezan las crisis”.

Rechaza que el coaching busque necesariamente que las personas rompan con su vida actual, sino que se pueda llevar a la persona al lugar que quiere, pero de una forma integral, en paz, en armonía, “porque muchas veces puedes llegar al objetivo que te planteas, pero dejas la piel en el pavimento, y el coaching te ayuda a llevar o a llegar a ese objetivo desde un lugar mucho más congruente contigo. El camino no tiene por qué ser tan doloroso”.


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