/ lunes 12 de junio de 2023

En México 3.4 millones de menores laboran sobre todo en el campo

En el marco hoy del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, el Atlas señala que las cinco entidades con mayores riesgos en trabajo infantil son: Oaxaca, Chiapas, Puebla, Michoacán y Guanajuato

En México 3.4 millones de menores laboran sobre todo en el campo, según el Atlas sobre Riesgo de Trabajo Infantil

Dramáticas situaciones viven niñas en La Montaña en Guerrero, donde sigue su venta; y en Navolato son objeto de abusos sexuales

Te puede interesar: EU toma medidas para combatir el aumento del trabajo infantil

En 2019 eran 3.3 millones de menores de edad que ya eran parte del mundo de trabajo. En 2022, con la pandemia del Covid-19 se sumaron al menos 180 mil niñas, niños y adolescentes al rol del trabajo.

El año pasado vivían en el país alrededor de 28.5 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años de edad, de los cuales 3.3 millones ya se ocupaban en un trabajo, es decir el 11.5 por ciento.

Las peores condiciones de los mercados laborales para los menores se presentan en Chiapas, Oaxaca y Zacatecas. En tanto que las mejores se encuentran en Ciudad de México, Baja California y Nuevo León, de acuerdo al Atlas sobre Riesgo de Trabajo Infantil de Save the Children.

Que en colaboración con la Red de Comisiones Legislativas de Niñez y Adolescencia se presentó en la Comisión de Derechos de la Niñez y Adolescencia, que encabeza la legisladora Ana Lilia Herrera Anzaldo (PRI), en la Cámara de Diputados.

En el marco hoy del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, el Atlas señala que las cinco entidades con mayores riesgos en trabajo infantil son: Oaxaca, Chiapas, Puebla, Michoacán y Guanajuato.

Y son Oaxaca y Chiapas donde es mayor la presencia de trabajo infantil, reflejo de las condiciones precarias que enfrentan las niñas, niños y adolescentes, esto es factores como pobreza, informalidad laboral, inseguridad y las carencias sociales como determinantes para que ingresen al mercado del trabajo para poder subsistir.

Y las malas condiciones en que vive la niñez, no es diferente en la región de La Montaña, en Guerrero, donde sobre todo las niñas son víctimas de abuso sexual, maltrato, violaciones porque están indefensas y los padres salen a trabajar. La violencia que persiste contra ellas es muy fuerte.

Donde además del trabajo infantil, en el caso de las niñas “siguen siendo objeto de venta. Esa costumbre no se termina. Es una práctica muy arraigada entre las familias indígenas”, afirmó el antropólogo Abel Barrera Hernández.

Fundador del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, en la región de La Montaña, el activista, ganador del Premio de Derechos Humanos “Robert F. Kennedy” en 2010 dijo a El Sol de México:

“Normalmente, los padres ya tienen acordado vender a sus hijas a los 12 años a un precio que gira entre 150 mil a 200 mil pesos. Esto hace que las niñas queden esclavizadas. Se van a los hogares de los padres del niño, de los suegros”.

Allí las someten a trabajos forzados, en el sentido de trabajar en el campo, en la cocina, como trabajadoras domésticas de los suegros. Hay un maltrato muy grande, aparte de que el niño golpea a la niña. Son casos muy dramáticos que se viven en la región.

Niños vendedores ambulantes

Y respecto al trabajo infantil, expresó en entrevista:

“Cada vez más se da ese problema que las niñas y los niños, aparte de que no tienen la posibilidad de estudiar porque no hay maestros en las comunidades indígenas, estos niños se tienen que enrolar en trabajos pesados: irse de jornaleros agrícolas con sus padres.

Trabajar en las agroindustrias, en los campos agrícolas donde no hay un registro de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, donde se ocupan las niñas y niños.

Y los que están en las comunidades que se quedan se van a las parcelas trabajar con sus padres, o cortan leña. También se van a las cabeceras municipales, a Tlapa, que es la ciudad más importante a vender dulces, frutas, pan, paletas u ocuparse como boleritos que lustran el calzado de las personas.

Son niñas y niños que trabajan en la Plaza principal. Tienen que trabajar para completar el precario ingreso de sus padres.

Vemos cada día más niñas y niños trabajando, porque el desempleo es mayor para las madres y padres, su ingreso es muy precario y son ellos los que tienen que completar ese ingreso o buscan como sobrevivir en la calle.

“Es un tema grave. Son menores de comunidades indígenas que hablan lengua materna, son discriminados, no tienen un lugar seguro en dónde vivir. Es muy riesgoso. Se quedan a la intemperie”, dijo el antropólogo Barrera Hernández.

Trabajo doméstico

La investigación de Save the Children, también encontró la presencia de infantes en trabajo doméstico en Sonora, Estado de México, Chihuahua y Baja California Sur, donde la tasa es mayor que la de ocupación infantil no permitida.

Esto muestra la invisibilidad que enfrentan quienes realizan estas labores domésticas, las condiciones de vulnerabilidad y los riesgos de caer en las peores formas de trabajo infantil, esto es explotación sexual y laboral, esclavitud, servidumbres.

Y entidades como Baja California, Ciudad de México y Nuevo León, comparten contextos de menor tasa de informalidad, mayor bienestar en los hogares, mejor satisfacción de las necesidades básicas, que conforman un mejor contexto, para desincentivar y prevenir el trabajo infantil.

Sobre la principal motivación para este estudio, Save the Children señala que “es contar con una radiografía amplia y diversa por fuentes, debates y actualización del estado del trabajo infantil en México y sus entidades federativas y visibilizar las condiciones contextuales que representan riesgos para que se presente el trabajo infantil”.

Precisa que 2019 existían 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes que realizaban trabajo infantil en el país. Y, en 2022 sumaron al menos 180 mil más porque con la pandemia del Covid-19 aumentó el número de niñas, niños y adolescentes porque sus padres murieron o perdieron el empleo que dejaron la escuela para contribuir al sustento familiar.

Y por sectores, el agropecuario es el que cuenta con la mayor proporción de menores incorporados al trabajo con el 27.4 por ciento.

La mayoría de las niñas, niños y adolescentes que trabajan se iniciaron entre los 6 y los 8 años. El 26%, laboran sin recibir percepción alguna.

Y el 95 por ciento de los adolescentes de 14 a 17 años, trabaja en el sector informal. Y este porcentaje se convierte en más del 50 por ciento para quienes tienen entre 5 y 9 años de edad.

Apenas 7 de cada 10 que realizan trabajo doméstico en condiciones no adecuadas asisten a la escuela.

La pobreza se mantiene como el factor de mayor preponderancia para que niñas, niños adolescentes trabajen.

La falta de centros de cuidado para los infantes, esto es guarderías, centros de atención infantil, estancias es otro elemento que genera que hijos e hijas acompañen a sus padres al trabajo y un mayor riesgo de incorporación temprana a laborar.

Entre los hallazgos de esta investigación de Save the Children, está que “las niñas trabajan más horas que los niños en las tareas domésticas”.

Y casi la totalidad de las personas menores de 18 años que trabajan en ocupaciones no permitidas, esto es el 94.05 por ciento, lo hacen con un familiar y de éstos, el 45, por ciento se ocupa en labores peligrosas. Y esto afecta más a hombres, en 46 por ciento.

Sin escuelas, sin servicios

Para la doctora Leonor Tereso Ramirez, investigadora de la Universidad Autónoma de Sinaloa, es dramática la situación que se vive en la Sindicatura de Valle Juárez, en el municipio de Navolato, en Sinaloa “donde la mano de obra infantil desde los cinco años de edad prevalece en las cosechas de granos y hortalizas”.

“Y esto ocurre porque no hay guarderías, no hay escuelas y los menores se van con sus padres, sobre todo madres, a los surcos y les ayudan en las pizcas. No reciben ningún pago”.

De Villa Juárez, dijo a El Sol de México, “es un mosaico poblacional, multicultural de comunidades indígenas de nuestro país y procedentes de Centroamérica, sobre todo de Guatemala y Honduras”.

Pero la cruda realidad es que en sus asentamientos no hay servicios públicos de ninguna índole. Carecen de agua, drenaje, electricidad y con temperaturas que sobrepasan los 40 grados Celsius. No hay escuelas y menos servicios médicos.

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“Se trata de 60 colonias no reconocidas como tales por las autoridades de Villa Juárez desde hace 8, 10 años. Y desde la academia buscamos cómo apoyar sobre todo a las mujeres jornaleras con talleres contra la violencia de género y a evitar los embarazos que se dan en niñas de apenas 10 años, objeto de abusos sexuales por adultos y por varones adolescentes”.



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En México 3.4 millones de menores laboran sobre todo en el campo, según el Atlas sobre Riesgo de Trabajo Infantil

Dramáticas situaciones viven niñas en La Montaña en Guerrero, donde sigue su venta; y en Navolato son objeto de abusos sexuales

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En 2019 eran 3.3 millones de menores de edad que ya eran parte del mundo de trabajo. En 2022, con la pandemia del Covid-19 se sumaron al menos 180 mil niñas, niños y adolescentes al rol del trabajo.

El año pasado vivían en el país alrededor de 28.5 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años de edad, de los cuales 3.3 millones ya se ocupaban en un trabajo, es decir el 11.5 por ciento.

Las peores condiciones de los mercados laborales para los menores se presentan en Chiapas, Oaxaca y Zacatecas. En tanto que las mejores se encuentran en Ciudad de México, Baja California y Nuevo León, de acuerdo al Atlas sobre Riesgo de Trabajo Infantil de Save the Children.

Que en colaboración con la Red de Comisiones Legislativas de Niñez y Adolescencia se presentó en la Comisión de Derechos de la Niñez y Adolescencia, que encabeza la legisladora Ana Lilia Herrera Anzaldo (PRI), en la Cámara de Diputados.

En el marco hoy del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, el Atlas señala que las cinco entidades con mayores riesgos en trabajo infantil son: Oaxaca, Chiapas, Puebla, Michoacán y Guanajuato.

Y son Oaxaca y Chiapas donde es mayor la presencia de trabajo infantil, reflejo de las condiciones precarias que enfrentan las niñas, niños y adolescentes, esto es factores como pobreza, informalidad laboral, inseguridad y las carencias sociales como determinantes para que ingresen al mercado del trabajo para poder subsistir.

Y las malas condiciones en que vive la niñez, no es diferente en la región de La Montaña, en Guerrero, donde sobre todo las niñas son víctimas de abuso sexual, maltrato, violaciones porque están indefensas y los padres salen a trabajar. La violencia que persiste contra ellas es muy fuerte.

Donde además del trabajo infantil, en el caso de las niñas “siguen siendo objeto de venta. Esa costumbre no se termina. Es una práctica muy arraigada entre las familias indígenas”, afirmó el antropólogo Abel Barrera Hernández.

Fundador del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, en la región de La Montaña, el activista, ganador del Premio de Derechos Humanos “Robert F. Kennedy” en 2010 dijo a El Sol de México:

“Normalmente, los padres ya tienen acordado vender a sus hijas a los 12 años a un precio que gira entre 150 mil a 200 mil pesos. Esto hace que las niñas queden esclavizadas. Se van a los hogares de los padres del niño, de los suegros”.

Allí las someten a trabajos forzados, en el sentido de trabajar en el campo, en la cocina, como trabajadoras domésticas de los suegros. Hay un maltrato muy grande, aparte de que el niño golpea a la niña. Son casos muy dramáticos que se viven en la región.

Niños vendedores ambulantes

Y respecto al trabajo infantil, expresó en entrevista:

“Cada vez más se da ese problema que las niñas y los niños, aparte de que no tienen la posibilidad de estudiar porque no hay maestros en las comunidades indígenas, estos niños se tienen que enrolar en trabajos pesados: irse de jornaleros agrícolas con sus padres.

Trabajar en las agroindustrias, en los campos agrícolas donde no hay un registro de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, donde se ocupan las niñas y niños.

Y los que están en las comunidades que se quedan se van a las parcelas trabajar con sus padres, o cortan leña. También se van a las cabeceras municipales, a Tlapa, que es la ciudad más importante a vender dulces, frutas, pan, paletas u ocuparse como boleritos que lustran el calzado de las personas.

Son niñas y niños que trabajan en la Plaza principal. Tienen que trabajar para completar el precario ingreso de sus padres.

Vemos cada día más niñas y niños trabajando, porque el desempleo es mayor para las madres y padres, su ingreso es muy precario y son ellos los que tienen que completar ese ingreso o buscan como sobrevivir en la calle.

“Es un tema grave. Son menores de comunidades indígenas que hablan lengua materna, son discriminados, no tienen un lugar seguro en dónde vivir. Es muy riesgoso. Se quedan a la intemperie”, dijo el antropólogo Barrera Hernández.

Trabajo doméstico

La investigación de Save the Children, también encontró la presencia de infantes en trabajo doméstico en Sonora, Estado de México, Chihuahua y Baja California Sur, donde la tasa es mayor que la de ocupación infantil no permitida.

Esto muestra la invisibilidad que enfrentan quienes realizan estas labores domésticas, las condiciones de vulnerabilidad y los riesgos de caer en las peores formas de trabajo infantil, esto es explotación sexual y laboral, esclavitud, servidumbres.

Y entidades como Baja California, Ciudad de México y Nuevo León, comparten contextos de menor tasa de informalidad, mayor bienestar en los hogares, mejor satisfacción de las necesidades básicas, que conforman un mejor contexto, para desincentivar y prevenir el trabajo infantil.

Sobre la principal motivación para este estudio, Save the Children señala que “es contar con una radiografía amplia y diversa por fuentes, debates y actualización del estado del trabajo infantil en México y sus entidades federativas y visibilizar las condiciones contextuales que representan riesgos para que se presente el trabajo infantil”.

Precisa que 2019 existían 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes que realizaban trabajo infantil en el país. Y, en 2022 sumaron al menos 180 mil más porque con la pandemia del Covid-19 aumentó el número de niñas, niños y adolescentes porque sus padres murieron o perdieron el empleo que dejaron la escuela para contribuir al sustento familiar.

Y por sectores, el agropecuario es el que cuenta con la mayor proporción de menores incorporados al trabajo con el 27.4 por ciento.

La mayoría de las niñas, niños y adolescentes que trabajan se iniciaron entre los 6 y los 8 años. El 26%, laboran sin recibir percepción alguna.

Y el 95 por ciento de los adolescentes de 14 a 17 años, trabaja en el sector informal. Y este porcentaje se convierte en más del 50 por ciento para quienes tienen entre 5 y 9 años de edad.

Apenas 7 de cada 10 que realizan trabajo doméstico en condiciones no adecuadas asisten a la escuela.

La pobreza se mantiene como el factor de mayor preponderancia para que niñas, niños adolescentes trabajen.

La falta de centros de cuidado para los infantes, esto es guarderías, centros de atención infantil, estancias es otro elemento que genera que hijos e hijas acompañen a sus padres al trabajo y un mayor riesgo de incorporación temprana a laborar.

Entre los hallazgos de esta investigación de Save the Children, está que “las niñas trabajan más horas que los niños en las tareas domésticas”.

Y casi la totalidad de las personas menores de 18 años que trabajan en ocupaciones no permitidas, esto es el 94.05 por ciento, lo hacen con un familiar y de éstos, el 45, por ciento se ocupa en labores peligrosas. Y esto afecta más a hombres, en 46 por ciento.

Sin escuelas, sin servicios

Para la doctora Leonor Tereso Ramirez, investigadora de la Universidad Autónoma de Sinaloa, es dramática la situación que se vive en la Sindicatura de Valle Juárez, en el municipio de Navolato, en Sinaloa “donde la mano de obra infantil desde los cinco años de edad prevalece en las cosechas de granos y hortalizas”.

“Y esto ocurre porque no hay guarderías, no hay escuelas y los menores se van con sus padres, sobre todo madres, a los surcos y les ayudan en las pizcas. No reciben ningún pago”.

De Villa Juárez, dijo a El Sol de México, “es un mosaico poblacional, multicultural de comunidades indígenas de nuestro país y procedentes de Centroamérica, sobre todo de Guatemala y Honduras”.

Pero la cruda realidad es que en sus asentamientos no hay servicios públicos de ninguna índole. Carecen de agua, drenaje, electricidad y con temperaturas que sobrepasan los 40 grados Celsius. No hay escuelas y menos servicios médicos.

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“Se trata de 60 colonias no reconocidas como tales por las autoridades de Villa Juárez desde hace 8, 10 años. Y desde la academia buscamos cómo apoyar sobre todo a las mujeres jornaleras con talleres contra la violencia de género y a evitar los embarazos que se dan en niñas de apenas 10 años, objeto de abusos sexuales por adultos y por varones adolescentes”.



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