/ viernes 8 de septiembre de 2023

Septiembre, mes del testamento: ¿cómo escoger bien a nuestro albacea?

El albacea es quien recibe todos los reclamos, las dudas sobre el manejo del dinero, las presiones de quienes creen ser tratados injustamente, las peticiones por conservar la calma y las buenas relaciones familiares

Cuando a Don Javier le preguntaron a quién quería como albacea en su testamento, contestó con mucha seguridad que Ricardo, por ser el hijo mayor, además de dar continuas pruebas de ser muy responsable con su madre y sus hermanos menores.

El testamento parecía ser muy claro: todo se iba a dividir en partes iguales entre quienes le sobrevivieron: su viuda, sus dos hijas y su hijo menor.

Todo parecía un mero trámite. Hasta que don Javier murió y empezaron los problemas.

Te recomendamos: Testamento en México: 10 preguntas y respuestas del trámite que te evitará pelear por los terrenos

El primero fue que Ricardo se enteró en ese momento que era el albacea, no había visto el testamento y empezaron a salir algunas sorpresas, por ejemplo, don Javier tenía un terreno que seguía a nombre de su padre, quien se lo heredó, pero nunca hicieron el cambio de propietario.

Una de las hermanas le dijo a Ricardo que su papá le había prometido que ese terreno iba a ser de ella, lo que molestó a su otra hermana, quien consideró que tenía igual derecho.

El hermano menor le dijo a Ricardo que su papá le había dicho en múltiples ocasiones que le iba a ayudar a pagar la escuela de sus hijos, por ser sus únicos nietos hasta el momento, pero tampoco había nada de eso en el testamento.

Además, estaban las deudas de distintos créditos.

Cada vez que la familia se reunía, terminaba en pleitos, recriminaciones y llantos de la mamá, quien también sentía su futuro financiero muy vulnerable ante los pleitos entre sus hijos.

¿La historia suena familiar?

Casi todas las familias tienen una mala experiencia con el testamento y mucho peor cuando son designados albaceas, porque suelen ser el “chivo expiatorio” de la falta de planeación, de comunicación y hasta de la ambición de la propia familia.

El albacea es quien recibe todos los reclamos, las dudas sobre el manejo del dinero, las presiones de quienes creen ser tratados injustamente, las peticiones por conservar la calma y las buenas relaciones familiares.

También puede ser una persona que busque beneficiarse del cargo, afectar a sus seres queridos por obtener una mayor porción del patrimonio o empezar un largo proceso legal para asegurar su posición.

Ser albacea no es ni un premio, ni un castigo; tampoco es mago ni adivino para interpretar nuestros más profundos deseos o lo que “quisimos decir”, no es nuestro asistente personal para llevar la cuenta de qué le prometimos verbalmente a quién, no es un profesionista ni de psicología ni de administración y tampoco es abogado para tratar con el notario.

De acuerdo con la ley, el albacea es quien presenta el testamento, asegura los bienes de la herencia, levanta el inventario, paga las deudas y administra el patrimonio. Como apoderado de la sucesión, se encarga de dar seguimiento y tramitar el proceso de adjudicación de bienes ante un notario.

Su rol es ser nuestra “mano derecha” y es necesario que cuente -además de con nuestra plena confianza- con habilidad para la toma de decisiones, responsabilidad, asertividad y no tener conflicto de interés, es decir, que no sea juez y parte del proceso.

Es muy común “sospechar” que nos pueden dejar como albaceas cuando nos dicen: “eres en quien más confío”, “tienes muy buena cabeza para los negocios/tomar decisiones”, o “como primogénito, tu responsabilidad básica es cuidar a la familia”.



El albacea es quien recibe todos los reclamos, las dudas sobre el manejo del dinero, las presiones de quienes creen ser tratados injustamente



La intención para designarlo puede ser la mejor pero no sustituye a preguntar directamente a quien tenemos en mente si tiene interés -y posibilidad- para asumir ese rol y no le sumemos a la sorpresa y el dolor de la pérdida, la responsabilidad de decidir sobre algo que desconoce, no le interesa o lo pone en una posición de conflicto con el resto de los herederos.

Aquí hay un punto muy importante: lo ideal es que nuestros albaceas no tengan conflicto de interés, para evitar esas historias -que todos conocemos- sobre alguien que tomó decisiones en su propio beneficio en detrimento de los demás herederos, por ejemplo, mentir sobre el estado del patrimonio, ocultar bienes, simular operaciones, retener dinero, aprovecharse de la vulnerabilidad de los deudos, entre otros lamentables casos que llegan a los juzgados.

Finalmente, otro caso muy común es la formación de alianzas entre los herederos para tratar de obtener el mayor provecho de la situación.


Foto: Victoria Valtierra Ruvalcaba | Cuartoscuro


Esto es especialmente visible en los testamentos donde se deja “todo en partes iguales”, sin ver las circunstancias o intereses de los herederos ni lo que implica, por ejemplo, dejar un bien indivisible, como puede ser un departamento o una fábrica.

En este caso, es posible que se lleguen a formar bandos, los que buscan preservar el inmueble -sin tomar en cuenta los gastos asociados a su mantenimiento, pago de derechos- y los que buscan venderlo para repartir el dinero.

No es fácil ser albacea: hay muchas concepciones erróneas de sus límites y alcances, las expectativas sobre el rol que desempeña y -en especial- el costo emocional que puede afrontar por un proceso donde no estuvo ni involucrado ni informado desde el principio.

Lo más importante al momento de considerar la designación de un albacea es recordar que el testamento no es un machote a rellenar: es un acto personalísimo, revocable y libre de una persona para disponer de sus bienes y derechos, una vez que falte.


Su rol es ser nuestra “mano derecha” y es necesario que cuente con nuestra plena confianza y habilidades para tomar decisiones, responsabilidad, asertividad y no tener conflicto de interéses



Ser un acto personalísimo implica tomar decisiones sobre un regalo, porque eso es un testamento: ceder nuestros bienes y derechos a alguien más, como un reconocimiento a su amor, lealtad, cariño o cualquier otro sentimiento que nos despierten para dejarlos en posesión del fruto de nuestro trabajo a lo largo de la vida.

Un buen testamento es el resultado de una buena planeación, partiendo de entender nuestra propia historia y también la de nuestros seres queridos a quienes queremos heredar, tomando en cuenta sus circunstancias como personas, sus inquietudes y sus expectativas.

Por eso es primordial el principio de comunicación, empezando por esa mano derecha administrativa que es nuestro albacea, a quien debemos escoger más allá de nuestras simpatías, en especial si hay un potencial conflicto de interés con los demás herederos.

La recomendación más valiosa para quienes quieren hacer su testamento es dejar de alimentar la concepción de que el proceso sucesorio es caro en todos sentidos: en dinero, en tiempo y en emoción porque serán inevitables los conflictos ocultos o secretos molestos enfrentamientos y un potencial rompimiento familiar.

La recomendación siempre será: es necesario planear adecuadamente para la protección tanto del patrimonio como de nuestros lazos afectivos que han dado sentido a nuestra vida.

El testamento es una forma de dejar un legado hacia nuestros seres queridos. No es un trámite más, no es un machote para llenar en una fila. No es -como hemos visto en innumerables telenovelas, series y películas- una servilleta medio mojada descubierta al azar. Es una declaración de voluntad que requiere de compromiso personal.

Un procedimiento sucesorio ordenado, sin sorpresas, sin rompimiento familiar y sin la amenaza de años y años de litigio por supuesto es posible, siempre y cuando tomemos con seriedad la planeación porque no estamos dejando sólo bienes; estamos dejando la memoria de nuestro paso por el mundo a quienes más queremos.

Cinco habilidades del albacea ideal

  • Organización: El albacea es quien apoya en la administración del patrimonio, el cual incluye bienes y deudas como pueden ser deudas fiscales, facturas, préstamos -incluyendo las tarjetas de crédito- o si quedan pagos pendientes a proveedores o alguna instancia gubernamental.


  • Gestión: Uno de los grandes temores que enfrentan las familias ante un proceso de sucesión es que se estanque en las pequeñas cosas: un papel que alguien olvidó firmar, solicitar un sello, llevar un documento. El albacea es una pieza clave para asegurar que el proceso siga las instancias correspondientes en el tiempo establecido e informar a los herederos sobre los avances y los pasos necesarios.


  • Comunicación: Las decisiones deben comunicarse a los herederos de manera clara, concisa y asertiva, es decir: presentar los hechos -sin interpretaciones personales, críticas o juicios-, no dejar lugar a malos entendidos y especificar cuáles son las consecuencias de las decisiones a tomar.


  • Imparcialidad: Es muy probable que quien sea albacea sea parte de la familia, pero no todos serán beneficiados por el testamento de igual manera. Lo ideal es que sea alguien que no sea juez y parte del proceso, para evitar los potenciales conflictos de interés.


  • Honestidad: Un albacea es la persona a quien -muy probablemente- los herederos buscarán para exponer sus comentarios, dudas o sentimientos sobre el proceso de sucesión. Lo ideal es que sea una figura a quien respeten en su trato, su juicio y sus consejos.


Foto: Victoria Valtierra Ruvalcaba | Cuartoscuro

¿Qué debemos preguntarnos?

Para elegir adecuadamente a un albacea, debemos hacernos algunas preguntas clave:


  • ¿Tiene la madurez, la seriedad, la experiencia, el temperamento y la responsabilidad para el desempeño del cargo?

  • ¿Está libre de conflicto de interés? Si acaso lo tiene, ¿tiene legitimidad ante los herederos como alguien objetivo y neutral?

  • ¿Tiene un auténtico interés en mantener la equidad y armonía entre todos los herederos?

  • ¿Los herederos le tendrán confianza?

  • ¿Se trata de una persona de absoluta integridad y estabilidad económica?

  • ¿Tiene habilidades de mediación y negociación?

  • ¿Espera una remuneración por servir en el cargo?

  • ¿Está dispuesto a servir como albacea?


Guillermo Monroy es experto en herencias, legados y fideicomisos

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com

Cuando a Don Javier le preguntaron a quién quería como albacea en su testamento, contestó con mucha seguridad que Ricardo, por ser el hijo mayor, además de dar continuas pruebas de ser muy responsable con su madre y sus hermanos menores.

El testamento parecía ser muy claro: todo se iba a dividir en partes iguales entre quienes le sobrevivieron: su viuda, sus dos hijas y su hijo menor.

Todo parecía un mero trámite. Hasta que don Javier murió y empezaron los problemas.

Te recomendamos: Testamento en México: 10 preguntas y respuestas del trámite que te evitará pelear por los terrenos

El primero fue que Ricardo se enteró en ese momento que era el albacea, no había visto el testamento y empezaron a salir algunas sorpresas, por ejemplo, don Javier tenía un terreno que seguía a nombre de su padre, quien se lo heredó, pero nunca hicieron el cambio de propietario.

Una de las hermanas le dijo a Ricardo que su papá le había prometido que ese terreno iba a ser de ella, lo que molestó a su otra hermana, quien consideró que tenía igual derecho.

El hermano menor le dijo a Ricardo que su papá le había dicho en múltiples ocasiones que le iba a ayudar a pagar la escuela de sus hijos, por ser sus únicos nietos hasta el momento, pero tampoco había nada de eso en el testamento.

Además, estaban las deudas de distintos créditos.

Cada vez que la familia se reunía, terminaba en pleitos, recriminaciones y llantos de la mamá, quien también sentía su futuro financiero muy vulnerable ante los pleitos entre sus hijos.

¿La historia suena familiar?

Casi todas las familias tienen una mala experiencia con el testamento y mucho peor cuando son designados albaceas, porque suelen ser el “chivo expiatorio” de la falta de planeación, de comunicación y hasta de la ambición de la propia familia.

El albacea es quien recibe todos los reclamos, las dudas sobre el manejo del dinero, las presiones de quienes creen ser tratados injustamente, las peticiones por conservar la calma y las buenas relaciones familiares.

También puede ser una persona que busque beneficiarse del cargo, afectar a sus seres queridos por obtener una mayor porción del patrimonio o empezar un largo proceso legal para asegurar su posición.

Ser albacea no es ni un premio, ni un castigo; tampoco es mago ni adivino para interpretar nuestros más profundos deseos o lo que “quisimos decir”, no es nuestro asistente personal para llevar la cuenta de qué le prometimos verbalmente a quién, no es un profesionista ni de psicología ni de administración y tampoco es abogado para tratar con el notario.

De acuerdo con la ley, el albacea es quien presenta el testamento, asegura los bienes de la herencia, levanta el inventario, paga las deudas y administra el patrimonio. Como apoderado de la sucesión, se encarga de dar seguimiento y tramitar el proceso de adjudicación de bienes ante un notario.

Su rol es ser nuestra “mano derecha” y es necesario que cuente -además de con nuestra plena confianza- con habilidad para la toma de decisiones, responsabilidad, asertividad y no tener conflicto de interés, es decir, que no sea juez y parte del proceso.

Es muy común “sospechar” que nos pueden dejar como albaceas cuando nos dicen: “eres en quien más confío”, “tienes muy buena cabeza para los negocios/tomar decisiones”, o “como primogénito, tu responsabilidad básica es cuidar a la familia”.



El albacea es quien recibe todos los reclamos, las dudas sobre el manejo del dinero, las presiones de quienes creen ser tratados injustamente



La intención para designarlo puede ser la mejor pero no sustituye a preguntar directamente a quien tenemos en mente si tiene interés -y posibilidad- para asumir ese rol y no le sumemos a la sorpresa y el dolor de la pérdida, la responsabilidad de decidir sobre algo que desconoce, no le interesa o lo pone en una posición de conflicto con el resto de los herederos.

Aquí hay un punto muy importante: lo ideal es que nuestros albaceas no tengan conflicto de interés, para evitar esas historias -que todos conocemos- sobre alguien que tomó decisiones en su propio beneficio en detrimento de los demás herederos, por ejemplo, mentir sobre el estado del patrimonio, ocultar bienes, simular operaciones, retener dinero, aprovecharse de la vulnerabilidad de los deudos, entre otros lamentables casos que llegan a los juzgados.

Finalmente, otro caso muy común es la formación de alianzas entre los herederos para tratar de obtener el mayor provecho de la situación.


Foto: Victoria Valtierra Ruvalcaba | Cuartoscuro


Esto es especialmente visible en los testamentos donde se deja “todo en partes iguales”, sin ver las circunstancias o intereses de los herederos ni lo que implica, por ejemplo, dejar un bien indivisible, como puede ser un departamento o una fábrica.

En este caso, es posible que se lleguen a formar bandos, los que buscan preservar el inmueble -sin tomar en cuenta los gastos asociados a su mantenimiento, pago de derechos- y los que buscan venderlo para repartir el dinero.

No es fácil ser albacea: hay muchas concepciones erróneas de sus límites y alcances, las expectativas sobre el rol que desempeña y -en especial- el costo emocional que puede afrontar por un proceso donde no estuvo ni involucrado ni informado desde el principio.

Lo más importante al momento de considerar la designación de un albacea es recordar que el testamento no es un machote a rellenar: es un acto personalísimo, revocable y libre de una persona para disponer de sus bienes y derechos, una vez que falte.


Su rol es ser nuestra “mano derecha” y es necesario que cuente con nuestra plena confianza y habilidades para tomar decisiones, responsabilidad, asertividad y no tener conflicto de interéses



Ser un acto personalísimo implica tomar decisiones sobre un regalo, porque eso es un testamento: ceder nuestros bienes y derechos a alguien más, como un reconocimiento a su amor, lealtad, cariño o cualquier otro sentimiento que nos despierten para dejarlos en posesión del fruto de nuestro trabajo a lo largo de la vida.

Un buen testamento es el resultado de una buena planeación, partiendo de entender nuestra propia historia y también la de nuestros seres queridos a quienes queremos heredar, tomando en cuenta sus circunstancias como personas, sus inquietudes y sus expectativas.

Por eso es primordial el principio de comunicación, empezando por esa mano derecha administrativa que es nuestro albacea, a quien debemos escoger más allá de nuestras simpatías, en especial si hay un potencial conflicto de interés con los demás herederos.

La recomendación más valiosa para quienes quieren hacer su testamento es dejar de alimentar la concepción de que el proceso sucesorio es caro en todos sentidos: en dinero, en tiempo y en emoción porque serán inevitables los conflictos ocultos o secretos molestos enfrentamientos y un potencial rompimiento familiar.

La recomendación siempre será: es necesario planear adecuadamente para la protección tanto del patrimonio como de nuestros lazos afectivos que han dado sentido a nuestra vida.

El testamento es una forma de dejar un legado hacia nuestros seres queridos. No es un trámite más, no es un machote para llenar en una fila. No es -como hemos visto en innumerables telenovelas, series y películas- una servilleta medio mojada descubierta al azar. Es una declaración de voluntad que requiere de compromiso personal.

Un procedimiento sucesorio ordenado, sin sorpresas, sin rompimiento familiar y sin la amenaza de años y años de litigio por supuesto es posible, siempre y cuando tomemos con seriedad la planeación porque no estamos dejando sólo bienes; estamos dejando la memoria de nuestro paso por el mundo a quienes más queremos.

Cinco habilidades del albacea ideal

  • Organización: El albacea es quien apoya en la administración del patrimonio, el cual incluye bienes y deudas como pueden ser deudas fiscales, facturas, préstamos -incluyendo las tarjetas de crédito- o si quedan pagos pendientes a proveedores o alguna instancia gubernamental.


  • Gestión: Uno de los grandes temores que enfrentan las familias ante un proceso de sucesión es que se estanque en las pequeñas cosas: un papel que alguien olvidó firmar, solicitar un sello, llevar un documento. El albacea es una pieza clave para asegurar que el proceso siga las instancias correspondientes en el tiempo establecido e informar a los herederos sobre los avances y los pasos necesarios.


  • Comunicación: Las decisiones deben comunicarse a los herederos de manera clara, concisa y asertiva, es decir: presentar los hechos -sin interpretaciones personales, críticas o juicios-, no dejar lugar a malos entendidos y especificar cuáles son las consecuencias de las decisiones a tomar.


  • Imparcialidad: Es muy probable que quien sea albacea sea parte de la familia, pero no todos serán beneficiados por el testamento de igual manera. Lo ideal es que sea alguien que no sea juez y parte del proceso, para evitar los potenciales conflictos de interés.


  • Honestidad: Un albacea es la persona a quien -muy probablemente- los herederos buscarán para exponer sus comentarios, dudas o sentimientos sobre el proceso de sucesión. Lo ideal es que sea una figura a quien respeten en su trato, su juicio y sus consejos.


Foto: Victoria Valtierra Ruvalcaba | Cuartoscuro

¿Qué debemos preguntarnos?

Para elegir adecuadamente a un albacea, debemos hacernos algunas preguntas clave:


  • ¿Tiene la madurez, la seriedad, la experiencia, el temperamento y la responsabilidad para el desempeño del cargo?

  • ¿Está libre de conflicto de interés? Si acaso lo tiene, ¿tiene legitimidad ante los herederos como alguien objetivo y neutral?

  • ¿Tiene un auténtico interés en mantener la equidad y armonía entre todos los herederos?

  • ¿Los herederos le tendrán confianza?

  • ¿Se trata de una persona de absoluta integridad y estabilidad económica?

  • ¿Tiene habilidades de mediación y negociación?

  • ¿Espera una remuneración por servir en el cargo?

  • ¿Está dispuesto a servir como albacea?


Guillermo Monroy es experto en herencias, legados y fideicomisos

Autor del libro “Cómo hacer que su herencia trascienda”

gmonroy@horizontemx.com

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