/ viernes 8 de septiembre de 2023

Testamento, un aliado para dejar protegidos a nuestros seres queridos

Hasta que llega lo inevitable y empiezan los pleitos familiares bajo la premisa de: “ni en la piñata, ni en los terrenos se conoce a la familia” y cada quién empieza a poner sus intereses por encima de los demás

Ni el mes del Testamento, ni las campañas de información gratuitas, ni la pandemia han logrado convencer a los mexicanos de no dejar problemas a sus herederos. Poner el tema del testamento sobre la mesa en una comida familiar o una reunión sigue teniendo el mismo efecto y casi la misma respuesta: “espérate a que me muera”.

Los datos no mienten: aunque los mexicanos saben de la importancia del testamento, el promedio nacional de personas con testamento es de 8 por ciento, aunque la Ciudad de México es la única que destaca, con un 23 por ciento de la población.

¿Por qué es tan difícil que rompamos esa inercia y realmente tengamos una cultura de prevención?, ¿es porque “nos reímos de la muerte”?, ¿no está en nuestros genes?, ¿creemos aquello de “después de mí, el diluvio”?

El primer problema que enfrenta el testamento es que se ve como un trámite más: una especie de necedad para “dejar todo en órden” cuando ya sabemos perfecto qué le queremos dejar a quién: la casa para los hijos, el terrenito para nuestro sobrino y el baúl de nuestra bisabuela a la nieta.

Ya todos lo dijeron y todos están de acuerdo.

Hasta que llega lo inevitable y empiezan los pleitos familiares bajo la premisa de: “ni en la piñata, ni en los terrenos se conoce a la familia” y cada quién empieza a poner sus intereses por encima de los demás, con el agravante de que todo esto va a requerir tiempo y dinero para poder llevar a cabo un juicio.

Así que empecemos por decir que el testamento no es un trámite: es un asunto de interés público, esto es porque su impacto va más allá de la esfera personal. Es un acto jurídico para proveer certeza sobre la disposición de bienes y derechos; más importante aún: es una herramienta para que las familias puedan preservar sus legados a través de las generaciones.

Cuando limitamos al testamento a ser un trámite le prestamos la misma atención que sacar la licencia de manejo o el pasaporte. No le damos demasiadas vueltas, llenamos los formatos y nos presentamos a pagar los derechos para cumplir con ese requisito y seguir nuestra vida.

El testamento puede ser un auxiliar importantísimo más allá de la disposición de bienes: nos permite el cuidado y preservación de la dignidad de nuestros seres queridos más vulnerables, como pueden ser nuestros hijos menores de edad, nuestros padres aquejados por alguna enfermedad o algún pariente que no puede valerse por sí mismo.

También es un aliado para las familias emprendedoras que no quieren que el negocio muera con su fundador, sino poder tener -al menos las bases- de una futura institucionalización que les permita perdurar hacia la siguiente generación, con reglas claras para el cuidado y acrecentamiento del patrimonio familiar.

Muchas familias optan por darle la vuelta al testamento por considerar que es un tema doloroso y lo único que hacen es posponer ese dolor hacia el peor momento posible, que es cuando se ha materializado una pérdida y entonces hay que tomar decisiones en medio de sorpresas desagradables, estupor, enojo, entre otras emociones.

Así como es necesario entender que el testamento no es un trámite sino un asunto de interés público que necesita planeación y asesoría para llevarse a cabo, necesitamos también quitar tres mitos fundamentales.

Primer mito: Un testamento tiene validez en la medida en que se comunique a los herederos y todos estén de acuerdo. Puede ser verbal o escrito en una servilleta.

Realidad: Para que un testamento sea válido necesita forzosamente estar firmado ante notario. Aquí es muy común que los familiares insistan que la última voluntad es distinta a lo asentado en el documento y puede empezar un largo peregrinar jurídico para poder darle la vuelta al documento o “evitar” ir a juzgados.

Solución: No deje problemas. Obtenga asesoría para resolver cualquier duda que haya y el testamento refleje fielmente su voluntad. De preferencia, comunique claramente a sus beneficiarios sobre sus ideas, para que no haya sorpresas y sea claro que ya hay un testamento.

Recuerde: las sorpresas, ni en los cumpleaños, porque a veces salen contraproducentes.

Segundo mito: La familia tiene preferencia para heredar.

Realidad: En México, las personas pueden heredar a quien quieran, incluyendo instituciones como la Cruz Roja, la Unicef o cualquier otra beneficencia de su interés. No hay un “derecho por nacimiento” ni por sangre o vínculos familiares.

Solución: Mi principal consejo a las familias emprendedoras es dar a la familia la preferencia para heredar siempre con el contexto de lo que representa, pues lo que heredamos es un regalo a quienes queremos reconocer por lo que han significado para nosotros, no importa el lazo que tengamos. Tradicional y culturalmente pensamos en primera instancia en la familia porque es con quien compartimos una visión común, valores y un sentimiento de trascendencia. No deja de ser un regalo y como tal debe ser explicado.

¿Cuáles son los problemas más comunes? Cuando hay lazos que la familia no acepta, como medios hermanos concebidos al margen del matrimonio, segundas o terceras nupcias, amigos o la idea de sobrecompensar a los nietos en detrimento de los hijos.

Lo ideal es tener una comunicación asertiva. La herencia es un regalo y puede ser otorgada a quien uno decida, aunque una asesoría y conveniente planeación permite cumplir con principios básicos para un legado de largo aliento, como pueden ser la responsabilidad, es decir, entender las consecuencias de nuestras decisiones, así como el de empatía: tomar en cuenta las ideas y sentimientos de nuestros herederos.

Tercer mito: No vale la pena gastar en un testamento

Realidad: Es cierto: el testamento puede ser caro, depende de la entidad y el mes en que se lleve a cabo; puede haber menores costos en el Mes del Testamento u otros esfuerzos realizados por autoridades y colegios de notarios.

Una de las barreras para tener testamento es asumir que es dinero tirado a la basura porque -de todas formas- va a ser un drama familiar, van a salir los pleitos y las recriminaciones, todo mundo va a tratar de obtener más que los demás. Este sentimiento se agrava cuando hablamos de pérdidas de quién ha fungido como eje familiar, con reconocida autoridad.

Solución: Necesitamos reevaluar nuestras relaciones: la que tenemos con nuestro patrimonio, la que tenemos con nuestra familia y la que tenemos con nuestras expectativas.

Es muy común escuchar “no tengo nada, sólo una casita”, pero la casa tiene -a su vez- menaje, muebles de otro siglo, regalos y testimonios de la historia que hemos construido y todo eso tiene un valor tanto monetario como sentimental. Otras veces, como justificándose, “sólo está el negocio” o “hay tres terrenos”, “un auto clásico”, “una pieza de Rafael Coronel”.

No minimicemos nuestro propio patrimonio para que los demás no lo hagan. Recordemos que todo se puede asignar a quién queramos y para eso necesitamos planificar.

El testamento es un aliado

Nuestra relación con la familia también es importante, en especial porque hay algunas heridas que prevalecen y nos hacen tomar decisiones con un enorme costo, por ejemplo, excluir a las hijas del patrimonio porque “ellas tienen su familia”, dejar desamparados a los hijos porque nunca pensamos en un tutor o asumir que podemos decidir sobre el futuro de nuestros hijos o nietos condicionando el patrimonio.

Por eso mucha gente prefiere omitir el testamento: implica tener conversaciones no sólo con la familia, también con los asesores para poder llevar a cabo un proceso justo y equitativo. La enorme ventaja es tener las bases para un legado que prevalezca.

Finalmente, nuestra relación con las propias expectativas, porque hay quien quiere hacer una fundación o preservar el negocio exclusivamente en la familia fundadora. Todo se puede hacer si se lleva a cabo una adecuada planeación, con asesoría adecuada para compatibilizar lo posible con lo justo y con el patrimonio existente.

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Dejemos de ver al testamento como el trámite que nos acerca a la muerte en vez de nuestro aliado para dejar cuidados a nuestros seres queridos, darles certeza sobre los bienes que pueden recibir y lo más importante de todo: la herencia es un regalo y como tal, cuenta nuestra historia que puede quedar arrumbada en un rincón o puede ser el inicio de un legado familiar.

La decisión siempre será personal.


Ni el mes del Testamento, ni las campañas de información gratuitas, ni la pandemia han logrado convencer a los mexicanos de no dejar problemas a sus herederos. Poner el tema del testamento sobre la mesa en una comida familiar o una reunión sigue teniendo el mismo efecto y casi la misma respuesta: “espérate a que me muera”.

Los datos no mienten: aunque los mexicanos saben de la importancia del testamento, el promedio nacional de personas con testamento es de 8 por ciento, aunque la Ciudad de México es la única que destaca, con un 23 por ciento de la población.

¿Por qué es tan difícil que rompamos esa inercia y realmente tengamos una cultura de prevención?, ¿es porque “nos reímos de la muerte”?, ¿no está en nuestros genes?, ¿creemos aquello de “después de mí, el diluvio”?

El primer problema que enfrenta el testamento es que se ve como un trámite más: una especie de necedad para “dejar todo en órden” cuando ya sabemos perfecto qué le queremos dejar a quién: la casa para los hijos, el terrenito para nuestro sobrino y el baúl de nuestra bisabuela a la nieta.

Ya todos lo dijeron y todos están de acuerdo.

Hasta que llega lo inevitable y empiezan los pleitos familiares bajo la premisa de: “ni en la piñata, ni en los terrenos se conoce a la familia” y cada quién empieza a poner sus intereses por encima de los demás, con el agravante de que todo esto va a requerir tiempo y dinero para poder llevar a cabo un juicio.

Así que empecemos por decir que el testamento no es un trámite: es un asunto de interés público, esto es porque su impacto va más allá de la esfera personal. Es un acto jurídico para proveer certeza sobre la disposición de bienes y derechos; más importante aún: es una herramienta para que las familias puedan preservar sus legados a través de las generaciones.

Cuando limitamos al testamento a ser un trámite le prestamos la misma atención que sacar la licencia de manejo o el pasaporte. No le damos demasiadas vueltas, llenamos los formatos y nos presentamos a pagar los derechos para cumplir con ese requisito y seguir nuestra vida.

El testamento puede ser un auxiliar importantísimo más allá de la disposición de bienes: nos permite el cuidado y preservación de la dignidad de nuestros seres queridos más vulnerables, como pueden ser nuestros hijos menores de edad, nuestros padres aquejados por alguna enfermedad o algún pariente que no puede valerse por sí mismo.

También es un aliado para las familias emprendedoras que no quieren que el negocio muera con su fundador, sino poder tener -al menos las bases- de una futura institucionalización que les permita perdurar hacia la siguiente generación, con reglas claras para el cuidado y acrecentamiento del patrimonio familiar.

Muchas familias optan por darle la vuelta al testamento por considerar que es un tema doloroso y lo único que hacen es posponer ese dolor hacia el peor momento posible, que es cuando se ha materializado una pérdida y entonces hay que tomar decisiones en medio de sorpresas desagradables, estupor, enojo, entre otras emociones.

Así como es necesario entender que el testamento no es un trámite sino un asunto de interés público que necesita planeación y asesoría para llevarse a cabo, necesitamos también quitar tres mitos fundamentales.

Primer mito: Un testamento tiene validez en la medida en que se comunique a los herederos y todos estén de acuerdo. Puede ser verbal o escrito en una servilleta.

Realidad: Para que un testamento sea válido necesita forzosamente estar firmado ante notario. Aquí es muy común que los familiares insistan que la última voluntad es distinta a lo asentado en el documento y puede empezar un largo peregrinar jurídico para poder darle la vuelta al documento o “evitar” ir a juzgados.

Solución: No deje problemas. Obtenga asesoría para resolver cualquier duda que haya y el testamento refleje fielmente su voluntad. De preferencia, comunique claramente a sus beneficiarios sobre sus ideas, para que no haya sorpresas y sea claro que ya hay un testamento.

Recuerde: las sorpresas, ni en los cumpleaños, porque a veces salen contraproducentes.

Segundo mito: La familia tiene preferencia para heredar.

Realidad: En México, las personas pueden heredar a quien quieran, incluyendo instituciones como la Cruz Roja, la Unicef o cualquier otra beneficencia de su interés. No hay un “derecho por nacimiento” ni por sangre o vínculos familiares.

Solución: Mi principal consejo a las familias emprendedoras es dar a la familia la preferencia para heredar siempre con el contexto de lo que representa, pues lo que heredamos es un regalo a quienes queremos reconocer por lo que han significado para nosotros, no importa el lazo que tengamos. Tradicional y culturalmente pensamos en primera instancia en la familia porque es con quien compartimos una visión común, valores y un sentimiento de trascendencia. No deja de ser un regalo y como tal debe ser explicado.

¿Cuáles son los problemas más comunes? Cuando hay lazos que la familia no acepta, como medios hermanos concebidos al margen del matrimonio, segundas o terceras nupcias, amigos o la idea de sobrecompensar a los nietos en detrimento de los hijos.

Lo ideal es tener una comunicación asertiva. La herencia es un regalo y puede ser otorgada a quien uno decida, aunque una asesoría y conveniente planeación permite cumplir con principios básicos para un legado de largo aliento, como pueden ser la responsabilidad, es decir, entender las consecuencias de nuestras decisiones, así como el de empatía: tomar en cuenta las ideas y sentimientos de nuestros herederos.

Tercer mito: No vale la pena gastar en un testamento

Realidad: Es cierto: el testamento puede ser caro, depende de la entidad y el mes en que se lleve a cabo; puede haber menores costos en el Mes del Testamento u otros esfuerzos realizados por autoridades y colegios de notarios.

Una de las barreras para tener testamento es asumir que es dinero tirado a la basura porque -de todas formas- va a ser un drama familiar, van a salir los pleitos y las recriminaciones, todo mundo va a tratar de obtener más que los demás. Este sentimiento se agrava cuando hablamos de pérdidas de quién ha fungido como eje familiar, con reconocida autoridad.

Solución: Necesitamos reevaluar nuestras relaciones: la que tenemos con nuestro patrimonio, la que tenemos con nuestra familia y la que tenemos con nuestras expectativas.

Es muy común escuchar “no tengo nada, sólo una casita”, pero la casa tiene -a su vez- menaje, muebles de otro siglo, regalos y testimonios de la historia que hemos construido y todo eso tiene un valor tanto monetario como sentimental. Otras veces, como justificándose, “sólo está el negocio” o “hay tres terrenos”, “un auto clásico”, “una pieza de Rafael Coronel”.

No minimicemos nuestro propio patrimonio para que los demás no lo hagan. Recordemos que todo se puede asignar a quién queramos y para eso necesitamos planificar.

El testamento es un aliado

Nuestra relación con la familia también es importante, en especial porque hay algunas heridas que prevalecen y nos hacen tomar decisiones con un enorme costo, por ejemplo, excluir a las hijas del patrimonio porque “ellas tienen su familia”, dejar desamparados a los hijos porque nunca pensamos en un tutor o asumir que podemos decidir sobre el futuro de nuestros hijos o nietos condicionando el patrimonio.

Por eso mucha gente prefiere omitir el testamento: implica tener conversaciones no sólo con la familia, también con los asesores para poder llevar a cabo un proceso justo y equitativo. La enorme ventaja es tener las bases para un legado que prevalezca.

Finalmente, nuestra relación con las propias expectativas, porque hay quien quiere hacer una fundación o preservar el negocio exclusivamente en la familia fundadora. Todo se puede hacer si se lleva a cabo una adecuada planeación, con asesoría adecuada para compatibilizar lo posible con lo justo y con el patrimonio existente.

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Dejemos de ver al testamento como el trámite que nos acerca a la muerte en vez de nuestro aliado para dejar cuidados a nuestros seres queridos, darles certeza sobre los bienes que pueden recibir y lo más importante de todo: la herencia es un regalo y como tal, cuenta nuestra historia que puede quedar arrumbada en un rincón o puede ser el inicio de un legado familiar.

La decisión siempre será personal.


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