La sombra de Pinochet se extiende sobre las elecciones de Chile

Los discursos de la dictadura toman fuerza a un día de elegir de presidente a un izquierdista o ultraderechista

Europa Press y Reuters

  · sábado 18 de diciembre de 2021

Muchas personas han mostrado su miedo por una nueva dictadura / Cortesía | Reuters

SANTIAGO DE CHILE. La sombra del exdictador Augusto Pinochet planea con fuerza sobre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas. Hacía tres lustros que la dictadura no estaba tan presente en el discurso político.

Las viejas y profundas divisiones que hace medio siglo llevaron a un golpe militar en Chile contra un gobierno democráticamente electo y marcaron el inicio de una de las dictaduras más inflexibles de América Latina, resurgieron ante las polarizadas elecciones de mañana.

La existencia de una convención constitucional que está redactando una nueva Carta Magna en sustitución de la aprobada por el régimen cívico militar en 1980 y la aparición en la escena política del candidato José Antonio Kast, que defiende al exgeneral, han vuelto a situar a Pinochet en el centro del debate rumbo a la segunda vuelta electoral.

El político ultraderechista abrió la caja de Pandora el pasado noviembre, cuando comparó con la dictadura chilena las elecciones celebradas aquellos días por el Gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, tras el encarcelamiento de los principales líderes de la oposición.

“¿Dígame si las dictaduras entregan el poder a la democracia y si hacen una transición a la democracia y se respeta? Eso es lo que no hacen otros países y en Chile se hizo”, añadió el candidato de ultra derecha.

Pinochet dejó el poder en 1990, después de perder un referéndum sobre su continuidad, en 1988, y de la posterior celebración de comicios presidenciales.

Kast afirmó días después que sus afirmaciones eran relativas a las elecciones de 1990.

Kast, que votó a favor de la permanencia de Pinochet en el poder en el referéndum de 1988, defiende el sistema económico salido de la dictadura y declaró en 2017 que si Pinochet estuviera vivo, votaría por él, aunque ha moderado su discurso recientemente, asegurando que está en contra de las violaciones de Derechos Humanos durante el régimen cívico militar, reivindicando haber votado a favor de las disposiciones para reparar a las víctimas durante la transición.

Kast, apologista del exdictador, elogia el “legado económico” neoliberal del general y ha atraído a votantes con propuestas aparentemente tomadas del manual de líderes populistas de derecha como Bolsonaro y el expresidente Donald Trump, como la construcción de una zanja para frenar la inmigración ilegal.

La polarización resuena entre los chilenos mayores que vivieron los tumultuosos años de la truncada presidencia de Salvador Allende, derrocada por el golpe, y la sangrienta dictadura militar.

El relato de Kast sobre la dictadura, en la que uno de sus hermanos fue ministro, devolvió en cualquier caso, al exgeneral al debate público. Parte de la población y de los analistas ven a Kast como el rostro de la derecha ortodoxa que no ha roto con Pinochet.

En un giro inesperado, que también puso en primer plano el legado de la dictadura, la viuda de Pinochet, Lucía Hiriart, considera la mujer de poder del régimen murió el pasado jueves a los 99 años.

Cientos de personas se agolparon en la llamada Plaza de la Dignidad, bastión de las protestas de 2019 en Santiago, ondeando banderas y coreando, y algunas portando las fotos de los desaparecidos por el régimen militar.

Hiriart despertó fuertes reacciones entre los chilenos por la influencia que tenía sobre Pinochet y por la fortuna que acumuló su familia.

El balotaje es el primero desde que Chile fue sacudido por las protestas de 2019 contra la desigualdad, que finalmente desencadenaron un proceso aún en curso para deshacer uno de los principales vestigios restantes de la dictadura: la Constitución.

Ambos candidatos se han moderado a medida que la carrera se ha vuelto más ajustada para ganar votos moderados clave. El Congreso, elegido en noviembre, está dividido a la mitad entre la izquierda y la derecha, creando un probable freno a cualquier reforma radical.