/ jueves 1 de octubre de 2020

Alta Empresa | El mito del creativo

Durante los primeros días del aislamiento provocado por la COVID-19, cuando la narrativa general era que la pandemia apenas duraría un par de meses, las redes sociales eran un escaparate de creatividad: aspirantes a DJ´s que transmitían accidentados sets desde el aislamiento, miles de personas convertidas súbitamente en masterchefs, elaboradísimos cortometrajes en Tik Tok, clases improvisadas de oficios para practicar en casa, etcétera. Buena parte de los privilegiados que pudieron seguir con el trabajo desde casa asumieron el encierro con ingenio y frescura. Hoy todo es distinto. En el momento en que la gente cobró conciencia de que la pandemia no era un mero paréntesis, la euforia por el home office se transformó en frustración, el orgullo de cocinar naufragó en pizzas a domicilio y la euforia creativa se volvió parálisis. Y ese Apocalipsis fue silencioso, casi una implosión.

A estas alturas ya casi nadie asume el encierro como una oportunidad para ser inventivo. El error de origen es que la creatividad no se reduce a sacar al artista que llevamos dentro. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) acuñó el término de “industrias creativas” para referirse a aquellas actividades que “tienen su origen en la creatividad individual y el talento que cuentan con el potencial de producir riqueza a través de la generación y explotación de la propiedad intelectual”. El pronunciamiento era una forma de señalar que entrábamos a una era del conocimiento donde la creatividad se impondría a los valores de la era industrial. Algunos creen que la creatividad se limita a áreas como el entretenimiento, la publicidad o la mercadotecnia. Absurdo. Un buen contador puede desplegar más creatividad que un mal publicista o un cineasta mediocre. La diferencia estriba en que la creatividad del contador sólo puede ser apreciada por aquellos que cuentan con pericia técnica y cierto conocimiento de las finanzas empresariales; la de los otros, en cambio, está expuesta a audiencias más grandes y mayor reconocimiento. Esta popularidad redunda en que el “mito del creativo” genere monstruitos infumables que desprecian a todos aquellos que no se ajustan a su talante fantoche.

Las agencias de publicidad, por ejemplo, están repletas de “creativos” que se ufanan de no codearse con oficinistas grises que no están a la altura de su inventiva. Si el agua no se mezcla con el aceite, razonan, ¿por qué obligar al creativo a convivir en una jaula con animales incapaces de entender su imaginación desbordante? No es extraño que el “creativo” suela presentarse como independiente, así trabaje en una empresa que le demande ir todos los días a checar tarjeta (“es temporal”, afirma). Ignorante de sus carencias, estos personajes suelen ser víctimas de su propia arrogancia y terminan conflictuados con la empresa que los contrató.

La naturaleza creativa, sobre todo la que alcanza niveles de genuina innovación, representa un desafío para el statu quo. Para desarrollarla se requiere algo más que imaginación. La creatividad demanda proceso, disciplina, método y coraje. Justo las características que necesitamos para sobreponernos de la crisis pandémica, amén de la actividad que realicemos. Seamos creativos, pues. @mauroforever mauricio@altaempresa.com



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Durante los primeros días del aislamiento provocado por la COVID-19, cuando la narrativa general era que la pandemia apenas duraría un par de meses, las redes sociales eran un escaparate de creatividad: aspirantes a DJ´s que transmitían accidentados sets desde el aislamiento, miles de personas convertidas súbitamente en masterchefs, elaboradísimos cortometrajes en Tik Tok, clases improvisadas de oficios para practicar en casa, etcétera. Buena parte de los privilegiados que pudieron seguir con el trabajo desde casa asumieron el encierro con ingenio y frescura. Hoy todo es distinto. En el momento en que la gente cobró conciencia de que la pandemia no era un mero paréntesis, la euforia por el home office se transformó en frustración, el orgullo de cocinar naufragó en pizzas a domicilio y la euforia creativa se volvió parálisis. Y ese Apocalipsis fue silencioso, casi una implosión.

A estas alturas ya casi nadie asume el encierro como una oportunidad para ser inventivo. El error de origen es que la creatividad no se reduce a sacar al artista que llevamos dentro. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) acuñó el término de “industrias creativas” para referirse a aquellas actividades que “tienen su origen en la creatividad individual y el talento que cuentan con el potencial de producir riqueza a través de la generación y explotación de la propiedad intelectual”. El pronunciamiento era una forma de señalar que entrábamos a una era del conocimiento donde la creatividad se impondría a los valores de la era industrial. Algunos creen que la creatividad se limita a áreas como el entretenimiento, la publicidad o la mercadotecnia. Absurdo. Un buen contador puede desplegar más creatividad que un mal publicista o un cineasta mediocre. La diferencia estriba en que la creatividad del contador sólo puede ser apreciada por aquellos que cuentan con pericia técnica y cierto conocimiento de las finanzas empresariales; la de los otros, en cambio, está expuesta a audiencias más grandes y mayor reconocimiento. Esta popularidad redunda en que el “mito del creativo” genere monstruitos infumables que desprecian a todos aquellos que no se ajustan a su talante fantoche.

Las agencias de publicidad, por ejemplo, están repletas de “creativos” que se ufanan de no codearse con oficinistas grises que no están a la altura de su inventiva. Si el agua no se mezcla con el aceite, razonan, ¿por qué obligar al creativo a convivir en una jaula con animales incapaces de entender su imaginación desbordante? No es extraño que el “creativo” suela presentarse como independiente, así trabaje en una empresa que le demande ir todos los días a checar tarjeta (“es temporal”, afirma). Ignorante de sus carencias, estos personajes suelen ser víctimas de su propia arrogancia y terminan conflictuados con la empresa que los contrató.

La naturaleza creativa, sobre todo la que alcanza niveles de genuina innovación, representa un desafío para el statu quo. Para desarrollarla se requiere algo más que imaginación. La creatividad demanda proceso, disciplina, método y coraje. Justo las características que necesitamos para sobreponernos de la crisis pandémica, amén de la actividad que realicemos. Seamos creativos, pues. @mauroforever mauricio@altaempresa.com



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