/ martes 15 de junio de 2021

Armas autónomas: puño de acero, guante de seda

Por: Adolfo Arreola García*

*Profesor investigador de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México

El uso de armas autónomas con capacidad para decidir cuando disparar y acabar con el enemigo sin la intervención del ser humano se incrementará en los conflictos presentes y futuros. En dicho escenario bélico el hombre será sobrepasado y desplazado por las capacidades de los robots en lo que terminaría siendo la guerra de los autómatas entre drones, robots, nanorobots y ciberarmas con serias implicaciones ético-jurídicas.

Debido a las dificultades de preprogramar las diversas situaciones del campo de batalla, los aspectos éticos en el diseño de las armas autónomas quedan en segundo plano y es probable que se comentan abusos en el uso de la fuerza como medio de disuasión y defensa. Ejemplo de las armas autónomas son los Sistemas de Aeronaves Piloteadas Remotamente (RPAS) o “drones”, los robots armados que patrullan la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, los nanorobots de vigilancia-ataque y las ciberarmas como el Stuxnet. Obviamente el principal dilema, tanto ético como jurídico, al usar armas robóticas se vincula con el proceso de control de la designación del blanco a ser destruido, ya que no existe una fórmula mágica que determine su configuración perfecta, apegada a derecho y libre de fallas, ni un proceso o política única que funcione como llave maestra y evite “efectos colaterales”.

Es por esto que, el Derecho Internacional Humanitario (DIH) requiere estrictamente de la intervención humana y desecha los ataques automatizados a control remoto. Sin embargo, el principio de “matar a control remoto” es la explicación teórica de lo que ocurre en el campo de batalla cuando se enfrentan los hombres contra las máquinas. Entre las implicaciones que tiene el combate a control remoto se encuentran: la deshumanización, tecnificación y automatización de la guerra, un alejamiento de los conceptos de la guerra justa y, potenciales violaciones al DIH. Por ello, los gobiernos, las fuerzas armadas y las empresas de tecnología de guerra deben trabajar unidos para responder a las preocupaciones éticas y legales que surgen del uso de las armas robóticas y autónomas.

Esto sin olvidar que los gobiernos de los Estados son los únicos responsables, a pesar de la dificultad de atribución de los ciberataques, la terciarización de la guerra y el desvanecimiento de la línea entre guerra-paz. Por lo tanto, si responsabilizar a los robots y autómatas de los designios humanos es incongruente, culpar a los algoritmos y a la llamada inteligencia artificial por los daños causados es insano. Al final, se deben establecer condiciones para identificar, catalogar y en su caso prohibir el uso de las armas autónomas y ciberarmas. Un punto de inicio sería la innovación responsable y la creación de comités internacionales para evaluar la propiedad del uso de las armas autónomas, tanto físicas como virtuales, y establecer responsabilidades en caso de abuso.

En breve, las armas autónomas son un puño de acero en guante de seda e invitan a reflexionar sobre el dilema ético-jurídico presente en el proceso de toma de decisiones, en las implicaciones de matar a control remoto y en el empleo de algoritmos letales. ¿Quién decidirá en los conflictos futuros? ¿El hombre o el autómata?

Por: Adolfo Arreola García*

*Profesor investigador de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México

El uso de armas autónomas con capacidad para decidir cuando disparar y acabar con el enemigo sin la intervención del ser humano se incrementará en los conflictos presentes y futuros. En dicho escenario bélico el hombre será sobrepasado y desplazado por las capacidades de los robots en lo que terminaría siendo la guerra de los autómatas entre drones, robots, nanorobots y ciberarmas con serias implicaciones ético-jurídicas.

Debido a las dificultades de preprogramar las diversas situaciones del campo de batalla, los aspectos éticos en el diseño de las armas autónomas quedan en segundo plano y es probable que se comentan abusos en el uso de la fuerza como medio de disuasión y defensa. Ejemplo de las armas autónomas son los Sistemas de Aeronaves Piloteadas Remotamente (RPAS) o “drones”, los robots armados que patrullan la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, los nanorobots de vigilancia-ataque y las ciberarmas como el Stuxnet. Obviamente el principal dilema, tanto ético como jurídico, al usar armas robóticas se vincula con el proceso de control de la designación del blanco a ser destruido, ya que no existe una fórmula mágica que determine su configuración perfecta, apegada a derecho y libre de fallas, ni un proceso o política única que funcione como llave maestra y evite “efectos colaterales”.

Es por esto que, el Derecho Internacional Humanitario (DIH) requiere estrictamente de la intervención humana y desecha los ataques automatizados a control remoto. Sin embargo, el principio de “matar a control remoto” es la explicación teórica de lo que ocurre en el campo de batalla cuando se enfrentan los hombres contra las máquinas. Entre las implicaciones que tiene el combate a control remoto se encuentran: la deshumanización, tecnificación y automatización de la guerra, un alejamiento de los conceptos de la guerra justa y, potenciales violaciones al DIH. Por ello, los gobiernos, las fuerzas armadas y las empresas de tecnología de guerra deben trabajar unidos para responder a las preocupaciones éticas y legales que surgen del uso de las armas robóticas y autónomas.

Esto sin olvidar que los gobiernos de los Estados son los únicos responsables, a pesar de la dificultad de atribución de los ciberataques, la terciarización de la guerra y el desvanecimiento de la línea entre guerra-paz. Por lo tanto, si responsabilizar a los robots y autómatas de los designios humanos es incongruente, culpar a los algoritmos y a la llamada inteligencia artificial por los daños causados es insano. Al final, se deben establecer condiciones para identificar, catalogar y en su caso prohibir el uso de las armas autónomas y ciberarmas. Un punto de inicio sería la innovación responsable y la creación de comités internacionales para evaluar la propiedad del uso de las armas autónomas, tanto físicas como virtuales, y establecer responsabilidades en caso de abuso.

En breve, las armas autónomas son un puño de acero en guante de seda e invitan a reflexionar sobre el dilema ético-jurídico presente en el proceso de toma de decisiones, en las implicaciones de matar a control remoto y en el empleo de algoritmos letales. ¿Quién decidirá en los conflictos futuros? ¿El hombre o el autómata?