/ sábado 2 de noviembre de 2019

¡Celebrar Día de Muertos, honrar la vida!

Cada país tiene una manera particular de recordarlos. De la forma en que lo hacemos y el significado que le damos los mexicanos, ninguno. En los altares, las velas encendidas iluminan el camino a los seres queridos que “se nos han adelantado” y regresan al hogar transitoriamente.

También, están presentes los alimentos, bebidas, colores, olores, imágenes, convivencia… rituales que expresan nuestra identidad nacional, de nuestras hondas raíces histórico-culturales. Su esencia: enaltecer a nuestros difuntos manteniendo vivo su recuerdo.

Vida y muerte dan forma a la existencia; una no se expresa sin la otra. Cada individuo debe de ser protagonista de su existencia y “decidir” como vivirla, y con ello, posiblemente, cómo habrá de morir. Veamos dos casos que pueden ilustrar lo anterior:

1. Con base en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), focalicemos por grupos de edad las tres principales causas de defunción en 2017. Algunas, efectos de la violencia o de una baja prevención.

De 15 a 24 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, lesiones autoinfligidas intencionalmente). Mujeres (Accidentes de tráfico de vehículos de motor, agresiones, tumores malignos).

De 25 a 34 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, enfermedades del corazón). Mujeres (Tumores malignos, agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor).

De 35 a 44 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, enfermedades del corazón). Mujeres (Tumores malignos, diabetes mellitus, enfermedades del corazón).

De 45 a más años, cambia radicalmente el orden de las causas de defunción, los efectos directos de la violencia dejan de corresponder a las tres primeras causas y ocupan su lugar las enfermedades del corazón, diabetes mellitus y tumores malignos… tener presente los grupos de 0 a 14 años con sus propias prevalencias.

Por lo anterior, una firme respuesta es que si se puede lograr mejores finales alternativos, son retos del presente, atendiendo a sus causas, sin considerarlos una normalidad, tampoco algo estructural, y nunca un tema del destino predeterminado.

Una base de las soluciones, desde los ámbitos de competencias de la sociedad, pudiera contener corresponsabilidad, protección y ayuda mutua, adoptando estilos de vida saludable y sin violencia que promuevan salud, seguridad y bienestar, entre otros.

2. Desde la perspectiva, en vida hermano, el apego y compromiso de vivirla en tiempo y forma. Aceptando que las herramientas tecnológicas pueden modificar el comportamiento del ser humano, recordemos la reflexión: “las cosas tienen la energía que ponemos en ellas y ejercen en nosotros la influencia que permitimos”. Superemos la incongruencia del vivir en “vida online” y una “existencia offline”.

Abonemos para las mejores opciones de vida, dejar atrás el perfil del “muerto en vida”. Ya sea por el uso y abuso de alcohol, sustancias psicoactivas, o por la negación a participar en el juego de la vida (jugar, caer, levantarse, sacudirse el polvo, seguir jugando).

Entonces, ejerzamos con pertinencia el presente, con horizontes y conciencia, del contexto (global, general y particular) que sin anclarnos en el pasado y la ansiedad anticipatoria del futuro, avancemos integralmente. Asimismo, celebremos legados generacionales y las tradiciones que fortalezcan nuestra identidad nacional. Por ejemplo, el desfile Internacional del Día de Muertos que promueve el Gobierno de la Ciudad de México.

Cada país tiene una manera particular de recordarlos. De la forma en que lo hacemos y el significado que le damos los mexicanos, ninguno. En los altares, las velas encendidas iluminan el camino a los seres queridos que “se nos han adelantado” y regresan al hogar transitoriamente.

También, están presentes los alimentos, bebidas, colores, olores, imágenes, convivencia… rituales que expresan nuestra identidad nacional, de nuestras hondas raíces histórico-culturales. Su esencia: enaltecer a nuestros difuntos manteniendo vivo su recuerdo.

Vida y muerte dan forma a la existencia; una no se expresa sin la otra. Cada individuo debe de ser protagonista de su existencia y “decidir” como vivirla, y con ello, posiblemente, cómo habrá de morir. Veamos dos casos que pueden ilustrar lo anterior:

1. Con base en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), focalicemos por grupos de edad las tres principales causas de defunción en 2017. Algunas, efectos de la violencia o de una baja prevención.

De 15 a 24 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, lesiones autoinfligidas intencionalmente). Mujeres (Accidentes de tráfico de vehículos de motor, agresiones, tumores malignos).

De 25 a 34 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, enfermedades del corazón). Mujeres (Tumores malignos, agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor).

De 35 a 44 años: Hombres (Agresiones, accidentes de tráfico de vehículos de motor, enfermedades del corazón). Mujeres (Tumores malignos, diabetes mellitus, enfermedades del corazón).

De 45 a más años, cambia radicalmente el orden de las causas de defunción, los efectos directos de la violencia dejan de corresponder a las tres primeras causas y ocupan su lugar las enfermedades del corazón, diabetes mellitus y tumores malignos… tener presente los grupos de 0 a 14 años con sus propias prevalencias.

Por lo anterior, una firme respuesta es que si se puede lograr mejores finales alternativos, son retos del presente, atendiendo a sus causas, sin considerarlos una normalidad, tampoco algo estructural, y nunca un tema del destino predeterminado.

Una base de las soluciones, desde los ámbitos de competencias de la sociedad, pudiera contener corresponsabilidad, protección y ayuda mutua, adoptando estilos de vida saludable y sin violencia que promuevan salud, seguridad y bienestar, entre otros.

2. Desde la perspectiva, en vida hermano, el apego y compromiso de vivirla en tiempo y forma. Aceptando que las herramientas tecnológicas pueden modificar el comportamiento del ser humano, recordemos la reflexión: “las cosas tienen la energía que ponemos en ellas y ejercen en nosotros la influencia que permitimos”. Superemos la incongruencia del vivir en “vida online” y una “existencia offline”.

Abonemos para las mejores opciones de vida, dejar atrás el perfil del “muerto en vida”. Ya sea por el uso y abuso de alcohol, sustancias psicoactivas, o por la negación a participar en el juego de la vida (jugar, caer, levantarse, sacudirse el polvo, seguir jugando).

Entonces, ejerzamos con pertinencia el presente, con horizontes y conciencia, del contexto (global, general y particular) que sin anclarnos en el pasado y la ansiedad anticipatoria del futuro, avancemos integralmente. Asimismo, celebremos legados generacionales y las tradiciones que fortalezcan nuestra identidad nacional. Por ejemplo, el desfile Internacional del Día de Muertos que promueve el Gobierno de la Ciudad de México.